La Ultima Brecha
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Esa noche el cielo se tornaba oscuro, dejando ver el arte lumínico de las estrellas que parecían restos de viejas explosiones tan distantes que solo se mostraban como puntos de luz.

Un desolado desierto yacía allí, debajo de la oscura bóveda, donde la vida se había apagado y solo se encontraban solitarias rocas y arena, siendo llevadas por el viento como tan solo el recuerdo de un ecosistema muerto.
En el árido paisaje de cientos de kilómetros, estructuras grises de concreto se elevaban en el vasto lugar, como una maquina abandonada y desconocida, como ruinas inhabitadas por milenios.

Pero varios cientos de metros abajo del inerte suelo, miles de hombres y mujeres trabajaban sin cesar, en su lucha constante por contener a todos aquellos seres que amenazaban con acabar totalmente con la vida de la tierra. Guardándolos, encerrándolos y clasificándolos como tres simples siglas y números.
Vigilaban a toda la humanidad desde las sombras, evadiendo el publico, casi pareciendo una excelente obra maestra sin firma ni autor.

Una prisión subterránea dejaba aisladas a todas aquellas entidades sin alma. Estas personas, Vivian en su oficio eterno de proteger al mundo, con una tecnología mucho más adelantada que el resto, con una inteligencia por fuera del promedio y una fría mentalidad que no dejaba paso al sentimentalismo, que podría ser su mayor error.

Pero… ¿Acaso era todo esto suficiente?
¿Acaso esto seria efectivo por siempre?


Tres hombres.
Tres simples humanos con sus mentes hechas cenizas.
Tres maquinas biológicas controladas por otro ser.
Caminaban a un paso mecánico, igual que autómatas enviados por el que poseía el control.
Sin levantar sospechas a pesar de ser vistos por decenas de personas que pasaban delante de ellos. Recorrían pasillos, túneles y salas. Sus cerebros seguían dentro de sus cráneos, pero ya no lo usaban a su voluntad, alguien mas les daba uso. Sus movimientos, palabras y pensamientos ya no estaban en sus dominios. Eran tan solo esclavos guiados por la extremidad de un reptil con ansias de sangre y destrucción.


Ya estaban enfrente de la gran puerta. Barras de acero externas, cerrojos eléctricos, censores de movimiento, alarmas y complejos sistemas de seguridad les bloqueaban el paso, sin dejarle espacio para avanzar. Pero algo fallo en esa impenetrable seguridad…
Las gruesas barras de acero volvieron a sus lugares, dejando al descubierto la negra compuerta.
Los cerrojos, escondidos bajo las planchas del oscuro metal se abrieron.
Los censores se apagaron y la alarma nunca logro dar su grito de alerta.

Mientras la enorme barrera metálica se debilitaba hasta dejar lo que había en su interior completamente expuesto, los tres humanos esperaban, espectando con sus ojos ciegos que ya no podían controlar.
Al notar que ya no había limites, ingresaron dentro de una amplia sala, que en el centro se encontraba una segunda habitación, pero esta misma era mas pequeña y a su vez emanaba una fría nube blanca por las finas líneas que quedaban despresurizadas.
El proceso de abertura una vez mas sucedió, esta vez con la compuerta de la segunda sala.

Y finalmente estaban allí…

Habían llegado a su destino, una gran columna de gas blanco se elevo desde la puerta de la pequeña habitación, la temperatura del exterior había aumentado apenas unos grados, pero quedaba poco tiempo y pocas esperanzas de revertir lo inevitable.
En su interior, una caja no muy grande conectada a un gran numero de tubos era la ultima instancia que los separaba a ellos del objeto que quería ser libre.
Dentro de la ultima barrera, el antiguo dodecaedro radiactivo aguardaba su libertad, faltaban pocos segundos para que cumpliera con el objetivo con el que fue creado.

Las tres almas quemadas se agruparon alrededor de la caja. Debajo de sus trajes había varias cargas que desatarían una gran explosión, la cantidad de fuego y destrucción necesaria para liberar al ultima invención de los Creadores.
El conteo de las agujas de un reloj se escuchaba, en segundos se convertirían en cenizas.
Habían cerrado los ojos, arrodillados frente a la caja. Esperando que el contador llegara a su fin.


“Tic… Tac…”

Las cargas explotaron junto con sus cuerpos, destruyendo todo el perímetro, bañando en fuego a todos los sectores cercanos, volviendo escombros todo el edificio subterráneo, dejando caer toneladas de rocas y tierra sobre las inocentes almas humanas y a su vez sobre los malignos seres que alguna vez amenazaron la vida en la tierra.
La temperatura se elevo a cientos de grados, destrozando la caja que guardaba en su frío descanso la antigua invitación de aquellos Creadores.

