Estrella Blanca
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El ambiente húmedo hacía resaltar el olor etílico que invadía las fosas nasales de todos los presentes en aquel bar. Ubicado en el medio de Nueva York, no era reconocido por ser un lugar de mala muerte, pero definitivamente no era lo más elegante. El "White Star" ganó su renombre por ser el punto de reunión definitivo para agentes de policía y fuerzas públicas, pues nunca había dejado que desear en cuanto a privacidad se hablaba.

En aquel lugar, el agente Steffano González había organizado la próxima reunión de los recientemente conocidos Marcelo Oliveira y Rex Turner. Todos tenían demasiadas preguntas por hacer y muy pocas respuestas se conocían hasta el momento.

El hedor alcohólico fue despejando mientras el tiempo pasaba, coincidiendo a la par con los agentes presentes levantándose de sus asientos y empezando a abandonar el bar para volver a sus turnos de trabajo, o simplemente a sus propios hogares.

Entre que se vaciaba lentamente la habitación, un expectante Turner esperaba sentado en la barra de madera donde se servían los tragos, un poco perdido por su reciente llegada a la ciudad, y nervioso por la incertidumbre sobre aquella reunión. O al menos así estaba, hasta la llegada de Oliveira.

El despampanante y enorme tipo ruludo de tez oscura ingresó al recinto con una amplia sonrisa que resaltaba entre el opacante y casi deprimente ambiente de aquel lugar, lugar donde se ahogaban las penas y se compartían duros y oscuros secretos entre tantos oficiantes de la ley.


— ¡Eyyyy! ¿Qué tal? —Marcelo estiró la mano para terminar de saludar a Rex con un buen apretón de manos.

— ¡Eh! Todo bien, todo bien. Se ve que llegué algo temprano esta vez. —Rex cambió la mueca desganada de su cara y correspondió al saludo con una sonrisa.

Luego de la bienvenida, el brasilero agarró una silla y se sentó al lado del británico.

— Nervios, ¿eh? Lo entiendo, esta es la gran ciudad de las grandes ciudades, después de todo.

Rex asintió levemente con la cabeza y luego aprovechó para hacerle una seña al barman, mientras tanto, Marcelo continuó:


— Por suerte nos ubicaron en una de las partes menos densas… Pero parece que el resto vive un poco más lejos. Deberían estar llegando en cualquier momento.

— Sí, supongo que sí, es… Distinto. Pero es esperable, tampoco vivía en una de las ciudades más grandes cuando estaba en casa. —Rex puso un alto a la charla unos segundos debido a la llegada del bartender, al quien simplemente le pidieron dos refrescos para comenzar la jornada—. Como te decía, voy a aprovechar estos días para poder salir, entre lo que nos… organizamos. ¿Pudiste pedir la extensión de estadía?

— Sí, sí, por una o dos semanas más, para los dos. Nos va a dar el suficiente tiempo para acomodar todo. —Marcelo hizo una pausa breve antes de continuar—, no me agrada en absoluto estar tanto tiempo lejos, pero sabemos va a ser imposible arreglar algo si tenemos que ir a la base tan rápido-

Ambos agentes fueron interrumpidos nuevamente debido a que redirigieron su atención hacia la puerta. Los agentes Steffano González y Víctor Penz entraron al establecimiento, cargando con algunas carpetas ligeras junto a ellos. Steffano avistó a sus compañeros esperando en la barra, y con un brazo en alto hizo un gesto de saludo mientras Víctor lo seguía con la cabeza gacha.


— Buenas, —Steffano se estrechó de manos con ambos agentes—. Disculpen la tardanza, tuvimos que parar a buscar algo por el camino.

El rubio imitó la acción de su profesor sin decir palabra alguna, y luego ambos tomaron asiento junto a sus compañeros en la barra. El cantinero trajo las bebidas pedidas con anterioridad, aprovechando para tomar las órdenes de los recién llegados. Así, otras dos gaseosas iban en camino.


— No hay problema por la tardanza, por nuestra parte llegamos hace poco. —dijo Marcelo, luego de darle un sorbo a su bebida.

