Declaración de Objetivos
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La alarma suena con su electro-vals, suave, delicado. No me despierta; ya llevo despierto casi dos horas. Los sueños ya no son seguros.

Me levanto, sabiendo que no puedo engañar a mi auto-gestor, ese amable tirano que me acosará en unos pocos segundos hasta que no me levante. En unos pocos más empezará a darme la descarga ocasional, sólo para que me ponga a trabajar.

Durante un minuto, mi parte rebelde se pregunta… bueno, ¿y por qué no? Déjale, que te fría el cerebro. Será algo más duro para todo el mundo. ¿O es que no te has cansado de esta vida, de poner fachadas? ¿De verdad te parece bien el plan?

No. Pero ningún individuo importa.

El impulso rebelde se desvanece, como de costumbre. Mientras recorro mi dormitorio, un hábitat espartano excavado de roca lunar y cubierta en hormigón frío, le echo un vistazo a aquello tan especial que una vez contuvimos.

Contemplo el flote, la pantalla de nanogel ultraligero en la que muere una diosa, y en la que seguirá muriendo; ha ido muriendo ya durante unas horas. Es el cimiento central de la Frontera, y debe serlo. Nada más aguantará esta tensión. Nada más tan real pretendió ayudarnos a hacer lo que debía hacerse.

Empiezo a vestirme. Me percato de lo inútil que ha sido durante los últimos doce años que emplee ropa.

Mientras pudimos, nos hicimos con anomalías. Cuando ya no pudimos hacerlo, por lo menos contuvimos las que ya teníamos y extrajimos las minucias que pudimos para aprender de ellas. Cuando ya no pudimos hacer ni eso, escogimos hacer lo que se esperaba de nosotros. Lo único que, en nuestro fuero interno, sabíamos que era lo correcto.

Les protegimos a todos.

No sólo de las anomalías, también de la verdad. Y de las mentiras que contábamos. Y de las mentiras por omisión que seguimos contando a quienes trabajaban para nosotros, esperando que no curiosearan. Esperando que no alzasen la mirada a las estrellas.

Lo hicieron.

Y así fue que un puñado de esos curiosos descubrieron que el universo se moría.

En un principio, este plan consistía en esperar y mantener nuestro mundo tan a salvo como se pudiera de amenazas, atrapando y encerrando anomalías del más allá o del aquí mismo por el bien de la gente; y, cuando llegara el momento, pues llegaría, sin peleas, sin jaleo. Si se acababa la realidad, acabaría y nosotros con ella.

Hubo quienes tuvieron ideas para resolver el problema y contactaron con sus superiores o esperaron un ascenso. Y al final, estuvieron en posiciones que les permitían afectar el plan inicial, y lo hicieron.

La secuencia final de activación de este plan va a activarse. La fase dos ya está activa, a punto de acabar. Le llevará unos minutos, así que puedo permitirme reflexionar sobre mis sentimientos.

Mi escritorio es de madera. Madera de verdad, terránea. Un recuerdo de mi predecesora, un anacronismo lleno de recuerdos; sean emoción o respeto, no me veo tirándolos. Siempre me descubro con ellos ya en las manos. No puedo evitar observarlos y estudiarlos, elucubrar sobre reliquias diminutas y prohibidas y sobre cómo llegaron a sus manos. Y aprecio mucho uno de ellos, que saco del cajón de más arriba.

Miro el modelo de proteínas de un Útero Estelar. Es algo magnífico, inmenso, titánico. Y cabe en la palma de mi mano. La mente me hace sentir que no puede ser cierto; ¿cómo puede ser tan pequeño si abarca mundos?

Solía entrar en las salas de proyección de nanogel y pedirle al ordenador que me modelase algunos, rodeando a la Tierra. Sí, sé que a esa distancia su mutua gravedad los desintegraría y destrozaría a la Tierra. Pero me asombraban, me fascinaban su increíble tamaño, su majestad infinita e inspiradora. Me marcaron.

Miro a la pantalla. Anuncia que la fase dos alcanzará a la Tierra en minutos. Ya no queda nada.

Claro está, la grandiosidad de anomalías como esta no se me escapa. No se nos escapa a muchos. Habrán historias de más allá de nuestra luz que quedarán ignotas para siempre, relatos de supervivientes de otros soles sobre otros mundos, y a veces tan sólo trazos, pistas de un universo mayor… y perdido. Decidimos que olvidarlo es mejor que la alternativa.

