Realineamiento

Traducción sin revisar. Es posible que encuentres errores en este documento. Puedes corregir los problemas que veas, pero la revisión no será aprobada hasta que el Equipo de Traducciones se haga cargo.

Aviso%202.png

Puntuación: 0+x

Hace muchos años, cuando era una joven especialista en operaciones cibernéticas, el sitio donde se encontraba había estado vivo, tarareando con la energía de cien servidores, zumbando por la actividad, mientras los investigadores se apresuraban a través de los pasillos hacia sus proyectos clasificados. Los débiles ruidos de fondo de los generadores y servidores daban a toda la instalación la sensación de una máquina, no menos eficiente en su funcionamiento por su extrañeza. Como nexo entre la Fundación y el ejército de los Estados Unidos, había sido inestimable. La electricidad del lugar parecía infundida. Cuando Holman se acercó a ella, le mostró la locura oculta del mundo real y le ofreció un lugar en la verdadera y secreta lucha de su tiempo, todo era posible. Por supuesto, ella aceptó la nueva vida que le estaba llamando.

En la actualidad, el frío viento de los pastizales soplaba los mechones de hierba que salpicaban el hormigón agrietado de lo que una vez fue la principal instalación de robótica. Los cambios en el liderazgo y los recortes presupuestarios que siguieron, eliminaron cualquier indicio de la naturaleza anterior de este lugar. En un radio de 160 km, había grandes extensiones de hierba, unos pocos ciervos de cola blanca y ella misma. La falta de grafitis y basura en el sitio abandonado añadió una sensación de inquietud a la desolación. Puede que fuera la única persona que visitaba Fort Charles desde que fue clausurado. El hecho de que este fuera el punto de encuentro era una señal inequívoca. Una prueba de posesión de conocimiento más convincente que cualquier argumento. Y, señaló, más desconcertante.

Volvió a imbuirse de miedo de nuevo. Cuatro años deberían haber sido suficientes para pasar página desde lo de la brecha en el Sitio 64. Incluso tras aquello, se focalizó en otras tareas, cumplió con su deber, se ganó el reconocimiento. Pero todo ello no pudo borrar los años perdidos de planificación, las carreras arruinadas a su alrededor, la humillación y la vergüenza de estar a merced de lo que cazaba; Las vidas que terminaron… Todo lo que tenía, todos los éxitos en la preservación de la cordura de la humanidad en aquel edificio en ruinas, estaba manchado. Hasta con el esfuerzo combinado de la organización más sofisticada que la humanidad había conocido, ella había sido irremediablemente superada. Realmente era sólo cuestión de tiempo antes de que ocurriera de nuevo. Antes de que algo más destrozara el fino barniz de control con el que vivían.

Anderson todavía la perseguía. Todos los días.

Por fin accedió a la estructura de hormigón abandonada, como el correo electrónico encriptado le había indicado. La intervención no autorizada, en un asunto considerado oficialmente cerrado por el Comando del Sitio, podría ponerle fin a su carrera. La posibilidad de despertarse de repente en una nueva ciudad, con falsos recuerdos de una existencia sencilla y de perfil bajo, insertados por la fuerza a través de un punto blando en la parte posterior de su cuello, era muy real. La única comunicación que se atrevió a establecer fue una simple respuesta al correo electrónico inicial, enviada desde una biblioteca pública, mientras llevaba una sudadera con capucha y gafas de sol, para que cualquier dispositivo que pudiera utilizarse para rastrear su ubicación a trescientos kilómetros de distancia fuera totalmente inútil. Si no se marchaba de esta reunión, existía la posibilidad de que nadie supiera nunca que fue de ella y nadie podría nunca terminar su trabajo. Todas las posibilidades aguardaban en la oscuridad del laboratorio en ruinas.

Se cómo podéis cogerle. Las palabras la helaron cuando aparecieron en su teléfono, pero la instaron a seguir adelante. Las palabras aparecían periódicamente en su mente para alejar los miles de escenarios que se desarrollaban ante ella en los que la situación salía terriblemente mal. Se adentró por completo en la oscuridad, el camino que tenía delante se iluminó gracias a su pequeña linterna montada en la cabeza.

“Estoy aquí”, dijo a la, ahora, vacía cámara. Esperó. Un aullido bajo y vacío resonaba mientras el viento pasaba por la entrada del laboratorio. El frío húmedo y el olor del hormigón mohoso fueron la única respuesta a su llamada.

De repente, un chasquido rompió el silencio de la habitación. El sonido reverberante del metal golpeó el hormigón, mientras una rejilla de ventilación caía del techo. Cuando miró hacia arriba vio como una masa de cables bajaba lentamente del respiradero del techo, pareciendo que se retorcía y se movía por sí misma. Cuanto más bajaba la masa más grande se hacía. Automáticamente la agente sacó su pistola en un rápido movimiento, buscando, veloz, cualquier cosa en la masa que pareciera ser vital.