— ¿Vamos a esperar a todos para una ronda de pintas? —preguntó Rex, luego de ver la llegada del resto con el ceño fruncido.

— No hará falta.

A unos muy pocos metros se acercaba sonriente el agente Oscar Ibarra, saludando al par de agentes que se encontraban ya sentados en la barra.


— Ya estoy aquí. —Ibarra estrechó las manos con todos los presentes antes de sentarse en un asiento cercano y ordenar una cerveza.

— Bueno… Antes de empezar, me gustaría saber cómo han estado últimamente, han pasado un buen par de días desde el operativo, y no he intercambiado palabras con ninguno de ustedes, más que con Marcelo a través de los correos para organizar esta reunión. —Steffano levantó la botella de refresco que el bartender le acercó unos segundos atrás y dio un trago a la misma.

— Han sido unos días un poco movidos. Principalmente porque tuvimos que hacer bastante documentación relacionada a mantenernos en el país y otras cuestiones legales. Pero fuera de ello, creo que no hemos hecho mucho. Al menos no juntos, Turner pasó más tiempo fuera que yo.

— Algo así, salí a conocer la ciudad. Es bastante impresionante la cantidad de luces que puede haber en un espacio tan pequeño. Bueno, relativamente pequeño. La gran manzana sobrepasó mis expectativas. También traté de conocer gente nueva, quedé con una chica hace poco. —Rex sonrió ligeramente.

— No perdiste el tiempo, ¿verdad? —Marcelo soltó una carcajada antes de darle unas palmadas en la espalda.

— Podrías darle una mano a alguien que conozco, no creo que vaya a tener mucho éxito si sigue como está. —Steffano hizo un ademán con la cabeza hacia Víctor, el cual se encontraba prestando atención a cómo explotaban las pequeñas burbujas de la bebida gaseosa que le habían traído.

— No sería mala idea organizar una salida.

— ¿No estás siendo muy cruel con el chico? —preguntó riendo el agente Ibarra.

— Tal vez. Pero lo quiero como a un hijo, o al menos uno que se porta mal y conociste cuando ya tenía edad para trabajar.

Víctor simplemente se volteó durante unos segundos, miró a la cara de todos los agentes por un momento, y volvió a observar las pequeñas burbujas explotando en su envase.


— Bueno, voy a tratar de no extender esto más de lo necesario. Antes de empezar con la propuesta que traía para ustedes, voy a preguntarles formalmente un poco sobre su trasfondo militar. Necesito que traten de impresionarme, tómense su tiempo, díganme lo que ustedes crean que puede dejarme boquiabierto.

Rex y Marcelo se miraron mutuamente, mientras Ibarra se reía por lo bajo debido a la informalidad de su allegado. Steffano nunca había logrado encontrar el punto medio entre la formalidad extrema y el trato entre amigos, y a veces se podía notar aunque él no quisiera.

Marcelo titubeó durante unos segundos antes de carraspear para comenzar a hablar lento y fluido.


— Voy a hacer esto como una presentación, para tratar de no perderme. —indicó Marcelo— mi nombre es Marcelo Oliveira Barreto, entrené mis primeros años en el cuartel de bomberos militares en mi país de origen, Brasil. Luego de un par de años, decidí especializarme en el apartado QBRN del equipo. Teníamos cursos muy completos de abordaje integral en medicina, rescate, cartografía, entre otros. Pero preferí decantarme por ese.

Steffano observaba meditante mientras Marcelo continuaba hablando.

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— Entré a la Fundación cuando nos topamos con una criatura que se alimentaba de fuego. Hubo un incendio enorme en una favela, todavía no sabemos si lo provocó la criatura o fue accidental y eso lo atrajo. Luego… Ejercí durante mis primeros años en la Fundación dentro del área especializada de Nu-7, al mismo tiempo que tomaba una capacitación para poder ejercer como paramédico. A día de hoy sigo capacitando agentes dentro del destacamento en conjunto con Beta-7, pero solo trabajo de forma directa en éste último.

— ¿Martilladores? Qué sorpresa. —Steffano sonrió— No esperaba que alguien como tú trabajase en Martilladores. Tienes un perfil bastante humanitario.

