Solución
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Puntuación: +19+x
solucion1

— Bueno… ¿Alguien tiene un plan?

La voz del agente Marcelo Oliveira Barreto rompió el momentáneo silencio que se había formado en el grupo de agentes. Ahí, delante de ellos, se encontraba el núcleo del desastre causado en las instalaciones.

Su recorrido hasta el foco de la anomalía había sido extenso y peligroso, especialmente por los pocos fortuitos encuentros que tuvieron con los infectados. Todos los cadáveres fueron propiamente marcados a medida que avanzaron, los hostiles neutralizados y las salas despejadas. Lo único que quedaba era descubrir cómo rescatar a los científicos actualmente atrincherados de forma rápida y segura.

Algunos de los miembros del equipo se miraron entre ellos por unos segundos, intentando idear algún tipo de estrategia para traspasar la barrera que los separaba de los investigadores, hasta que el agente Steffano González decidió romper el silencio.


— ¿Víctor?, ¿Se te ocurre algo?, —dijo Steffano, mientras se acercaba lentamente hacia el joven.

El agente Víctor Penz levantó ligeramente la vista de su cuaderno. Estaba aprovechando el corto lapso de descanso para actualizar su mapa con anotaciones sobre la zona. Su actividad se vió interrumpida por la pregunta de su profesor, a lo que se quejó por lo bajo antes de disponerse a revisar la situación.


— Déjame ver.

Delante de ellos, una bizarra y grotesca combinación de una sustancia similar al mucílago y pedazos de hongos formaba una barrera, esta se extendía de par en par sobre la puerta y el entre cuarto que daba ingreso a la habitación donde los científicos se encontraban atrincherados.

Luego de revisar los alrededores y meditar unos segundos extra, alzó la voz nuevamente.


— ¿Alguien sabe si esta cosa es resistente al fue- Bah… No. No importa. Tú. —Dijo, señalando directamente al agente Rex Turner—. ¿Tienes un encendedor?

— ¿Por qué carajo tendría yo un encendedor y no otr-

— ¿Tienes uno o no?

Impactado por el descaro del agente, Rex simplemente lo miró brevemente con una ceja alzada, y comenzó a rebuscar en su mochila. Pasados unos segundos, le entregó bruscamente un encendedor a Víctor.

Víctor agarró una pequeña muestra del hongo desde una pared cercana. Encendió el mechero, y cuando la acercó a la llama, la muestra se deshizo mientras liberaba un humo formado de esporas color celeste verdoso.

Luego de observar el humo durante unos segundos y con su duda siendo aclarada, se dispuso a explicar su plan:


— Pensaba en lo siguiente: Podríamos utilizar alcohol y el encendedor para quemar la primera línea de lo que carajos sea eso que recubre la puerta. Tal vez se pueda improvisar un dispositivo incendiario con lo que traigamos en el equipo. Mientras más área cubramos, mejor será. Por otro lado, dividirnos en dos, un lado para los civiles, y el otro para cualquier posible amenaza. Ya escucharon por la radio que hay infectados ahí dentro, hay que ir preparados.

Todos meditaron durante unos pocos segundos, antes de que el silencio sea interrumpido por una carcajada sarcástica viniendo de parte del agente Rex.

Penz se limitó a observar, confundido y con el ceño fruncido.


— No podemos hacer eso, —indicó Marcelo mientras daba unos pasos al frente—. La liberación de esporas en el ambiente al incinerar lo que sea eso… Puede que no sea tan dañina para nosotros que tenemos equipo apropiado, pero tenemos que pensar en aquellos que están adentro. Sin embargo…

El agente portugués extrajo un kit QBRN desde su equipo, a lo que su compañero imitó su acción y sacó el propio por igual.


— Acabo de ver que la sustancia se disuelve con mucha facilidad al producir un estímulo tal como prenderlo fuego, así que, simplificando muchísimo, podemos intentar algo usando el equipo de contención química básica que tenemos… No es mucho, ya que no esperábamos encontrarnos algo de esta magnitud, pero puede ser más que útil para disolver lo que sea que haya más adelante, al menos en cantidades no muy excesivas.

