La Perfección De Belfegor
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Zona desconocida, Grecia. Año 1918

La belleza de los campos, el viento recorriendo su cabello, los sonidos bajos, todos esos factores mantenían a Raissa sumergida en un trance del cual no quería salir.

¿Cómo era posible que existiera esta paz tras finalizar una guerra y a punto de iniciar otra?

Se regaló unos minutos más antes de continuar su camino.

Raissa era una joven de ya casi dos décadas de edad, ojos azules, pelo lacio despeinado y de solo los brazos y ojo derecho mecanizados, vestía un viejo vestido manchado de óxido y se dirigía a su pequeño taller en la cima de la montaña.

Ella, como todos en su pueblo, seguía las enseñanzas de Mekhane por lo que su interés en las maquinarias era de esperarse. Mientras caminaba por el prado verde miraba fijamente su pueblo, era lo suficientemente normal para que nadie sospeche, con lo único resaltante del exterior era la iglesia.

No le tomó mucho llegar a las puertas de su taller, el cual antaño era el molino creado por su abuelo, ahora solo era una casa de metal llena de óxido por sus paredes. Para el pueblo este lugar no era mas que un cadáver inservible, pero ella logro buscarle la utilidad.

Lo único que se mantuvo casi intacto con el pasar de los años fue el cuadro de un martillo colgado en la puerta de entrada.

El interior no era muy diferente del exterior, una combinación extravagante entre el óxido y el metal, los objetos de madera como el escritorio y el librero parecían en buen estado debido a los cuidados de Raissa.

Ella sin perder un minuto se puso a trabajar siguiendo su agenda, tratando de compensar el tiempo perdido en el campo, primero los juguetes de los niños del pueblo, luego las prótesis viejas de los ancianos y por último su hora y media para pensar formas de mejorar su hogar, el cual como era de costumbre no trajo ningún resultado, bastante frustrante.

Con gran pesar suspiró, ella siempre intentó crear e innovar, pero los conocimientos más avanzados se le escapaban de las manos para crear sus fantasías. Todo lo que sabía era lo básico, lo mismo que sabían todos en su pueblo, y cada conocimiento extra que descubrió era por su propia prueba y error.

Se levantó de la silla de su escritorio y caminó hasta estar frente al librero, pasaba sus fríos dedos por las tapas, pensando en su situación.

Su religión seguía las ideas originales de la iglesia del dios roto, o eso podía suponer, ellos eran casi un fragmento del fragmento de lo que eran las creencias originales, solo poseían un par de textos sagrados, el resto era interpretaciones del sacerdote de turno, cada cual con sus contradicciones y puntos de vista que hacían dudar a Raissa.

Ella desearía desarrollar el potencial de las máquinas, pero sus limitaciones la terminaría convirtiendo en otro sacerdote escribiendo de lo que suponía eran los secretos de Mekhane.

Ella dejó salir un largo suspiro mientras lentamente se sentaba en el suelo, se quedó ahí por unos minutos mientras el sonido del reloj le recordaba que estaba perdiendo el tiempo, no importa que tan buena con sus horarios intentaba ser, jamás lograba sus objetivos, así que su único deseo fue volver al campo por donde pasó esta tarde.

Se levantó desanimada hacia la puerta, pero al abrirla se encontró con un anciano de túnica azul y de manos imbuidas en hierro.

Raissa se sobresaltó al verlo, la mirada de aquel hombre era fría y penetrante.

Él metió su mano en un bolsillo sacando de ahí un libro pequeño.

El anciano se lo ofreció a Raissa la cual estaba alejada lo más posible.

Ella no conocía a este hombre, no era de su pueblo, pero las partes mecánicas le dieron algo de confianza.

En voz baja pronunció un lema de su religión, solo una parte y la otra fue dicha por el hombre a la perfección. Raissa decidió acercarse con cuidado y cuando estuvo enfrente de él tomó el libro.

Era un libro de tapa dura con el símbolo del martillo de su religión en el frente.

En su interior, aparte de las paginas, tenía un sobre con su nombre en él.

—Se te darán cien años, usarlos bien — dijo el hombre antes de retirarse, ignorando los llamados de la confundida Raissa.

La misma cerró la puerta cuando aquel hombre se había alejado tanto que se perdió en el horizonte . La espalda de Raissa se arrastró lentamente contra la pared antes de tocar el suelo. Durante esos segundos, Raissa aún no lograba procesar la situación del todo.

Abrió el libro, y en él notó un mensaje escrito en tinta detrás de la tapa.

