La Noche de los Disfraces
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La Doctora Moore se sacó los anteojos y se frotó los ojos otra vez. El último puñado de aspirinas todavía no hacía efecto, y el brillo de los tres monitores estaba taladrando en su pulsante jaqueca con un agudo dolor que sentía punzantemente detrás de su ojo derecho. La pintura blanca nieve de las paredes de la celda se veían de algún modo más brillantes a través de las cámaras de seguridad. Una cacofonía apagada de pitidos intermitentes, tonos digitales y maquinaria industrial recorría la recámara de observación de fondo. SCP-480 requería de monitoreo y atención del personal intensivos en todo momento, pero lo que en verdad volvían estos turnos difíciles era que nunca había nada visible en la celda que contenía a 480. La mezcla de miedo e intenso aburrimiento era anquilosante. La Dra. Moore agitó su cabeza e intento en vano recuperar su concentración perdida.

"Moore. Necesito la varianza de la espectrografía infrarroja,” resopló el Dr. Hirsch.

La Dra. Moore dio un respingo. ¿Dónde estaban los números? ¿Por qué no podía recordar cual era el monitor?

"Ehh, un segundo señor."

El Dr. Hirsch buscó a tientas en su bata de laboratorio por un paquete de Camels. El chasquido metálico de un Zippo fue audible de alguna forma entre todo el ruido de fondo. Dio una profunda pitada a su cigarrillo, y exhaló una estela de humo que se duplicó con un suspiro. “Vamos Moore. La brecha no fue ni hace tres semanas. En infrarrojo. ¿Qué pasa?”

Con los ojos entrecerrados ante la pantalla del medio, la Dra. Moore movió suavemente su dedo a través de las páginas con datos variados que bajaban. Por fin. “Cinco siete tres sigma dieciocho punto tres. No fumes eso aquí, son malos para el equipamiento y me dan dolor de cabeza.”

El Dr. Hirsch consultó su tableta y apretó unos cuantos botones. “Estamos en bastantes problemas si un poco de humo puede con una estación de trabajo Clase Dos a prueba de radiación y con escudos anti-PEM, Moore. Y tienes jaqueca porque duermes dos horas por noche. Te dije que te tomaras un mes extra.”

"Hay demasiado trabajo, señor."

El Dr. Hirsch estrujó más botones en la tableta. “Seh, sí que lo hay. Pero no me estás haciendo ningún bie así, Ellen. O a tí misma. Intenté pidiéndotelo tranquilamente, pero te lo ordeno, como tu superior, que te tomes un maldito tiempo de descanso. Es efectivo inmediatamente.”

La Dra. Moore se levantó rápidamente de su silla. “¡Pero acabo de volver! SCP-480 es una peligrosa y única-”

"Sí, es lo que es, Doctora,” dijo el Dr. Hirsch “y tu eres una parte importante para mantenerla aquí. Pero como tú misma sabes, necesitamos a todos a un cien porciento. Necesito que te vayas a casa, Ellen. Cuida de tu madre. Cuídate a ti. Y no quiero verte de vuelta por aquí hasta que hayas tenido una semana completa de ocho horas por noche.”

"Pero-"

"No. No hay discusión. Tenemos a Ramirez del Sitio-23 para cubrirte por ahora. Eres una parte fundamental de la contención, Doctora, y te necesito al máximo.”

La Dr. Moore sintió como el enojo inicial se disipaba. En su lugar se encontraba el hecho de darse cuenta de que el Dr. Hirsch tenía razón, seguido de una ola de agotamiento que ya no podía mantener a flote.

Desconectó su ID de la terminal, recogió sus pertenencias y se dirigió a la antecámara. Mientras la puerta se cerraba detrás suyo, el Dr. Hirsch la llamó.

"Oye. Ellen. Esta noche es Halloween," dijo. Hizo mímica de ir al volante con sus manos, el cigarrillo colgando de su boca. “Ten cuidado con los que piden dulce o truco.”

La Dra. Moore esbozó una cansada sonrisa y saludó con la mano, y se dirigió al control de seguridad. Las puertas se cerraron tras ella. Colgó su bata de laboratorio, y desabrochó el botón de arriba de su blusa. Conectó los cables del Monitor ECG montado en la pared a su pecho, y esperó expectante al lado de un parlante junto al monitor. La familiar voz automática pronto le dio la bienvenida.

"Iniciando protocolos de contención memética. Por favor diga el código de aprobación.”

