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22 de Marzo de 2017
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Hay un frío ardiente que acecha más allá de la realidad. Un vacío envolvente que devora lo real e irreal por igual, dando a luz lo surreal. Es el reino de los conceptos libres, que carecen de mente para concebirlos o materia para contenerlos. Es en el sentido más absoluto, la eternidad.

Es a través de esta vasta completes que transcurren los Caminos, resplandecientes hilos de realidad atravesando el vacío para conectar los dispares universos de bolsillo que componen el multiverso. En un océano de abstracción, forman los lazos concretos que unen los mundos.

Kenneth Spencer estaba familiarizado con los Caminos. Había sentido el frío del Vacío antes, y no lo había perturbado. Pero el Camino por el que ahora viajaba era totalmente distinto a los conocidos Caminos de Tres Portlands, los cuales estaban fortalecidos contra el Vacío por sus décadas de uso. Este Camino apenas era algo más que una esquirla, un desharrapado túnel que apenas podía contener la nada sobrecogedora. Spencer podía sentir el frío infinito acercándose a su alma, y tembló.

El momento duró menos de un instante antes de que saliera volando del Camino y hacia el liso piso de mármol de otro lugar.

Se levantó con sus rodillas y lentamente inspeccionó la habitación, donde inmediatamente se dio cuenta que era una galería de arte. Las paredes estaban cubiertas de pinturas, cada una demostrando una mezcla de colores imposibles. Infranegro y blanco profundo, verdadera penumbra, dicromos y otros que desafiaban toda descripción. Era una impactante muestra de anarte. Había muchos curadores en Tres Portlands que probablemente, y muy literalmente, matarían para tener un fracción de esta colección.

Sin embargo, lo que Spencer no veía, y era muy sospechosa su ausencia, era a alguno de los dos agentes que habían entrado al Camino con él.

Trató con el auricular, pero solo obtuvo estática. Lo que sea que los hubiera separado también había eliminado sus comunicaciones.

Maldiciendo por lo bajo, escogió una dirección aleatoria y comenzó a caminar. Esa solamente era la peor estrategia posible cuando estás perdido en una dimensión de bolsillo desconocida, pero no tenía muchas otras opciones. Sí quería salir de ahí necesitaba encontrar a Thorne y Green, o por lo menos necesitaba encontrar a Thorne. Y necesitaba hacerlo antes de que Dustin lo hiciera.


El Agente Green giró mientras salía del Camino, levantándose en una posición arrodillada sobre su pierna ilesa. El arma aturdidora que había sido su única arma permitida en Backdoor SoHo estaba sostenida firmemente entre sus manos, moviéndose de un lado a otro en busca de hostiles.

Cuando nada trató de matarlo inmediatamente, Green bajó el arma aturdidora ligeramente y permitió que su atención se centrara en las estatuas que llenaban la habitación. No podía ver nada abiertamente anómalo sobre ellas, pero había algo desconcertante que no podía identificar bien.

Poniéndose de pie, cuidadosamente se acercó a la estatua más cercana, una pieza de mármol esculpida en representación de algo con demasiados tentáculos y demasiados ojos. Mientras lo hacía, algo se movió en su visión periférica. Giró inmediatamente para verlo, pero sólo vio estatuas, las cuales aún seguían en sus mismos lugares.

Frunciendo el ceño, entrecerró los ojos viendo hacia la estatua directamente frente a él. Aunque estaba viendo hacia delante, los ojos no lo miraban. Como los ojos en la que estaba junto a el. Y la que estaba junto a esa.

Green volteó de regreso para mirar a la estatua más cercana de nuevo y apenas captó un vistazo de sus ojos de mármol volteándose para ver al otro lado.

Se rio. —Astuto.

Agitando su cabeza en desconcierto, Green se recargó contra la pared entre dos estatuas y metió el arma en su funda. Después, pausando para mirar y observar la habitación ocasionalmente, se quitó su reloj de mano y empezó a desarmarlo.

La jurisdicción de la UdII era aceptada en Backdoor SoHo principalmente por comodidad. Alguien tenía que hacer el mantenimiento de la ley básico y nadie confiaba particularmente en los anartistas de la ciudad para hacerlo. La Fundación, por otra parte, estaba completamente vetada de la dimensión de bolsillo, legalmente por el Mandato de Hoover y físicamente por el Portero. Había tomado bastante negociación por parte de Thorne antes de que Charlie dejara a Green entrar a la ciudad, con la condición de que solo trajera un arma aturdidora.

