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Monica Pinkston levantó su cañón rotativo de granadas incendiarias de 70 kilos, lo puso sobre su hombro, y suspiró, estudiando los humeantes restos del edificio en el que había estado encarcelada hace menos de una hora.
El humo se elevaba del techo mientras el fuego ardía. Alarmas sonaban a lo lejos. Desde la cima de la colina, Monica tenía una buena perspectiva del valle de abajo. Ella sabía que podía bombardear el sitio entero justo desde donde estaba y reducirlo a un montón de vapor y ceniza. Ella sabía que podía tomar venganza de todos los que estaban dentro, una venganza entregada a través de los barriles de cien armas. Había una pequeña parte de ella que se moría por hacerlo.
Pero el resto de ella no quería hacerlo. Su corazón ya tenía demasiados cadáveres carbonizados y rotos aferrándose a él. Ella soltó su arma, y se cayó de la realidad en lugar de al suelo. Ella le dio la espalda a lo que quedaba de su prisión y se marchó.
Después de media hora de caminar a través de pedregales y árboles secos, Monica se dio cuenta de que no estaba en Manhattan. Se regañó a sí misma por no robar un coche en su huida. O un helicóptero.
Se sentó en la roca de apariencia más suave que encontró y suspiró. No tenía habilidades de supervivencia, ningún equipamiento, nada de comida, y sin transporte. No tenía idea de dónde estaba. Y lo peor de todo, no estaba ni cerca de estar tan sola como quería.
Ahora que su corazón se había calmado y había ganado su libertad, su mente empezó a pensar, en la ausencia de asuntos más preocupantes. Los ecos de la última hora reverberaron a través de ella, haciendo jarabe sus huesos. Luchó contra las ganas de vomitar.
Hacia una hora, Monica se llamaba D-77777. Esto la había hecho algo notable en la minúscula comunidad a la que ella se había acostumbrado. Sietes de la Suerte, la llamaban. Su tendencia natural era permanecer invisible, lo había aprendido de una vida siendo martillada como un clavo solitario cada vez que destacaba. Pero una computadora en algún lugar la había elegido para ser ineludiblemente notable, con cinco sietes negros incrustados en el naranja de su espalda, como muchos anzuelos. Así que la gente naturalmente asumió que ella tenía que ser interesante. Que el destino la había seleccionado para ser alguien especial. Así que la gente eran atraída hacia ella como lunas alrededor de un planeta.
Monica era muy consciente de lo incorrecto que era todo esto. Ella era una chica normal de un vecindario de mierda, demasiado inteligente como para estar satisfecha con lo que tenía, pero no lo suficientemente inteligente como para saber cuándo parar. Una criminal de poca monta con problemas de papá, problemas de mamá, problemas monetarios, problemas de ira, y muchos más. Sólo otra estúpida, lamentable historia de sollozos de entre millones en la América moderna. Un cráter remanente de alguna catástrofe adolescente.
Pero no. Por alguna razón, podías hablarle a Sietes de la Suerte. Sietes era callada, y te escucharía. Sietes daba buenos consejos. Sietes aprendía rápido y sabía cómo sobrevivir. Sietes había pasado prueba tras prueba si que su cara fuera arrancada, o sus intestinos derretidos, o su cerebro succionado, y ella probablemente podría enseñarte a hacerlo también. Sólo júntate con Sietes, y estarás bien.
Esto había pasado sin su consentimiento. Pero convencer al resto de que ella en realidad era un trozo de mierda no hubiera mejorado nada, así que mantuvo la boca cerrada y dio lo mejor de sí.
Entonces los batas de laboratorio la trajeron aquí. Ellos pusieron esa baba en su brazo. Y entonces todo era diferente, todo al mismo tiempo. Su cuerpo y mente colapsaron. Ya no era ella misma. Se había convertido en una taza, con su propia alma siendo bebida por algo muy sediento. Y entonces la había meado de vuelta
Esto había pasado durante el transcurso de unos pocos segundos.
Nada le había dicho explícitamente que había ganado un poder enorme y que necesitaba usarlo para escapar. El mensaje no le llegó en palabras. Fue como humo y limadura de hierro en su sangre. Sintió cosas de las que nunca había aprendido las palabras para describirlas. La cosa que estaba usando su cuerpo como un apartamento económico había tomado algo de ella, ella lo sabía. No sabía qué, pero se había ido. Algo había desaparecido. Y en su lugar habían dejado un arsenal.
