Xeneize Marino


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Carlos se despertó del sueño, que ya le resultaba familiar, tan pronto para apagar la alarma y levantarse. Su rutina empezaba con la búsqueda de su prótesis para su brazo izquierdo, seguido de sus pastillas, antes de asearse. Una vez en el baño, se dio cuenta que con cada mañana que pasaba, le quedaba menos pelo.

—La puta madre… —Murmuró, frunciendo el ceño. Tras peinarse, se iba a vestir con su uniforme marrón y su sombrero. Luego, se dirige a ir a la cocina para prepararse su desayuno.

Mientras bebía su café a sorbos observando fijamente una foto de su joven yo con su antiguo equipo de fútbol, se percata de una pequeña nota en su mesa.

"Pa, acordate que la semana que viene te tengo que llevar al dentista!
tambien no seas tan boludo y tomate tus pastillas porfavor

- Rocío ツ "

«El dentista, ¿en serio?» Pensó, pero alguien llamaría a su puerta.

—¡Voy!—Gritó, rápidamente yendo para abrirla. Tras ella se encontraba Andrey Stidav.

—¡Pero mira quien recién se despertó! ¿Qué contas Capitán Garfio?—Sonrió Andrey, abrazando a Carlos.

—Que chistoso que sos, devorador de niños. Todo bien, ¿y vos?—Le respondió de manera burlona.

—Todo perfecto. ¿Vamos?

—Dale, vamos yendo chupete.

—Carlos la puta que te parió, te dije que eso fue solo un rumor falso.

—Lo que digas, bufarra.

—Haceme acordar por qué pijas te tengo que llevar al trabajo.

—Primero que nada, perdiste la apuesta. Segundo, no puedo manejar.

—¿Por qué no podes manejar? Si es tan fácil como poner las dos manos en el volante. —Dijo Stidav con una sonrisa de oreja a oreja.

—Bueno suficiente joda que llegamos tarde.

Ambos se subieron al auto y se dirigieron a una de las oficinas de La Fundación. Carlos se puso cómodo en el asiento, sabiendo que le esperaba un camino bastante largo.

—Contame Carlos, ¿es verdad que te subieron a jefe de la investigación del cangrejo mogólico ese?

—Si, al otro lo suspendieron por un año y me dejaron a cargo por un rato.

—¿Por qué lo suspendieron a Cocetti?

—Agarraron a la… ¿Marin, puede ser? Tirandole la goma para que Cocetti la suba de rango en la investigación.

Los dos se rieron juntos.

—¿Y no tenían a otro menos pelotudo para promover?

—Mínimo yo no me garcho a Gasparin.

—Carlos, nunca te pregunté… ¿Cómo perdiste tu brazo?

—¿Mi brazo? Yo… —Tras escuchar eso, Carlos se quedó con una mirada vacía hacia la ruta.

—Yo… Eh… ¡Mira, ya llegamos!

Stidav frenó el auto en frente de la entrada.

—Bueno, te dejo acá, que a mi me mandaron a investigar algo en Palermo. Suerte Luke Skywalker.

—Nos vemos cabeza de tacho.

Carlos se bajó, marchando hacia un escáner con su credencial en mano para ingresar al sitio.

—Que hijos de puta son con esto del secretismo…

Carpincci caminaba tranquilamente en la instalación, la gran mayoría de sus colegas en el trabajo estaban sentados en mesas, anotando cosas aburridas con una mirada de muerto viviente. Finalmente llegó a la oficina de investigación de SCP-ES-264, abriendo la puerta con fuerza.

—Buenas, llegó el bigote. —Dijo en voz alta, cerrando la puerta detrás de él. Sus compañeros no le dieron respuesta. Frunció el ceño por un segundo, dirigiéndole la mirada a las cámaras de la zona de contención como siempre lo hacía, percatándose de un pequeño detalle.

El cangrejo azulado estaba dibujando con un crayón rojo, no se podía apreciar bien el dibujo, pero parecía una tortuga con músculos y un arma de fuego. Carlos sonrió por un segundo, pero rápidamente se volteó hacia sus compañeros.

—¿Se puede saber quién le dio al cangrejo un crayón?—Exclamó en voz alta.

—Fui yo, doctor. — Respondió el investigador Hernández, caminando hacia Carpincci ofreciéndole su mano izquierda para hacer un apretón de manos. Al percatarse de su prótesis, rápidamente cambiaría a su mano derecha.

—Soy nuevo aquí, pero creo que lo reconozco de alguna parte. ¿Usted jugó en Boca Juniors alguna vez?—Preguntó el novato.

—Yo… —Carlos se enmudeció.

—¿Señor?

—Hernández, se nota que usted es nuevo. Acá, las cosas se hacen con mi permiso. ¿Y cómo es eso de preguntarme si jugué en Boca? No tienen nada que ver con el tema.