— ¡Jaja! No te preocupes, me lo dicen seguido. —Marcelo bebió un sorbo de su gaseosa—. Fueron mis primeros años, sí. Ahora ya estoy algo grande y necesitaba estar más relajado, y… también necesitaba algo que me permitiera visitar a mi familia más seguido. La base- Nevada, no estaba en un lugar muy ameno, lo odiaba.

— Y no te culpo. —respondió el otro agente— Bien. Ahora usted, ¿Rex, cierto?

— Sí. Uhh. —Rex se acomodó en su propio asiento, e inclinó su cuerpo apoyando sus codos sobre sus rodillas— Mi nombre es Rex Turner. Soy miembro del destacamento Beta-7, y anteriormente serví en el SAS desde muy joven. Me dediqué a la cartografía y mapeo de terreno durante un tiempo, pero descubrí que no era lo mío. Aproveché mis conocimientos en ciencias para hacer una especialización en química avanzada dentro de las fuerzas y un desafortunado incidente con un imbécil “tipo azul” me llevó a tener la mancha que tengo en la cara ahora mismo. Creo que no hay mucho más que contar por ahora.

Steffano empezó a asentir lentamente, antes de hablar.


— Bueno. Debo confesar que son currículos bastantes distintos a los que esperaba, y no estoy seguro de si eso me agrada o no. Pensé que iban a ser otro par de soldaditos más, producto del lavado de cerebro gubernamental por el que tienen que pasar hasta llegar a ser miembros de un equipo de La Fundación, pero resulta que no son así, son bastante más… Cómo decirlo… —Steffano chasqueó sus dedos durante un momento hasta dar con la palabra indicada— Ahí está. Humanos. Son mucho más humanos de lo que esperaba.

Ibarra empezó a sacudir la cabeza mientras reía, al mismo tiempo que Rex y Marcelo fruncían ligeramente el ceño en una mirada de confusión. Steffano procedió a estirar un par de carpetas a lo largo de la barra, mientras dirigía una mirada hacia el bartender, el cual asintió y se retiró hacia la parte trasera del establecimiento.

Marcelo observó el intercambio de gestos y su mirada cambió de confusión a una leve preocupación.


— Les traigo una propuesta distinta, estoy formando una división esp- —Steffano fue interrumpido por Marcelo.

— Espera un segundo. No quería interrumpir, pero mi sentido común me pide más información de ustedes antes de llegar a absolutamente nada. Espero no sonar grosero, pero creo que merecemos un poco más de… ¿Contexto?

— Tiene sentido. —respondió Steffano— Bueno, Voy a dejar que Oscar se presente primero, luego Víctor, y al final yo.

El agente Ibarra levantó una de sus manos en forma de gentil saludo, y procedió a responder.


— Saludos nuevamente. Mi nombre es Oscar Antonio Ibarra Correa, soy de México y el inicio en mi paso por las fuerzas se dio en el Ejército de los Estados Unidos, me especialicé en medicina de combate en entorno bélico y le dediqué gran parte de mi vida a eso mismo. Fui desplegado en Afganistán donde cumplí orgullosamente con mi deber, pero solo un batallón —Ibarra hizo la señal de comillas agresivamente mientras continuaba enfurruñado— fue retirado con condecoraciones a causa de un supuesto enfrentamiento con fuerzas hostiles de gran magnitud. La verdad es que una anomalía nos pisó los talones durante una semana completa, semana sin comunicaciones con el cuartel general en la cual se nos dio de baja y quedamos con el estado de perdidos en combate. Luego de ese infierno, solo tres de siete de nosotros logramos salir con mucho esfuerzo, adoloridos, y con muchas bajas. Luego de eso… ya saben lo que hacen con los que logran salir de algo así.

Ibarra cambió su feliz semblante a una expresión seria y molesta en una fracción de segundo.


— Llegaron los tipos de traje. Si les sirves, te entrenarán. Si no les sirves, te darán un fajo de dinero, te borrarán la memoria y volverás a casa con un par de tiros en el hombro y un par de lindas medallas. Creo que está de más indicar por cual me decanté. —Ibarra tomó un trago de su bebida antes de terminar— Hijos de su chingada madre.