Se había llevado toda su frustración, todo su odio, su miseria y duda y su ennegrecida determinación, todo lo que ella era como un ser humano, y lo fundió en una forma. La forma que había martillado su vida hasta volverla pedazos y había defendido los fragmentos una y otra vez. La forma que representaba lo que ella era para el mundo.
La forma de un arma.
Ahora tenía miles. Millones. Pistolas, rifles, lanzagranadas, obuses, misiles de crucero, y otras cosas que el ser humano aún no había sido capaz de imaginar. Grandes cantidades de pólvora, ríos de balas y un sinfín de armas de fuego que ahora descansaban en un espacio justo detrás de su propia vida. Y las había usado para escapar.
Y habían intentado detenerla. Pero cada impacto de sus balas sobre su piel había sido sólo un martillo hundiéndose en el casquillo explosivo de su alma- Su ira había detonado contra la necesidad de ellos de mantenerla quieta. Y habían muerto intentándolo. Su cuerpo se había convertido en una bomba divina. Una mina terrestre celestial.
No había entendido nada. Ella sólo había actuado. No había tenido tiempo para ver si alguien más podía ir con ella; se había vuelto demasiado peligroso el estar cerca de ella. Así que estaba sola, a excepción de la cosa que se había anidado en las profundidades de la carne de su cuerpo. La cosa que hablaba sin hablar, la cosa que le había dicho que viviera a como fuera necesario.
Lo que Monica necesitaba justo ahora era un puto cigarro.
Palpó por un segundo y encontró los pocos que había logrado escabullir dentro del complejo. Todos menos uno estaban rotos, pero por ahora, uno era suficiente. Y entonces se dio cuenta de que incluso con un infinito poder de fuego tras sus ojos, no tenía un puto encendedor.
Y de repente tenía un soplete en su mano. Se rindió. Aparentemente, la vida ahora era literalmente lo que ella hiciera con ella. Fumó sobre la roca y se preguntó si moriría.
Entonces escuchó un sonido. El cálido sonido de un motor, acercándose.
Comprendió que tenía sentido. Había empezado con el elemento de la sorpresa, pero no los había matado a todos ni destruido todo. Ahora que sabían qué esperar, enviarían a sus cazadores, con mejor equipo y un mejor plan. Probablemente tenían francotiradores entre los árboles, apuntándole a ella en este mismo momento.
Monica apagó su cigarro y se levantó, caminando hacia el claro. No le importaba ser vista. Dado lo que había pasado, ya no no tenía ninguna razón para suponer que ellos fueran capaces de matarla. Incluso si podían… No importaba. Ya antes Monica había tomado la decisión de morir disparando, y no tenía ningún problema con volverla a tomar.
Un vehículo negro, algún tipo de arenero. Neumáticos gruesos, esqueleto de metal expuesto. Había sólo una persona en él. Ella contuvo su fuego – incluso después de todo lo que estas personas la habían hecho pasar, Monica se rehusó a disparar primero.
El hombre salió. Era alto, y bronceado. Cabello de corte militar. Musculoso. Un recorte de todos los protagonistas de películas de acción de la historia, todo en una armadura negra.
Él sonrió de una manera que hizo que ella quisiera golpearlo y hacer que levantara las manos.
—Tranquila. Sólo quiero hablar.
El brazo derecho de Monica se convirtió en una enorme bastardización mecánica, más grande que su propio cuerpo. Apuntó su puño de hierro hacia el hombre, y un cañón en su muñeca brilló de un color rojo anaranjado. El aire zumbaba y se engrosaba desde los tubos de escape que sobresalían de su hombro.
Ella respondió:
—Bien. Quiero vaporizar tu trasero con este puto láser. Pero dejaré que hables primero, botas militares. Habla.
Él mantuvo sus manos justo donde estaban.
—No estoy aquí para intentar llevarle de vuelta.
Monica silbó.
—Guau. Eso… ¡Eso es bastante inteligente, Heinrich! Considerando la situación y todo eso.
La sonrisa de él se desvaneció.
—Entiendo por qué querría matarme. Probablemente yo también querría matarme. ¿Cree en las segundas oportunidades, Srta. Pinkson?
Ella le enseñó los dientes.
—Jódete.
—Creo que lo hace. He leído su archivo. Sé la mayoría de mierda por la que ha pasado. De dónde viene. Quién le ha hecho daños, y a quién le ha hecho daño. Y tengo una buena idea de dónde estaría si nadie le hubiera dado otro intento.
