Si las luces de mi cielo fueran a desvanecerse.
Quizás podría comprender la verdad de tus sentimientos.
O tal vez… Yo soy quien ha negado ese bello resplandor.
Había pasado ya un tiempo desde la última vez que se vieron, la historia de dos distantes estelas, las cuales por una aparente causalidad se encontraron y se unieron. Los hilos del tiempo siguen tejiendo con calma, la cual le faltaba a Luisa en estos momentos, mientras finalizaba los últimos arreglos para aquella sorpresa.
¿Puedes forzar el florecimiento de una rosa?
Por supuesto, pero su belleza sería falsa.
Entonces seré paciente.
Entra y sale de la sala, esperando el momento adecuado, o más bien, esperando la llegada de quien siempre ha estado buscando. Se supone que habían quedado en una hora específica, pero ya habían pasado más de diez minutos y no hacia acto de presencia a quien iba dirigida la invitación. Ahí estaba, Luisa mirando impaciente el reloj de su muñeca, viendo los segundos pasar como una infinidad, repasando algunos pensamientos y recuerdos. ¿Por cuánto tiempo se puede salvar una sensación en el fondo de su alma? Sin embargo, esa preocupación se desvanece al ver llegar a su invitado, Andrés Mondragón.
—Deberían darte un premio de puntualidad, ¿no crees? —mencionó Luisa mientras caminaba hacia él—, quizás yo debería dártelo.
—Solo he llegado once minutos tarde, sabes que para entrar a esta zona tuya debo pasar por los mil y un protocolos —le contestó mientras miraba a Luisa, quien se veía emocionada—. ¿Entonces me ibas a enseñar otro de tus invernaderos?
—Podría decirse, sí —dijo sonriendo—, lo normal como siempre. Entonces, es momento de proceder. No será una visita demasiado larga, he estado algo ocupada en el desarrollo de una terapia génica basada en esas nuevas estructuras descubiertas hace unos meses y mi departamento ha tenido todo menos un descanso.
—Pero tú eres la jefa… Bueno, sí, siendo eso entiendo que no les quieras dar un descanso.
Así ambos pasaron por varias puertas y un pequeño pasillo hasta llegar a una puerta con varios seguros de diferentes tipos. Luisa pasa todas sus credenciales y pruebas biométricas, dándole acceso a una sala con varias plantas de morfologías amorfas, con tallos verdes y un poco fluorescentes, siendo la única fuente de luz en esa sala, mientras todo lo demás se sumía en una oscuridad similar a la de una noche sin luna.
—Aquí está mi trabajo de la última semana, son plantas de la división Angiospermae, más específicamente unas rósidas, las cuales todas sus células son totipotenciales en estos momentos, listas para pasar a su adultez y por ello se ven medio amorfas… —Luisa se detiene y se ríe— ¿Lo estoy arruinando con mis explicaciones, no?
—No creo, se supone que me vienes a explicar de manera rápida algo, así que…
Luisa se pone de frente de Andrés y le pone el dedo índice en sus labios.
—Shhh, lo estoy arruinando porque es tu regalo de hoy, dejemos las explicaciones biológicas para la segunda parte y ahora… Solo quiero que mires, ¿te parece?
—Por supuesto —contestó Andrés.
—Ya que vamos a tomar esto como un pequeño descanso y celebración, puedes referirte a mí como lo haces fuera del trabajo, ya sabes —Luisa hace un guiño.
—Que así sea, mi Señora. —dijo Andrés con felicidad.
Tras eso, Luisa se dirigió a una esquina de la sala, donde tenía guardados algunos instrumentos musicales, tomando en esta ocasión un violín, grabado con algunos glifos. Se puso enfrente de las plantas las cuales carecían de flores en ese momento y empezó a tocar mientras cantaba casi como si estuviera susurrando.
Porque le susurra a la oscuridad sus deseos.
Así es el camino impuesto desde la primera lagrima derramada.
Pero hoy no es tristeza la que se presenta.
Entonces al mismo tiempo, las plantas comienzan a tomar formas más definidas en sus tallos, después brotando sus primeras flores, una por una, de diferentes colores, predominando el negro, rojo y blanco. La tonada del violín pasa de ser tranquila a una más acelerada, mientras Luisa deja de cantar.
—Yo quisiera prometerte un amor eterno, pero reconozco la fragilidad de nuestras vidas y mis juramentos no son en vano —mencionó Luisa con los ojos cerrados y susurrando.
Las flores siguen apareciendo con más rapidez acorde a sonido del violín.
—Por ello, no puedo prometerte la infinidad, sin embargo, déjame demostrarte está pasión que atraviesa la incertidumbre de mi alma ante esa verdad —dijo Luisa mientras se daba la vuelta para mirar a Andrés.
