Órdenes De Ataque Finales
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Pico Wilson se sentó en medio de su pila de cadáveres.

El Escultor estaba hablando con El Pintor; El Pintor hablaba con El Compositor; El Compositor conversaba con El Constructor; El Constructor se dirigía a El Escultor. El Chaqueador estaba sentado sobre su trono, sin decirle nada a nadie ni recibiendo conversación alguna, la única persona en la habitación que estaba escuchando. Todos querían atención salvo él.

“¡Te lo estoy diciendo, nos burlamos de ellos a través de canciones pegadizas y jingles! ¡No serán capaces de sacárselas de la cabeza, no serán libres en sus propias mentes!”

“¡No, convertiremos literalmente su arte en anuncios y carteles! ¡La corporatización de la expresión artística mata su significado!”

“¡Podemos levantar una galería alrededor suyo, la última muestra de poder! ¡Forzarlos dentro de los confines de la institución!”

“¡Tan sólo esculpe nuestros propios artistas para que tomen sus lugares, y afirmen ser los creadores originales! ¡Los de verdad no sabrán qué hacer!”

El Chaqueador prestaba poca atención a sus disputas. Rodeado de niños petulantes, pensó para sí, arrancaba algunas costillas de sus sujetos y apuñalaba con ellas sus piernas de hombres muertos. ¿Cómo diablos podía El Crítico incluso influenciarlos tanto?

La respuestas a esa pregunta abrió la puerta de golpe. Inmediatamente, toda la conversación cesó, todos los desacuerdos fueron dejados a un lado, y todos los rostros enfrentaban a El Conserje.

El Conserje, extremadamente alto, una larga gabardina deteniéndose justo antes de sus rodillas. Era definitivamente un ‘ello’; su presencia no era humana, sino de una inmutable fuerza de la realidad. Su rostro estaba completamente oscurecido por una máscara de gas; llevaba una tela de un tono que dolía mirar. Donde se movía, habían luces que parecían parpadear y desaparecer, los objetos físicos se veían intangibles y transitorios, lo imposible era una certeza, y las certezas no podían ser concebidas. El Conserje caminó dentro de la habitación, el piso de madera crujía acomodando la inmensa presión, y miró directo a la pila de cadáveres. El Chaqueador miró directamente a negros agujeros para los ojos, y en ese instante, su estómago dio un vuelco, su garganta se estrechó, su corazón comenzó a latir más fuerte y los vellos de sus brazos se erizaron. Por primera vez en su vida, El Chaqueador sintió la dulce sensación del amor. Bueno, o la del miedo. Nunca había sentido ambas antes, y según lo que había oído, las dos parecían muy similares. Él sabía que una causaba atracción, y la otra repulsión, y sin embargo, allí estaba inmóvil y completamente asombrado por el ser frente a él. Él dejó escapar la única cosa que sabía, que desde una perspectiva artística, era objetivamente cierta.

“Eres hermoso.”

Titubeante, le ofreció a El Conserje una costilla rota, sonriendo si decir nada mientras temblaba. El Conserje ladeó la cabeza, como si estuviera confundido, luego tomó la costilla y la guardó dentro de un bolsillo interior de su gabardina. Una voz pesadamente oscura, casi mecánica, zumbó desde el diafragma de su máscara de gas, y aún así, las palabras fueron lo suficientemente claras para que todos las entendieran.

“No tienes idea de lo que me has ofrecido. Podría elaborar a Eva desde esta costilla.”

La sonrisa de El Chaqueador, de alguna forma, se hizo más grande.

“¿Entonces podré considerarte mi Yahvé, mi Jehová, mi señor y dios?”

“No soy un dios. Soy solo una mano.”

“¡La mano de dios, entonces!”

“Soy mi propia mano. Nadie se cree a sí mismo un dios.”

“Nadie lo hace, de hecho.”

El Pintor y El Compositor compartieron miradas, El Constructor miró a sus pies, y El Escultor sintió alguna cosa ambivalente a todo el asunto, rompiendo la conversación.

“Consigue un maldito cuarto. Estamos ocupados.”

El Conserje giró su cabeza para enfrentar a El Escultor.

“Disculpas, Escultor. Cosas de negocios. Al tópico del viernes.”