Ella dio unos pasos hacia adelante y colocó su puño titánico a pulgadas de la frente de él. Ella podía ver el sudor en su piel, proyectado en la cálida luz de la apertura del laser.
—Decirme cuánto sabes de mi vida es muy malo para tu salud en este momento, Nazi hijo de puta.
Él tragó saliva, pero continuó mirándola a los ojos.
—Aquí está el trato. Sólo estoy vivo por que tengo el sentido de quedarme en el lado ganador. Sé lo que está pasando allá afuera. La Fundación está perdiendo. Yo no soy un perdedor, y ahora tampoco lo es usted. Tengo transporte, equipo, dinero, contactos, e información. Has estado fuera del sistema por años, Monica. A menos que quieras volverte un monstruo, necesitas mi ayuda. Todo lo que tienes que hacer es no dispararme.
Monica lo miró a los ojos, azules y fríos, y tomó una decisión.
La Reina de Espadas, la Varonesa de las Viejas Vegas, vio cómo una mancha flotante de plasma negro disolvía un buzón a pocos metros de su cabeza.
Se alejó del creciente y brillante limo y se puso de pie, apuntando la fila de cañones de artillería detrás de ella para disparar al escuálido imbécil al final de la calle.
Los enormes cañones sacudieron el pavimento y escupieron sus casquillos a lo largo de la cuadra. Un pseudópodo de baba negra brillante salió de la piscina devorando el suelo, y se los tragó, borrando los disparos explosivos y haciendo parecer como si nunca hubieran existido.
Monica dijo,
—¿Por qué este pequeño cabeza de mierda tiene que aparecer cada vez que limpiamos esta zona? Es como si no tuviera nada mejor qué hacer. El hijo de puta necesita un pasatiempo.
Jake le dijo a través de su auricular:
—Me supera. Creo que todos preferiríamos que lo mataras. Sé que Dozer se está cansando de repavimentar las calles.—
Monica descartó los cañones de artillería e invocó una batería de 6 paquetes de misiles superficie-superficie. Los disparó todos simultáneamente, enviando no menos de 120 misiles altamente explosivos chillando por el aire hacia el irritante fenómeno.
—Bueno, ¿por qué no le dices a Dozer que puede traer su gordo trasero aquí, e intentar hacer tierra-control para enviar a este pendejo a una tumba temprana, eh?
119 de los misiles fueron tragados fuera de la realidad por los tentáculos retorcidos de lodo negro, pero uno de ellos encontró a su objetivo. El hombre pálido se envolvió en un orbe de la mugre oscura para protegerse del fuego, y el resto de la cosa comenzó a retroceder, dejando surcos tallados en el suelo donde había estado.
Jake respondió:
—Lo tienes. Aprovecha la ventaja.
La Reina estaba empezando a sudar. Estaba alcanzando el límite de masa. Ya había sido suficiente. No más distritos evacuados. No más familias asustadas. Este cabrón tenía que morir.
Una parte de ella le iba a extrañar. El lodo perfectamente negro con sus estrellas brillantes, y de alguna manera distantes, era casi bonito, si ignorabas el hecho de que devoraba sin esfuerzo todo lo que tocaba.
El orbe negro al final de la calle se junto y le arrojó más glóbulos flotantes. Viajaban lento, silenciosamente obliterando semáforos, farolas, e hidrantes de incendio a medida que avanzaban.
Monica extendió una mano hacia el cielo y se quedó quieta, llamando a su golpe de gracia.
El Aguafiestas.
El aire sobre el intruso se retorcía de una manera que era horrible de ver, y un trueno rompió las banquetas cuando una colosal torre de metal retorcido apareció en el cielo. Bloqueó el sol, aullando y humeando y torturando el aire con su calor. El extremo inferior de la ciudadela flotante de hierro oscuro brillaba con un feroz blanco anaranjado, goteando metal fundido que cayó cien pies y salpicó sobre el asfalto. La enorme máquina a penas era capaz de contener su propia energía.
Así que ella la dejó salir.
Un zumbido ensordecedor sonó a través de la ciudad, como el tañido de una gran campana, mientras la columna de espacio debajo del cañón orbital se transformaba en una línea de luz naranja. Golpeó la tierra y oscureció todo a la vista, cegadora y terrible, vaporizando todo a su paso. Viento caliente salió del láser y se abatió sobre Monica, quemando su carne invencible de una manera que equivalía a la del orgasmo. Esto era la destrucción. Esto era el fuego de los dioses.