La Dra. Moore se aclaró la garganta y habló en un pequeño micrófono al lado del Monitor ECG. “En ningún punto del último turno hizo contacto conmigo SCP-480.”

Pasaron unos segundos. La Dra. Moore había comenzado a retirarse, pero las puertas permanecían cerradas. La voz automática habló.

"Signos vitales incorrectos. Por favor diga el código de aprobación.”

La Dra. Moore se encogió de hombros. Resolvió llamar a Seguridad para que calibren el ECG cuando volviera. Repitió el código en el micrófono. Esta vez, las puertas de seguridad automáticas se abrieron. Retiró los cables, y abandonó la instalación, hacia la mortecina luz de la ya entrada tarde.


Se sentó dentro de su auto, aparcado en la calzada y mirando la ventana encima del garaje. Ahora estaba lo suficientemente oscuro para que la luz de la ventana hiciera al cuarto visible desde afuera. La luz brillaba aún más por la falta de un poste de luz funcional, fuera de servicio hacía dos meses ya, observó con pesar. Para la Dra. Moore, la vida rural significaba viajes de horas y esperas interminables por el mantenimiento de comodidades de la civilización tales como rutas pavimentadas y electricidad. Entendía por qué el Sitio-415 debía estar donde estaba, pero maldecía su suerte en el campo una y otra vez. Sentía floja la cabeza. ¿Para qué había intentado volver tan pronto? Alan tenía razón. Investigadores cansados significaban bajas en su ámbito de trabajo. O peor.

La luz en la ventana se apagó de repente. La Dra. Moore salió de su auto y se dirigió finalmente dentro de su casa.

"Se pasó casi todo el día durmiendo, así que sin cambios en eso.” La enfermera se puso su abrigo mientras que la Dra. Moore entraba por la puerta. “La dosis de medicamentos sigue estable. Cambié sus sábanas y ordené todo. No hay mucho progreso, pero tampoco está empeorando.”

La Dra. Moore asintió mientras se desplomaba en una silla de la cocina. “Gracias Juana. Dijo… dijo…” Intentaba apuntar sin éxito hacia la escalera mientras apoyaba la frente en su mano, buscando las palabras.

"¿Su madre?" Juana levantó levemente una ceja.

"Sí. Mamá. ¿Dijo algo mientras yo estaba afuera?”

La enfermera negó con la cabeza. “Nada que pudiera entender, en cualquier caso. Aunque ya sabe, los doctores. Dicen que tiene suerte de estar respirando por sí misma luego de lo que pasó.”

"Sí. Suerte." La Dra. Moore se sacó su propio abrigo. “Definitivamente. Gracias de nuevo, Juana. Puede que me tome más tiempo de descanso. Así que por qué no quedamos en Martes para la próxima.”

La Dra. Moore recostó su cabeza en la mesa. Se dio vuelta para ver a la enfermera, y notó que estaba diciendo algo. Confundida, se sentó derecha. Juana acabó lo que sea que estaba intentando decir, y se dirigió a la puerta. ¿Había estado hablando? La puerta se cerró, y el familiar sonido le pareció demasiado alto a la Dra. Moore. Demasiados ecos. Sacudió la cabeza y subió las escaleras hacia el cuarto de su madre.

La mayor parte del cuarto estaba ahora ocupada por catéteres intravenosos, monitores cardíacos, una cama de hospital y equipamiento médico similar, colocados en los estantes de libros de los antiguos estudios de la Dra. Moore. Una pequeña y enjuta forma descansaba en medio de un nido de tubos y cables. Si no fuera por una enmarañada masa de pelo blanco en la almohada y un pálido y arrugado brazo cubierto de moretones que colgaba de un costado, uno podría fácilmente haber pasado por alto que una persona ocupaba ese espacio. La Dra. Moore se paró en la entrada.

"Bueno," suspiró. "Hola mamá."

El brazo se movió levemente, haciendo que una pequeña porción de los tubos y cables se rozaran.

"Está bien. Voy a estar al otro lado del pasill-"

Fue interrumpida por una gorgoteante y forzada respiración proveniente de la cama. El grave y gutural sonido era similar a una dificultosa respiración, excepto que parecía haber sido mucho más lenta como para ser una respiración normal. La Dra. Moore se estremeció. A veces su madre hacía este sonido por horas. Muchas veces en el medio de la noche. Los doctores no estaban seguros de si era voluntario, tal y como no lo estaban de qué tanta actividad cerebral aún había. No había nada que hacer mas que esperar. Salió del cuarto, decidiendo esperar un poco antes de intentar dormirse inútilmente.