“Primero lee lo remarcado, después abre la carta”

Después de darle un vistazo rápido, se dio cuenta de que en varias paginas había texto remarcado con la misma tinta del mensaje, por lo que aun dudando, decidió seguir las instrucciones y empezar a leer.


El Evangelio De Hêphaistos

1. Durante un tiempo, el metal dominaba a la CARNE; mas igual que el óxido se hace presente hasta en la más avanzada maquinaria, nada es eterno, ni siquiera esta superioridad. Cuando la CARNE evolucionó dentro de sus caóticos planes, el ácido que corroía el metal comenzó a surgir.

2. En busca de respuestas le rezaron al gran dragón MEKHANE, por lo que el gran señor respondió “Hijos míos, que siguen mis decretos y usan mis planos y metal para el avance, ante esta situación, les daré todo el conocimiento que poseo, en forma de un nuevo ser de aleación incorruptible.”

3. Hêphaistos el herrero principal de la iglesia fue electo para esta tarea, durante cien noches y cien días mientras la CARNE se acercaba y el metal se extinguía, se estaba formando la máquina más perfecta, la que sería la portadora de la luz del conocimiento.

4. Mĕtallum nació en un cuerpo perfecto, el hijo de Dios vio a su herrero y a su padre como uno solo, fundidos como el acero.

5. Su cuerpo era el de un dragón, y su mente la de una deidad. Sin que su metal nunca antes hubiera visto la CARNE, desarrolló la maquinaria perfecta por gracia y arquitectura divina para eliminar la plaga.

6. Con él la guerra duró no más de un par de días, con la CARNE agonizando y nuestras tierras salvadas, el mesías sólo pronunció una oración; "Innecesario.”

Mĕtallum… Raissa no tenía idea de quién era, lo que la frustró de cierta manera. Si este era nuestro mesías, entonces es muy decepcionante que su iglesia no lo tuviera en ninguno de sus libros.

Por otro lado Hêphaistos, quien sí era un santo que ella conocía, cómo el herrero de las manos de hierro, el martillo en llamas; fue mencionado muchas veces en los manuscritos más antiguos que poseían.

Siguiendo con la lectura, Raissa se dio cuenta de que el libro se salteaba varias páginas hasta llegar hasta el siguiente punto subrayado. Dándole un vistazo rápido, era visible que casi todas eran historias sobre Hêphaistos, sin mencionar a Mĕtallum.

A Raissa le pareció curioso el poco protagonismo que tiene su mesías, pero continuó justamente en una parte donde Hêphaistos y el devorador de pulmones Lakriz terminaban su enfrentamiento por el control de la zona que hoy es Atenas.

1. Con la sucia sangre mancillando su metal y el impoluto aceite gorgoteando por todo su cuerpo, Hêphaistos fue a buscar a Mĕtallum por la cueva donde sus máquinas solían ser creadas, pero no lo encontró a ahí, ya que el dragón se había tumbado en el verde prado rebosante de vida.

2. Hêphaistos le exigió respuestas, las máquinas que el prometió tardaron décadas en ser construidas, pero Mĕtallum no se inmutó.

3. Ante la indiferencia del dragón, el mismísimo MEKHANE se presentó ante ellos en forma de relámpagos y le exigió respuestas a su hijo.

4. Mĕtallum respondió: “El objetivo de mi creación era defender la tierra donde yo nací, donde este prado verde se extiende, la guerra por otros territorios es innecesaria.”

5. Dios rugió con una lluvia de relámpagos al saber de la insolencia de la que era capaz su propio conocimiento corpóreo forjado en metal.

6. Antes de que otra palabra resonara por el prado, Mĕtallum recitó un discurso: “Si hubiera elegido en qué nacer, elegiría una flor, algo tan hermoso que no responde a la ley de ningún reino y se deja fluir ante las tormentas sin resistirse, algo sin pensamiento, ya que el mismo es innecesario.”

Raissa cerró el libro y lo dejó en el suelo, se paró y caminó en círculos por todo su taller.

“Se negó ante Dios, el propio hijo de Mekhane se negó a su voluntad.”

Ese tipo de cosas pasaban por la mente de Raissa, cada paso era un nuevo pensamiento. Estaba alterada y nerviosa, se podría decir que este fue el primer sentimiento explosivo en su vida desde que aprendió a construir un tren de juguete.

—No, ¡no! — gritó Raissa con firmeza, haciendo regurgitar su furia por sus cuerdas vocales, para que fueran escuchadas por la soledad. —Definitivamente este libro es una sátira barata, algo así no podría ser verdad.

Raissa se mantuvo en pie, pensando. Era imposible, pero aún faltaba leer la carta, esto se burlaba de su dios, pero el hombre que se la dió parecía de su religión. No tenía sentido.

