Nadie debería estar solo

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El Investigador Conwell estaba sentado solo en su escritorio. El sonido de su tecleo había llenado el silencio que de otra manera engullía al laboratorio. Con un gran bostezo tomó la oportunidad para revisar el reloj. Eran las 7:48 p.m., 24 de Diciembre, 2011.

Entonces se abrió la puerta del laboratorio, el sonido de música de Navidad inundaba la habitación mientras un hombre barbudo viejo, con un bastón de nogal, un sombrero de Santa y lo que bien podría ser el suéter navideño de peor gusto del mundo. Este hombre era el muy respetado investigador, el Dr. Zachary Johnson.

“Jo jo jo,” dijo Johnson con una sonrisa tonta. Colocó el reproductor mp3 que estaba sonando canciones de Navidad a todo volumen en una de las bancas del laboratorio.

“¿Lo dejan visitar al Dr. Collins vestido así?” preguntó Conwell. Frotó su sien derecha mientras reía.

“Debo mantener el ánimo del pobre Gregg de algún modo,” contestó Johnson jovialmente, “Además, si no llego al punto en el que los jefes se preocupen de que me haya infectado con algún virus navideño anómalo, no tengo el espíritu suficiente.”

“Ciertamente me habría engañado,” dijo Conwell con una pequeña sonrisa. Después regresó a su trabajo, dejando de escribir cuando su superior se aclaró la garganta.

“Jacob,” dijo mientras revisaba su reloj, “ahora son las 7:50 p.m. en Nochebuena. Has estado trabajando en esos documentos desde antes de que visitara a Harold, hace tres horas. Creo que es tiempo de que te me unas en la sala de descanso para un café.”

Conwell se encogió de hombros y apuntó a su trabajo. Johnson no lo aceptaría.

“Hijo,” dijo Johnson mientras golpeaba su bastón en el suelo, “si me rechazas te pegare con este bastón hasta que dejes mi laboratorio. Complace a una vieja alma y únete a mi para un descanso de café navideño.”

Conwell inmediatamente alzó las manos rindiéndose. Sin otra palabra cerró su laptop y empezó a dirigirse hacía la puerta. Johnson asintió de aprobación mientras observaba a su asistente entrar al pasillo. Después agarró su reproductor mp3 y apagó las luces. Los dos hombres continuaron su camino a la cafetería en un silencio relativo, salvo por las canciones de Navidad viniendo de Johnson.

“Así que, Jacob,” comenzó Johnson, “¿por qué estás aquí esta noche? Te tomaste el día la última Navidad. Seguramente un joven como tú tendría algún otro lugar en el que estar en Navidad.”

“Mi familia y yo perdimos contacto cuando empecé en la Fundación,” contesto Conwell. “Creen que estoy trabajando en una nave de investigación para los Laboratorios Stuart, Cameron y Pauling, así que no me esperan en verdad para las fiestas.”

“Ya veo,” asintió Johnson, “entonces ¿qué cambió el año pasado?”

Conwell suspiró y agitó la cabeza. Lo que causó que Johnson se detuviera y sonriera.

“¿Novia?” preguntó.

“Es más algo de de-vez-en-cuando, pero sí,” dijo Conwell con una risa a medio querer. “Ella estaba ocupada esta noche, así que pensé que sería más productivo aquí.”

“Así es la vida,” se encogió Johnson. Los dos hombres continuaron su paseo.

Antes de mucho, se encontraron dentro de la sala de descanso. Lo que normalmente era plano y estéril había sido recientemente decorado con la temporada. Johnson le ofreció silenciosamente un asiento a Conwell y comenzó a prepararse una taza de café fresca.

“Si no le importa que pregunte, Dr. Johnson,” preguntó Conwell, “¿qué hay de usted? ¿Hay una Señora Johnson extrañándolo esta noche?”

“Me temo que no,” dijo Johnson mientras terminaba de preparar la máquina de café. Después empezó a hurgar en el refrigerador. “Shelly falleció hace casi veinte años. Usualmente paso las fiestas con mi hija, Jessica y los nietos. Pero este año, sin embargo, van a visitar a la familia del yerno. Supongo que tú y yo somos dos guisantes en una vaina después de todo.”

Johnson emergió del refrigerador con varios contenedores tupper. Antes de que Conwell tuviera la oportunidad de hacerle preguntas, su superior ya estaba preparando dos platos. Los contenedores estaban llenos de la mayoría de implementos de una cena de Navidad rudimentaria.

“Jessica preparó este pan para mi,” dijo Johnson mientras colocaba los platos en el microondas. “Como puedes ver, es más que suficiente como para que lo consuma yo solo. Incluso si pudiera comérmelo todo, preferiría no hacerlo.”

Conwell abrió su boca para protestar, pero permaneció callado cuando Johnson levantó la mano para que se detuviera. Después de unos minutos, Johnson retiró los platos del microondas y los colocó en la mesa con una sonrisa cálida, Conwell le regreso una pequeña sonrisa suya y acepto agradecidamente el plato.