Golpes en la puerta la despertaron de la mesa de la cocina. Se había quedado dormida leyendo el periódico. Aturdida, la Dra. Moore miró el reloj de la pared – 8:30 PM. ¿Quién estaría tocando a esta hora? Recordó vagamente que era Halloween, pero ningún niño venía tan lejos como a su casa; el vecino más cercano se encontraba medio kilómetro. El golpeteo volvió, tres suaves pero insistentes tocs. La Dra. Moore miró a través de la mirilla de la puerta. Solo estaba la oscuridad.

Siguió mirando a través del vidrio, esforzándose por ver algo antes de abrir la puerta.

Toc. Toc. Toc.

La Dra. Moore dio un respingo hacia atrás instantáneamente cuando algo de un pálido blanco obstruyó su vista en la mirilla, mientras los golpes continuaban. Su corazón latía fuerte, retrocedió hacia la cocina, tanteando tras ella en busca del sostenedor de cuchillos del mostrador de la cocina mientras se movía, sin apartar sus ojos de la puerta. Algo no estaba bien. Para nada bien.

Toc. Toc. Toc.

El golpeteo continuó. De nuevo, era suave, pero claramente alguien estaba tocando la puerta. La Dra. Moore nunca tenía visitantes aparte de su madre y Juana, y nadie nunca se había molestado en ir hasta ahí en busca de caramelos por Halloween en los ocho años que había vivido ahí. Obviamente quien fuera esa persona captaba la indirecta.

Toc. Toc. Toc.

Esto estaba durando demasiado. Algo estaba terriblemente mal. La Dra. Moore sacó el cuchillo de cocina más largo del sostenedor de cuchillos. Esperó que el golpeteo continuara.

Y esperó

Habían pasado dos minutos, su pulso golpeando en sus sienes y en el agarre del cuchillo. Otros dos minutos más. Nada. La Dra. Moore comenzó a moverse, lentamente, de vuelta a la puerta principal.

¡BLAM!

Un impacto como de una maza sacudió la casa entera, y la puerta traqueteó en sus bisagras. Un cuadro en el pasillo cayó de la pared y se estrelló con un sonido de vidrio rompiéndose. La Dra. Moore pensó que había gritado, pero no pudo escucharse por encima del sonido del impacto. Desde arriba, la respiración trabajosa de su madre comenzó a escucharse fuertemente. No se atrevía a mirar a través de la mirilla ahora.

¡BLAM!

La puerta estaba empezando a ceder ahora. Platos caían de las alacenas y las lámparas se caían. La Dra. Moore solo podía ver el cuchillo en su mano a través de su ahora reducida vista de túnel por el terror. El teléfono. Debía alcanzar el teléfono. No llegarían a tiempo. Necesitaba el teléfono.

¡BLAM!

El gorgoteo de arriba era ahora un extendido traqueteo atorado, zumbando sin parar. La Dra. Moore corrió al teléfono en la sala de estar.

¡BLAM!

La puerta voló, abriéndose. Escuchó como chocaba contra el armario del pasillo. El zumbido de su moribunda madre llenó sus oídos. Tomó el teléfono frenéticamente. Mientras tocaba el recibidor, la oscuridad la envolvió.


"¡Zanitz, entra aquí! ¡Rápido, ahora! ¡Estabilízate! ¡Estabilízate, diablos! Necesito a todo el personal en.-"


Golpes en la puerta la despertaron de la mesa de la cocina. Se había quedado dormida leyendo un libro. Miró la portada. “Hogares Protegidos y Seguros: La Guía de un Cerrajero,” de Dennis Rader. No recordaba haber empezado a leer este.

Aturdida, la Dra. Moore miró el reloj en la pared – 9:48 PM. ¿Quién estaría tocando a esta hora? Recordó vagamente que era Halloween, pero ningún niño venía tan lejos como a su casa; el vecino más cercano se encontraba medio kilómetro. El golpeteo volvió. Tres suaves pero insistentes tocs. La Dra. Moore miró a través de la mirilla de la puerta. Una pequeña y desaliñada mujer estaba parada en la entrada. Su cara estaba oscurecida por una masa de pelo blanco. La Dra. Moore achicó la vista; ¿Estaba usando una bata de hospital?