“Bien. Bueno, obviamente estás aquí para acomodar los planes. Quiero que estés alerta como un as bajo la manga por si las cosas se ponen feas, probablemente puedas realizar un seguimiento de todo, desde uno de los tejados vecinos.”

“Estaba planeando hacer eso de todos modos. La Directora lo ha pedido después de su accidente.”

“Bien. Ahora creo que, tal vez, sería interesante si usamos un poco de un enfoque múltiple aquí. Todos tenemos buenas ideas, y todos pensamos que tenemos las mejores … ¿por qué no vamos por todas ellas a la vez?”

El Pintor exclamó.

“Aún necesitamos organizarnos, a menos que queramos tropezar con los pies de otros todo el tiempo.”

“Cierto. Así que todos, – Conserje excluido, por supuesto – lleven sus planes a papel, establezcan tablas de tiempos, y así todos podremos trabajar en conjunto. Aquí.”

El Escultor entregó bolígrafos y papel a todos en la habitación. Todos comenzaron a escribir notas, El Conserje de pie obedientemente en silencio. El Chaqueador terminó de escribir, y comenzó a doblar su papel en una pequeña flor de origami. Comenzó otra conversación con El Conserje.

“¿Y cómo te ves bajo esa máscara?”

El Conserje se volteó. El Escultor hizo una mueca, pero continuó escribiendo.

“Bajo la máscara soy alguien más.”

“¿Te la has quitado? Digo, ¿si tienes picazón o algo?”

“Me quito la máscara cuando ya no soy necesario.”

“¿Y entonces qué?”

“Y entonces ya no soy yo.”

El Chaqueador rascó su cabeza.

“Pero tú eres tú, después de todo.”

“El yo que es yo no es el único yo. Este es el yo que usa una máscara. El rostro dentro de este rostro, quizás, se considera a sí mismo una máscara que me oculta.”

“Oh, así que es como un síndrome de doble personalidad. Un poco cliché, pero al diablo, quién soy yo para juzgar, ¿no?”

El Conserje permaneció en silencio.

“Así que, ¿no tienes planeado nada para este viernes?”

“Mi rol es diferente. No soy un artista.”

“Todos somos artistas.”

“No puedo crear.”

“No todo el arte implica la creación de cosas. Diablos, mírame.”

El Chaqueador extrajo un riñón de su sujeto, frotando su dedo por la carne gomosa.

“No deseo ser un artista.”

“¿Entonces eres un crítico?”

“No juzgo. Sólo observo.”

“Eso es una tontería. La observación es inherentemente crítica. Eliges observar cosas dignas de tu atención; y tu elección de lo que quieres ver es un juicio.”

El Conserje permaneció en silencio. El Escultor dejó su bolígrafo sobre la mesa, habiendo completado un detallado itinerario de su exhibición.

“Deja de molestar a El Conserje. Si ya terminaste, déjame ver tu papel.”

El Chaqueador lanzó su flor de papel a El Escultor, quien comenzó a desdoblarlo con un enojo mal disimulado.

“Así que tú limpias después de nosotros, ¿cierto?”

“Eso es correcto.”

“¿No importa el desorden que dejemos?”

“Correcto.”

“Si lanzo una bomba nuclear a la ciudad, ¿podrías limpiarla?”

El Pintor exclamó.

“No bombardeen la ciudad.”

“¡No me digas qué hacer! ¿Podrías?”

El Conserje acomodó su mano enguantada a su barbilla. Pensó por algunos segundos, el rostro de El Chaqueador sonrió locamente a confundir a su nuevo amigo.

“Sí.”

“¿Cómo?”

El Conserje permaneció en silencio.

“Oh vamos, no mates la ilusión. ¿Cómo lo harías?”

El Conserje se volvió a El Chaqueador. El cuerpo de Pico se vio superado por la misma primera sensación que sintió cuando lo vio por primera vez, escalofríos bajando por su espalda y perdiendo la sensibilidad en sus extremidades.

“Muy bien, lo que sea. Supongo que voy a tener que averigüarlo de la forma dura.”

El Pintor gritó más fuerte que antes.

“¡NO ARMAS NUCLEARES EN LA CIUDAD!”

“Ah. Puto aguafiestas.”

El Escultor terminó de desdoblar el papel.