Los cables tocaron el suelo. Parecían endurecerse y tensarse, anclándose en dos puntos del suelo. Acto seguido una masa central más grande bajaba desde el respiradero del techo. Tenía la forma de una persona. Así que apuntó hacia donde pensaba que estaría el corazón.

"Por favor, baja el arma. No hay necesidad de eso." La voz de un hombre mayor bajó del techo, cuando la masa de cables comenzó a unirse alrededor de donde se habían fijado en el suelo. En segundos, tomaron la forma de unas piernas mientras el resto del hombre descendía para posicionarse frente a ella. La piel pálida, la barba blanca. Su pulso se aceleró. La agente levantó el arma de nuevo.

“Albert Frostman. Número de identificación 45543. También conocido como Phineas.”

“Agente Merlo. Por favor, baje el arma.”

Esta vez había más líneas en la cara del viejo. Más venas y capilares se mostraban en su piel por donde el brillo de la luz pasaba. Su hardware, sin embargo, seguía igual. Incluso mejorado. El débil sonido del chasquido del metal provenía de donde estaba quieto, ya que lo que fuera que estaba dentro de él se reseteó y reconfiguró después de su descenso del respiradero. Perlas de sudor comenzaron a correr por su columna vertebral.

“Mató a dos agentes. Su grupo ha matado a muchos más.”

Phineas suspiró. Sonaba como si el aire se moviera a través de un conducto de calefacción. “Su gente pasó años desollando a uno de los nuestros con vida. Estas acusaciones no tienen sentido. No vine aquí a matarla, y está lo suficientemente familiarizada para saber que, si lo hubiera querido hacer, no habría tenido ninguna oportunidad.”

Merlo sabía que era cierto. Por supuesto que era cierto. Pero nada de eso cambiaba lo peligroso que era ese hombre. Sostuvo el arma con firmeza. “¿Cómo puedo estar segura?”

El viejo levantó lentamente sus manos, con las palmas hacia la agente Merlo. La tela que ocupaba el lugar de la piel parecía ondularse con el sutil movimiento de sus dedos. En ese momento notó que los ojos de Phineas estaban rojos e hinchados. Los suyos probablemente también lo estaban. No había dormido en dos días.

“No puede, por supuesto. Pero creo que querrá escuchar lo que tengo que decir. Ahora, por favor, baje el arma, me está poniendo nervioso. Ninguno de nosotros quiere salir herido.”

La agente Merlo se mantuvo firme mientras lo pensaba. Teóricamente, podría enterrar una bala en su cerebro. Incluso la tecnología de Anderson no funcionaba con un buen trozo de sistema nervioso sacado por una punta hueca. Pero habían pasado cuatro años. Toda una vida en el mundo de la tecnología robótica convencional. ¿Quién sabía qué demonios era eso para Anderson?

Su dedo se separó del gatillo. La adrenalina disminuyó un poco mientras Phineas permanecía donde estaba. ¿Qué razón podría tener para reunirse con la Fundación? Había habido rumores de que las cosas habían cambiado en la estructura del equipo de Anderson. El número de preguntas que había finalmente inclinó la balanza de su pensamiento. Bajó lentamente su arma.

“Hable.”

Phineas exhaló, los conductos dentro de él crujieron de nuevo. “Voy a buscar algo en el bolsillo de mi abrigo. Por favor, no me dispare. ¿El congresista Raymond Caldwell significa algo para usted?”

La agente Merlo consideró la pregunta. “Ha sido un gran dolor de cabeza desde que obtuvo el control del Subcomité de Investigación y Tecnología de la Cámara. La financiación de los EE.UU. ha sido mucho más difícil de conseguir últimamente.”

Observó con atención cómo Phineas sacaba un teléfono del bolsillo de su chaqueta. Lo sostuvo ante la atenta vista de Merlo. “Eso no es un accidente, como puede imaginar. Incluso la Fundación tiene presupuestos, parece.”

Un video de algún tipo era visible en el teléfono. Una multitud, reunida en lo que parecía el vestíbulo de un hotel. Montones de trajes, montones de lacayos corriendo por ahí. El que sostenía la cámara se movía entre los miembros de la multitud, dirigiéndose a un estrado de algún tipo.

“Esto es una transmisión de video en vivo”, dijo Phineas. “Tomado desde el punto de vista de uno de los míos. Uno de los pocos que quedan.”

La cámara siguió entrelazándose con la multitud. Finalmente, la vista era de un escenario, banderas y estandartes políticos adornaban un podio. Parecía un evento para recaudar fondos. En el podio estaba el Congresista Caldwell.

“¿Qué es esto? ¿Por qué me muestra esto?” El miedo de Merlo estaba empezando a desaparecer.

“Estoy a punto de hacer algo extremadamente desagradable. Estoy a punto de ayudar a la Fundación”. Phineas elevó su muñeca hasta sus labios. Hizo una mueca, luego habló hacia su manga.

“Hazlo.”