Los pétalos de las flores se mueven al ritmo de la tonada, balanceándose de un lado a otro, cambiando sus colores de forma gradual. El canto de Luisa se vuelve más acelerado, recitando una lengua desconocida por Andrés, pero en esos momentos, no le genera ninguna duda. Mientras ambos se veían a los ojos, aquel quien los recuerdos no pueden escapar de su memoria y aquella quien la perpetuidad ha maldecido su alma, el cruce de miradas entre el observador y la singularidad desenvolviendo su canción. La vida manifestándose ante tal demostración en una forma calmada y colorida.
Llega el momento crucial, mientras la suave voz de la dama suena al unísono del violín y con ello, las flores desprenden su polen en forma de partículas brillantes al aire, para depositarse en otras flores, creando frutos de diferentes formas en un instante. El sonido del violín y su voz se desvanecen hasta llegar al silencio. Parte de esas partículas quedan flotando en lo más alto del techo, simulando una noche estrellada, celebrando la victoria de los enamorados.
—Florecimiento a partir de una canción basada en cantos de los Hijos de la Vid, refinada por mí en estos últimos años y unida con la voz extinta de un pueblo conocido como los mejores compositores humanos. Aunque para ser honestos, aún debo practicar, estoy lejos de replicar sus tonadas a la perfección… —Luisa se vuelve a detener— A veces quisiera de dejar de divagar y monologar.
—No tengo problema de oír su voz, sabe usted que es muy bella. Aparte de que es interesante el trasfondo y… El mensaje, su hermoso mensaje para mí. —dijo Andrés mientras miraba el invernadero, lleno de plantas florecientes con frutos extravagantes tanto en forma como colores, incluso en la parte más alejada, observaba como un pequeño árbol se había formado.
—Y aún no es todo, esto solo fue para hacer el regalo.
Luisa guarda el violín en su respectivo lugar y se pone un equipo para extraer una de las plantas, eligiendo una de las más pequeñas con frutos en forma de espirales de color azul y flores celestes; la cual pone en una maceta y la deja en el suelo.
—Espera, ¿los frutos de esa planta tiene la forma de la espiral de Teodoro? —mencionó Andrés mientras veía con curiosidad la planta.
—Iba a hacer que le crecieran con la proporción aurea, pero ya es medio conocida esa y opte por algo de lo que no había escuchado tanto. Y… Esa planta es mi regalo para ti.
—Muchas gracias, mi Señora, realmente es un detalle hermoso. Pero, ¿realmente le han dado permiso de darme una planta de sus cultivos?
—De hecho sí, lo he estado hablando aquí y allá con quienes se encargan de ello. Aparte los frutos son comestibles, no solo eso. Desde que te conocí, conozco tu problema con la falta de la capacidad de olvidar, sí, sé que tienes tu Recolector de Basura Sintético, aunque quisiera en algún momento ser capaz de ayudarte con una mejor alternativa.
Luisa mira la planta por unos momentos.
—He trabajado un lustro en este tipo de plantas, estudiando los diferentes compuestos amnésticos y antimeméticos de ciertos SCPs. No te preocupes por ningún efecto a corto y largo plazo, ya lo hemos probado en todo tipo de animales y simulaciones estos años, de hecho, es más seguro que cualquier método amnéstico de la Fundación por ahora. Al consumir sus frutos, te ayudarán a reducir y casi anular los problemas de tu condición. De nuevo con mis explicaciones largas.
Luisa se acerca a Andrés y antes de seguir con su conversación, se abrazan.
—No me había dicho nada sobre esto, aunque me ha dejado sorprendido con su dedicación —dijo Andrés mientras acariciaba el pelo de Luisa.
—Algo he de hacer después de todo lo que me has ayudado en estos años. —Ambos se dan un beso rápido y se dirigen fuera de la sala.
—Entonces, trataré de enviarte la planta cuando pueda a tu oficina. Y tómate un pequeño descanso hoy, ¿de acuerdo? —dijo Luisa mientras cargaba con la pequeña planta.
—Si con 5 minutos te refieres a descanso, no habrá ningún problema. Quisiera igual pasar más tiempo contigo hoy, al menos más de escasos 15 minutos, pero debo irme a ver algunos asuntos.
—Yo igual, en fin, nos veremos este fin de semana y adiós… ¡Oh! Espera, no te vayas después de que pasemos por todos los filtros de descontaminación. Se me olvidaba algo.
Así ambos llegaron a la oficina de Luisa, la cual estaba desordenada llena de papeles por todo su escritorio. Ella abre uno de los cajones y saca una pequeña caja, la cual abre y contiene un collar negro delgado.
—Ven aquí, obviamente no te lo vas a quedar puesto en el trabajo, pero quiero ver como se te ve. —dijo Luisa feliz.
—No podría estar más de acuerdo, sabe usted que soy suyo y este pequeño acto me conmueve.
Así Luisa le pone el collar, viéndolo por algunos segundos, con una sonrisa discreta en su cara.
—Feliz cumpleaños, mi amor —Luisa lo abraza para despedirse y guarda el collar.
Y esos sentimientos tan profundos.
No pueden ser negados por la adversidad.
Ni siquiera por el juramento del final.

Y estas rosas son solo para ti.