¡El Parque Nacional "Fauces Existenciales de la Desesperación"!
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Al otro lado de las estrellas de la segunda noche, más allá del Continuo Michaels y la Línea de Embargo, en una de las paradas más lejanas del camino del carbón, hay una rasgadura. Y no es una rasgadura en tela o papel, sino una rasgadura en la realidad, un lugar donde las leyes de la física y el sentido común se rompen.

Algunos lo llamaron un agujero negro, el agujero negro más grande la galaxia. Pero no lo es. Era algo parecido, es un lugar donde la realidad había comenzado a romperse antes de que algún evento fortuito la detuviera. Cuando las personas miraban, veían cosas que desearían olvidar. Se veían a sí mismos, la eternidad que se extendía ante ellos, incluso su infinita pequeñez. Vieron el horror de la existencia, las caras de aquellos que habían perdido, los millones de caminos que eran irrelevantes. La oscuridad que vieron los aferró y enloqueció y aún cuando cerraban sus ojos, nunca dejaban de ver.

Entonces convirtieron el lugar en un parque nacional y lo abrieron a los turistas. Pensaron que era lo mejor.


Mira más cerca. Allí, en el borde, ¿lo ves? Ese anillo de fuego. La llaman La Línea Engullante. Un delgado y alargado tramo de luz donde una realidad se encuentra con otra, las llamas torrentes se vierten en el agujero como chocolate derretido. El diámetro es de cientos de miles de años luz, una masa indomable de algo que salió mal.

Hay estaciones de acoplamiento en los cuatro puntos de la circunferencia, millones de turistas abordan las cosas flotantes cada año. No es un lugar tan ocupado; solo un número selecto de personas puede mirar las Fauces, como los insensatos, los locos o los desesperados. Pero llegan suficientes como para solventar el gasto de mantenimiento de las estaciones.

También están los exploradores, esos pocos seres resistentes que están dispuestos a desafiar cualquier obstáculo por la riqueza o gloria. Sus tambaleantes barcos pioneros descendían de las estaciones hacia las Fauces, dejando que los mismos seres se distorsionen y cambien por el motivo de algún propósito frágil.

La mayoría regresan, pero algunos no lo hacen.


Pero todavía mira un poco más de cerca. Mira entre las estaciones. Allí, en el borde, equilibrados precariamente, están los miradores. Estaciones pequeñas, con una capacidad máxima de tres personas, diseñadas únicamente con el propósito de verificar los bordes de la línea. Los científicos se quedan en el borde, reparando las fracturas y los desgastes, manteniendo la estructura del anillo intacta.

No es tan dificil. Un poco peligroso, quizás, pero todo es ciencia de kineto-fragmentación muy básica. El verdadero problema es el aburrimiento, la soledad. Por que cuando solo eres tu, tu mente y un par de tipos que probablemente nunca has conocido, tiendes a sentirte un poco deformado. Y, eventualmente, siempre existe la sensación de mirar por la ventana y seguir mirando abajo.

Es demasiado para algunos, pero a otros les encanta. Algunos solo pueden ver la belleza del lugar; el fuego, la noche eterna, el vacío debajo. Muchos aman la sensación de resistencia en la frontera, las sencillas comodidades en los libros o la comida interesante, o quizás distanciarse de la política interminable del Imperio. Es un lugar bastante agradable para estar lejos unas pocas décadas o siglos mientras piensas qué hacer después.

Porque cuando posees la eternidad, a menudo necesitas escapar de todo.


"Naranjas." La voz de Mary rompió el silencio de repente, causando que Mehmed se despertara. "Eso es lo que realmente extraño. Naranjas."

"Siempre podemos importarlas", dijo Mehmed, bostezando. Su turno se aproximaba, pero había pasado toda la noche viendo películas antiguas. A el le gustaban las películas viejas, los libros, algo que le diera un sentimiento de conexión con el pasado.

"¿No es tu turno pronto?"

"Probablemente, si Tsukiko alguna vez sale del agujero. ¿Por que demonios le toma tanto tiempo?"

Mary se encogió de hombros. "A ella le gusta mirarlo. Sin embargo, no parece afectarla mucho."

Mehmed suspiró, golpeando sus pies con aburrimiento. Había pasado un mes desde que vino aquí, para Mary habían pasado dos. Dos recién llegados que fueron traídos después de que los últimos hubieran decidido huir del trabajo por miedo a las Fauces. La pizarra en la parte superior de la sala común tenía fotos de todos quienes habían trabajado en el Mirador 281, y Mehmed con frecuencia miraba su foto. Eran felices, sonrientes, perfectos para postales.