Steffano se volteó hacia Víctor, lo cuál le indicaba que era su momento de hablar. Víctor, un poco molesto, dirigió su mirada hacia los demás agentes.


— Mi nombre es Víctor Penz. Entrené un tiempo con las reservas del Ejército de los Estados Unidos. Conocí a alguien dentro del FBI que pensaba que mis habilidades podrían ser útiles para ellos, así que trabajé un tiempo de encubierto, antes de conseguir oportunidades dentro de La Fundación. No hay mucho más que decir. —Víctor se volvió hacia su bebida y agachó la cabeza.

González tomó aire antes de voltearse y enfrentarse nuevamente a sus colegas.


— Yo soy Steffano González. Me dediqué al campo del estudio de la Medicina, donde me recibí de doctor en relativamente poco tiempo. Cuando salí, empecé a trabajar en la Policía Federal de mí país, en donde impartí clases de medicina de táctica y de combate a operativos de los grupos de operaciones especiales en los cuales participé activamente como operador luego de un tiempo. Mi posición como médico de combate y los entrenamientos conjuntos me llevaron a conocer gente de otros países con buenas influencias.

El agente hizo una leve pausa para beber algo antes de continuar.


— Ahí conseguí enlistarme en el FBI como instructor médico para el SWAT. Antes de retirarme me ofrecieron un trabajo dentro de la UdII. Una cosa llevó a la otra, y terminé en un intercambio con mucho dinero de por medio para trabajar en La Fundación SCP. Ahora instruyo a nuevos cadetes y participo de operaciones de alta complejidad en las que se me requiere.

Steffano se acercó a la barra brevemente, antes de terminar de hablar.


— Y descubrí una pequeña grieta en el sistema de despliegues actual de La Fundación. —Steffano apuntó con un dedo hacia las carpetas— Aquí, justo aquí entran ustedes.

La mirada fija de Marcelo y Rex volvió a cambiar de semblante, a uno más tranquilo e interesado en lo que el otro agente tenía para ofrecerles.


— Me interesa. Bastante. No sé qué será, pero tengo- tenemos bastante en claro que el sistema que La Fundación tiene es una mierda. —Rex fue el primero en comentar algo al respecto.

— Pueden abrir las carpetas si desean, son todas suyas. —Steffano levantó el par de carpetas y se las acercó a los agentes.

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Los dos agentes que se enfrentaban a Steffano empezaron a revisar con interés hoja por hoja las, hasta ahora, misteriosas carpetas. Dentro de estas se encontraba un extenso expediente donde se detallan los gastos en cada despliegue por cada destacamento móvil, así como diversa logística de cada uno.


— Voy a tratar de mantenerlo en términos simples, La Fundación está malgastando dinero en los despliegues, así como en armamento, investigación, personal, etc. Mi experiencia trabajando con grupos reducidos de asalto y contrainteligencia me llevan a pensar que sería mejor idea crear mi propio equipo para los despliegues específicos que lo requieran, fundado por mi propio capital, trabajando para los bastardos de arriba, y obteniendo dinero por operativo.

Todos los agentes lo miraron levemente confundidos por un momento, pero Steffano continuó hablando.


— Lo sé, suena como una locura, pero tengo mis razones. Estoy buscando gente especial para este equipo, y ustedes dos, —dijo, mientras apuntaba a Rex y Marcelo—, son excelentes para el trabajo. Supieron responder bien, y a tiempo en el último operativo. Así, de la nada, confío más en ustedes dos que en el 90% de personal activo de La Fundación.

Luego de oír eso, Rex tomó la palabra.


— ¿Y cómo funcionaría esto? No podemos dejar nuestro trabajo de la nada, no creo que a los directores de sitio o a los líderes de escuadrón les guste la idea. Además, ¿tú nos pagarás? El salario que tengo ahora mismo es bastante alto, y no estoy seguro de si lo cambiaría tan fácil.