Rex se acercó lentamente a la puerta bloqueada por el mucílago viscoso, y procedió a tomar un par de muestras para insertarlas en unos tubos muy similares al tradicional tubo de ensayo de laboratorio, con la diferencia de que este estaba cubierto de pegatinas llenas de advertencias de diversos tipos, junto a los característicos logos del destacamento Beta-7 y La Fundación.

solucion2

Marcelo, por su parte, observaba detenidamente diversos agentes químicos que traía encapsulados mientras leía una guía escrita que traía el mismo kit.


— Muestras listas —espetó Rex hacia Marcelo—. Vamos a aislarlas un segundo y te dejaré probar con los solventes que traemos a mano. A ver si tenemos un poco de suerte por primera vez en la división…

— Adelante —Marcelo estiró un brazo con un guante amarillo de gran tamaño por encima del equipo que traían anteriormente, recibiendo los tubos que Rex le alcanzaba—. Crucen los dedos, y manténganse detrás en caso de cualquier reacción desfavorable que pueda surgir.

Los agentes González, Ibarra y Penz se limitaron a esperar desde la cercanía, con una admiración tal de la que se esperaría al observar un equipo altamente capacitado trabajar. Todos sabían que interrumpir el proceso podría llevar a perder más tiempo, y, por ende, arriesgarse a no llegar a evacuar a los civiles con vida.

El mucílago en el interior de los viales brillaba tenuemente. Uno a uno, Marcelo fue introduciendo los reactivos. Variaciones de "voriconazol", "quinoxifen", "imidazol" y algunas "equinocadinas". Todos etiquetados cuidadosamente para poder medir e identificar sus reacciones frente al agente fúngico.

Al cabo de unos segundos, las diferencias en algunos de los tubos fueron extremadamente notables. Resaltó en específico el visible cambio estructural de uno, del cual Marcelo notificó a Rex. Ambos lo analizaron y luego asintieron, decidiendo comunicar el resultado al resto del grupo.


— Bueno, como verán… —Marcelo levantó el único tubo desechable que tenía en la mano por unos segundos, suficiente tiempo para que el resto del equipo lo vea—, Suponemos que esto es lo que buscábamos. La reacción fue la prevista… Pero, para estar seguros, necesitaría el encendedor.

Penz le lanzó nuevamente el encendedor a Rex, quien lo miró de mala gana por unos segundos y luego se lo pasó a Marcelo. El agente cuidadosamente sacó parte de la muestra del vial y la pasó por encima de la llama. Esta misma nuevamente desapareció en cuestión de segundos, pero esta vez sin las esporas que la acompañaban durante la primera prueba. Evidentemente, había funcionado.


— ¡Jaja! Perfecto, ahora sí, ¿cómo decías antes que iba a ser el plan de acción? —dijo Marcelo, mirando directo hacia Penz.

— Quemar todo lo que tapa la entrada y el cuarto antes de la sala de contención para poder ingresar. González, Ibarra y tú irían por los civiles, Turner y yo por los hostiles. No hay una vista clara de cuántos haya ahí dentro, es mejor ir preparados.

Todos observaron momentáneamente a Víctor antes de asentir levemente y pasar a la ejecución.


— Entonces, lo primero —vociferó Rex mientras dificultosamente preparaba una cantidad suficiente de reactivo como para deshacer el mucílago que interrumpía el paso—. Necesitamos esparcir esto en la mayor cantidad de superficie posible.

Marcelo, por su parte, preparaba un pequeño tanque color amarillo con una manguera similar a la de un matafuegos, la cual iban a utilizar para recubrir el área con el químico. Rociando cuidadosamente la pared orgánica, el hongo se retorcía y pulsaba al contacto con el solvente. Terminado el acto, retrocedió unos pasos y volvió a guardar el equipamiento.

Una chispa del encendedor, y la pared delante de ellos se desintegró en cuestión de segundos. En el cuarto delante recaían conjuntos de hifas bloqueando el paso como enredaderas. Marcelo extendió la mano y le dio un leve tirón a una de ellas, tirón que fue suficiente para que se rompiera. Definitivamente, no iban a ser un obstáculo para el equipo.

Viendo el progreso de la situación, Víctor le hizo señas al resto para repasar el plan de entrada. Los agentes Ibarra, González y Oliveira accederían por la sala de observación y se encargarían de extraer los civiles, mientras que él y Turner irían a por los hostiles restantes en la sala de contención.