Green había aceptado estos términos inmediatamente y los había roto casi igual de rápido.

Puso las piezas de su reloj en el suelo, revelando que contenía una gran cantidad de componentes muy poco relojiles. Componentes como un acelerador magnético telescópico.

Le tomo el trabajo de sólo un minuto rearmar las piezas en un arma de riel pequeña pero funcional. Sacó su ultima caja de cigarros y retiró el último, desenvolviendo el papel para revelar que no era para nada un cigarro, sino una saeta astutamente disimulada la cual cargó cuidadosamente en el tubo acelerador. Sólo tendría un disparo, pero no era un problema. Era un arma diseñada para matar magos y manipuladores de la realidad; si fallaba el primer tiro, probablemente no tendría un segundo de todos modos.

Green levantó la pequeña arma en su mano y avanzó hacia las profundidades del museo. Iba a encontrar a Dustin, y cuando lo hiciera, no iba a fallar.


Robin Thorne salió del Camino y se encontró a sí en un atrio oscuro. La única fuente de luz era una masa amorfa de lo que parecía ser lava derretida flotando en el centro de la habitación.

Thorne puso una mano en su abrigo y deslizó uno de los encantos defensivos sobre su muñeca. Con la otra mano desenfundó su arma. Dejando el arma apuntando al suelo, se acercó cuidadosamente a la lava flotante.

Mientras se acercaba, la masa de roca derretida se separó, mandando otras masas brillantes hacía arriba. Thorne observó como rebotaban en el techo y empezaban a descender de nuevo, solo para ser reabsorbidos por la masa central.

—Es un lámpara de lava. —dijo alguien.

Sobresaltado, Thorne levantó su arma para apuntar a la fuente de la voz y vio a Sierra Dustin parada en el lado opuesto de la lava. Hilos esparcidos como una telaraña de roca liquida oscurecían la vista, pero reconocía fácilmente a la anartista.

—La saqué de una exposición en Reykjavik, —dijo Sierra. Empezó a caminar alrededor de la lava, pero Thorne igualó sus movimientos, manteniendo la roca derretida entre ellos—. La Fundación iba a destruirla, así que me tomé la libertad de liberarla de su custodia.

Thorne recordó lo que Green había dicho antes. La última vez que esto pasó.

—¿Es por eso que pusiste la bomba? ¿Para poder robar una pieza de arte?

—Bueno, pues si. —dijo ella—. ¿Qué? ¿Pensaste que lo hice por gusto? —Miró a Thorne por un momento, observando su cara en busca de una reacción. —Lo pensabas, ¿no? Típico de los putos trajeados.

Thorne mantuvo su arma apuntada a la anartista mientras continuaba caminando, pero la lava bloqueaba cualquier tiro directo. —Así que, ¿es todo? Vas por ahí poniendo vidas en riesgo, ¿sólo para añadir cosas a tu museo personal?

Sierra presionó sus labios y chasqueó la lengua con decepción. —Lo haces sonar tan desagradable cuando lo pones así. ¿Sabes de que se trata este lugar?

—¿De tener mala iluminación?

Ella sonrió y extendió sus brazos, señalando las obras de arte esparcidas por el atrio. —Señora Thorne, esta es la colección ilegal de arte más grande fuera de la Biblioteca. Y no solo anarte, obras políticas criminalizadas por regímenes opresivos, piezas altamente ofensivas prohibidas por leyes de obscenidad e iconografía religiosa herética, todo lo que ustedes, matones en botas y los de tu clase quieren suprimir. Nómbralo y esta aquí. Rescato estas obras de la destrucción porque son las que más necesitan preservarse.

Thorne bajó el arma y se detuvo. —¿Entonces por qué Tres Ports?

La anartista se detuvo e inclinó la cabeza confundida. —¿Qué tiene?

—¿Por qué poner la bomba memética ahí? ¿Qué estabas planeando robar?"

Sierra le dio una sonrisa sardónica. —Dime, ¿sabes cual es el sitio de la Fundación más cercano a Tres Portlands?

Thorne la miró cuidadosamente. —¿Tú sabes?

—Ay, vale, no sigas jugando. —dijo ella, frunciendo el ceño petulantemente. —Ambos sabemos que es el 64. Que justo pasa y sucede que es el repositorio de anarte más grande de la Fundación en el hemisferio oeste.

Thorne la miro con incredulidad. —Por dios. Estas realmente loca si crees que podrías haber logrado atracar un sitio de la Fundación.