Entonces se detuvo. La luz desapareció, y con ella se fue el Aguafiestas, el fenómeno pálido, y todo su miserable limo hambriento, dejando solo un humeante pozo derretido en el suelo donde había estado.
Monica se balanceó, murmuró:
—Creo que lo conseguí —y se desmayó.
Se despertó poco a poco. Su cuerpo entero se sentía como si hubiera sido golpeado por un gran puño, y su cerebro estaba lleno de cemento de goma.
Había alguien cerca de ella, así que murmuró:
—¿Qué pasó?
La sonrisa de Jake estaba encima de ella.
—Buenos días, Su Majestad. Le sacaste el Aguafiestas al Chico del Vacío. No estoy seguro de si fue capaz de teletransportarse antes de ser derretido. Dozer está enojado contigo. Aparentemente golpeaste una tubería principal del alcantarillado.
Monica se sentó, parpadeando.
—Dozer puede chuparme la polla.
Jake rio.
—Lo comunicaré. ¿Cómo te sientes?
Ella parpadeó un poco más y miró a su alrededor. Estaba en el centro de tratamiento del Oasis, en un cuarto privado. Luces tenues, paredes pobres, sin decoraciones. Pero el equipamiento funcionaba, había electricidad, y ella había contratado a doctores reales que estaban dispuestos a hacer su trabajo en las Viejas Vegas, a pesar del peligro inherente.
—Como un gran moretón. La cabeza me duele. ¿Puedes darme un poco de agua?
Jake le entregó un vaso de agua de una mesa cercana y ella lo bebió avariciosamente.
Ella dejó el vaso y se quedó en silencio, mirando sus manos.
El corpulento hombre frunció el ceño.
—¿Pasa algo malo?
Monica sacudió la cabeza.
—No, no realmente. Sólo es extraño.
—¿Qué?
Ella sonrió.
—Hace un año tú eras el capitán de la seguridad de un sitio de la puta Fundación. Y yo era una de tus prisioneras. Ahora soy una especie de mutante maga de mierda, alcaldesa de Las Vegas por fuerza bruta, y tú estás gobernando un pueblo entero mientras mantienes vivo mi estúpido trasero. Y luchamos contra supervillanos.
—Tú luchas contra supervillanos. Yo me quedo bastante lejos de los supervillanos y te doy consejos ocasionales.
Ella asintió distraídamente y se estiró.
—Hablando de eso. ¿Aprendiste algo útil ayer? ¿Sobre el… como sea?
Él hizo una expresión de disculpa.
—No. Resultó ser un callejón sin salida; el tipo sólo tenía autorización de seguridad de nivel 2 cuando se fue.
—No sé qué significa eso.
—Hay cinco niveles. Entre más alta tu autorización, más cosas tienes permitido saber. Yo era de nivel 3, y sólo recibía pistas y reportes altamente censurados. Así que un tipo de nivel 2 no va a saber nada que nosotros no sepamos ya.
—¿Qué hiciste con él?
—Le ofrecí un apartamento en las Ruinas. Me miró como si fuera una araña gigante. Dijo que prefería ver sus probabilidades en el desierto.
Monica se burló.
—Algunas personas simplemente no quieren ayuda.
—Creo que algunas personas no quieren vivir en las ruinas de una ciudad poblada casí completamente por mutantes y simpatizantes de mutantes.
—El descaro. Incluso tenemos agua limpia a veces. ¡Y somos muy buenas personas!
—No. Yo soy una muy buena persona. Tú eres una gran malvada.
La Reina de Espadas jadeó.
—Retíralo.
—Nop. Vamos, consigamos algo de comida para ti, campeona.
Se alejaron juntos, uno silenciosamente enamorado, la otra contenta de estar viva.
Monica había aceptado el rol de gobernante totalitaria que le había sido impuesto por la ciudadanía, pero rechazó incondicionalmente muchos de los beneficios esperados que iban con él. Ella insistía en hacer sus comidas en la cafetería del Oasis, junto a todos los demás, e intentaba comer con diferentes personas cada vez.
El comedor seguía las mismas reglas que cualquier otro lugar comunitario para comer. Había grupitos, y la segregación era común. No había ninguna ordenanza publicada que exigiera que los mutantes y los no mutantes se mantuvieran separados, pero solían hacerlo de todos modos. La naturaleza humana continuaba reafirmándose.