"Decidimos." Nadie más. Nosotros lo hicimos.

Quiero llorar. Si cierro los ojos, veré a la Hermana del Sol marchitándose y muriendo, retorciéndose, el rostro helado de agonía mientras se parte en pedazos; por eso no lo hago.

Medio salto y medio camino por el salón de mi casa (un pequeño búnker lunar, bien equipado, pero en realidad poco más que funcional) hasta mi terminal. Tiene una magnífica pantalla hemisférica capaz de reproducir en tiempo real y perfecta tridimensionalidad cada evento del que debo saber en toda la inmensidad del Sistema Solar.

Pero durante estos últimos diez años, hemos estado sometiendo a cada anomalía conocida a eutanasia. No quedan muchas alertas a las que prestarles atención. Y teníamos un buen motivo: no queríamos que sufriesen lo que la Hermana ha sufrido.

O lo que tantas otras cosas, tanto monstruos como maravillas, que matamos. Matamos a tantas… sólo para seguir ocultos.

No sólo nosotros, la Fundación; si siquiera la humanidad; todo Sol.

Porque hubo una época en la que la Fundación casi lo perdió todo.

Una época interminable en la que hicimos concesiones. Tuvimos que caer muy bajo, hasta apoyar a fascistas, y luego tomar las riendas hasta crear la farsa más grande del mundo; Fundación, Federación, marcas de un mismo producto. Y, con las masas ciegas de nepente, nos cargamos el mundo a los hombros y vimos que se hacía más pesado; así que nos expandimos.

Hoy, la humanidad es la Fundación. La Fundación es la humanidad. Separar la una de la otra dejaría a una tullida en su lecho de muerte y a la otra inútil.

Divago. Compruebo el progreso de la Fase Dos mediante un flote conectado a una cámara en la superficie. La última oleada de luz estelar real ha pasado la Tierra, y me la he perdido. Las estrellas pierden brillo y la mayoría desaparecen del todo mientras las contemplo. Me entretengo pensando si cierta estrella todavía nos ve y si sabemos lo que piensa de todo esto.

Abro otro flote asociado al despliegue de dispositivos que la monitorizan. Sonrío. Desafiante hasta el final.

Lo cierro y sé que esa estrella ha muerto. Todas las estrellas han muerto.

Tiene buena pinta. Y no la tuvo, durante un tiempo; nuestros predecesores temían que lo perdiésemos todo frente a fanáticos o a anomalías… pero vencimos. Reyes del hormiguero que es la Tierra. Y aún habiendo ganado, no era suficiente.

Los recursos eran escasos, aún bajo nuestro gobierno. Absorbimos a cada grupo, a cada corporación, a cada nación; y seguía sin ser suficiente. Así que nos expandimos aún más.

Por supuesto, y como parte de un esfuerzo continuado para garantizar el secreto de nuestro proyecto, informamos a las masas de que el viaje interestelar era imposible y experimentar con él peligroso. Solía serlo, pero los desarrollamos hace ciento doce años. Lo empleamos para recolectar lo necesario para poner en marcha el plan, casi todo de origen extrasolar.

El populacho cree que la física subyacente del universo es sólida, fiable y absoluta. He ahí otra dulce mentira; que C es una barrera tanto como una muralla. Pero no lo es.

La verdad es mucho más complicada. Lanzamos miles de naves autorreplicantes ya en los primeros días del proyecto, cuando la sombra apenas había empezado a manifestarse. No agotamos los recursos de nuestro sistema estelar porque predijimos con certeza lo mucho que la Humanidad los necesitaría una vez lo completásemos. Aquellas naves viajaron más rápido que la luz a sus colonias cargadas de tres cosas: maquinaria automatizada, calendarios estrictos y obreros motivados, inspirados por una religión artificial. Miles de millones de ellos. Una civilización floreciente por derecho propio.

La mayoría de la humanidad se compone, en realidad, de los que llamamos Ciudadanos de Clase-E, que en realidad se llaman a sí mismos "Exiliados." El personal de Clase-E, según he oído, manejaba la captura de anomalías en su época.

Y ahora, yo y otros doce accionamos un interruptor y mueren. Distribuidos a través de un cosmos fracturado de mundos a los que han vaciado de materiales útiles… sólo para asegurarnos de que la Fundación tendría una oportunidad. Su exilio, y las historias, las leyendas que lo rodean, ha terminado. Un siglo de tradición oral, adoración a la máquina y misticismo astronómico, un delicado memeplejo diseñado en tiempo real durante un siglo, que arde en un segundo sin que nadie pueda recordarlo jamás.