Ella se hincó los hombros. —Tal vez. Pero apuesto a que con todos sus Destacamentos ocupados con la situación en Tres Portlands, habría tenido una oportunidad decente. Tristemente, Señora Thorne, gracias a ti y a tu compañero nunca lo sabremos. —La artista levantó sus manos, claramente preparándose para lanzar alguna evocación o un exploit.

—Espero que no estés esperando una disculpa. —Thorne contuvo su respiración mientras la lava comenzó a separarse de nuevo, dándole una visual clara de la anartista—. Y por cierto, es Agente Thorne.

Alzó el arma y disparó.


Spencer había estado caminando por ya varios minutos, siguiendo la regla de la mano derecha todo el tiempo, y estaba empezando a sospechar que el museo no era euclidiano. Usualmente dar cuatro vueltas a la derecha te llevaba a donde ya habías estado, y se las había arreglado para dar siete vueltas a la derecha, hasta ahora, sin regresar a alguna habitación.

Sus sospechas fueron confirmadas cuando giró a la derecha por la octava vez, entrando en otra habitación llena de exposiciones desconocidas, y notó al Agente Green caminando por el techo, el cual era el suelo de otra galería.

Le hizo señas al agente de la Fundación. —Oye skipper, ¿qué estas haciendo en el tejado?

Green miró hacia arriba y frunció el ceño. —Maldita sea, odio las topografías inusuales.

—Somos dos entonces, —dijo Spencer—. ¿No has visto a Thorne por ningún lado verdad?

Green agitó la cabeza. —Nop, sólo a ti hasta ahora. Este lugar es gigante.

—Si, bueno, con suerte eso significa que Dustin está teniendo tantos problemas para encontrarle como nosotros. —Spencer dejó de mirar a Green y empezó a buscar por la habitación una forma de subir con el otro agente.

—Aunque, Thorne hace magia, seguro puede con ella.

—Tal vez. Pero Dustin tiene la ventaja de local, y Thorne se especializa en taumaturgia de combate. Preferiría no arriesgarme. —Spencer vio una estatua hiperespacial que parecía especialmente adecuada para trepar y empezó a caminar hacía ella.

—Tal vez deberíamos separarnos para aumentar las probabilidades de encontrarlo.

Spencer agitó la cabeza y empezó a trepar por el lado de la estatua. —De ninguna manera. Con la forma en la que este lugar esta distribuido, eso solamente hará que sea más difícil volver a encontrarnos. Y personalmente preferiría no encontrarme con una bruja loca del anarte por mi cuenta.

Se levantó hasta la cima plana de la estatua y estimó la distancia restante. Sí la gravedad cambiaba direcciones en la mitad exacta de la habitación, entonces probablemente podría pasar el punto de cambio tomando vuelo antes de saltar.

Green vio su progreso escépticamente. —¿Realmente vas a saltarlo?

Spencer miró hacia arriba a él y encogió los hombros. —¿Tienes alguna idea mejor?

Green suspiró y agitó la cabeza. —Solo trata de no romperte el cuello.

—Lo haré— Y con eso, saltó del borde de la estatua y se lanzo a si mismo al suelo sobre él.

Afortunadamente, había calculado bien las cosas. Mientras se acercaba al auge de su salto, sintió como la gravedad se invertía súbitamente jalándolo hacia donde había estado el techo. Agachando la cabeza inclinó sus hombros y cayó con una marometa.

Poniéndose de pie, dio un respingo y empezó a sobar su hombro. —Creo que me torcí algo haciendo eso.

—Acabas de caer tres metros, —dijo Green sin simpatía—. Trata de caer de cabeza la próxima vez, puede que recuperes algo de sentido.

Spencer abrió la boca para responder pero fue interrumpido por el sonido de disparos en otro lado del museo.

Green giró de golpe hacia la fuente del sonido. —Parece que tu colega encontró problemas.

—O los problemas le encontraron, —dijo Spencer. Empezó a correr mientras más disparos se oían en las paredes. —¡Vamos, por acá!


La bala se detuvo en el aire en frente de Sierra y se quedo ahí.

—Acabas de…

Thorne jaló el gatillo de nuevo y siguió disparando hasta que el cartucho estaba vacío.

Sierra volteó a verlo, con desprecio a través de la nube de balas que ahora flotaba frente a ella. —¿En serio?

Thorne eyectó el cartucho y empezó a alejarse lentamente de la anartista. —Pensé que valía la pena intentarlo.