La Reina se paró al final del pasillo con su bandeja en la mano, y miró a su alrededor. Jake la había dejado para ocuparse de unos asuntos, así que tuvo que decidir con quién iba a comer hoy.
Cerca de ella estaba Dozer, el corpulento y barbudo trabajador de construcción que había recibido la mutación más adecuada de la que había oído hablar. Usaba su poder de mover la tierra para excavar ruinas, mover escombros, y poner pavimento y hormigón fresco. Sin él y su equipo de construcción, las Viejas Vegas habría colapsado hacia meses. Él estaba sentado con sus trabajadores y se reía de corazón de un chiste que alguien había contado. Tenía huevos en su barba, pero nadie le había dicho, porque los hombres de Mantenimiento pensaban que ese tipo de cosas eran graciosas.
Otra mesa más allá estaba ocupada por los Fantasmas, un pequeño grupo de hombres y mujeres afines con una serie de extrañas mutaciones que los hacían sigilosos o rápidos. Monica los había convertido en sus exploradores y espías, y ellos hacían el trabajo con una eficiencia silenciosa. Una seguía desvaneciéndose dentro y fuera de la vista, aún teniendo que aprender a controlar su invisibilidad. Otro también era difícil de ver; se mantenía envuelto en densas sombras para hacerle frente a su ansiedad social. Una tercera tenía una gran número de ojos multicolores puestos a lo largo de su cara, y se agitaba frecuentemente, siendo capaz de ver a través de las paredes a millas en todas las direcciones. Estaban involucrados en una conversación silenciosa, eligiendo ocultar sus secretos de todos menos de su Reina.
Más adelante estaban los luchadores, los pocos mutantes con poderes destructivos que rivalizaban con los de Monica. Había nueve de ellos, y mientras que eran personas suficientemente decente, la mayoría de los otros les tenía por lo menos un poco de miedo. Uno había sido mutado hasta ser enorme, un poco más de nueve pies de lto, con piel color rojo cereza, con largos colmillos. Había tomado el apodo Ogro, pero era conocido por ser un corazoncito a pesar de su apariencia feroz. Otra tenía espinas y ramas con ojas creciendo de su piel. Ella era previamente venenosa, y Monica una vez la había visto regenerarse de haber sido volada en pedazos por un misil antitanques. Llevaba almohadillas en cada pulgada de piel expuesta para evitar envenenar a alguien accideltamente. Un tercero tenía venas azules brillantes bajo su piel y estaba haciendo trucos para el entretenimiento de otros, haciendo que la vajilla flotara en el aire con electromagnetismo. Era capaz de producir terroríficas cantidades de electricidad, y una vez había proveído energía para el distrito entero cuando un banco de generadores se había caído.
Y una mesa, hasta el final, estaba ocupada por un solitario. Norman.
Las mutaciones de Norman estaban entre las más dramáticas que Monica jamás había visto. Era una masa confusa y casi aterradora. Un amalgama repugnante de carne y órganos expuestos, que flotaba en el aire, orbitada por docenas de manos incorpóreas que flotaban perezosamente, cada una con un ojo en su palma. Partes de él constantemente entraban y salían del especio visible, apareciendo y reapareciendo. Múltiples copias de él mismo, tal como lucía antes de su mutación, también aparecían ocasionalmente, entrando en el espacio y desvaneciéndose. Ecos de su antiguo yo, los cuales usaba para sentarlos en la mesa y tomar mordiscos de su comida mientras su cuerpo principal se cernía, ominoso y aterrador, sobre la mesa.
Sólo mirar a Norman por mucho tiempo le daba un dolor de cabeza a la mayoría de la gente. Sus mentes retrocedían ante su propia existencia. La gente le dejaba solo, inseguros de cómo acercarse, mucho menos de involucrase en una conversación con él. Algunos lo habían intentado, pero se habían encontrado con que era difícil comer con una masa pulsante e indefinida de carne humana literalmente imponiéndose sobre sus cabezas.
Él sólo comía en la cafetería unas pocas veces al mes, teleportándose de repente adentro de la habitación y saliendo cuando su comida estaba terminada. Monica no tenía ni idea de adónde iba o dónde se quedaba cuando no estaba por ahí. Él sólo había estado yendo al Oasis desde hacia unos pocos meses. Él y Monica habían estado encarcelados en el mismo sitio, y ella lo recordaba como un tipo silencioso y contemplativo, antes de su transformación. Y ella supuso que eso seguía siendo cierto, pero en realidad no estaba segura.