— Cuando ustedes entren, me encargaré de hablar con los líderes de su escuadra para la documentación y permisos que ustedes necesiten. Continuarán trabajando en sus respectivos destacamentos y tendrán absolutamente todo cubierto, no se preocupen por ello. Respecto al salario, tomen el salario que tienen actualmente por operativo, y multiplícalo por dos. Eso es lo que van a percibir por cada operativo, y aumentará basado en la dificultad y tiempo de investigación que cada operación requiera.

— ¿Multiplicarlo? Pero ya mismo estoy ganando cinco cifras por misión, multiplicarlo sería una locur-

— Sé cuánto están ganando por misión, lean la documentación que acabo de entregarles y verán qué es lo que gana todo el mundo. Solo piensen un momento, no tengo que pagarle a miles de operadores activos en el mundo, trabajarán por operativo y probablemente hasta tengan tiempo para descansar entre misión si el director de su respectivo sitio se lo permite. Pero…

— ¿Pero? —preguntó Marcelo, apareciendo en la conversación.

— Los necesito a una llamada de distancia, a veces menos. Van a hacer el trabajo que tengan que hacer, y responden a mí como comandante de escuadrón en todo momento. No trabajan para ninguna otra organización que no sea la SHRP o La Fundación SCP, y hagan lo que hagan, no le dirán a nadie sobre el escuadrón que no sean sus líderes. Llegamos a la escena, hacemos lo nuestro, y nos retiramos.

— Suena arriesgado. —replicó Rex.

Steffano solo se cruzó de brazos.

— Me… Me gusta. Ya me tratan igual de mal en mi escuadrón estándar, no veo por qué no intentar algo nuevo. —una sonrisa se dibujaba cada vez más y más en el rostro de Turner.


Los minutos pasaron mientras Steffano explicaba cada vez más y más a detalle la formación logística del grupo. Luego de un buen rato, y con la explicación finalizada, Marcelo se reclinó en su propio asiento, como si tomase un pequeño descanso.


— Es arriesgado, pero suena a una propuesta relativamente sólida, obviando la parte de logística que no conocemos todavía. Supongo que vamos a hablar de eso más adelante, ¿verdad? —Marcelo volvió a indagar.

— Cuando quieran, tengo toda la documentación sobre lo que necesiten saber. Podríamos coordinar otra reunión para hablar sobre el tema con ello en mano o simplemente les puedo enviar los archivos al respecto, como ustedes deseen.

— Me parece perfecto. Creo que preferiría ambas, es importante mantenerse informado. —El silencio se hizo durante un segundo antes de que Marcelo procediera nuevamente—  Y bueno… Viendo que terminamos de discutir lo que venía al caso, creo que ya sería buena hora para esa ronda de cervezas, ¿no? — exclamó Marcelo, al mismo tiempo que aprovechaba para llamar al mesero.

El bar ya estaba relativamente vacío, lo cual les había permitido hablar sin problemas sobre el proyecto anteriormente. Su catálogo de bebidas no era sumamente extenso, pero claramente en un lugar así destacaban por encima de todo las cervezas. Con variedades artesanales elaboradas por la misma taberna, esto permitía destacar por encima de otros puntos de reunión en la zona, incluso más aún para los oficiales de la nación. Todo tipo de lagers y ales, para todo gusto y color.

Marcelo y Steffano se pidieron algo simple, una lager pálida para cada uno para comenzar la noche, lo clásico; Óscar se pidió una amber lager, con un poco más de sabor; Rex una Porter, algo robusta para el gusto de algunos; y por último, Penz pidió una IPA marrón, la más fuerte comparada al resto. Uno a uno, el bartender fue sirviendo los tragos directo de los barriles debajo de la barra, cada cerveza colocada en un vaso diferente dependiendo del tipo, pero todos con la misma capacidad para contener líquido.

Las bebidas hechas a base de cereal tenían buen color, y, levantando su vaso, Steffano inició un brindis.


— Salud, —exclamó el agente al momento de alzar su vaso.

— ¡Salud! —repitieron el resto de los presentes, chocando sus vasos al unísono, para luego tomar un buen sorbo de cerveza.