Tsukiko no hablaba mucho de ellos, más bien, Tsukiko no hablaba mucho de nada. Su cuerpo era más joven que el de ellos pero era claro que su mente era mucho más vieja. Una de esas caras que ha visto demasiado, tenía un aspecto golpeado y desgastado, como el cuero viejo. Ella siempre vestía de negro, sin adornos, pero con una vieja medalla en el pecho. Ella hacía un buen trabajo, Mehmed a menudo tenía que hacerla dejar de mirar fijamente a las Fauces por mucho tiempo. Dicen que ella ha estado aqui por décadas.

Y a Mehmed no le gustaba pensar en las Fauces. Algo sobre eso lo ponía nervioso.


"¿Hay leche?" Estas fueron las primeras palabras que Tsukiko había dicho a cualquiera de ellos en días, y todo lo que pudieron responder era sacudir sus cabezas hacia ella. Era una de esas raras horas en las que no se necesitaba a nadie de guardia; Tsukiko estaba leyendo un libro en la esquina mientras Mary y Mehmed jugaban al ajedrez.

La inmensa ventana que ocupaba el muro de la sala común reflejaba las estrellas; parpadeaban y bailaban al trio. Mary podía decir cual era con solo mirar: el Cluster Isembard, la Nueva Nación del Jade, el Despertar de Emily. Cientos y cientos de miles de soles, cada uno con sus propias estaciones y colonias en expansión. Para Mehmed, solo pensar cuántas vidas hay hace que le duela la cabeza.

"Ah, bueno." Tsukiko se levantó y estira su cuerpo. "¿De todos modos quieren un poco de té?"

Los otros dos compartieron la mirada. Tsukiko no había dicho más que unas docenas de palabras a los dos, y ahí estaba ofreciéndoles hacerles té. Lentamente y con cautela, ambos asintieron, para diversión de Tsukiko'.

"Yo no muerdo, ¿sabes?. Se levantó y puso la tetera, considerándolos. "Apuesto a que puedo adivinar las historias de estos dos."

Mehmed sonrió. "Bien, pero podemos hacer lo mismo contigo."

"Bien." Ella miró a Mehmed entrecerrando los ojos durante mucho tiempo. "Déjame ver… ¿tienes quinientos, seiscientos años? Ambos padres son recién llegados, apenas más viejos que tú, ay probablemente se separaron cuando tenías cinco años. Te metiste a algún trabajo familiar por chance, tuviste algún tipo de tragedia personal, y viniste aquí para escapar de todo. ¿Cierto?"

"Solo tengo trescientos veinte. Pero todo lo demás, inquietamente preciso."

Tsukiko se ríe, con unas extrañas carcajadas. Fue agradable verla hacer algo más que deslumbrase. "Muy bien. Y tú, Mary, tu eres lo opuesto. Tus padres son uno de esos pocos raros que están juntos para siempre, atrapados en esa moribunda monogamia durante milenios. Tú también eres joven, pero no tan joven- ¿Ochocientos? ¿Novecientos? Y todo lo que querías hacer era llegar a la frontera, para separarte de todos, hacer algo nuevo. Probablemente estudiaste la kineto-fragmentación con el único propósito de venir aquí. No podías esperar para comenzar esta vida."

Mary levantó una ceja. "¿Viste mi archivo?"

"Nada tan dramático. He estado el suficiente tiempo aquí como para haber visto a todo tipo de personas. Los desmoronados, los locos, los soñadores, los nómadas con el corazón roto. Y en algún punto de sus eternidades personal, todos pasaran por aquí, o en algún lugar similar. Es como un caravasar entre una permutación de la vida y la siguiente."

Mehmed inclinó su cabeza. "¿Que hay sobre ti, entonces? Déjame intentarlo. Ex-militar, más joven de lo que pareces, tan harta del mundo que buscas algo que te dé una solución, incluso el olvido de las Fauces."

Tsukiko sonreía mientras traía su té. "Una de tres no está mal, chico. Pero esa es una historia para otro dia."


Una noche, vieron un barco hundirse en las Fauces. La delgada cuerda de metal que lo suspendía de la Estación del Norte simplemente se rompió. Los tres desde la ventana miraban el barco girando, retorcerse, y agitándose, hasta que los delgados zarcillos de la noche envolvieron el barco y lo arrastraron hasta el fondo.

Mehmed estaba horrorizado, Mary perturbada, pero Tsukiko siguió bebiendo de su té, casi aburrida. "He visto eso con demasiada frecuencia", gruño. "Los viejos tiempos de los marineros del cielo, esos heroes del descenso, se fueron hace mucho tiempo. Sabían cómo y cuándo debían retroceder, pero estos nuevos- bueno, no tienen autocontrol. Tan codiciosos, tan deformados. Harán cualquier cosa por gloria o tesoro."

"Eso es muy cínico de tu parte," dijo Mary. "Quizás lo vean de manera diferente. Como una aventura romántica donde los riesgos son parte del propósito."