Establecido el plan y empuñando sus armas al frente, ambos equipos avanzaron a través del laberinto de hifas desprendiéndose del techo. Con un movimiento rápido de mano, Víctor señaló hacia el lado más oscuro de la sala mientras caminaba lentamente hasta llegar al extremo del pasillo que daba entrada a ambas habitaciones. Una vez allí, hizo una señal con la radio avisando la llegada hasta la puerta cubierta de mucílago donde se presumía la presencia de hostiles.

Rex extrajo un cuchillo de combate desde su mochila, e hizo un par de cortes en el mucílago remanente entre la puerta que separaba a ambos agentes y la oscura habitación con su tenue luz turquesa. Víctor, con una de sus manos apoyadas sobre el hombro de Rex, se acercó e iluminó el cuarto con la linterna que su escopeta portaba.

Del otro lado, varios hostiles deformes yacían observando al techo del cuarto. En una esquina, una grotesca masa de algún componente biológico, similar al tallo de una planta, vibraba y latía de forma continua, desprendiendo luces tenues e intermitentes.

El silencio reinó durante un momento mientras ambos agentes observaban a las varias figuras humanoides retorcerse en agonía, rascando su cuerpo en un intento de quitarse algunos pedazos de escamas que parecían cumplir con la función de blindaje natural.

Víctor empujó levemente a Rex hacia un costado mientras extraía una granada cegadora de un compartimiento en su equipo.


— Uno. Dos. ¡Tres! —indicó el agente antes de dejar caer el explosivo dentro de la habitación y apartarse para no ser golpeado por el efecto del mismo.


Una imagen dantesca se presentaba sin dilación dentro de la habitación donde el equipo de rescate se internó.

solucion3

Dos científicos se encontraban inconscientes, sentados, apoyando la espalda contra la pared. Ambos poseían un mameluco de protección contra agentes químicos, lo que parecía haberlos protegido de la infección que acomplejó a los demás científicos en la zona.

Steffano e Ibarra se acercaron a cada científico, intentando asegurar signos vitales y cargándolos hasta la cercanía de la puerta de entrada.

Una modulación de la radio indicó la llegada de Víctor y Rex a su objetivo, a lo cual Steffano respondió positivamente.

Marcelo iluminaba la habitación con su linterna en mano, haciendo un paneo por todos lados, mientras se acercaba a una mesa amplia en el centro de la habitación. Sobre la mesa, yacía un último científico cubierto con el mameluco de protección en posición ventral.

Oliveira se percató rápidamente y de inmediato se acercó al sujeto, dándole vuelta y posicionándolo correctamente en el suelo.


— ¡Señores, aquí!

Óscar y Steffano se acercaron a Marcelo, quien revisaba lentamente al científico caído.


— Oh no… —Marcelo desesperadamente presionaba una sección del traje cercana al cuello—. Necesito cinta, o algo similar. Urgente.

— ¿Sucedió algo? —Ibarra revisaba el contenido de su mochila buscando alguna alternativa eficiente.

— El traje está roto. Necesitamos sellarlo urgentemente —respondió Marcelo mientras presionaba con una mano el traje y examinaba su mochila con la otra—. Voy a sacar una mascarilla de oxigenación simple para contrarrestar cualquier patógeno que pueda haber ingresado al sistema, pero necesito tapar esto ahora mismo.

— No parece estar en algún estado de infección más allá de la pérdida de consciencia —comentó Steffano—. Eso no significa nada, por supuesto, pero me gustaría saber qué llevó a estos sujetos al estado en el que están.

Steffano se arrodilló al lado del sujeto y empezó a presionar el traje, reemplazando a Marcelo, el cual estaba enfocado en meter la mascarilla por la pequeña rasgadura. Ibarra sacó una cinta de un ancho considerable y empezó a encintar el área de la ruptura luego de que los dos agentes terminaran su trabajo.


— Hay que arrastrarlos hasta la puerta. Allí, vamos a cargar en nuestros hombros a cada uno y veremos de extraerlos así. No hay otra forma, por ahora.

Óscar y Marcelo afirmaron al unísono y empezaron a cargar a los inconscientes, hasta llegar al umbral de la puerta. En ese momento, un estruendo de una explosión cercana, seguido del sonido de varias detonaciones, hizo que los tres agentes entraran en alerta.