Dudando, abrió la puerta. Una mujer mayor estaba parada, de espaldas a la Dra. Moore. A pesar del frío, estaba efectivamente vestida con nada más que una bata de hospital.

La doctora hizo una pausa. No podía ser. “…¿hola?”

La mujer mayor estaba ahí parada, aún de espaldas a la doctora. Estaba perfectamente quieta.

De ninguna manera. Ella estaba arriba, no se podía haber movido de su cama sin ayuda, mucho menos bajar las escaleras y salir. Pero no se podía confundir el fino cabello blanco. La Dra. Moore puso su mano en el hombro de la mujer mayor. La mujer se desplomó inerte en el suelo instantáneamente. Mientras la mujer golpeaba el suelo, la Dra. Moore pudo escuchar varios de sus huesos rompiéndose, y un húmedo y hueco sonido de desgarro. La cadera de la mujer se dobló en un ángulo imposible, y yacía en un estado imposiblemente retorcido. La Dra. Moore retrocedió, horrorizada, la sangre instantáneamente desapareciendo de su cara.

El familiar gorgoteo atrancado comenzó a venir desde arriba. ¿Cómo era esto posible? ¿Quién era la persona en la puerta?

La fracturada silueta en la entrada comenzó a retorcerse. Sonidos apagados de aplastamiento y huesos astillándose provenían del cuerpo de la extraña mientras que los miembros fracturados comenzaban a moverse de nuevo. El abrumante olor de carne fresca golpeó a la Dra. Moore, a pesar de que no había sangre visible de la mujer. La cabeza del cuerpo se quebró hacia arriba. Aunque su cara estaba oscurecida, la Dra. Moore sabía que la estaba mirando directamente.

"Jjsssssshh. JJJJJJJJJJRRRRK. Jjjsssssssshh."

El persistente traqueteo moribundo de su madre la recibió ahora cara a cara. El cuerpo se elevó lentamente, tirado hacia arriba por una fuerza desconocida, con sus torcidas y rotas piernas ahora a penas rozando el suelo mientras se ponía al nivel visual de la Dra. Moore.

"JJJJJJJJJJRRRKK."

La Dra. Moore se dio la vuelta ante el sonido tras ella. La cara de su madre había sido destrozada y dejada irreconocible. Solo identificaba la boca.

"JJJJJJJJJJRRRRKK."

La doctora abrió su boca para gritar, pero el aire no podía escapar del agarre que un par de manos desconocidas ejercían sobre su garganta desde atrás. La inconsciencia le siguió inmediatamente.


"El personal no esencial están fuera de la sub-ala. Parece ser que hallamos la fuente de la brecha, doctora."

"Jesús. Chequeen los signos vitales, pero tengan cuidado."


Golpes en la puerta la despertaron de la mesa de la cocina. Se había quedado dormida sobre una gran fajo de papeles. Confundida, tomó la primera hoja. La tinta se había esparcido en el lugar donde su cara había descansado. La primera línea era difícil de leer. El segundo párrafo comenzaba con “tener en cuenta los ajustes de infrarrojos.” Recordaba haber dicho eso más temprano. Miró de cerca. El párrafo entero era una conversación que había tenido esa mañana con el Técnico Wei. Estaba escrito en su propia letra manuscrita. No recordaba haber escrito esto para nada.

La Dra. Moore miró el reloj en la pared – 11:58 PM. ¿Cómo había dormido tanto tiempo?

El golpeteo comenzó de vuelta. Alguien estaba golpeando en la mesa ratona de vidrio de la sala de estar. Se dobló el estómago y un escalofrío paralizó sus extremidades. La respiración paró en su pecho. Lentamente se acercó a la sala de estar.

El cuarto estaba oscuro, pero era fácil divisar a los niños en sus sábanas blancas. De aluna forma, tres niños en trajes de fantasma típicos habían entrado a su casa. Parte del miedo se fue, al recordar que era Halloween, pero también vino la confusión; ningún niño venía tan lejos como a su casa por Halloween; el vecino más cercano se encontraba medio kilómetro. ¿Y por qué estaban en su casa?