Mientras las voces de los agentes conversando luego del brindis avivaba nuevamente la energía del lugar, Rex se levantó momentáneamente de su asiento para estirar las piernas. Hurgó en su bolsillo para buscar su teléfono, lo revisó unos segundos, tecleó rápidamente algunas palabras, y luego volvió a sentarse en su silla intentando no llamar mucho la atención.

Steffano, Marcelo y Óscar estaban distraídos charlando sobre el trabajo, cada uno comentando sus experiencias. El tener oficios similares les permitía hablar desde lugares similares, todos orientados hacia la medicina, el trabajo humanitario y el rescatismo. Entre sorbo y sorbo de cerveza, los recién allegados congeniaron lo que no pudieron durante su anterior operativo juntos.

Minutos más tarde, el móvil del agente británico comenzó a sonar, por lo que se excusó del resto de forma algo torpe antes de ir hacia la salida lateral del bar con el teléfono en mano. Al pie de la puerta, miró hacia atrás con algo de preocupación, viendo que todos seguían en la mesa finalmente salió mientras se llevaba el celular hacia el oído.


El callejón al que daba la puerta secundaria estaba completamente vacío. Comparado con el interior del bar, era simplemente una calle peatonal mal iluminada, donde el olor a cigarrillo se hacía presente por encima de la humedad y la tierra. En el suelo yacían colillas de cigarros, botellas y algunos otros restos de basura, los cuales adornaban la escena apropiadamente.

Dentro del bar poco se prestó atención por la súbita salida de Rex, quien en verdad no había salido porque lo habían llamado. Este ya estando afuera guardó el celular en su bolsillo, y, finalmente estando solo, el pelinegro simplemente caminó unos pasos para luego reposar contra una pared y poder meditar en silencio un rato.

Turner no acostumbraba a las situaciones que requieran análisis social inmediato, esto lo llevaba a agobiarse rápidamente, y más ante una propuesta que podría cambiarle la vida de forma tan drástica y repentina. Necesitaba una salida, y ya que él no fumaba, el teléfono era la mejor opción para huir sin dar una mala impresión.


— Nadie te llamó, ¿cierto?

Una voz ronca y juvenil irrumpió desde la parte más oscura del callejón, de donde surgió Víctor dando pequeños pasos hacia el frente.


— Mier- Joder, no hagas eso, podría haberte partido la cara. ¿Qué estabas diciendo? —Rex se notaba visiblemente agitado.

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Penz lo miró indiferente por unos segundos hasta que el agente contestó.


— Sí, nadie me estaba llamando. ¿Para qué quieres saber eso?

— ¿Por qué no simplemente te levantaste y saliste?

— Porque no quería ser maleducado, trato de mantener mis modales.

Nuevamente el silencio reinó durante un par de segundos, hasta que Víctor volvió a hablar.

— Mentiste en tu historial.

— ¿Qué?

— Que mentiste en lo que le dijiste a Steffano sobre tu pasado en las fuerzas.

— No, no mentí. Solo… —Rex titubeó un momento mientras Víctor lo miraba fijamente con el ceño fruncido—. Acomodé un par de cosas para que sonara un poco mejor… —la expresión de desconcierto de Turner cambió a una de confusión en un instante—. ¿Cómo carajos sabes eso?

— Porque yo también miento. Mentía, y mucho. —Víctor pateó un par de colillas que se encontraban tiradas en el suelo—. No puedes mentir en frente de otros mentirosos y esperar que no se den cuenta.

Turner mantuvo su expresión de confusión durante un momento, antes de simplemente volver a reclinarse contra la pared en la que estaba anteriormente.


— Rex, voy a ser honesto. A mi no me interesa que hayas mentido o no, solo, trata de no hacerlo con esos tipos. Siempre se enteran de todo, y tarde o temprano van a pillarte. Lo último que me gustaría, personalmente, es tener problemas con ese tipo de gente.

Penz empezó a caminar en dirección al bar nuevamente a paso lento, y antes de desaparecer tras la puerta, pronunció:


— En especial si necesitas acomodar tu historial para justificar tu posición. Solo cuídate.