Sierra agitó su mano perezosamente, haciendo que la nube de balas se volviera una hélice girando alrededor suyo. Lentamente empezó a caminar hacia Thorne.

—Sabes, realmente me sorprendieron cuando llegaron a Backdoor buscándome. Imaginé que estaban usando alguna taumaturgia de alto nivel para encontrarme ahí, y no quería arriesgarme a un duelo abierto. Si hubiera sabido que sólo eras una bruja de peso ligero con un arma, no me hubiera molestado en venir aquí.

Ella movió un dedo enviando una de las balas zumbando hacia Thorne, pero el encanto defensivo de su muñeca brilló incandescentemente al interceptar el proyectil y absorber su velocidad. El trozo de plomo rebotó inofensivamente en su traje y cayó sobre el mármol con un tintineo.

—¿Todavía piensas que soy un peso ligero? —preguntó Thorne, moviéndose para colocar una de las exhibiciones entre él y Sierra mientras recargaban su arma.

—No me impresionan tus baratijas encantadas, si eso es lo que estás preguntando. —Volvió a mover el dedo, enviando otra bala hacia Thorne, lo que hizo añicos la vitrina tras la cual se había escondido antes de ser detenidos por su encanto defensivo. —Aunque debo admitir que tengo curiosidad por saber cómo lograste encontrarme en primer lugar. Obviamente no fue taumaturgia, a menos que encontraras un mago mejor para ayudarte.

—Ni siquiera necesitaría a un mago para encontrarte, —dijo Thorne, retirándose hacia detrás de una columna de piedra. Metió la mano en su bolsillo y se deslizó sobre la muñeca otro encanto de guardia. El primero probablemente podría resistir indefinidamente si Sierra continuaba lanzando balas una a una, pero si las lanzara todas a la vez, la energía cinética acumulada haría que el encanto se calentara lo suficiente como para quemar la muñeca de Thorne. La adición de otro encanto sólo proporcionó otro sumidero para la energía absorbida.

—¿En serio? —La espiral danzante de balas se detuvo mientras Sierra detuvo su asalto, dejándose llevar por la curiosidad.

—Si, así es. —Thorne se tomó un respiro momentáneo para tirar la bala no disparada que acaba de cargar, atrapándola en el aire con su mano izquierda. —¿Te acuerdas de esos mensajes resplandecientes que dejaste como tarjeta de presentación? Bueno, hicimos un pequeño análisis químico de las pinturas que usaste e identificamos el proveedor como Artes Iris. La Fundación no había podido hacer eso antes de que nos involucráramos. Iris sólo opera en áreas bajo el Mandato de Hoover, así que la Fundación no tenía ninguna muestra de composición suya.

Sierra frunció el ceño. —Iris tiene miles de clientes. No podrían haberme identificado basados solamente en eso.

—Tienes razón, —dijo Thorne. Cerró los ojos y se concentró en la bala que sostenía en la mano mientras seguía hablando—. También le hablamos a un experto en anarte. Quinton Wright, probablemente hayas oído de él, es un nombre importante en los círculos críticos de Tres Ports. Conoce los estilos de prácticamente cualquier anartista que valga la pena conocer, otra pista que la Fundación no habría podido seguir sin nuestra ayuda.

—¿Y qué te dijo Quinton? —preguntó Sierra, con un tono de impaciencia asomándose en su voz

Thorne necesitaba mantener a la anartista distraída un poco más para que pudiera terminar su hechizo. —Wright nos dio una lista de anartistas que usaban ese tipo de exploit en sus firmas. Y quien lo diría, ahí estabas. Sierra Dustin, anartista de poca monta con un vocal odio a las restricciones de exhibiciones de anarte público. La Fundación te detuvo para interrogarte en el 2007, y después desapareciste del mapa. Parecías una sospechosa bastante obvia. Después de eso, fue cuestión de perfilar asociados conocidos hasta que alguno nos dijera donde estabas.

Sierra había escuchado atentamente todo este tiempo, ahora entendiendo. —Los subestimé, Trajeados. Si hubiera sabido que eran tan ingeniosos hubiera tenido más cuidado en Portlands. —El enjambre de balas comenzó a rotar mientras se preparaba para reanudar su ataque.

Thorne abrió sus ojos mientras finalmente terminaba el hechizo. —Aunque, ¿sabes cuál fue la parte más difícil?

—¿Cuál?

