San Valentin 4

De: Steffano González
Para: Víctor Penz

Hola Víc, te habla el viejo choto de siempre. Esta vez preferí mandar una carta para que la guardes y la tengas como recuerdo. Todavía pienso en cuando eras pequeñito y te gustaba romper con todas las reglas que te imponía, pero, me alegra saber que al final aprendiste que no lo hacía por molestarte. Sino todo lo contrario. Estoy muy orgulloso de ver en la persona fantástica que te convertiste, y me enorgullece saber que llevas mi legado a todos lados.

Nunca fuiste muy bueno con las palabras, pero, tus acciones siempre me demostraban lo necesario para saber que realmente apreciabas todo lo que hice por vos. Supongo que nunca supiste por qué me apegué tanto a vos en general, ¿no? Bueno, voy a intentar resumirlo así tengas una buena excusa para guardar esta carta.

Hace un tiempo, ya serán unos 35 a 40 años supongo, tuve un compañero en el GEOF muy parecido a vos. Entró conmigo, y creéme cuando te digo que eran idénticos de pequeños. ¿Te acuerdas de cómo eras cuando entraste a La Fundación? Bueno, así. Solo que él no usaba piercings y eso, obvio. Rubiecito de ojos verdes, cabello dorado brillante y un acento de la costa muy molesto. Miguel se llamaba. El tipo me acompañó durante años, gracias a el estoy donde estoy. Sentarse a las 4 de la mañana en el regimiento a llorar porque mi cabeza no daba más, todavía lo recuerdo. Y también lo recuerdo a él, abrazándome y diciéndome que todo va a estar bien.

Un día no llegó a la formación de la bandera. De hecho, no llegó a ningún lado. Murió de un infarto al pericardio. Es un poco irónico, el día anterior habíamos estado hablando sobre la posibilidad de que en el futuro me convirtiera médico. Me dijo algo como “Si no te mató la guerra de hace unos años, entonces nada te va a matar ya, heh”

Ese día, ese día un pedazo de mi alma se fue con él. Mi vida siguió, pero mi cabeza se quedó estancada en el tiempo, y todavía hay veces en las que suelo visitarlo ahí, en ese rinconcito de mi mente. Ah, sí, solíamos tomar whisky a escondidas. Una vez casi nos dan de baja deshonrosa porque nos pillaron con una botella de whisky barato en las carpas.

En fin. Aquél frío día de invierno en el que el avión que vino de Argentina con los nuevos ingresantes aterrizó, no expectaba mucho de nada. Estaba emocionado por dejar de oír ese inglés Yankee y escuchar un poquito más de casa. Y todo se mantuvo así, hasta que te vi bajar. Y vi tu molesto pelo rubio, y tus ojos verdes brillantes que destacaban por encima de los piercings de mierda que tenías puestos (me alegro que te los hayas sacado, santo dios).

Supongo que el resto es historia, ¿no?

¿Y yo?, yo estoy excelente. Enseño medicina alrededor del mundo. Tengo un sueldo fantástico, y no me vas a creer, pero estoy viviendo con Vanna. Vanna todavía trabaja en La Fundación, así que no podemos decir mucho, pero, supongo que te habrás enterado tarde o temprano.

Bueno, creo que eso es todo por ahora. Cuando te llegue la carta, mándame un mensaje y charlamos un rato si estás interesado. Me compré la P-Station Nova, espero que justifique la estupidez que hicieron con las consolas anteriores, un asco todo. Avísame si la tenés así jugamos a algo, y si no la tenés, también avísame así te la compro. No te das una idea de la cantidad de guita que estoy haciendo.

Gracias por leerme y ser tan atento, Vic. Te quiero mucho, hermano.

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