El agente Turner permaneció inmóvil en su lugar, meditando sobre lo que acababa de suceder.

Tal vez tenía razón.

Tal vez.


Ya en el bar, el ambiente de júbilo reinaba entre los pocos agentes de policía que quedaban dentro del lugar, y eso parecía haber contagiado a los demás, que cambiaron el tono de la seria conversación a algo más ligero.


— Parece una película de ficción, pero lo que te digo es cierto. —Marcelo contestó a Oscar mientras le daba un sorbo al vaso de cerveza que tenía cerca—. ¡Hey! Miren quien volvió.

Por la puerta trasera volvía a ingresar Rex, el cual se había ido hace un buen par de minutos antes de regresar a sentarse en su mismo lugar.


— ¡Rex, Rex! Les estaba contando lo que sucedió con nuestro director de sitio y todo eso. ¡Fue una jodida locura!

González, sorprendido, le dio unas palmaditas en la espalda al recién llegado Turner.


— Los felicito, realmente tienen que haber hecho un trabajo excepcional para haber descubierto todo eso en un par de meses. No es algo que se vea todos los días.

— A ver, a ver. —Ibarra saltó a la conversación— Tal vez entendí mal, pero me están diciendo que su director de sitio desviaba fondos monetarios para su propio bien. Y que además de eso, tenía una cantidad de gente involucrada, todos staff operativo funcional de La Fundación, dentro de todo este esquema de mierda. ¿Es así?

Marcelo y Rex simplemente asintieron con la cabeza.


— Mierda… Es una puta locura, no puedo creerlo.

— Fue más difícil de lo que parece. El detenerlos, ya sabes. —Marcelo empezó a mover su cabeza lentamente de lado a lado, tratando de recordar la mayor cantidad de detalles posibles—. Al principio empezó con falta de documentos. A los agentes de campo generalmente no suele importarnos porque no es nuestra jurisdicción, pero luego empezó a notarse la falta dentro del presupuesto general del equipamiento para las fuerzas.

Oliviera tomó una pausa para respirar antes de continuar.


— Yo era el líder de una escuadra dentro de ese sitio. La falta de equipo pesaba más de lo que parece. Cuando empecé a quejarme con los directivos, decidieron tratar de callarme con soluciones temporales. Claramente, ninguna les sirvió. Con el tiempo, Rex se fue dando cuenta también, pero fue difícil congeniar entre nosotros ya que era un tema que no se hablaba mucho entre los cuarteles.

— Es cierto. De hecho, ese sitio al que entramos en la operación conjunta, ese sitio es donde estaba la mayoría de documentación relacionada al desvío de dinero. Y si son un poco inteligentes se darán cuenta de lo que sucedió.

Los agentes se miraron a las caras entre sí y, sorpresivamente, Víctor decidió acotar a la conversación.


— Pero ahí murió gente. No es posible.

— No te das una idea de las cosas que son capaces de hacer algunos por un par de dólares. Y ni siquiera hablemos del poder. —respondió Steffano.

— Fue un desastre, pero la mayoría del escuadrón estaba complotado con ellos. Por eso solo fuimos nosotros, decidimos ir voluntariamente a espaldas del resto del escuadrón. En el asalto recopilamos documentos, y con todo eso a mano, logramos tirar abajo toda esa mierda, al menos temporalmente. —Marcelo finalizó con su vaso de cerveza a la vez que terminaba de contar los eventos sucedidos.

Steffano hizo una mueca de confusión y respondió.


— Mierda, eso era lo que estaban haciendo en las oficinas, ¿verdad? Yo pensaba que solo estaban metiendo sus narices donde no los llamaron. Lamento haber pensado mal.

Marcelo levantó una de sus palmas en señal de paz, y sacudió la cabeza.


— No te preocupes, a cualquiera le podría pasar. Es mejor que estés atento, a que dejes las cosas al azar.

— ¿Y por qué nos llamaron a nosotros, un equipo completamente distinto y casi privado, en vez de enviar a sus propios especialistas? —preguntó Penz.

Rex carraspeó momentáneamente antes de responder.


