Sus Sirvientes Mecánicos

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«¿Dónde están sus sirvientes mecánicos?
¿Dónde está el trabajo de sus manos?
¿Dónde están sus amantes digitales?
¿Cuáles son sus órdenes rotas?»

Vasily tragó saliva cuando el padre Aglayev limpió una delgada hoja de bronce en una tela rojo brillante. Los cabellos grises del hombre brillaban extrañamente en la parpadeante media luz mientras colocaba el cuchillo en la palma de la mano izquierda de Vasily, y murmuró en voz baja una pregunta a la que ambos sabían la respuesta. El canto de los acólitos que los rodeaban casi ahoga la respuesta de Vasily. «¡Sí, padre, estoy seguro!»

«¿Cómo podemos esperar reconstruirlo
si todavía somos criaturas de carne?
¿Cómo podemos decir que le servimos
hasta que nuestros cuerpos se rompan de nuevo?»

A pesar de que la sangre de Vasily goteaba suavemente al suelo, el padre Aglayev vertió un líquido aceitoso de un delgado vial sobre la herida, lágrimas de orgullo en sus ojos sonrientes. «Vasily, mi hijo que he criado como mío, te unjo en su servicio. Con esto, estás listo. ¡Ve a hacer su trabajo!»

«¡Qué maravillas hay en Su reconstrucción!
¡Qué maravillas están bajo su control!
¡Sus engranajes rotos giran para siempre
restaurando el alma penitente!»

El padre Aglayev sostuvo a Vasily por un momento en un fuerte abrazo antes de ayudarlo a ponerse en pie. «Ven. Tus cosas están empacadas. ¡Ve, misionero, y difunde Su Palabra Rota!».

«¿Cómo no podemos difundir Su mensaje?
¿Cómo no podemos servir a su voluntad?
¿Cómo podríamos estar en Su presencia
y deja que permanezca roto aún?»

Unos días más tarde, Penitente Vasily Aglayev caminaba nerviosamente por una calle abarrotada, mirando a la gente que pasaba. Su padre le había dicho que, mientras él llegara allí en el tiempo señalado, su deber hacia la Iglesia estaría hecho. De repente, tropezó.

«A la luz de los cuerpos que Él nos concede
¿Qué valen nuestros seres carnales?
¡A través de Su intervención, le servimos!
¡A través de Ella vamos a rehacer la tierra!»

Vasily gimió de horror cuando sintió que algo en su cuerpo comenzaba a cambiar. El padre debió-

Él parpadeó.

Vasily se retorció por un momento, y continuó caminando, deteniéndose ocasionalmente para tocar al transeúnte en el brazo u hombro, murmurando Su bendición. Su paso se hizo regular y una sonrisa se formó en su rostro cuando su mente mecánica se dio cuenta de la gloria de la tarea que tenía ante él. ¡Esta es una bendición que se debe compartir! Ya la luz del sol se reflejaba en los pequeños engranajes que comenzaban a formarse detrás de sus ojos.

«¡Somos sus servidores de la Obra Dentada!
¡Hacemos el trabajo de Su mano!
¡Aquellos que se oponen nos perdonarán
cuando se les haga entender!»

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