Tsukiko la miró fijamente. "¿Cuántas personas crees que viven en el Cielo? ¿500 billones en el Imperio? ¿Otras trescientas en Celestia, otras cien en la Confederación, Gran Jade, y todas las demás naciones? ¿Y cuántos de ellos están aburridos de estar en sus cráneos? ¿Realmente quieres llamar eso "romantico", cuando esa palabra puede inspirar a millones arrojarse allí?"

Extendió una mano y la puso sobre un cristal. "No podemos morir. Ninguno de nosotros puede. Incluso si nuestros cuerpos de rompen, nuestros cerebros sobreviven. Las cosas en nuestras cabezas podrían estar atrapadas por la carne ahora, pero no tienen que estarlo. ¿Algunas vez te has preguntado qué pasaría si sucediera? Habríamos muerto en un instante, de una vez, pero ahora…"

Los tres miraron, silenciosamente, a las Fauces. Luego se alejaron.


Que Tsukiko estaba escondiendo algo se había vuelto más claro tanto para Mary como para Mehmed. Ella era muy cautelosa sobre su pasado; guardándolo como un secreto íntimo, y sonriendo ante sus esporádicos intentos de adivinar algo sobre su vida. Una vez habían tratado de ver más de cerca su medalla, mientras Tsukiko se reía del japonés de sus compañeros.

Por otro lado, en lo que Tsukiko no era cauteloso, era sobre la política. Para Mehmed, la política era un campo desconocido, miraba con leve desconcierto los argumentos de Tsukiko y Mary' sobre los asuntos urgentes del dia. Mary, una ardiente joven Haskelista, veía el Eriscismo de la vieja usanza de Tsukiko casi ofensivo, y las dos pasaron agradables horas lanzándose diferentes utopías en la cara de la otra hasta que la alarma de turnos sonora. Y el restante trataría de convencer a Mehmed de su línea de pensamiento; siempre encontraba las opiniones de cada una perfectamente razonables hasta que la otra regresara y señalara todos los defectos.

"¡No puedes simplemente contar los cuarteles de Sallust! fue el doloroso grito de Tsukiko hoy. "Es lo único que impide que Celestia obtenga el completo control de la Andrómeda, y Dios sabe dónde estaríamos entonces!"

"Celestia no es el problema, Tsu", respondió Mary, luciendo cansada. Ella acababa de terminar un turno de ocho horas y no quería nada más que quedarse dormida, pero Tsu estaba leyendo uno de los periódicos de Mary y estaba indignada por el "desvergonzado sesgo haskellista que se ha apoderado del Times hoy." Mary estaba tratando de dar algunos bostezos como una pista pero Tsu no se dio cuenta.

"¿No es un poco exagerado, Mary?" llegó el murmullo distante de Mehmed, seguido de un golpeteo. Su traje de protección memética era de una talla demasiado grande, y siempre se tropezaba mientras se dirigía a tropezones a su cambiador. Mary y Tsu pusieron los ojos en blanco al unísono, antes de reírse juntas.

"Lo sé, lo sé," dijo Tsu, sentándose frente a Mary con su té perenne. "Soy una vieja retrógrada, y quieres dormir. Lo siento. Me criaron sin democracia y siempre fue un poco emocionante para mi."

Mary miró hacia arriba, sorprendida. "Han pasado más de dos milenios desde la última vez que estuvimos bajo una dictadura. ¿Cuántos años tienes?"

"Es de mala educación preguntarle a una dama sobre su edad", fue la respuesta de Tsukiko. Ella suspiró y tocó su medalla. "He vivido mucho, Mary. Más de lo que crees."

Hubo una larga pausa, interrumpida solo por el rugido del fuego de más allá de la ventana y los ocasionales juramento de Mehmed. Entonces Mary dijo: "Eres una original, ¿no?"

Mehmed, al escuchar esto, asomó su cabeza por la puerta. "¿Es cierto? Nos estábamos preguntando…"

Tsukiko no respondió por un tiempo, miro por la ventana. Luego desabrocho se medalla y la frotó. "Medalla de la Gran Guerra de Asia Oriental. Midway."

Los ojos de Mehmed se abrieron. "Que edad ten- digo, tenías-"

"Noventa y nueve. Yo tenía noventa y nueve cuando murió la Muerte." los fuegos rugieron contra la ventana; las luces eléctricas zumbaban y silbaban. "Nací el 24 de Diciembre de 1920. Víspera de Navidad, aunque en Japón ese tipo de cosas no importaban. Serví en la guerra. Casi morí muchas veces. Me las arregle para durar hasta el final. Después de eso… bueno, eso ya no importa ahora. Pero cuando sucede, con una vida desperdiciada, me diagnosticaron demencia. Comprendí mis arrepentimientos demasiado tarde. Sobre mi familia, mi género, mi trabajo, mi- mi- todo. Y luego ocurrio un milagro."

