La Fundación SCP

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Penz se despertó convertido en una monstruosa naranja. Estaba echado de espaldas sobre su cáscara tan blanda y, al alzar su hipotética cabeza, vio su vientre curvo y anaranjado, sobre el cual casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo.

—¿Qué me ha ocurrido?

No estaba soñando. Su habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña, tenía el aspecto habitual. Sobre la mesa había desparramado un muestrario de paños —Penz era agente de la Fundación, y se encontraba de servicio en Brazil—, y de la pared colgaba un pequeño cuadro que le traía recuerdos de hace varios años. La obra mostraba a un gaucho con un gorro de pieles, envuelto en una estola también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía un amplio manguito, asimismo de piel, que ocultaba todo su antebrazo. Penz miró hacia la ventana; estaba nublado, y sobre el cinc del alféizar repiqueteaban las gotas de lluvia, lo que le hizo sentir una gran melancolía

Y entonces, de forma gradual escuchó cómo la puerta de su habitación se abría; dando paso a la figura de Steffano.

– Oye Penz-

Se quedó en silencio, mudo; en su cara se dibujó primero la sorpresa y después la neutralidad más absoluta.

– Te quería decir que no debías beber agua del grifo.

El horror se había cernido sobre la mente de Amaro Mondragón; las palabras faltaban y las pocas que habían no lograban tener conexión. Cada una de las vértebras de su columna se contrajo, y las glándulas de su cuerpo no sabían emitir algo diferente al sudor. Toda que posiblemente hubiera podido saltar, lo hizo.

Amaro perdió el equilibrio, y Hugo, a medio camino entre la preocupación y el miedo le tómo de su brazo para que se apoyase en él, para acto seguido alejarle de aquel agujero en una pared de 7 x 7 metros hecha de ladrillos.

— ¿Amaro? ¿Estás bien?

La preocupación se veía presente en las palabras del agente; no tenía muchas ganas de ir al funeral de su cuñado. Durante los segundos siguientes en silencio, Hugo esperaría una respuesta por parte suya; la respuesta vino acompañada de lágrimas, aunque sin sollozo alguno.

— Bécquer, he visto la totalidad del todo; estuvimos a punto de desaparecer por un escándalo, a la vez que en Facebook había dibujos míos con orejas de gato- yo…

El silencio, de nuevo, aunque esta vez interrumpido por un grito.

— ¡Solo mi hermana me ha visto con esas cosas tan suaves y fue solo una vez por accidente! ¿Quién carajos tomó esas fotos?

Pero aún así escribí esto. No me juzgues, desde que Dunwich desapareció alguien tenía que usar los hongos del cultivo; Luisa me ha denegado entrar ahí doscientas veces, pero a la larga se ha rendido gracias a que le estuve insistiendo ayer todo el día, lo cual me hace pensar que quizás he tocado fondo.

De hecho hay un canon de la Fundación SCP que lo explica de manera muy eficiente y comprensible para todos los públicos.

Wowweh, no sé qué escribir ya.