Salvo los Supervisores.

Y merecían la pena, todas las mentiras merecían la pena. Por la primera vez en nuestra historia, un Supervisor puede contemplar nuestras obras y dijo "Sí, estamos a salvo. Sí, la Humanidad está a salvo. Sí, la Tierra está a salvo. La misión de la Fundación está completa."

La Tierra vivirá. La humanidad se desarrollará, y se marchitará, y al final morirá con nuestro Sol… a no ser que encontremos alguna forma de sobrevivir a eso también, claro.

Porque la Fundación perseverará. Perseveramos durante las décadas pasadas, y tuvimos éxito. A cambio de tan sólo todo el resto del universo, huimos de una amenaza que ahora devora todo el espacio conocido… quizá todo aquello que, a falta de una palabra mejor, es "real."

No sabemos cuánto durarán nuestras contramedidas. Pero hasta eso hemos tenido en cuenta, claro. Hay docenas de sumideros temporales más allá de la Nube de Oort, cada uno más grande que la Luna, que sisan tiempo a un universo al que ya no le queda. Drenan cuantos eones pueden rescatar… mis colegas dicen que acortamos su agonía. Creo que matarlo sin preguntar sigue siendo un asesinato.

Terminar las Anclas que hemos colocado nos llevó casi un siglo de trabajo ininterrumpido. Cierran el paso al sencillo horror de un depredador para el que nosotros, eximia presa, no estamos lo bastante evolucionados ni tan siquiera para huir de él. Todo el conjunto exige una matriz de estatitas Dyson que a duras penas lo mantienen activo. Y, aún así, lo sabemos — yo lo sé. Es lo correcto.

Al introducir la autorización de la secuencia de activación final y veo que los otros doce hacen lo mismo, me pregunto si quedaba algo correcto por hacer.

Claro, sé que lo hay, lo hemos hecho. Juramos proteger a la humanidad. El intelecto me dice lo miope que suena todo esto, moralmente hablando, porque sacrificamos el universo como cebo para crear nuestras defensas, nuestra Frontera Infinita. Pero os lo ruego, juzgadnos con gentileza.

Es demasiado grande para verlo. Y hemos visto a nuestros hijos. Conocido a nuestros amantes. Abrazado a nuestros hermanos. Rebelado contra los ancianos. Somos humanos, egoístas, egocéntricos, y en última instancia, asustados.

Queremos vivir.

Oigo los llantos y plegarias (¡plegarias! ¡Cobardes! ¿A quién deberíamos rezar? ¿Serían dignas de consideración, viniendo de nosotros?) de mis iguales conforme el sistema se activa. La Frontera se ha cerrado. Para siempre.

Miro a través del flote de la cámara externa, sabiendo lo que veré: un firmamento negro, sin estrellas. Toda la luz de otros soles que dominaban otros mundos, para siempre atrapada más allá de la Frontera y en su lugar un vacío muerto que nos devuelve la mirada. Por suerte, y gracias a los sistemas globales de alertas, sólo unos pocos seres humanos lo estarán viendo. Sólo el personal de clase B y unos pocos de clase C tienen que mirar, y son lo bastante leales como para tomar sus amnésticos y dejarlo estar.

Si decimos que pueden vivir sin ello, es que pueden vivir sin ello. Al fin y al cabo, los recuerdos suelen ser una carga.

La fase tres es la parte más poética y, lo sé, también la más innecesaria… pero los demás dijeron que traería una paz a las masas que ningún agente Ennui podría darles. Sólo el personal de Clase-B dedicado a astrofísica sabrá, jamás, la verdad sobre los estatitas, y a ellos se les dirá que la Frontera es un sistema protector que rodea al Sol; no un velo.

Conforme sus sistemas principales se activan, los inmensos receptores de microondas recolectan la energía de los estatitas. Miles de millones de satélites se despliegan, dando energía a la Frontera Infinita y desviando energía a espejos y reflectores y a falta de una palabra mejor, inmensas estrellas micronizadas, muy bien contenidas. Son reactores de fusión sellados magnéticamente, cada uno del tamaño de un país pequeño, y hay miles.

Y por último, mientras las ataduras de curvatura cierran la Frontera sangrante sobre sí misma y la cosen con billones de arcos fractales en torno a los límites más lejanos del Sistema, con toda la luz sobrante recogida e invertida de nuevo para dar energía a la Frontera Infinita.