Su voz sonaba más agotada que la de Mary. Mehmed abrió su boca pero la cerró cuando Mary lo miró agudamente, y volvió a meterse a su habitación. Mary cautelosamente se aclaró la garganta. "Debes haber visto mucho."

"Si, pero la memoria es inconstante. Ustedes jóvenes no comprenden lo que es ser uno de nosotros, uno de los primeros. ¿Sabes realmente por qué la población tardó tanto en comenzar a crecer? Porque recordamos como era perder a la gente. Ver a tus padres morir, a tus hermanos, ver a tus hijos enterrados antes que tú. Soy el último miembro de mi familia. Fue una vida mucho más limpia y pura que sufrir los tormentos de la vida eterna."

Mary tomó su mano. "Lo siento, Tsu."

La mujer mayor sonrió. "Simplemente sucedió. Vete. Ve y duerme un poco."


Una semana después de eso, Mehmed encontró a Tsu mirando a las Fauces de nuevo. Una pequeña Línea en la grita había aparecido a unos cientos de kilómetros de distancia, por lo que Mary había volado hacia allí para arreglarla. Tsu había estado un poco más tranquila recientemente, pero parecía más feliz, sin preocupaciones.

Pero ahora sus ojos estaban más abiertos y su mano presionaba contra el cristal, y estaba llorando. Mehmed realmente no sabía qué hacer, así que puso una mano en su hombro en una forma vagamente reconfortante. Echó un vistazo a las Fauces y vio la cara de Marcia que lo llamaba, así que miró hacia otro lado.

"He estado aquí mucho tiempo, Mehmed." Sus palabras fueron inesperadas. Tsu parecía tan dura, tan segura. Tan Serena. Pero esto era algo nuevo. Algo preocupante.

"¿Es lo que quieres hacer?"

"Si. No. Quizás. Pero tengo que estar aquí."

"Nadie te está obligando-"

"No, no, no lo entiendes." Tsu suspiró y se sentó en su silla. Cuando Mehmed fue a la cocina a buscarle té, Mary regresaba por la esclusa de aire. Ella miró la escena por un momento antes de fruncir el ceño.

"¿Qué le dijiste, Mehmed?"

"Yo no-"

"No es su culpa." La ventana se había movido para mirar a las estrellas. Tsu seguía mirando.

Mary se sentó, Mehmed trajó el té, y todos bebieron en silencio por un momento. Entonces Tsu dijo: "Hay algo en mi cabeza."

Los otros fruncieron el ceño con curiosidad, pero Tsu no pareció darse cuenta. "Hace mucho, mucho tiempo, antes de que todo sucediera, una mujer llamada Marion Wheeler puso algo en mi cabeza. Algo que debía olvidarse, así que me convirtieron en alguien que olvidó. Amnésicos, los llamaban. Era una vieja técnica para suprimir un antimemé, pero no podían pensar en otra forma de lidiar con eso. Yo era vieja, me había retirado, y moriría pronto, o eso pensaban. La idea moriría, enterrada por dentro. Y ese sería el fin a eso."

Las estrellas brillan. Su poca luz se extendió por toda la habitación. "Pero luego sucedió el Omega-K, y había demasiado en que preocuparse. Muchas cosas sucedieron. Demasiadas brechas, demasiadas cosas que debían ser contenidas, demasiado de… todo. Me perdí en las grietas, y me perdieron de vista, y… bueno, no puedo recordar mucho de todos modos, ¿entonces qué importaba? Wheeler se había ido, y pasaron siglos antes de que pudiera unir mi cerebro."

"He escuchado de ese término antes", dijo Mary. "Omega-K."

"Pero luego comencé a recordarlo." La voz de Tsukiko parecía venir de una milla de distancia. "Los amnésicos solo funcionan durante un tiempo. Todavía está enterrado, por ahora. Pero era algo peligroso; una de las cosas más peligrosas. Mientras esté cerca de las fauces, me- me retuerce la mente. Retrasa el recuerdo de mis memorias. Pero no durará por siempre. Un día saldrá a la luz, y no sé qué pasará entonces."

Después de otro largo silencio, y otra vista a las Fauces. Mehmed pensó en las rotaciones. Las cosas dan vueltas y vueltas, para siempre. Eso es lo que pasaba en la eternidad. Cuando el tiempo se alarga, se dibuja y se desenvuelve, y se arrastra de un punto a otro, no es una sucesión de nuevos evento. Son los viejos una y otra vez en la misma configuración, decayendo lentamente, disminuyendo lentamente. Nada cambiará hasta que no haya nada más que se pueda hacer.

Entonces Mehmed se puso de pie y dijo. "Vamos a averiguarlo."

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