"Si consideran a esto una broma, niños, no es divertido. Voy a necesitar el número de sus padres ahor-"

Las tres diminutas figuras disfrazadas se desplazaron rápidamente hacia ella. No vio ninguna pierna moverse, y tampoco entendía como se movían tan rápido. Dos de los niños embistieron contra la Dra. Moore, tumbándola al suelo. El tercero se movió al lado de su cabeza. Un retorcido y mustio brazo salió del agujero por los ojos de su disfraz y la agarró por la mandíbula. De cerca, vio como manchas rojas en puntitos comenzaron a aparecer a través del inmaculado blanco brillante de las sábanas del disfraz.

Uno de los niños que ña había tumbado saltó ahora encima de su vientre. Huesudas y arrugadas piernas se extendían ahora debajo de su disfraz, envolviéndose en ella e inmovilizándola contra el suelo con un peso tremendo que no podía pertenecer de ningún modo al maltrecho cuerpo que estas piernas debían de soportar. Riachuelos de sangre comenzaron a correr por sus muslos, humedeciendo la camiseta de la Dra. Moore.

Aún tenía las manos libres. La Dra. Moore intentó desesperadamente soltarse del agarre en su mandíbula, sin éxito. La mano estaba agarrada firmemente, su fuerza dominándola.

La última figura disfrazada lentamente entró en su visión. Parecía inclinarse y mirarla a los ojos, aunque no podía ver nada a través de la negrura de los agujeros para los ojos del disfraz. Otro mustio brazo salió de debajo de la sábana, sosteniendo un par de pinzas. Los marchitos dedos lentamente abrían y cerraban las pinzas, moviéndolas lentamente hacia la cara de la Dra. Moore. Mientras la mano se acercaba, un silbido salió de quien sea que estaba debajo de la sábana.

"Jjssssssshhhh. JJJJJJJJRRRRKKKK."

El niño disfrazado forzó las pinzas dentro de la boca de la Dra. Moore.

"JJJJJJJRRRKKKKK. Jjjssssssssshhhhh. JJJJJJJJJRRRRRK."

Mientras varios de sus incisivos eran violentamente sacados de su mandíbula inferior, la Dra. Moore intentó gritar, pero la sangre rápidamente llenó su boca. No podía respirar. Sintió carios otros dientes de su mandíbula superior siendo arrancados. No sentía más que dolor y el sabor a cobre. Su mente se rebeló, y perdió la consciencia.


"¿Así que dices que tenemos que mantenerla así?"

"Dr. Hirsch. Alan. Conoces los protocolos. Ella también los conocía. Ayudó a escribirlos."

"¿Tienes alguna idea de lo que le está pasando ahora mismo, ahí dentro?"

"El último anfitrión nos proporcionó dieciocho meses de contención imperturbada para 480. Tú de todas las personas sabes cuan valioso es eso, Alan."

"¡No puedes hacer esto! ¡Nadie-”

"Órdenes del Director de Sitio. Tu petición de eutanasia está rechazada, Dr. Hirsch. Fin del tema."


Un sonido de golpes la despertó de la mesa de la cocina. Se había quedado dormida encima de un sobre manila.

¿Se había imaginado los golpes? Miró el sobre que había estado bajo su cara. “Para Ellen,” escrito en el frente en imprenta. No recordaba haber traído esto a casa.

Abrió el sobre. Mientras sacudió los contenidos sobre la mesa, una pila de fotografías salió despedida, dispersándose en la mesa y el suelo.

Aturdida, la Dra. Moore miró al reloj en la pared – 1:05 AM. Tenía la vaga noción de que se había dormido en Halloween. Sintió una pequeña culpa por no haber podido dar la bienvenida a cualquiera que estuviera en la puerta, pero recordó que nunca venían a pedir dulce o truco. Aún así, se apenó por cualquier niño que pudiese haber venido tan lejos hasta su casa, solo para ser ignorado.

Tomó una fotografía de la mesa. Instantáneamente, reconoció su propia cara. ¿Qué estaba usando aquí? ¿Por qué no recordaba haberse tomado esta foto? ¿Y por qué estaba haciendo esa espantosa expresión?

La Dra. Moore tomó otra fotografía. Era otra imagen de ella. Estaba en una cama de hospital, enganchada a lo que parecían ser docenas de máquinas. Hombres en batas de laboratorio se veían a ambos lados. ¿Quiénes eran estas personas? ¿Por qué no podía recordar haberse tomado estas fotos?

Mientras intentaba alcanzar otra fotografía, la pila de imágenes saltó cuando algo golpeó tres veces, en rápida sucesión, desde debajo de la otra punta de la mesa.

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