Ella se sentía horrible por él, y se propuso como Alcaldesa comer con él siempre que estuviera cerca.
Ella se acercó a la mesa, en la órbita exterior de las manos flotantes, algunas de las cuales se voltearon a mirarla con sus ojos de varios colores. Ninguna la tocó mientras se acercaba – simplemente desaparecían antes de entrar en contacto. Ella puso su bandeja directamente enfrende de una de sus clones borrosos y desenfocados, se sentó y lo miró a los ojos.
—¿Cómo estás hoy, Norm?
Hubo un pequeño silencio. Los ojos vacantes del clon miraron a los de ella sin mirarlos, y Monica sintió un pulso extraño moviéndose a través de su cuerpo.
—ESTOY BIEN. EL VIENTO ES RICO Y LLENO DE SECRETOS ESTE DÍA. TE VI PELEAR CON EL EMISOR DE VACÍOS.
La voz de Norman, si podía llamarse así, era difícil para los oídos. Él hablaba con varias voces a la es, y algunas veces transmitía significados inyectando directamente imágenes y sensaciones a las mentes de los demás, cuando las palabras no eran suficientes. Era una experiencia profundamente surreal y algunas veces molesta, pero Monica se había acostumbrado.
Ella dio lo mejor de sí para mantener su compostura y asentir, manteniendo sus ojos en su bandeja para evitar mirar al clon de ojos muertos frente a ella. Su boca no se movía cuando Norman hablaba.
—¿Sí? No estoy segura de que regrese esta vez. Fui más allá esta vez.
—NO LO MATASTE. YO ESTABA CERCA. INTENTÉ MANTENERLO EN SU LUGAR CUANDO DISPARASTE TU LASER, PERO ESCAPÓ. ES MUY FUERTE.
Esto no tenía precedentes. Norman no tenía un hábito de involucrarse de forma directa con la vija en las Viejas Vegas, mucho menos de participar en las peleas.
—¿Sabes algo sobre él? ¿Quién es, de dónde vino? Y más importante, ¿por qué sigue intentando asesinar a todo el mundo?
El clon desapareció abruptamente, y entonces reapareció a su derecha con su bandeja. Continuó comiendo. Un segundo clon también se materializó en la orilla de la mesa, aparentemente sin hacer nada.
—TIENE UNA MENTE EXTRAÑA. POCOS PENSAMIENTOS COHESIVOS. UNA GRAN CANTIDAD DE OSCURIDAD. ES DIFÍCIL ENCONTRAR INFORMACIÓN ENTRE LA SOMBRAS Y EL ODIO. PARECE QUE ÉL SÓLO QUIERE MATANZA Y DESTRUCCIÓN. NO ESTOY SEGURO DE QUE ESTÉ SOLO DENTRO DE SÍ MISMO.
Monica levantó una ceja, y dijo ante un bocado de huevos.
—¿No está solo? ¿Qué quieres decir?
—QUIERO DECIR QUE PUEDE QUE ÉL NO SEA EN ÚNICO HABITANTE DE SU CUERPO. CREO QUE SU MUTACIÓN ABRIÓ UNA ESPECIE DE PUERTA, Y ALGO LA ATRAVESÓ. ALGO MALO. PERO NO ESTOY SEGURO. ES UNA TEORÍA. TENDRÍA QUE ACERCARME MÁS PARA PROFUNDIZAR MÁS EN ÉL. Y ESO PROBABLEMENTE SERÍA MALO PARA MI SALUD.
—¿Crees que puede ser asesinado? Creo que me gustaría matarlo. Considerando que sigue intentando matarnos.
—CREO QUE NECESITARÍAS ALGO PARA ESTABILIZAR EL ESPACIO ALREDEDOR SUYO, PARA EVITAR QUE SE TELETRANSPORTE. YO PUEDO HACERLO, PERO NO CON EL SUFICIENTE COMO PARA SOSTENERLO. NECESITARÍA AYUDA DE ALGUIEN MÁS. Y NO CONOZCO A NADIE CON EL MISMO TIPO DE MAGIA.
Monica asintió, frunciendo el ceño mentalmente.
—Hmmm. Yo tampoco. Sabes, entre más tiempo paso contigo, más me agradas, Norman. Eres un buen tipo, incluso si eres algo terrorífico.