Los dos hombres comieron en silencio. Conwell asintió mientras saboreaba el sabor de la improvisada cena navideña. La hija de Johnson era aparentemente una cocinera muy, muy habilidosa. Después de que ambos terminaran Johnson se dedicó a deshacerse de los platos descartables.

“Así que, Jacob,” comenzó Johnson, “estarías de acuerdo conmigo si te dijera que nadie debería estar solo en Navidad ¿no?”

“Supongo que sería un hipócrita si para este punto dijera que no,” dijo Conwell con una risilla, “¿Por qué?”

“¿Estarías dispuesto a hacer una tarea más?” preguntó Johnson con una pequeña sonrisa.

“¿Que tienes en mente?”


“Y entonces… y entonces dije… dije, Karlyle, si eso fuera cierto no necesitamos enviar un DM ¡Podría solamente mandar a mi esposa a hacer el trabajo!” dijo Johnson mientras trataba de contenerse a sí mismo. Finalmente falló, resultando en que él y los otros ocupantes de la habitación estallaran en ataques de risa.

Conwell estaba ahora parado en la esquina de una celda de contención humanoide del Sitio-19. El Dr. Johnson estaba sentado en un escritorio cercano, viendo al ocupante de la habitación, un hombre de mediana edad conocido como el Dr. Harold Thompson. Conwell nunca lo había conocido antes, pero según entendía era un antiguo colega del Dr. Johnson que había tenido la terrible fortuna de volver toda la materia orgánica viva en mármol sólido. Johnson había jalado algunos hilos y se las arregló para conseguir “una visita de salud psicológica” programada para esa tarde. Las últimas dos horas las habían pasado con los tres bromeando mientras el Dr. Johnson y el Dr. Thompson equiparaban astucias en un juego de ajedrez. Desafortunadamente, el Dr. Johnson había hecho recientemente el movimiento ganador, señalando que su tiempo juntos estaba por terminar.

“Jaque Mate, viejo amigo,” dijo Johnson con una sonrisa triste.

“Me la hiciste de nuevo, Zack,” contesto Harold.

Los dos hombres comenzaron a colocar las piezas de vuelta en la caja.

“Antes de que te vayas, tengo un pequeño regalo para ti en el cajón de hasta arriba de mi tocador. Lo traería yo mismo, pero como estoy seguro que sabes, tengo que permanecer en la cama mientras tengo vistas…” Harold añadió mientras retiraba la última de las piezas. “Espero que no te moleste que no haya tenido la oportunidad de envolverlo como se debe…”

Johnson asintió de aprobación mientras retiraba lentamente lo que parecía ser una pequeña estatua de mármol de un pájaro.

“Es uno de los productos de la última ronda de pruebas de la Dra. Freemont. Dijo que podía conservarlo. Pero pensé que podría gustarte,” Harold dijo con una sonrisa pequeña. Después le dio a Conwell una mirada apenada “Me temo que no tuve la oportunidad de preparar algo para ti, no sabía que tendríamos esta oportunidad para conocer…”

“Oh, no te preocupes por eso Harold,” dijo Johnson con una risa de corazón, “Jacob está aquí por la ocasión. Aunque, esto es muy hermoso. Muchas gracias.”

“Imagino que tengo un fin después de todo…” balbuceó Harold bajo su aliento, sus ojos mirando sus manos enguantadas y después a su amigo.

“Tengo algo para ti también,” dijo Johnson mientras lentamente se puso de pie. Sin hacer sonido alguno puso el reproductor mp3 en la mesa y presiono play. “Tu hijo me mandó esto esta mañana.”

“Hey, Dr. Johnson” dijo la voz en la grabación. Sonaba como un hombre de alrededor de la edad de Conwell. “Aquí hay algunas de las personas del vecindario. ¡Tenga una muy feliz Navidad!”

Muchas más voces se unieron a la primera mientras comenzaban a cantar “Chestnuts Roasting on an Open Fire.” Conwell miró como se sentó derecho, sus ojos sin pestañear mientras mantenía su mirada firmemente en el reproductor mp3. Johnson señaló silenciosamente para que los dos se fueran. Antes de salir de la celda, ambos, Conwell y Johnson voltearon a ver a su amigo. Un pequeño rastro de lágrimas corrían por su cara, disfrutando del sonido de la música.

“Nadie debería estar solo en Navidad Jacob,” dijo Johnson calladamente mientras los dos entraban en la sala de observación adjunta. “¿No estás de acuerdo?”

Conwell asintió en acuerdo.

“Feliz Navidad, Jacob,” el investigador mayor dijo mientras se alejaba caminando, “Qué tengas una buena noche.”

“Feliz Navidad, Dr. Johnson,” contestó Conwell con una sonrisa de admiración, “También usted.”

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