La explosión de la granada cegadora hizo que los hostiles se retorcieran y chirriaran de dolor, buscando la fuente de origen de la explosión. Víctor dio una fuerte palmada en la espalda de Rex, el cual ingresó en el acto, descargando su rifle de asalto en dos de los hostiles cercanos. Víctor aprovechó para dar escopetazos a los otros dos hostiles, los cuales salieron inmediatamente eyectados por la fuerza de los golpes.

Rex se acercó a las criaturas que disparó, las cuales se seguían moviendo erráticamente, incluso con los prominentes agujeros en las partes blandas de su piel.


— Eugh. ¡Maldito infierno! —gritó antes de desenfundar su arma secundaria y vaciar el cargador en los dos monstruos.

Víctor se acercó con movimientos metódicos y certeros a los otros dos hostiles que disparó para neutralizar, y los ejecutó con un certero tiro en la cabeza a cada uno.


— Bichos de mierda —respondió Penz a los gritos de Rex.

Entre la conmoción y las pesadas respiraciones, ambos se acercaron al carnoso núcleo que respiraba en una de las esquinas de la habitación.


— No sé que es esto, pero creo que ambos estamos de acuerdo en que es la razón por la que estamos aquí en primer lugar. ¿Verdad? —Preguntó Rex, mientras volvía a sacar el tanque que utilizaron para rociar el químico contra el mucílago anteriormente.

— Seguro que sí. De lo que no estoy seguro, es sobre si es buena idea intentar destruirlo —Penz respondió preocupadamente, luego de ver a su compañero con el tanque en manos—. No sabemos qué consecuencia puede llegar a tener.

— Yo… —Rex empezó a rociar el contenido sobre el núcleo, antes de detenerse contemplativo—. Creo que es buena idea deshacernos del foco de contaminación. No sé qué consecuencia podría tener, pero no creo que sea algo peor de lo que ya hay,

Las criaturas que parecían haber abatido con anterioridad empezaron a temblar y convulsionar frenéticamente en el mismo lugar donde habían quedado.


— Carajo, eh… Maldita sea, hazlo y ya. Luego nos quejamos. —Víctor apuntó su arma a las criaturas—. ¡Solo apúrate!

Rex terminó de vaciar el contenido sobre los alrededores y prendió fuego toda el área antes de echar a correr, arrastrando a Víctor de una parte de su traje.


Afuera de las salas ya se encontraban González, Ibarra y Oliveira con los civiles en sus hombros. González intentaba modular por la radio para comunicarse con los otros dos agentes, lo cual no dio frutos.


— Yo creo que deberíamos empezar a movernos, los civiles son de mayor prioridad. —indicó Marcelo.

— Es cierto, lo sé —respondió González, algo frustrado—. Solo, dame un momento, intentaré una vez más y luego- —Steffano fue interrumpido por un nuevo estruendo, seguido de un haz luminoso que procedía de la habitación del fondo.

De allí, Víctor y Rex salían corriendo a toda velocidad, casi golpeándose contra las paredes, mientras gritaban a pleno pulmón.


— ¡FUERA, AHORA!

— ¡CORRAN! —gritó Víctor mientras se dirigía hacia el resto lo más rápido posible.

Detrás de los agentes, los hostiles supuestamente abatidos salieron disparados de la habitación, corriendo a toda velocidad. Estaban siendo incinerados en la marcha, pero no parecía afectarles y se podían observar agujeros de los tiros recibidos en todo el cuerpo.


— Pero qué cara- —Steffano gritó antes de echar a correr con lentitud a causa de la carga que llevaba—. ¿Qué mierda sucedió ahí adentro?

Oscar y Marcelo se limitaron a echar a correr sin más, llevando la delantera a todo el equipo. Víctor y Rex corrían detrás de los demás agentes, apuntando a los hostiles que se abalanzaban a toda velocidad.


— ¡No hay tiempo, no ahora! —respondió Rex.

A la distancia se podía observar como el fuego que arrastraban los hostiles empezaba a quemar las inmediaciones en cada paso que daban, creando así una llamarada que avanzaba junto a ellos.


— Mierda, mierda, mierda. —Penz soltó nuevamente otra granada cegadora, la cual terminó perdiéndose en la carrera, sin ser efectiva.

El mucílago empezó a brillar más considerablemente, al mismo tiempo que se expandía por sobre los talones de los agentes que corrían buscando salir de la zona baja de las instalaciones.

solucion4

— ¡Penz, la puerta! —Rex gritó, haciendo señas con una de sus manos en dirección a la puerta de seguridad por donde habían ingresado en un inicio.