El dodecaedro se desquebrajo en pedazos, dejando totalmente en libertad a la esfera en su interior. La esfera era la verdadera carta, lo otro tan solo era el sobre.
El objeto que alguna vez estuvo dentro del metálico sobre, comenzó a liberar su carga destructiva.
El domo radiactivo que emanaba de esta misma cada vez se hacia mas grande y avanzaba cada vez mas rápido, primero cubriendo todas las instalaciones y luego tapando todo el desierto que se encontraba arriba.

La bóveda transparente con una verde luminiscencia se elevaba hacia los cielos, alcanzando miles de metros. A su paso, todas las formas de vida cambiaban su apariencia.
Plantas se volvían masas orgánicas sin forma, animales se volvían bestias deformes con sed de sangre.


La onda expansiva que transformaba la vida en demonios extraídos de una mente corrompida, había llegado a una pequeña ciudad. Estos humanos fueron los primeros testigos de la involución. Mientras dormían, mientras solo esperaban que el sol saliera a la mañana siguiente, fueron convertidos en seres del inframundo, sus mentes dejaron de funcionar como siempre lo hicieron, sus cuerpos terminaron siendo compuestos por extremidades deformes y letales, como animales asesinos con hambre de si mismos.

En minutos, todo el mundo había sido envuelto en lo que inicio siendo un domo y se convirtió en una gigantesca esfera. Toda la vida en el globo azul había sido convertida en un desperdicio de millones de años de evolución.
Ahora en las grandes ciudades, pueblos y asentamientos humanos no había resistencia, solo riñas entre los ahora mutantes seres que rondaban por las calles. Como espantosos animales a la deriva, sin objetivos mas que comer a otros. La edad de piedra había regresado, esta vez sin siquiera inteligencia.

¿Habría querido la Mano de la Serpiente terminar consigo misma? ¿O eran los famosos mensajeros de aquellos llamados "Creadores"?


“Tic… Tac…” Fue el ultimo sonido que escucho la humanidad.
Luego, con el pasar de los siglos, el mundo se marchito completamente.
Las estructuras creadas por la mano del hombre fueron deteriorándose como el mundo en la que estaban, grandes rascacielos y edificios caían como fichas de domino, al derrumbarse la base de uno, debilitaban a los circundantes, como una plaga estructural mortífera.

El campo radiactivo que cubría la tierra comenzó a secar los mares, ríos y océanos. De una forma inexplicable todo termino muriendo a un paso lento pero sostenido.
En tanto a las criaturas, aun seguían como pequeñas barcazas en un océano infinito, ya casi habían desaparecido. Fueron millones al principio, luego las bestias mas fuertes terminaron con las mas débiles, poco a poco, el hambre las llevo a consumirse entre ellas. Pero apenas algunas de estas podían reproducirse, lo que generaba que el porcentaje de población bajara a cada segundo, sin vuelta atrás.


La ultima criatura había cedido, sus seis patas ya se habían debilitado lo suficiente como para no soportar el peso de su cuerpo, se desplomo en el estéril suelo, dejando así la tierra totalmente muerta. Apagando la ultima llama de vida que quedaba.

Cuando esto sucedió, la esfera que cubría el planeta se desvaneció, la carta de los Creadores se había apagado finalmente. Dejando la tierra convertida en un gigantesco desierto sin vida, como en el primer lugar donde fue contenida.

Así la vida había terminado, como todo objeto posee una vida útil, esto había sucedido con esa oculta organización, lograron mantener viva a la humanidad, pero fuerzas superiores los lograron vencer.


Una inmensa nube de polvo se volvía cada vez mas grande, haciendo volar los restos esqueléticos de las criaturas producidas por una involución.
Enormes llamas azules tocaron la tierra, dejando caer gigantescas extremidades metálicas hacia el desvastado suelo, agrietando la superficie en la que se estaban asentando. La bestia de metal al fin había vuelto de donde hace miles de años se fue. Una compuerta se abrió.
Seres inteligentes pisaron sus viejos dominios.

Observando el árido paisaje desde sus complicados trajes, notando como el reinicio había finalizado. Habían esperado millones de años, viajado cientos de miles de años luz para presenciar aquel momento.
La vida en el planeta era tan solo un experimento, que ahora había sido guardado en milenarios registros las características de aquel mundo, encerrándolo en un imponente campo invisible, clasificándolo como uno mas en miles.

Estos seres experimentaban con planetas, guardándolos, encerrándolos y luego clasificándolos como códigos en un idioma desconocido. Un proceso quizás indirectamente similar a lo que hacían esas personas en aquel pasado terrestre. La diferencia era que los Creadores investigaban la vida y luego la destruían, como un simple protocolo.


Los Creadores habían generado la vida, así también la humanidad con su inteligencia.
Seguían en su búsqueda de alguna civilización capaz de igualarlos, por esta razón, habían enviado su invitación para que los humanos demostraran cuan capaces podían ser.
Los humanos habían demostrado por siglos, gracias a un grupo de personas que luego pasaron a ser una organización de proporciones mundiales…

Pero no fue suficiente, por lo cual la investigación siguió su destructivo curso…

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