El Gran Sitio de Julabin
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El siguiente es un extracto tomado de SCP-140, detallando el asedio de la ciudad-estado de Julabin localizada en lo que es ahora [CENSURADO], Noruega.

*Nota: Basado en el contexto así como en el uso de pasajes previos, los siguientes términos culturales han sido exitosamente traducidos:

Partícula – Segundo
Marca – Minuto
Turno – Hora
Periodo– Día
Serie – Noche
Cambio – Semana
Rango – Mes
Ciclo – Año
Markeqs – Medida de peso
Pateks – Medida de distancia
Tukats – Moneda

En el Trigésimo Octavo Ciclo de Yurta, la relación entre los Daevitas y la ciudad-estado independiente de Julabin rápidamente comenzó a deteriorarse. Ya que Julabin estaba situada cerca de la boca septentrional del gran rio Htazla, Czrakhin Alkri, desde el comienzo de su mando en el Veintitresavo ciclo de Yurta, siempre había deseado tomar el control de la fortaleza bien situada como otra adición al Imperio Daeva.

Indudablemente, Julabin parecía un gran premio. Con una población de setecientos mil hombres, un flujo de acuñación de Sesenta y tres millones de Tukats por Rango, una ganadería y producción de consumo de cuarenta millones de Markeqs y un descarte de treinta y siete Markeqs por Rango, la ciudad-estado siempre había sido una de las ricas en las regiones septentrionales.

Alkri deseaba grandemente gobernar sobre ella, pero al principio carecía de las tropas y recursos para tomar por la fuerza a los poderosos Julabinos. Una temible sequía en las provincias del Sudoeste del Imperio en el Veintisieteavo Ciclo y los disturbios civiles en todo el Imperio debido a la hambruna desestabilizaron la unidad nacional y desmoralizaron a la Horda Negra de Alkri. Como tal, el astuto Czrakhin decidió un enfoque diferente: la ocupación a través de los medios económicos y culturales.

Rápidamente envió un convoy diplomático en el Décimo Rango del Veintiochoavo Ciclo, Alkri comenzó una ruta comercial entre el Imperio Daeva y Julabin. A lo largo de los años, la ciudad-estado creció al confiar en el suministro constante del Imperio de carne de alta calidad, productos, textiles, hierro, madera y alfarería. En añadidura, Julabin rápidamente comenzó a inundarse con la cultura Daevita. Comerciantes del Imperio trajeron dentro de la ciudad su música, arte, sagas, folklore, mitos y leyendas. La cocina Daevita también fue calurosamente bienvenida por los Julabinos, en particular el sabroso shychi, hecho de Numbik Kippyt, betalrote y hrizakl.

Como el comercio entre las dos naciones se incrementó, un gran número de Daevitas inmigraron hacia Julabin, tanto que para el final del Treintaitresavo Ciclo de Yurta, veinte mil Daevitas se había establecido en un distrito dentro de Julabin que llegó a ser conocido como Daevikrugl. La Cultura Daevita impregno a la ciudad-estado; pronto la población entera de Julabin, desde el más humilde limpiador de excremento hasta el más rico de los boyerehs, fue cautivado por sus gustos exóticos. La comida Daevita, las artes e incluso las tradiciones rápidamente reemplazaron a las contrapartes locales de Julabin, y para Czrakhin Alkri, parecía que su objetivo estaba al alcance de un brazo de distancia.

Sin embargo, el rey-sacerdote de Julabin, Ingrudn, gradualmente se dio cuenta del complot de Alkri, y en el Primer Rango del Treintaiochoavo Ciclo de Yurta ordenó el destierro de todos los Daevitas residentes en la ciudad. Luego disolvió todos los tratados comerciales con el Imperio Daeva e impuso ridículos aranceles en todos los bienes y productos no Jubalianos. Esto fue visto como la solución perfecta a la amenaza de una toma de control por los Daevitas, e Ingrudn rápidamente bajo la guardia. Después de todo, ante la hambruna Daevita y las revueltas de los siervos, parecía que no era posible una guerra contra él.