— En primer lugar, querían a su gente lejos del lugar de los eventos. Mientras menos conexiones haya, mejor sería para ellos. Segundo, no esperaban que el grupo de asalto tenga gente que esté al tanto, tampoco esperaban recuperar gente viva de ahí. Eso fue una masacre. —Rex dio un pequeño golpe en su pierna antes de seguir—. Y que agradezcan que ahora están en la cárcel, porque si los encontrara en la calle probablemente les partiría la cara.

El ambiente se rodeó ligeramente por un peso de malestar y decaimiento de parte de todos los agentes. Una noticia tan atronadora no era fácil de digerir, pero al menos lo peor ya había pasado, y todos pudieron salir a salvo en su momento.

Steffano miró su reloj un segundo, y se levantó de su silla mientras estiraba sus articulaciones.


— Muchachos. Agentes. Fue un placer haberlos conocido, y espero ansiosamente trabajar en equipo nuevamente con ustedes. Ahora debo retirarme, tengo más cosas que hacer, y siempre trato de conducir lo menos posible durante la noche, pero no tengo mucha más alternativa que retirarme.

— Igualmente, Steffano. Agradecemos la confianza y la oportunidad, y no podemos esperar para colaborar con ustedes. —Marcelo se acercó a Steffano y lo saludó con un abrazo—. Espero volver a verlos pronto.

— De seguro. —Ibarra sonrió—. De seguro nos vemos pronto. No te preocupes.

Entretanto, el resto de agentes empezó a levantarse de su lugar, y entre saludos y formalidades, se despidieron para retomar sus vidas diarias, dejando conclusa la formación del nuevo equipo.


— ¿Ya te vas acostumbrando? —preguntó Steffano mientras maniobraba con el auto para conectarse a una de las carreteras principales.

— No está tan mal. Es interesante no ver las caras de los mismos sujetos de todos los días. —Penz hizo un sonido similar a un rebuzne, y continuó hablando— Es un poco loco. Todavía no me puedo terminar de hacer la cabeza para procesar lo que vimos en ese operativo.

— Pensé que las imágenes que viste en clases eran más que suficiente para acostumbrarte. Me dijiste que eras un buen aprendiz visual, y que sería más que suficiente con eso cuando te ofrecí ver anomalías en contención.

— Si, solo que cuando me dijiste anomalías esperaba ver, no lo sé, ¿un puto duende? Lo único que terminé viendo fue un… ¿Qué mierda era eso? Dios santo.

Steffano se echó a reír mientras Víctor se frustraba cada vez más y más tratando de describir sus emociones.


— Hey Víc. Ahora que todos firmaron para la formación inicial del equipo, puedo darte algo que tenía guardado para vos. Sacá del asiento de atrás un maletín negro y chiquito, tiene el logo del equipo.

Víctor, dudoso, siguió las instrucciones de Steffano hasta posar el maletín encima de sus piernas.


— Abrilo, no seas cagón, dale.

— Voy, voy, ya me fijo.

Penz abrió el pequeño maletín, y dentro de este se encontraba un arma. Una pistola Canik METE sft de color negra y gris, rodeada de accesorios y un par de cargadores. El arma tenía grabado el logo de SHRP en la empuñadura rugosa del arma, junto a una pequeña “V”.


— Feliz cumpleaños. —dijo sarcásticamente Steffano.

— ¿Qué? ¿Para qué quiero esto? Tengo las armas de entrenamiento del sitio.

— No, no, esto es distinto. No estás entendiendo. Esa arma es tuya. Allá atrás está toda la documentación que necesitás para portar y tener, así que sentimentalmente y legalmente ahora es tu mejor amiga.

Penz se notó confundido, pero aún así cierto atisbo de felicidad se podía notar en su cara.


— Pero, ¿no se supone que solo los agentes pueden portar armas y todas esas cosas?

— Sip.

— …

Steffano continuó conduciendo sin cambiar la expresión.


— ¿Esto significa qué-

— Sip.

Víctor finalmente rompió con la mascarada, y empezó a sonreír de oreja a oreja.

Steffano solo desvió literalmente la vista para verlo sonreír, y volvió la vista a la interminable carretera de luces frías.

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