La Fundación SCP

Hoy desperté con una sensación inusual en el cuerpo, no pude indicar lo que era. Supuse que se iría durante el transcurso de la mañana. Terminé de hacer mi rutina diaria y acudí a la oficina, durante el camino noté que la gente me miraba extraño, diferente. Cuando llegué al trabajo mis compañeros parecían extrañados conmigo, saludé como de costumbre y me senté en mi cubículo. Pronto llegaron varios guardias de seguridad y me pidieron salir del edificio, que no era quién decía ser. Me sorprendí de esa actuación, les mostré quién era, mis papeles pero siguieron sin creerme - «Esto tendrá que explicarlo a la policía» dijeron.
No supe que hacer, estaba completamente en shock. Estaba siendo tratado como un delincuente, pude ver varios de mis compañeros mirándome mal, como si fuese un bicho raro mientras me escoltaban a planta baja. Cuando llegó la policía, me esposaron como si se tratase del peor criminal. Recuerdo que el detective que me entrevistó era un hombre canoso, con una cara dura, con los párpados caídos, parecía que iba con sueño todo el tiempo. «Una cara rara para un detective» pensé.
Me preguntó quién era, porque llevaba papeles que no eran míos. Le respondí que era yo, que era mi identificación. Dijo que no correspondía a la descripción, que mi cara era otra. No entendía nada y la cabeza me comenzó a doler. Pedí un momento a solas, él se retiro sin decir nada más. No comprendía que pasaba, porque todos creían que era otra persona, pensé que era un sueño, pero era más real que nunca.
De repente una persona entró a la sala de interrogatorios, era muy diferente a los policías y detectives que había visto. Vestía un sombrero, una gabardina gris y llevaba un maletín en su mano derecha. Se sentó, sacó unos papeles de su maletín y comenzó a hablar. Dijo que venía en nombre de una «Fábrica», que podría ayudarme a entender todo lo que estaba pasando. Primero me preguntó sobre mis actividades, le conté lo usual, todo lo que había hecho - «No me refiero a eso, me refería a sus actividades con el Club».
No entendí nada de lo que dijo; «Sé de buena fuente que usted frecuenta —o frecuentaba- instalaciones pertenecientes a los Señores Marshall, Carter & Dark, quisiera saber acerca de ello». Comprendí de que se trataba en ese momento. El sr. Loung me aseguró que el sombrero no tenía ningún defecto, que funcionaría perfectamente, me hizo una demostración y yo quedé fascinado. Ese mismo día hubo una fiesta, recuerdo que conocí a una mujer y bailamos, todos comenzaron a usar el sombrero. Ante mis ojos personas cambiaron de forma en un abrir y cerrar de ojos, desde hermosas doncellas con vestidos que difícilmente podrían haber sido elaborados por manos humanas y ogros horribles que jugaban a atraparlas al ritmo de la música. Bebí, comí y baile. La mujer que había conocido se retiró su sombrero y volvió a su verdadera forma. Le pregunté su nombre - «Me llamo Allison» dijo. Pensé que era británica. Subimos a una habitación, parecía que ella era socia frecuente del club, después de eso no recuerdo nada más.
Le conté todo al hombre, y arqueó una ceja cuando le mencioné ese nombre. Allison. No pidió más detalles. Simplemente se levantó y se retiro. «Tome esto, le servirá en un par de horas, lo sé» y me tiró un blíster sin nombre. Lo tomé y lo escondí para que el detective de antes no lo viese.
Durante la noche, noté un dolor leve en el estomago, que luego se volvió más intenso con cada minuto que pasaba. Sentí que algo se movía en mis tripas, pero no era algo, eran mis propias entrañas. Se movían con un ritmo endiablado, como queriendo salir fuera de mi vientre. Mi cara comenzó a doler igualmente, mis extremidades. Recordé las pastillas que me había dado el extraño, trate de buscarlas, pero mis brazos se doblaban sin quebrar el hueso. Grité de dolor, pero finalmente las obtuve. Rompí el aluminio y las lancé todas en mi boca. El sabor a óxido y metal llenó mi paladar, pero el dolor se detuvo, sin embargo mi cuerpo siguió moviéndose y cambiando.
Cuando el primer policía llegó a mi celda, su rostro se desfiguró del miedo. Sacó su arma y disparo. No sentí nada. Las balas entraban en mi carne, pero no sentí ningún dolor. Pronto otros se unieron al primero y más plomo se alojaba en mi parodia de un cuerpo. Simplemente ignoré todo. Podía ver los destellos, oír los gritos pero no sentí nada. Comencé a crecer, extremidades y otros apéndices comenzaron a salir desde mi piel. Simplemente había cambiado de prisión a una de la que realmente no escaparía.
La masa se movió hacia delante, gimiendo y tratando de no caer. Tomó los barrotes como si se tratase de palillos. Las pústulas se abrían y cambiaban de sitio. Agarró a un hombre y simplemente lo destripó, como uno haría con una hoja de papel. Devoró a otro y transformó a otro en un simple montón de entrañas. Para cuando salimos a la calle, la comisaría era una piscina de sangre: tripas colgaban del techo, y los huesos fueron utilizados como fetiches en las paredes. Desgarrar y destripar, las únicas palabras que pueden describirlo.
No recuerdo cuanto tiempo ha pasado. No he muerto, incluso cuando muero de hambre, sed y sueño. Vivo para ser prisionero dentro de este monstruo, ¿por qué yo? ¿por qué tengo que presenciar sus atrocidades?
Soy un testigo silencioso de todas las muertes, todas las violaciones y un sinfín de crímenes más. Ese maldito club es el culpable, ella es culpable, él también lo es. Solo ruego por el día en que pueda descansar en paz, de una vez y para siempre.