Raissa rápidamente volvió a su posición anterior y abrió el libro en la parte donde se había quedado.

1. Las alas de Mĕtallum eran finas, de tallado impoluto, majestuosas, perfectas; pero nunca fueron usadas para volar, un desperdicio del mejor de los metales.

2. MEKHANE, tratando de corregir la insolencia de Mĕtallum, arrancando sus alas con la furia de los truenos, dejando no a un dragón sino a un lagarto que perezosamente se arrastraba.

3. A Mĕtallum se le fue encomendada una tarea para obtener la redención. En su mente poseía la fórmula, el secreto para convertir la CARNE en metal incorrupta. Su tarea sería aplicar esto en un pueblo que recientemente había aceptado la verdad de MEKHANE.

4. Mĕtallum fue llevado a ese pueblo por el mismísimo Hêphaistos, el cual le dijo que solo tendría cien años para lograr su tarea.

5. Pero Mĕtallum no había cambiado su pensamiento, había ignorado el dolor de sus alas, había ignorado las amenazas de su padre, había ignorado cualquier sentimiento de rabia o arrepentimiento.

6. Lo último que mencionó Hêphaistos antes de retirarse es que de él, su más grande creación, no esperaría nada menos que la perfección.

Raissa únicamente se detuvo unos minutos antes de ir a la siguiente parte, pensando en todas las veces que se quedó mirando al campo en vez de trabajar, se comparó y se culpó.

El libro volvió a tener un largo lapso de páginas entre la mención de Mĕtallum y la siguiente, durante la mayor parte del tiempo Hêphaistos estuvo liderando las batallas contra la carne hasta llegar al estado de paz que conocemos en Grecia actualmente.

Y en la última página del libro se hallaba la mención final en toda la historia de la Iglesia del Dios Roto sobre Mĕtallum.

1. Se dice que Hêphaistos ignoró cualquier enseñanza, hasta su propio carácter frío al llorar de felicidad al ver las majestuosas obras que había creado Mĕtallum.

2. Humanos hechos de metal puro, el sueño del dios verdadero había prevalecido.

3. Cuando hijo y herrero se reencontraron, parecía que todo estaría bien, que la redención de cien años terminó.

4. Pero cuando Mĕtallum rugió, cada uno de los habitantes se quedó paralizado.

5. Hêphaistos no lo entendía, pero el dragón habló “Ellos pueden ver, oír, y sentir; con el tiempo, sus mentes dejarán de pensar, los deseos carnales no los distraerán. Para cuando todo su ser esté en blanco serán perfectos.”

6. Hêphaistos no lo dudó, tomó su martillo, el mismo que usó para moldear el cuerpo de Mĕtallum, y lo utilizó para despedazarlo con la ayuda de MEKHANE mismo al son de los relámpagos.

7. Del dragón solo quedaron algunas piezas, al igual que su padre antaño separado, pero en vez de quedar una maquinaria perfecta en todos sus aspectos, los restos eran chatarra oxidada y chamuscada.

8. Que su nombre y su vergüenza sean borrados por el honor de Dios.

Raissa por fin terminó el libro, ella entendió el porqué no conocía a este mesías, “Un ser arrogante” pensó para ella misma.

— Aunque… Él tenía el conocimiento de Dios, por lo tanto, ¿el no pensar es la decisión más lógica?”

Raissa sostuvo en sus manos el sobre, ella pensó en lo último que dijo aquel extraño; “Sé te darán cien años”, al igual que Mĕtallum

No pudo evitar tragar saliva antes de siquiera romper el sobre que contenía la carta.

Dirigido a Raissa Athanasiou, adepta fabricadora de la iglesia del Martillo Sagrado, de parte de Hêphaistos; summo sacerdote, herrero y líder de la iglesia del Dios Roto

Espero que esta carta le llegue en buen tiempo Sra. Athanasiou, espero y asumo que haya seguido las instrucciones que mi sirviente le dejó a usted y que habrá leído las partes subrayadas del evangelio.

Esa copia en sí es la única que contiene la mención del Oxidado, que maldito sea su verdadero nombre y es de mi desgracia informarle que algunas partes del relato fueron falsificadas por mi propia mano.

Si, el oxidado existió y sigue existiendo.

Pero empecemos por el principio, cuando él, a quien yo consideraba mi hijo, rechazó los mandatos divinos y fue castigado durante cien años. Era mi trabajo revisar su avance, pero en todo lo que se concentraba era en observar los campos verdes.