Víctor se quedó inmóvil durante un solo segundo, procesando la orden que Rex sorpresivamente indicó, antes de echar a correr velozmente hacia la puerta, tomando la delantera.

Ibarra y Oliveira observaron confundidos como Penz esprintó a toda velocidad y se posicionó del lado izquierdo de la puerta de seguridad. Durante el momento de confusión, Turner tomó posición por detrás de González y comenzó a esprintar marcha atrás, disparando a los hostiles en un intento de apaciguar la marcha inminente de los enemigos.

La carrera duró unos simples minutos que se sintieron como una eternidad. Oscar y Marcelo llegaron primero, los cuales desenfundaron su arma secundaria y apuntaron en dirección al pasillo donde se acercaban Steffano y Rex con los enemigos en sus talones.

A los segundos, y por cuestión de suerte, Steffano pasó la puerta de seguridad junto a Rex, el cual hizo un excelente trabajo manteniendo a raya las anomalías mientras Víctor tipeaba unos números en la consola de seguridad, finalmente cerrando la puerta y poniendo a salvo a todos.

Los agentes se quedaron inmóviles durante unos segundos, respirando agitadamente y meditando la situación.

Sin decir ninguna palabra, todos empezaron a subir las escaleras. Rex y Víctor trataban de ayudar a los demás, sin interrumpir la marcha.

Las escaleras parecían extenderse imparablemente por el efecto del cansancio, pero la adrenalina no permitía frenar el paso de los agentes. Todos subieron lentamente, y caminaron dificultosamente el último trayecto de camino hacia fuera de las instalaciones.

Rengueando, con dolor, los que cargaban los civiles pasaron de una lenta caminata a un trote. En el frente de las instalaciones, los gigantes portones se abrieron de par en par, dejando ingresar a un destacamento completo.

Steffano gritó un par de indicaciones, y la mayoría del destacamento pasó de largo de los agentes, yendo directamente a la ubicación de donde habían salido recién. Otro par de agentes del destacamento se frenaron y ayudaron al grupo a cargar con los civiles, mientras servían de apoyo para que pudieran caminar con menor dificultad.

Una vez afuera, el panorama era completamente distinto a lo que se habían encontrado apenas llegaron.

Varios conjuntos de helicópteros rondaban las instalaciones. Carpas de distintos colores estaban dispuestas a lo largo del perímetro. Algunas de color rojo daban soporte a los civiles que podrían haber sido heridos antes de la brecha. Otras brindaban ayuda psicológica, y otras simplemente desplegaban un repertorio de armas para los agentes recién llegados a la escena para la intervención.

Los destacamentos móviles específicamente capacitados eran lo más llamativo por encima de la escena, con trajes de gran tamaño y equipo especializado, formaban brigadas con los demás agentes que se formaban en las puertas de las instalaciones.

El equipo entero fue intervenido por dos grupos de personal; unos llevaban un traje gris de cuerpo completo, y otros vestían como doctores y enfermeros. Estos últimos retiraron los civiles de los hombros de los agentes que los llevaban, y desaparecieron en la escena para ponerlos en resguardo, mientras que los sujetos de gris hacían indicaciones y señas para dirigirlos hasta una carpa del mismo color, un poco más alejada del resto.

Una vez dentro de la carpa, todo el equipo fue instruido para seguir un protocolo de limpieza y desinfección química de urgencia. Los despojaron de sus armas y equipos hasta quedar en ropa interior, y fueron rociados con diversos agentes químicos para la desinfección en cuestión.

Finalizado el proceso, procedieron a secarse antes de pasar a la siguiente sección de la carpa, donde se encontraban los bolsos que dejaron fuera antes del operativo. Cada equipo agarró los que le correspondían, y comenzaron a cambiarse nuevamente.

En el silencio del lugar, todos volvían a vestirse meticulosamente sin pronunciar nada al respecto sobre el operativo.

A los minutos de haber empezado a vestirse, Turner levantó la vista en dirección al agente Penz, el cual no lo notó hasta un par de segundos más tarde.


— … ¿Está todo bi-

Antes de poder otra palabra, Víctor fue interrumpido por una carcajada de Rex, el cuál se acercó y le estiró el puño buscando saludarlo.