—Señor, si se sintió ofendido le pido disculpas, pero es que pensé qu-

—No, silencio. Usted queda suspendido de la investigación por 4 días, esto puede ser que se le descuente de su salario. ¡La próxima vez mande un papelito!

Los ojos de Hernández demostraban un gran descontento, como si estuviera a punto de estallar, pero rápidamente se calmó y se retiró de la habitación con la cabeza agachada.

—¡Bueno! Vos, Cejas, sácale eso al cangrejo.

—Pero señor, se le ve muy feliz con eso.

—¿Qué es esto? ¿Un hotel cinco estrellas? Dale, sácaselo.

—¿Qué le digo?

—Lo de siempre, decile que hay otros cangrejos en el lugar que también quieren dibujar.

—¿Y si se da cuenta que le mentí?

—No se va a enterar, es muy estúpido para eso.

—Ok, en camino. —La investigadora Cejas se fue corriendo de la oficina.

—¿Alguno más que quiera hacer lo que se le salgan de los huevos? —Gritó Carpincci. No obtuvo respuesta alguna. Su celular empezó a sonar y él lo atendió.

—¿Hola? Si, si. Para allá voy.—Carlos colgó la llamada.—Me tengo que ir. No hagan cosas estúpidas por favor.—Se marchó para irse a su pequeña oficina, en donde lo esperaba el agente Mike Patterson.

—¡Hello, Carlos! Tienes what I asked you? —Lo saludó el australiano, Carlos estaba algo confuso porque no entendía muy bien su acento.

—Hola Mike, intenta hablar español culo roto que no te entiendo ni un sorete. —Carpincci echó una carcajada, haciendo un gesto con la mano para que tome asiento.

—¿Venís por los resultados del examen de la muestra de ese bicho que me pediste? —Preguntó Carpincci.

—Si.

—Bueno, yo te hice el pequeñito favor. Me imagino que me trajiste un regalo, ¿eh?

—Exactamente, te traje lo que me pediste.—Mike sacó de su bolso un paquete de latas de cerveza de una marca australiana.—No tomes mucho que son muy fuertes.

—¡Perfecto!—Tras ver el paquete, Carlos sacó rápidamente sacó de su escritorio un pequeño tubo de ensayo y algunos papeles, entregándoselos a Patterson.—Mira, siendo un poco más serio. ¿Dónde carajos encontraste a este monstruo? Comparte algunas características de ADN con la de una anchoa pero según tu descripción medía como tres metros.

—Lo encontré mientras exploraba una cueva en Estados Unidos. ¿Descubriste algo útil?

—Bueno, le hice un par de pruebas, el espécimen tiene alrededor de 4 años, expuse su sangre a varios líquidos y parece que el alcohol le surte un efecto extraño sobre él. Si tu plan es detenerlo, te recomendaría usarlo.

—Gracias Car-

—Mike, ¿se puede saber por qué me pediste que lo haga a escondidas?

—Eso ya es más confidencial, no te puedo responder.

—No hagas nada estúpido. Ten mucho cuidado con esta anchoa gigante, podría ser muy peligroso.

—Gracias, lo tendré en cuenta. —Mike se fue corriendo de la oficina para volver a sus actividades como explorador. Carlos tomó una lata de cerveza y la miró fijamente por un rato. No pudo evitar recordar ese fatídico día.


—¡Dale campeón! ¡Dale campeón! —Cantaban varios jugadores en un colectivo. Carlos Carpincci estaba revoleando su camiseta con una mano y tomando cerveza con la otra. Era un festejo total, pues se estaban llevando otra Copa Libertadores a su casa.

Tras horas y horas de festejo durante el viaje, todo el mundo se durmió en sus asientos. Salvo por alguien tan borracho que no podía dormir, Carlos, quien había tomado de más por hacer semejante atajada en el último segundo. Él caminaba torpemente por el pasillo, yendo hacia donde estaba el conductor del colectivo.

—¡Salimos campeones! ¡Salimos campeones! —Murmuraba Carpincci, pero casi ni se le entendía por lo borracho que estaba.

—Carlos, anda a dormir. —Dijo el copiloto.

—Callate, sigamos festejando. —Carlos empujaría al conductor, el colectivo empezaría a desviarse.

—¡Pará, pará! ¡Nos vamos a morir! —Gritó el conductor, girando el volante tan rápido como podía. Pero era demasiado tarde, el colectivo se caería por un acantilado y se estrellaría contra la tierra.

Esa noche, murieron la mayoría del plantel, salvo dos asistentes del director técnico, un defensor y Carlos, quien perdió su brazo izquierdo en el accidente, retirándolo para siempre del fútbol.

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