Se oyó el sonido de una risa, hecha ecos y fatal por las muchas voces de Norman. Pero lo remedió con una imagen de la luz del sol y flores coloridas y felices, y un sentimiento de calidez plásida, lo cual metió directamente en la mente de ella sin su permiso.
—SOY UN FEO BASTARDO. PERO PREFIERO PENSAR QUE LO REMEDIO CON MI BRILLANTE Y GUAPA PERSONALIDAD.—
Un pensamiento se le ocurrió a ella mientras comía.
—Puedes mirar totalmente a través de mi cerebro, cierto, Norman. —No era una pregunta.
—SÍ. NO ES ALGO QUE HAGA A PROPÓSITO. IMAGINA CAMINAR POR UN MUSEO Y QUE TE DIGAN QUE SI PIENSAS EN MIRAR A LAS HERMOSAS PINTURAS, SERÁS CASTIGADO.
—Eso no ayuda mucho con la… rareza.
Pesadas nubes grises se juntaron en su cabeza, y una triste y suave lluvia empezó a caer. Había el sonido de un llanto distante, y el batir de alas.
—LO SIENTO, MONICA. NO PUEDO REMEDIAR LO QUE SOY. SI TE HACE SENTIR MEJOR, TUS SECRETOS ESTÁN A SALVO CONMIGO. SI TUVIERA LABIOS, ESTARÍAN SELLADOS.
Ella sacudió su cabeza.
—No, Norm, está bien. Tú estás bien. Sólo que toma un tiempo acostumbrarse, eso es todo. Probablemente entiendes eso mejor de lo que nosotros lo hacemos.
La lluvia no se detuvo.
—ES DIFÍCIL. ME FUERON DADOS GRANDES DONES, PERO TAMBIÉN ME QUITARON UN MONTÓN DE COSAS. NUNCA REGRESARÍA A LO QUE ERA, PERO ALGUNAS VECES PIENSO QUE DARÍA CASI CUALQUIER COSA PARA…
Las palabras no llegaron, pero Monica sabía a lo que se refería. Ella no tenía otra elección que saber.
—Deberías venir más seguido, Norm. No tienes que mantenerte alejado y ser un extraño. La has pasado peor que el resto de nosotros, pero también todos nosotros cambiamos, y podemos empatizar al menos un poco. Eres valioso, no sólo como un activo táctico, sino como una persona. No tienes que estar solo. Tienes una familia, justo aquí. Sólo tienes que darnos una oportunidad.
Un rayo de luz de sol apuñaló las nubes en la mente de Monica. Hubo el olor de viento fresco, y el sonido de árboles crujiendo con orgullo.
—ESO ME HACE SENTIR MEJOR. ERES QUIEN ERES POR UNA RAZÓN, MONICA. Y TAMBIÉN YO. PERO ESTÁ BIEN SABER QUE DE TODAS LAS PERSONAS, A TI TE DIERON LO QUE TE DIERON. YO-
Norman se congeló. Cada parte de él se detuvo abruptamente. Sin pulso, sin desplazamientos, sin desfases. Quietud perfecta. Monica abrió la boca para preguntarle qué pasaba, pero él la interrumpió. Un rayo se estrelló en su cabeza. Imágenes de terror, agonía, y caos parpadearon incontrolablemente a lo largo de su visión.
Su voz fue tan fuerte como un trueno, explotando de manera simultanea en las mentes de todos en el Oasis. El azul frío que Norman daba se volvió tórrido y rojo.
—SOLDADOS. CIENTOS. ENTRANDO AL DISTRITO DE LAS RUINAS POR LA PUERTA OESTE. ARMAS. ARMADURAS. MÁQUINAS DE GUERRA. ES LA FUNDACIÓN. HAN VENIDO POR NOSOTROS. SU COMANDANTE PIENSA CAPTURAR A LOS CIUDADANOS DE LAS VIEJAS VEGAS Y MATAR A TODO EL QUE SE RESISTA. DEBEMOS DEFENDERNOS. ¡DEBEMOS DEFENDER NUESTRO HOGAR! ¡AHORA!
La cafetería comenzó inmediatamente a rebosar de actividad. Voces gritaban. Había confusión y pánico creciente. Norman le habló directamente a ella.