“¿Qué mierda es esto?”

Lo levantó para que todos los vieran. Las únicas palabras en el pedazo de papel estaban escritas en sangre, y decían ‘CADÁVERES PARA EL TRONO DE CADÁVERES’.

“Creo que fue directo y al grano sobre mi itinerario.”

“¿Vas a exhibir pilas de cadáveres?”

“Claro.”

“¿…sabes qué? Me parece bien. Es simple, es horrible, y algunas personas saldrán cagando leches. Directo y al grano. Buen trabajo, Chaqueador. Es un gusto tenerte a bordo.”

“Chak Chaka Chak.”

“No. No intentes ni hagas algo que puedas. Eso no es nada. ¿Todos están listos?”

El Constructor y El Pintor entregaron sus papeles, El Compositor hace un buen rato que había escrito su lista de canciones. El Escultor hizo una valoración a sus planes.

“Esto está muy bien. Demasiado bien, de hecho… Bob, tendrás que mover tu plan de alrededor, así no atravesará el camino de Robbo, la galería va a iniciar el bloqueo de sus anuncios si tienes que venir a través de los callejones.”

El Constructor ofreció una solución.

“Tendré la galería que imita las decoraciones de la pared de los alrededores, todo lo que has hecho se puede mover a través de su interior. En realidad, olvida eso, voy a adherir ventanas alrededor de todo lo que hagan.”

El Pintor asintió de acuerdo.

“Te enviaré un mapa de todo el plan mañana en la mañana, podemos resolverlo por la noche.”

“Suena como un plan.”

El Escultor continuó.

“Como dije, El Chaqueador sólo exhibirá cadáveres, y Sam está bien, ya que el sonido no es… oh, pues bien, la acústica interna de las cosas de Bob podría joderlo. Otra cosa que tendrás que averiguar mañana por la mañana, pero es un pequeño problema, serás capaz de resolverlo. Yo estaré bien ya que mis cosas son móviles. Hemos terminado, señores, pero sabemos lo que estamos haciendo. Tenemos nuestros planes de batalla. Después de esto, nadie va a olvidar por qué nosotros somos cools. Los veré a todos mañana.”

El Escultor enderezó sus papeles, los dejó en una pequeña carpeta, y salió de la habitación, seguido de cerca por El Constructor, El Compositor y El Pintor. El Chaqueador se acurrucó en su pila de cadáveres, El Conserje observando cada movimiento. Una voz provino de lo profundo de la pila.

“¿Por qué? ¿Por qué limpias después?”

El diafragma de la máscara zumbó.

“Ese es mi rol.”

“¿Quién te asignó ese rol?”

“El Crítico.”

El Chaqueador levantó su cabeza sobre la pila.

“¿Cómo puede dominar a alguien como tú?”

“Tengo libre albedrío. Lo sigo de buena gana.”

El Chaqueador frunció el ceño.

“Nadie que siga instrucciones es libre realmente.”

El Conserje permaneció en silencio.

“¿Sabe él lo que realmente eres, entonces?”

“Yo soy quien yo soy quien soy.”

“¿Sabes quién eres realmente?”

El Conserje permaneció en silencio. El Chaqueador cacareó.

“Eres un ave enjaulada, excepto que la jaula es de vidrio y tú eres un rinoceronte. ¿No te das cuenta que puedes ser libre?”

“Ya soy libre.”

“No. No lo eres. Pobre. Pobre y lamentable.”

El Conserje enfrentó a El Chaqueador, otra vez disparando rayos desde sus brazos y secando su boca. Su rostro no traicionaba nada.

“Soy más libre de lo que podrías entender. Estoy libre de deseo, libre de emociones, libre de todo. Tú podrás estar libre de otros, pero yo estoy libre de mí mismo. Ahora me iré.”

El Conserje dejó la habitación en un solo paso, dejando a El Chaqueador yacer entre vísceras coleccionadas. Chupó la sangre de su pulgar, y la escupió al suelo. Estaba mintiendo, estaba engañado, El Conserje no era libre.

Eso no lo haría, pensó Pico.

Debería liberarlo.

Todos los monstruos boca arriba en el campo han cambiado a Posición de Ataque, y sus posiciones de batalla no pueden ser modificadas.
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