Lo que desconocía Ingrudn, sin embargo, fue el hecho de que el Imperio Daeva había drásticamente incrementado sus importaciones de ganado y granos desde las regiones circundantes desde el Treintavo Ciclo, previniendo exitosamente el hambre en todo el Imperio y tranquilizo a las masas. Alkri, además, había levantado su ejército en secreto y logró duplicar el tamaño de su Horda Negra.

Y entonces, sin retraso, Czrakhin Alkri llevó ochenta mil de los más puros del Imperio y marchó a Julabin en el Treceavo Rango del Treintaiochoavo Ciclo de Yurta. Moviéndose por la noche y acampando de día, la Horda Negra avanzó de forma constante sin demora hacia la ciudad. Alkri envió exploradores por delante del ejército principal para limpiar de sus habitantes a toda aldea y caserío a lo largo del camino, asegurándose que ningún campesino errante informara de vuelta a Julabin. Él ordeno a sus guerreros que envolvieran todas sus armas con paños en aceite y todas las pezuñas de los caballos y del bagaje de mulas en sacos de lana para amortiguar cualquier sonido de su aproximación. A pesar de todas las precauciones tomadas, Alkri omitió una cosa.

Los movimientos de la Horda Negra encaminaron a toda la fauna desde las áreas circundantes, y los aterrados oleinei, krolita, y ptistyak pronto alertaron a los vigilantes de Julabin de la invasión inminente. Entonces cuando finalmente Alkri llegó a las puertas de la ciudad, se enfureció al ver las murallas revestidas con filas de rugientes arqueros Julabinos. Como el elemento sorpresa fue perdido, Alkri solo podía ordenar a sus hombres directamente sitiar la ciudad. Entonces comenzó el Gran Sitio de Julabin.

Una larga espera absolutamente no era favorable para la Horda Negra. Mientras los Julabinos tenían reservas llenas de granos y corrales encima de ovstei y skutiy, los hombres de Alkri solo tenían los suministros que reposaban sobre los lomos de sus mulas de carga. Las heladas minarían la fuerza y moral más rápido que cualquier espada o flecha. Entonces Alkri se sentó con sus capitanes y debatió el mejor enfoque. Saegmat, el segundo al mando de Alkri, no quería retrasarse y comenzó un ataque frontal contra las murallas y ordenó la inmediata construcción de varias torres de madera usando como material los bosques de los alrededores.

Mientras los otros capitanes estaban bastante satisfechos siguiendo el plan de Saegmat, no lo estaba Alkri. Él había previsto la pérdida de gran número de sus guerreros a lo largo de las murallas de Julabin, contemplando una acción alternativa. Sin embargo, en el Vigesimoctavo Periodo del asedio, las torres de Saegmat fueron completadas y en los primeros Turnos la Horda Negra intento hacer brecha en las murallas de Julabin.

El asalto de Saegmat fue un desastre. Las torres de asedio, construidas precipitadamente de madera seca, fueron incendiadas por los arqueros Julabinos. Ninguna de las pieles húmedas se había pegado en ellas durante su construcción por incrementar la velocidad de terminación y para preservar el pequeño número de bestias que la Horda Negra tenía con ellos. La mitad de las torres colapsaron por el daño de fuego y la otra mitad fueron inutilizadas debido al calor de los tablones de madera ardientes. El ataque termino poco después de empezar sin que ningún Daeva toque las murallas blancas de la ciudad. Dos mil ochocientos guerreros fueron asados vivos, y el mismo Saegmat fue aplastado debajo de una pila de astillas ardientes. Los hombres de Alkri no se habían atrevido a recobrar su cuerpo por los animados soldados Julabinos que observaban estrechamente por cualquiera que se atreviera a acercarse a los muros.

Deshonrado y desmoralizado, la Horda Negra fue forzada a esperar por la Serie antes de una tentativa de recuperación. Un pequeño grupo de hombres, envueltos en la oscuridad, logró colarse donde se situaban los restos carbonizados de Saegmat, y lo llevaron de vuelta al campamento de Alkri. Afligido por perder a su hermano en armas, el Czrakhin hizo juramento de una sangrienta venganza sobre Ingrudn y los Julabinos.