—PROVEERÉ UNA RED DE COMUNICACIÓN TELEPÁTICA. INSTRÚYELE A TUS DEFENSORES QUE PIENSEN A TRAVÉS DE MÍ; ACCEDERÉ Y REVELARÉ LA MENTE DEL ENEMIGO. PERO PRIMERO DESTERRARÉ A LOS HELICÓPTEROS DE MI CIELO. SÉ FUERTE, MI REINA. GUÍANOS A LA VICTORIA.
Norman desapareció.
Monica golpeó la mesa con los puños y se puso de pie. La habitación cayó inmediatamente en silencio para oír sus palabras.
—¡Todos los luchadores a las estaciones de batallas! Capitanes de equipos, ¡usen a Norman para coordinarse con sus tropas y reúnan a todos los defensores en la puerta oeste. Escuadrón de Mantenimiento, caven doscientas yardas desde la Calle 55 y rompan la carretera; ¡detengan esos putos tanques! Fantasmas, salgan y pongan ojos sobre los intrusos; ¡quiero reportes de estado cada diez putos minutos! Escuadrón de Combate, ¡vayan a la puta parte superior y pónganse en formación falange! ¡No más simulacros, gente! ¡Mostrémosle a estos nazis de pito blando por qué no pueden joder con las Viejas Vegas!
La habitación explotó en un rugido de desafío, lo suficientemente fuerte como para sacudir el hormigón y hacer temblar los corazones de la Fundación.
Monica se paró al final de la Calle 5 y miró cómo entraban las tropas de la Fundación, tomando formaciones de ataque. Mantenían su fuego. Detrás de ella, había invocado un grueso arbusto de cañones de artillería, cuadrados sobre los soldados de negro.
Ellos sobrepasaban en número a los defensores de las Viejas Vegas tres a uno. Se pararon en líneas, con una gruesa armadura y máscaras de gas. Sus tanques, pesados y armados, se detuvieron al final de la cuadra, incapaces de atravesar las grandes grietas del pavimento que habían puesto Dozer y sus ingenieros.
Su comandante, un hombre alto sin máscara, habló.
—Atención, mutantes y simpatizantes de los mutantes. Es con un corazón pesado que venimos hoy. La Fundación no puede permitir que la infestación inhumana continúe esparciéndose. Por el beneficio de toda la humanidad, les pedimos a todos los mutantes presentes que bajen sus armas y se rindan, para ser contenidos por su propia seguridad y la seguridad del mundo. Me imagino que no tengo que explicar qué pasará si eligen resistirse. Por favor, por el bien de todos nosotros, hagan lo correcto y déjenlo ir.
La Reina de Espadas, Alcaldesa de las Viejas Vegas, se paró al frente, con su gente tras ella.
Dozer, su cuerpo cubierto por una capa de piedra movediza y fluida, chocó sus gigantescos puños fuertemente. Sus ingenieros gritaron, sacudiendo la tierra bajo sus pies.
Ogro rugió y estrelló su enorme garrote de acero contra el suelo, partiendo el pavimento. Los mutantes defensores tras su masa roja gritaron junto a él.
Norman se cernió misterioso y horrible sobre todos ellos, mirando hacia abajo con sus cientos de ojos, diciéndole a la Reina los más profundos planes del comandante mientras los pensaba, y proveyendo a los defensores con la profunda unidad de ser capaces de pensar con una mente.
Y Jake sólo estaba detrás de ella, silencioso y calculador, su rifle de asalto apuntando directamente a la cabeza del comandante de la Fundación.
Monica gritó, dejando que Norman transmitiera sus palabras directamente a las mentes de los soldados de la Fundación.
—¡Nosotros nunca nos someteremos a su tiranía! Somos diferentes, pero seguimos siendo personas, ¡y todos moriremos por el derecho a permanecer libres! ¡Vengan y traigan su odio! ¡Tráiganme su conquista! ¡Presiónennos, enemigos de la libertad, y conocerán nuestra rebeldía! ¡Les daremos la vuelta! NOSOTROS SOMOS EL ESTADO LIBRE DE LAS VEGAS, Y ¡NO! ¡NOS! ¡MOVERÁN!
Los hombres y mujeres libres redoblaron su orgullo, su anhelo de vivir, su derecho a la prosperidad, y se mantuvieron en su posición.
Y Monica se dejó llevar por el corazón de su pueblo, su alma se forjó en la forma de la herramienta que necesitaban para defender sus hogares y vidas de aquellos que los tomarían.
La forma de un arma.