Una mano que sostenía un arma de repente se puso a la vista de la cámara. Fuera de plano, una mujer tuvo tiempo de gritar brevemente antes de que se realizaran más disparos. La sangre salpicó un cartel de la campaña detrás del congresista mientras el lado izquierdo de su cabeza parecía estar pulverizado. Cayó al suelo, probablemente muerto antes de aterrizar. La habitación se dispersó entre gritos y conmoción. La cámara permaneció fija en su lugar.

El estómago de Merlo se revolvió mientras veía la escena en el teléfono de Phineas. Tartamudeó.

“¿Qué… qué cojones? ¿Qué está haciendo? Sólo… ¿Por qué? ¿Tiene alguna idea…”

Phineas permaneció quieto. “Siga mirando, agente Merlo.

La cámara subió al escenario, enfocando la cabeza destrozada del congresista. Había sangre por todas partes. Las primeras sirenas empezaron a escucharse muy al fondo. La voz de una mujer desde detrás de la cámara habló.

“Venga, vamos. No tiene sentido fingir.”

El cuerpo del congresista se movió. Unos cuantos espasmos rápidos, y comenzó a empujarse hacia arriba. Mientras la cámara captaba el enorme agujero en el cráneo del hombre, Merlo no vio la pulpa sangrienta del tejido cerebral expuesto bajo los trozos de cuero cabelludo y los colgajos de piel suelta, sino una brillante concha blanca. Demasiado lisa y pulida para ser un hueso.

“Hostia puta. Es un Saker.”

Phineas asintió. Habló una vez más hacia su manga. “Adelante, sal de ahí. Nos reuniremos como lo discutimos. Buen trabajo.”

La señal de la cámara se cortó abruptamente. Phineas volvió a poner el teléfono en el bolsillo de su abrigo.

Merlo se tambaleaba. Las consecuencias de lo que acababa de ver sólo empezaban a tomar forma. “Ese… ese era un miembro del Congreso de los Estados Unidos. Cuando esto llegue a las noticias-”

“No lo hará. Según todos los indicios, esto ha sido un embarazoso fallo de seguridad, y una exposición de un producto clandestino. Anderson y sus amigos se encargarán de que se diga que el congresista ha muerto de un ataque al corazón, o en un accidente de coche. Es probable que ya hayan reunido a los testigos. Mire los periódicos. Verá.”

“Pero… ¿Por qué?”

“Tómelo como una muestra de buena fe. El congresista Caldwell estaba bastante bien informado para ser un miembro de primer año, ¿no? Causó muchos problemas a su Comando Norteamericano, estoy seguro. El Subcomité de la Cámara de Representantes dejará de ser un problema para usted durante eh…, unos cuatro años más o menos. Seis si las últimas encuestas se mantienen.”

A pesar de que las instalaciones estaban vacías, Merlo instintivamente bajó la voz. “¿No cree que hemos pensado lo mismo? ¿La clase de mierda que empezaría, incluso si pudiéramos encubrir algo así?”

“Si se hubiera sabido que una unidad Saker estaba en el Congreso, habría sido coaccionado.”

Merlo tuvo que reconocer ese punto. “Aun así, no veo cómo esto lleva a Anderson. Estará hasta arriba de seguridad después de esto.”

Phineas frunció el ceño. “Sí, esto está lejos de ser ideal. Ya no hay ningún elemento sorpresa, así que se encontrará con una radial si intenta acercarse a él. Anderson también sabe que soy la única persona que tenía los medios y el conocimiento para eliminar el Saker-13. Esto ha sido una declaración de guerra abierta.”

Merlo se consideraba rápida para leer situaciones entre líneas, pero esto no tenía ningún sentido. “¿Qué gana usted con esto?”

“Ahora sabe que estoy actuando de buena fe. También tengo un seguro.” Phineas se aclaró la garganta. “Hay otros, ya sabe. Si me pasara algo, nunca sabrá hasta donde llegan los hilos de Anderson.”

“Jesús.” Merlo se puso una mano en la frente mientras contemplaba lo que eso significaba. “Entonces esa reunión con MC&D. Es verdad. Ya no es un negocio pequeño.”

“La operación de Anderson es algo más ahora. Algo que ya no puedo soportar. Y nos amenaza a ambos.”

“Ahora espere un segundo.” Merlo estaba empezando a sentir que las cosas encajaban en su lugar. “Si cree que la Fundación va a cooperar con usted en algo como esto… ya no tenemos un DM a tiempo completo asignado a Anderson. No puedo imaginarme cómo voy a llevar esto a la cadena.”

“Va a tener que encontrar una manera de convencerlos. Nuestra supervivencia depende de ello.”

El sonido de una escopeta detrás de Phineas marcó el final de su frase.

“Tendrá que empezar por convencerme a mí.”

Saliendo de las sombras justo detrás de Phineas, apareció un hombre delgado, sin afeitar y un traje oscuro. El agente Daniel Navarro apoyó su escopeta directamente en la cabeza de Phineas.


Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License