Penz lo observó un momento, confuso, antes de corresponder al saludo.


— Hey, rubio. Casi nos morimos ahí adentro. ¿Qué ibas a hacer si moríamos, compañero?

— Yo… No creo que haya mucho que pueda hacer en ese caso.

— Buen punto, ¡Carajo! —Rex azotó un guante al suelo y empezó a reírse nuevamente.

Penz no entendía del todo las reacciones, pero tampoco le disgustaban. Algo en toda la situación le recordaba a tiempos pasados, y tal vez, solo tal vez, no estaba tan perdido del todo como solía pensar.

El agente rubio sonrió con la cabeza baja, y terminó de cerrar un pequeño bolso con una Glock y su diminuta linterna.


Mientras el equipo esperaba nuevas órdenes, Rex se encontraba sentado, reposando contra un conjunto de bolsos, y se le notaba visiblemente irritado.


— Mierda.

— ¿Qué sucede? —Preguntó Marcelo.

— Nada, nada… —Luego de unos segundos, continuó—, honestamente, no me imaginaba que nos iban a recibir con una carpa. ¡Maldita sea! No me imaginaba que íbamos a ver nada ahí afuera cuando salgamos. Todavía no lo puedo creer.

— Hm, es verdad. No lo había pensado…

— ¿Eh? —Steffano interrumpió desde el otro lado de la sala—. Perdón, ¿de qué hablan?

solucion5

— Es un poco obvio, ¿no? —Espetó Rex nuevamente—. Mandan dos tipos de un destacamento solos a un sitio alejado de todo. Hay que rogar para que solo envíen otros tres como apoyo. Los tres que mandan son contratados de forma cuasiprivada. ¡A ninguno le dan un gramo de información sobre lo que se va a encontrar ahí dentro! Por el amor de Dios, parecía que nos querían dejar mor-

— Bueno, bueno, ya. Es suficiente, —Marcelo interrumpió antes de que Rex pudiera seguir—, el manejo de la situación no fue el mejor. De eso nos dimos cuenta todos. La mayor parte del plan fue hecho sobre la marcha debido a la urgencia. Pero no creo que sea la mejor idea seguir con eso ahora, después de todo…

Habiendo terminado de cambiarse, Marcelo se dio vuelta y le dio un golpe leve a la estructura de la carpa detrás de él.


— Las paredes tienen oídos.

— Ah… Entiendo. —Steffano frunció el ceño durante un momento antes de responder lentamente—. Mejor nos juntamos a celebrar la victoria en otro momento, en otro lugar.

Steffano extrajo una libreta de su bolso, y de ella, sacó un par de pequeñas tarjetas de contacto con su nombre y dirección de correo electrónico. Repartió una a los agentes del destacamento con el que habían trabajado, y volvió a guardar la libreta en silencio.


— Conozco un lugar donde podemos ir y estar tranquilos, es un pequeño bar donde la policía solía juntarse. Allí las paredes no tienen oídos, de hecho, no tienen ningún tipo de sentido. Ya saben a lo que me refiero. —Dijo el agente mientras se reía por lo bajo.

— Entiendo, sí. Estaremos allí, ¿Cierto? —Marcelo volteó a ver a Rex, el cual se encontraba distraído, charlando con Víctor y Óscar— Olvídalo… Ahí estaremos. Un gusto, agente.

— Lo mismo digo.

Ambos agentes estrecharon las manos. El apretón duró unos segundos antes de ser interrumpidos por la entrada de un hombre vestido con ropas militares formales, el cual se acercó lentamente hasta el grupo.


— Señores. Con permiso, espero no estar interrumpiendo nada. —Deliberó unos segundos antes de continuar—, primero, permítanme felicitarlos por semejante actuación, no hay menos que esperar de un grupo de élites. Lamentablemente, ya saben lo que sigue.

Marcelo y Steffano se veían visiblemente enfadados. Marcelo tenía sus razones, y Steffano simplemente odiaba la burocracia de los operativos.


— Los van a citar en el Sitio-22, sede Nueva York. Ahí está la mayor parte de los documentos, así que ya saben a dónde dirigirse. Tiene que ser en algún momento de la semana, preferiblemente en los próximos tres días. Una vez que terminen con el proceso estándar, ya quedarán libres de responsabilidad.

— Entendido, —respondió Marcelo.