—Detenerte lo suficiente para hacer esto, —dijo Thorne, saltando fuera de su cobertura y descargando su arma en dirección a Sierra.

La anartista ni siquiera parpadeó mientras las balas se detenían a centímetros frente a ella—. ¿De nuevo? Me decepcionas, Agente Thorne. —Levantó las manos para lanzarle toda la nube de regreso a Thorne.

Thorne sonrío. —De hecho estaba hablando de esto. —Abrió su puño cerrado liberando la bala que había tirado antes. Mientras caía al suelo, emitió un suave brillo azul.

Las partes afectan a la totalidad…

La bala mágica cayó al suelo y se destrozó.

La nube de balas disparadas recientemente, enfrente de Sierra, explotó.


Spencer salió del corredor a la galería del tercer piso que observaba al atrio, seguido a poca distancia por el Agente Green. En el piso del atrio por debajo, se podía ver a Sierra y Thorne batidos en su duelo. Ninguno pareció ver a los dos agentes entrar.

—Parece que Thorne se mantiene en pie, —dijo Green, agachándose detrás de la pasarela para no ser visto por Dustin.

—Por ahora, —dijo Spencer. Se agachó junto a Green. —Necesitamos bajar allí y ayudar.

—Si te parece bien, preferiría no meterme en medio de un duelo de magos.

Spencer arrugó la frente. —No se ve tan mal.

Por debajo sonaron disparos, seguidos por una explosión.

Green miró a Spencer. —¿Decías?

—Okay, tal vez tengas un punto. —Se asomó ligeramente por el barandal para ver el duelo. —Lo que sea que acaba de pasar, Dustin sigue de pie. Aunque no puedo ver a Thorne… no, espera, ya le veo.

—Bueno, mientras que nos quedemos aquí sin ser vistos, ¿por qué no sólo le disparamos a la artista mientras tenemos el elemento sorpresa? —Green señaló a su cañón de riel.

Spencer volteó para verlo. —¿De dónde sacaste eso?

—¿Acaso importa?

Spencer abrió su boca para hablar, lo pensó mejor y sólo agito la cabeza. —No creo que funcione de todos modos. Dustin tiene algún tipo de espiral de balas rodeándola, probablemente las que le disparó Thorne. Por todo lo que sabemos, nuestros disparos también se quedarían ahí.

Green se asomó ligeramente sobre el barandal para ver por si mismo. —Si, parece que tienes razón. —Pausó, estudiando la escena—. ¡Aja, ahí! ¿Ves como se la pasa moviendo los dedos en su mano derecha? La misma seña cada cinco segundos. Eso es un exploit claro a la vista.

Hubo un brillo de luz y sonido debajo, y por un segundo Green se sintió como si pudiera saborear el color azul.

Ambos miraron abajo para ver a Thorne retrocediendo al alejarse rápidamente de Sierra, que estaba intentando darle con chorros de magia. Thorne por su parte se las arreglaba para regresar o desviar la energía, pero donde los chorros pegaban, rápidamente se formaba hielo en un amplio radio.

—No hay manera de que Thorne pueda defenderse de algo como eso por mucho, —dijo Spencer, escapándose algo de preocupación en su voz, necesitamos hacer algo ahora.

—Necesitamos eliminar sus manos primero, —dijo Green— Hacer que deje de usar exploits para que podamos tener un buen tiro. —Sus ojos empezaron a buscar por la galería para ver si había algo que pudiera ayudar en ese objetivo. Sus ojos se fijaron en una pieza de anarte, un globo hecho de agua esculpida, en el otro lado de la habitación. —Y creo que acabo de encontrar la manera de hacer justo eso.


Thorne no esperó a que la explosión se disipara antes de lanzarse tras cobertura de nuevo. Tal vez tuviera unos pocos segundos antes de que Sierra se recuperara y viniera de nuevo, y necesitaba hacer que contaran.

—¿Es lo mejor que puedes hacer? —gritó Sierra, parpadeando rápidamente para tratar de aclarar su vista. Su cara y brazos estaban cubiertas con pequeñas cortadas donde los fragmentos de bala le habían dado, pero a pesar de eso, estaba ilesa.

Thorne sacó el botiquín de primeros auxilios y tiró sus contenidos al suelo. Agarro la epinefrina y se la metió en la pierna sin dudar.