Un astuto plan finalmente llegó a Alkri en el Trigésimo Tercer Set, entre la niebla profunda del sueño. Él ordenó la construcción de túneles subterráneos que conducirían al interior de Julabin rápidamente, y con un renovado espíritu la Horda Negra comenzó su fangoso trabajo. Para proteger a los excavadores de los curiosos ojos Julabinos, grandes coberturas de madera fueron alzadas ante cada entrada del túnel. Para desviar la atención, Alkri envió pequeñas bandas de guerreros, no más de veinte o treinta, hacia las murallas. Ellos dispararían unas pocas flechas a los arqueros sobre las murallas, se escondían tras sus escudos, para luego retirarse de vuelta a las empalizadas del campamento de la Horda.

Los túneles fueron finalmente terminados en el cuadragésimo Periodo del Gran Asedio, y Alkri rápidamente traslado su venganza sobre los Julabinos. Tan pronto como la oscuridad de Set cayó sobre la tierra, el llevó a ochenta de sus bravos guerreros hacia los túneles por debajo de la muralla. Emergiendo en las calles de la ciudad, Alkri y sus hombres masacraron a los durmientes, centinelas inconscientes y abrieron las enormes puertas de Julabin. A medida que la Horda Negra llena de una sed de sangre dentro de la ciudad, Alkri se dirigió al palacio con la espada de Saegmat y su escudo en brazo.

Mientras sus guerreros corrían destruyéndolo todo en la ciudad, Alkri entró solo al salón del trono se encontró con dos guerreros junto con Ingrudn y Jaekl, el Capitán Julabino de la Guardia Real. Rápidamente decapito a los dos guardias, el Czrakhin luego se encontró con el capitán en medio de la cavernosa cámara en un choque de aceros mientras el rey-sacerdote se acurrucaba cerca de un pilar, gritando insultos a ambos hombres.

El duelo pudo no haber sido entre hombres, sino más bien dioses. Los músculos ondulaban por debajo de las capas de armaduras abolladas incesantemente el uno al otro, el sudor fluyendo libremente por las figuras cinceladas. Alkri y Jaekl estaban trabados en un brutal combate por seis Marcas, ninguno cediendo terreno. Mientras sus brazos estaban cansados y el aliento acortado, una gota de sudor escurrió hacia el ojo de Jaekl. El capitán pestañeo para librarse de la picadura, pero en ese momento Alkri le pego atravesando su garganta.

El Czrakhin frunció el ceño sobre el cadáver ensangrentado, jadeante, y miro ferozmente a la figura muda de Ingrudn. Luego, Alkri avanzó lentamente hacia el cobarde, y con un movimiento cuidadoso tomo la cabeza del rey-sacerdote, y en la otra su corazón. Con una en cada mano, él procedió al balcón del palacio. Y a la vista completa de su Horda Negra, Alkri agradeció a los dioses por su victoria, dejo caer la cabeza de Ingrudn y la estrujo bajo sus pies, luego mordiendo su corazón. El lanzó ambas manos al aire, la sangre corriendo por sus brazos y en su rostro con cicatrices.

Durante tres Períodos y tres Series, Alkri y sus hombres saquearon, violaron y quemaron, hasta que ya no quedó nada de los poderosos Julabinos. Cada templo fue saqueado, cada almacén asaltado, todo hombre asesinado y toda mujer fue ultrajada. Los muertos y heridos fueron indiscriminadamente apilados juntos en la plaza de la ciudad y quemados, un incendio abrazador que duro por varios Turnos y termino con Alkri liderando a su Horda en un glorioso festín de carne quemada. Así fueron erradicados los Jubilanos, la ciudad fue renombrada como Saegmadik y absorbida por la bestia gruñidora que fue el Imperio Daeva. Entonces el Gran Asedio terminó, y Alkri una vez más guío a nuestro pueblo hacia la gloria.

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