Todo lo que quedaba eran los residuos, y en los residuos no había nada. Los desiertos se extendían por toda la Tierra, y en uno de ellos había una caverna, y en su entrada había un pilar de piedra.
Ya casi no tenía forma, pero la roca se había parecido alguna vez un hombre; ahora el cuerpo, que había sido erosionado, era liso y demasiado delgado. La cabeza estaba casi ausente, rozada hasta ser convertida en poco más que un tumor en el extremo del cuello. Los dedos de la mano derecha estaban rotos, quedando como protuberancias en el extremo de un muñón. La mano izquierda había sido destrozada casi hasta el codo.
Se estaba moviendo hacia el interior, aunque si hubiera habido alguien con vida para verlo, no sería capaz de decirlo.
Años más tarde, tocaría la parte posterior de la caverna, y empezaría a escribir nuevamente en las paredes. Ya había otras líneas arañadas sobre la roca, en un lenguaje del que nadie se acordaba. Desde siglos antes, quienes lo hacía sólo habían empezado a desvanecerse.
Hoy vi un destello. Fue tan breve que pensé que me lo había imaginado, pero hacía calor, ya que la montaña había sido caliente cuando era joven. Luego hubo fuego. No quedó nada después de eso.
antes todo cambiaba más rápido de lo que podía soportar
los árboles crecían, las estaciones cambiaban en momentos.
ahora no hay nada que cambiar
Llegó a la parte posterior y levantó su brazo, trabajando durante meses, y dejando una línea más.
Este tendrá que ser mi nuevo hogar
Terminó, satisfecho con su diario, sin darse cuenta del ritmo atómico al que se movía. Al volverse hacia atrás, se cayó. Demasiado rápido para que el hombre de piedra lo comprendiera, estaba de frente, pero no podía levantarse. El torso, delgado por los años de erosión, se había roto, partiendo su cuerpo en dos.
Durante décadas, el hombre de piedra lloró a su manera. Aún pasarían siglos antes de que muriera.