Su nombre ya es legítimo: unos pocos de estos puentes de vacío doblan la luz hasta que parecen el tenue camino luminoso de la Vía Láctea, y el espacio Solar es una botella de Klein completamente cerrada. La Frontera irradia el Sistema Solar con una noche estrellada llena de estrellas falsas.

Mientras la luz, que ya no las estrellas, nos alcanza desde los estatitas, intento imaginar una burbuja de apenas unas horas-luz de tamaño. Intento imaginarme una lágrima mientras se desprende del rostro del universo, a la deriva.

Segura. Confinada. Protegida.

Las pocas amenazas que quedan son meras marionetas, hombres del saco montados en cadena para mantener a la gente asustada, cándida… los cebos y las operaciones de bandera falsa están a la orden del día. Mentiras que tienen su razón de ser, como la tiene el ejercicio de la fuerza bruta para asegurarse de que las marionetas no se corten los hilos.

Y funciona. Esta noche, el universo murió, y la humanidad no lo sabrá jamás.

Uno a uno, mis homólogos, de los que se poco más allá de número y rango, suenan incómodos en sus mutuas felicitaciones, en sus felicitaciones a la humanidad por este logro. Algunos, puede que hartos de sus gilipolleces, callan; no sé si se han suicidado o se han ido a la cama, a descansar, no lo sé. No es que me importe.

Uno de ellos se ríe de un mal chiste que hace otro. Idiotas. Acabamos de matar al universo. No hay faltas de respeto que se puedan comparar con el crimen cometido, así que no tiene sentido que les diga nada… de nuevo, todo esto se me escapa.

¿Cómo lo entiendes? ¿Con qué se compara? ¿Qué audiencia del Comité de Ética juzgaría esto, por mucho que ellos mismos apoyasen el programa?

Le pido a la impresora alimentaria algo de vino frío. Un vino cualquiera, y cantidades suficientes. El auto-gestor me contesta que sólo puede proporcionarme cantidades que no me produzcan embriaguez. Tales son los deberes de la Asamblea de Supervisión que en todo momento debo estar lúcido, despierto y cuerdo.

En su lugar, sugiere un poco de leche de soja fresca.

Pateo a la estúpida máquina.

Le grito.

Uso cada objeto a mi alcance, incluyendo mi cuerpo, para aporrearla, le aúllo. Mis músculos son débiles porque he vivido aquí años, y no me doy ni cuenta de que no estoy causando ningún daño pese a todos mis esfuerzos. El sistema interno de seguridad avisa a mi memeticista, que se asegura de que el miembro anónimo del personal de Clase-A que vive en este búnker modular sin marcas no ha heredado la locura de un millar de dioses oscuros. De que sólo es furia.

¿Que por qué? Bueno, eso no les importa.

Y sigo golpeando y golpeando. Cojo el teclado de la pantalla y lo estampo contra la máquina, mellándolo un poco con cada golpe. Sigo haciéndolo, salvaje, cabreado, triste.

Vacío.

Ya sé por qué la Fase tres era necesaria. Envidio a las masas. Envidio a aquellos que sin duda preferirán olvidar esta noche y vivir sus vidas en paz. Envidio a mis camaradas de Supervisión, que se ríen y cantan y bailan y rezan.

Rezar. Mis rezos son manos ensangrentadas y un rostro lívido. Oh, y necesito rezar.

Unas horas más tarde, la alarma vuelve a sonar; estrellita del lugar, empieza. Gruño. Me queda trabajo por hacer, y muy poco tiempo para hacerlo.

Decido despertarme y pedirle a la máquina una comida completa. La vida sigue, me digo.

Pero hay que arreglarlo. Hay que arreglarle a ella. Y si no hay forma de hacerlo, debo al menos asegurarme de que haya algo más que la humanidad pueda descubrir, algo más de lo que la humanidad pueda maravillarse.

No soporto pensar que no quedan otros soles bajo los que yazgan cosas nuevas, sólo estrellas de pega.

No soporto que, en nuestro celo por proteger a la humanidad, la pusiéramos en una caja.


Entre otras noticias relacionadas, se han anunciado un número de alertas de Control de Arcología por todo el planeta la tarde de ayer, en Hora Universal. No se conocen detalles, pero una fuente institucional informa de que los destacamentos de la Federación realizarán asaltos en reductos de Marte y Europa…

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