Lo que estaba haciendo era extremadamente peligroso. La taumaturgia requería energía como ninguna otra cosa en el mundo, y la evocación de esa energía viene de las reservas calóricas del cuerpo. Era por eso que Thorne llevaba consigo barras de energía, para usar como una fuente de combustible para hechicería pesada. Pero no tenía tiempo de comer ahora mismo. En su lugar, el subidón de adrenalina de la epinefrina aumentaría su taumaturgia por un tiempo, pero la energía que proveía no era real, solo le permitía sobreexplotar su reservas normales. Cuando la adrenalina se pasara, había una buena probabilidad de que simplemente se desmayara.

Thorne metió su mano en su bolsillo, esta vez a la fuerza, y se puso sus encantos defensivos restantes, luego se levantó y volteó a ver a Sierra. Sí iba a caer, caería peleando.

Reuniendo todo el poder que podía y sin preocuparse de tratar de contener el contragolpe que resultaría inevitablemente, Thorne apuntó un dedo a Sierra y dijo una sola palabra.

—Arde.

Surgieron llamas de su mano y volaron hacia la anartista, con la intención de engullirla y consumirla. El contragolpe del encantamiento sin restricción resonó por el atrio, chispeando y retumbando en un serie de colores y sonidos mientras la mismas realidad temblaba bajo la fuerza de la taumaturgia de Thorne. Tres limones se materializaron en el aire detrás de Sierra y rápidamente desaparecieron. En algún lugar en la Tierra, un campañol ganó la habilidad de entender Galés.

Sierra levantó su mano y atrapó la bola de fuego con su mano.

—Strike tres, —dijo ella, extinguiendo las llamas cerrando su puño—. Estás fuera.

Thorne miró con incredulidad mientras Sierra lanzó su mano adelante, mandando un rayo de pura energía mágica directamente hacia el. Apenas se recuperó a tiempo para atrapar la energía en sus encantos, redirigiéndola inofensivamente al suelo. Se expandió hielo por la losa de mármol donde pegó el rayo.

—Voy a convertirte en una escultura de hielo, —dijo la artista, lanzando otro rayo congelante hacia Thorne—. La pondré en el recibidor, para recordarme de la plaga de la UdII que pensó que podía atacar a una maga de verdad.

Aceleró sus ataques, lanzando rayo tras rayo mágico a Thorne, mandándole hacia atrás y causando que sus encantos defensivos brillaran furiosamente. No tardaría mucho antes de que empezaran a sobrecargarse.

Uno de los encantos se desintegró, un diminuto defecto en sus encantamientos causó que colapsara bajo el estrés. El resto de los encantos restantes brillaron a rojo vivo mientras que súbitamente tomaron la carga extra, causando que Thorne gritara de dolor. Cayó de rodillas mientras trataba de retirarse la joyería ardiente.

Sierra dio un paso hacia adelante, con una mirada de odio puro en su cara y uno bola de magia congelante conjurada en cada mano.

—Fin de la línea, Agente. —Levantó sus manos, preparándose para lanzar el hechizo final.

Un globo gigante de agua cayó sobre ella desde arriba, congelando sólidamente sus manos mientras el liquido conectaba con los hechizos de hielo. Las balas que aún la estaban orbitando cayeron al suelo mientras el exploit que las estaba controlando se detuvo.

Sierra gritó, ya sea de dolor o furia, y miró arriba para ver a Kenenth Spencer mirándola desde lo alto.

—¡Tú! —gritó ella.

—Si, yo, —él contestó— ¡Green, ahora!

Sierra empezó a voltear para ver a quién le hablaba Spencer, pero fue detenida por una saeta estrellándose contra su hombro a velocidad supersónica. Su sangre se derramó por el suelo y Sierra se tambaleó hacia atrás, pero logró permanecer de pie.

La artista bajó las manos, el hielo a su alrededor rompiéndose mientras conjuraba llamas ocultas hacia la existencia. Había una rabia inhumana en sus ojos mientras miraba entre Green y Spencer, tratando de decidir a cual destruir primero.

—¡Se acabó! —gritó— ¡Te mataré! ¡Los mataré a ambos! ¡Los…

Lo que sea que sea que estaba por decir fue interrumpido mientras su sistema nervioso fue abrumado por el equivalente ocultista de un millón de voltios de electricidad. Cayó al suelo, instantáneamente inconsciente.

Thorne estaba gateando a una distancia, la sangre de la anartista esparcida por sus manos, las cuales estaban temblando de la exhausto taumatico. Viendo a la derrotada Dustin dijo una sola palabra.

—Peso ligero.

Y entonces también colapsó, el precio de su taumaturgia finalmente pasando factura.


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