En cincuenta años solo había realizado el proceso a medias en menos del cinco porciento de la población de ese pueblo.

Las guerras durante los años borrados de la historia humana entre la CARNE y el metal seguían, y yo como vocero de la voz de Dios debía estar al frente, liderando.

Cuando el tiempo de ir a juzgar el trabajo del Oxidado llegó, yo conscientemente ignoré el llamado, sabía lo que pasaría con él si no lo lograba. Sentí compasión, y entiendo tu decepción al ver este tipo de debilidad de la CARNE en alguien como yo, fui débil.

Usé la guerra como excusa y mi periodo de recuperación para darle más tiempo, jamás sabré si nuestro Dios supo de mis intenciones, ni si en su infinita sabiduría me hubiera perdonado por mi insuficiencia.

Cuando los centenares y milenios pasaron, por fin fui a verlo. Recuerdo muy bien el año, mil quinientos ochenta y nueve, la situación fue la misma que se retrató en el evangelio, con algunos detalles de por medio.

Nunca olvidaré a esas personas perfectas, pero se notaba la mano rápida y descuidada en su fabricación. También estaba el óxido, todo ese inmundo óxido que el dragón y los ciudadanos tenían por descuidarse.

No le pedí una justificación y simplemente actúe.

El mismísimo MEKHANE atravesó con un rayo su cabeza, el cuál se esparció en varias direcciones chocando con cada adepto mecanizado. No sé con exactitud qué pasó ese día, pero cuando los adeptos murieron por el choque, el Oxidado rugió de nuevo. Desde el lugar donde el rayo impactó, un símbolo empezó a brillar.

Después de eso no recuerdo las cosas precisamente. Por lo que pareció ser un segundo yo sentí algo, fue algo minúsculo, algo que la mayoría de personas no le prestaría atención; pero yo lo sentí.

Es difícil de explicar y no lo recuerdo bien, pero en cuanto me di cuenta él ya se había ido.

Durante mucho tiempo lo busqué mientras expandía la mentira de su muerte en la iglesia e intentaba borrar su nombre de todo manuscrito.

Una vez me encontré con un obispo alemán ya retirado, él también le seguía la pista al oxidado, se refería a él como Belfegor, el Demonio de la Pereza.

Me contó su historia, me habló sobre los demonios que buscaba y sobre aquel ser que sentí por un minuto, pero olvide.

Sin entrar más en banalidades, te cuento esto porque ese hombre está relacionado a tu tarea. Según las predicciones que nuestro Dios me confío a realizar en cien años, estos entes se encontrarán, seis demonios traerán a un Dios y ese hombre será la piedra angular.

Tú fuiste elegida en la profecía para llevar la palabra de nuestro dios en su contra, seguramente te estás preguntado el porqué, eso lo sabrás muy pronto.

Él te eligió cuidadosamente, incluso sobre mí debido a la condición de mi cuerpo desgastado, mi reemplazo como líder no tardará de ser elegido y no estaré vivo para ver el desenlace, por lo que dejo mi fe en mi dios y en ti.

Rezo porque tengas lo que mi hijo nunca tuvo.

Antes de que Raissa soltara la carta, confundida, una pequeña corriente eléctrica pasó desde la carta a su mano y lo vio.

Los planos, los cálculos, el gran martillo de la creación en su mano.

Conocimiento sin pasión.

Pasión sin conocimiento.

La profecía pasaba por sus ojos, Mekhane se lo enseñó y le dio parte de su conocimiento, ella sería el opuesto de Belfegor en esta historia de casualidades.

Raissa despertó del trance, le tomó un par de horas para procesar todo lo que había entrado en su cabeza.

Cien años tendría para fabricar las máquinas perfectas, y la nueva mesías se levantó y caminó hacia su escritorio.

Necesitaría ayuda, materiales y un plan, no defraudará a su dios, no sería como él.

A pesar de sus nuevos conocimientos, seguía sin poder percatarse del fantasma que la observaba en silencio.

Aamon siguió al sirviente hasta aquí, estaba irritado al saber que tendría que sacrificar parte de su limitada memoria en algo relacionado con esa pila de chatarra, pero tenía que hacerlo.

Esto solo es el inicio, se dijo a si mismo.

Podría darte una justificación, un texto perfectamente detallado del porqué de mis acciones, pero sería inútil.

Los humanos, ya sea que adoren la carne o el metal, siempre hacen el mismo ciclo de conflictos.

Lo analicé desde mi primera creación, al final la conciencia solo lleva a actos irrelevantes de los cuales no quiero ser parte.

Esto no es pereza, es perfección.

De mi Orgullo nació mi Pereza.

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