— Un placer, agentes, —dijo el sujeto antes de retirarse de dónde vino.

Ibarra se acercó a González, y le murmuró unas cosas al oído antes de agarrar una mochila pesada y saludar a todos para retirarse.

Víctor miró preocupadamente a Steffano antes de preguntar.


— ¿Está todo bien?

— Está todo excelente, no te preocupes. Está todo bien.

Steffano levantó el dedo pulgar en señal de aprobación, antes de agarrar sus bolsos y salir de la carpa, acompañado por el resto de agentes.

Después de un rápido intercambio de despedidas y varios apretones de mano a forma de saludo, cada uno partió camino con su respectivo grupo. Víctor seguía a Steffano con la cabeza gacha, mirando de reojo a los grupos de agentes e investigadores que rodeaban el ahora encuarentenado sitio.

El viaje de vuelta no fue destacable, volaron nuevamente hasta el Sitio-210 en helicóptero, seguido de manejar hasta el 28. Ambos estaban algo agotados, y las interrupciones protocolares a lo largo del trayecto no ayudaron demasiado.

Al llegar nuevamente al departamento, dejaron los bolsos cerca de la sala sin decir una palabra. Steffano aprovechó para relajarse y estirar unos minutos en el sillón, mientras que Víctor contempló el reloj algunos segundos antes de dirigirse hacia la cocina.

El ruido proveniente desde allí rompió el silencio dentro del lugar. El abrir y cerrar del refrigerador, la búsqueda de ingredientes y la organización de todo fueron momentáneamente interrumpidos cuando uno de los dos alzó la palabra:


— ¿Qué vas a hacer? —Preguntó Steffano, volteando a ver mientras hablaba.

— Hamburguesas, —Víctor respondió sin mirarlo, viendo que se encontraba cortando algunas verduras para utilizar de acompañamiento—. Es rápido.

— Es algo tarde, ¿no preferís pedir afuera?

— Mh… —El ruido del cuchillo contra la tabla cesó por unos segundos—. Justamente, son casi la una de la mañana. No creo que podamos pedir nada a esta hora. Es rápido.

— Está bien, está bien. Como digas.

Pasados unos minutos, Steffano se dirigió hacia el comedor para empezar a preparar la mesa para cenar. Levantó un blanco mantel el cual posicionó sobre la mesa, acomodandolo y dejando ordenado el sitio para traer la comida.

Con toda la comida en la mesa y ambos ya cenando, Steffano hizo una pausa entre sus mordiscos para gesticular. Comentó sobre la experiencia de la incursión para preguntarle su opinión a Víctor, pero luego se dio cuenta que no logró captar su atención.


—¿Vic?

No hubo respuesta.


— ¡Víctor!

—¿Eh- Qué- ¿Qué? ¿Pasó algo?

— Te estaba preguntando qué te pareció el trabajo hoy.

— Ah, sí- Sí, perdón. Ehh, me pareció bien.

— Estás distraído. —Steffano cruzó los cubiertos en su plato, indicando que había terminado de comer—. Otra vez.

— Supongo que sí. Será el cansancio…

Steffano rió por lo bajo antes de molestarlo nuevamente.


— ¿Viste que no está tan mal, verdad? Con el tiempo te acostumbrás, y el sueldo ya sabes que es bueno. Tal vez hasta te hagas una profesión decente con ésto, sos mucho mejor que varios soldaditos de plástico que ví en las fuerzas especiales anteriormente. Solo digo.

Víctor se mantuvo en silencio por un momento antes de sacudir la cabeza negando con cierto ímpetu.


— Tal vez…

— ¿Tal vez? —Steffano sonrió.

— Tal vez no esté tan mal, puede que tengas razón.

— Ya lo sé. Deberías prestarle atención a los viejos de vez en cuando.

— Callate un rato y dejame comer tranquilo, por favor.

— Bueno, bueno.

Mientras Víctor continuaba cenando, Steffano se levantó de la mesa en silencio. Llevó su plato sucio a la cocina, para luego desaparecer por uno de los largos pasillos de la casa, y volver a la mesa con una enorme bolsa negra y un bolso deportivo.


— ¿Qué es todo eso?

solucion6

Steffano no respondió al interrogante, y se limitó a abrir el bolsillo delantero del bolso, de donde extrajo una placa pentagonal color plateado


— Tenemos que hablar un rato, te tengo una propuesta.

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