Entrenamiento Especial
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Puntuación: +11+x

Steffano cayó en seco al suelo, señal que dio por terminado el round.

Luego de algunos segundos, alzó la voz;

—¿Me das una mano? —Replicó desde el suelo, estirando su brazo hacia Víctor.

Su alumno lo miró por algunos segundos antes de acercarse en auxilio. Extendió su mano para levantarlo, pero en el momento que agarró a su profesor, sintió un tirón repentino que terminó por derribarlo al suelo de igual forma.

—¡Ja-ja! No me imaginaba que te la ibas a creer.

Steffano empezó a levantarse luego de jactar su victoria, pero su cara fue recibida otra vez por la lona del cuadrilátero casi inmediatamente después.

En cuestión de pocos segundos, Víctor despabiló y volvió a derribar a su entrenador con una rápida barrida directo a los tobillos, antes de que siquiera pudiera intentar recuperarse por completo.

Admitiendo la derrota, Steffano simplemente se quedó tirado en el suelo, mientras su alumno se dirigió a la esquina del ring.

—¡Eh, tramposo! —El entrenador tatuado recibió una toalla directo a la jeta—. Ya había terminado la ronda.

—Ouch. —González agarró la toalla de su cara y se levantó para comenzar a secarse—. Eh, eh, no es mi culpa que vos te la hayas creído.

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—Bueno che, perdón por querer ayudar al asociado del PAMI que no se podía levantar solito del piso.

—¿Asociado al qué- En serio, todavía me sorprende la cantidad de pelotudeces que te acordás solo para tirar en insultos. —Steffano hizo una pequeña pausa antes de continuar—. No es para meter presión, pero ojalá tengas la memoria así para los exámenes de la semana.

—Ah pero hoy andás chistoso. Si esa es tu forma para preguntarme si ya estudié, la respuesta es sí. Gracias por la preocupación.

—Ya está, dejate de quejonear y preparate para el viaje de vuelta.


—¿De verdad tengo que ir yo también?

Víctor Penz y Steffano González se encontraban estacionados en las afueras de un edificio.

La fachada era relativamente simple. Visto de lejos parecía cualquier otro complejo común de ciudad; pero, desde dentro, albergaba las oficinas de varios investigadores y funcionarios importantes dentro del FBI.

Ambos esperaban a que el reloj marque la hora de la reunión. González fue contactado con unos días de anticipación para preparar una clase, y ahora Penz lo estaba acompañando casi por obligación.

—Y… Ya estamos acá en la puerta. Ya estás arreglado… — El entrenador miró directamente una de las orejas de su alumno — -A medias. Es un toque tarde para decidir quedarse en el auto ahora.

—Eh, pará pará- los de la cara me los saqué, —Penz no tuvo que siquiera mirar a González para saber a qué se refería—, el resto… Los cambié. Son los mejores que tenía guardados.

Viendo que ya se aproximaba la hora, ambos salieron del auto para seguir su conversación. Estaban vestidos cada uno con un traje simple, pero bien portado para la ocasión.

Lo único “poco apropiado” eran los tatuajes que sobresalían de Steffano desde fuera de los límites de su traje, más específicamente en las manos y el cuello; y los pares de piercings de Penz.

Víctor sabía que su profesor le había dejado en claro que no lleve ningún tipo de arete puesto a la reunión, pero simplemente hizo caso omiso a la hora de preparase. Cambió el estilo industrial de aros que solía utilizar por conjuntos de color dorado opaco. Haciendo juego con su vestimenta, se veían mucho más distinguidos que los que usaba regularmente.

Mitad en broma y mitad no, Steffano acotó;

—Vamos a tener suerte si no te sacan a patadas cuando te vean.

—Mirá, si a vos no te dijeron nada, no creo que haya mucha diferencia tampoco. El loco tatuado de pies a cabeza no soy yo acá. — Penz hizo un gesto con la mano, señalando a González de arriba a abajo.

—No sé… Que yo sepa no parezco linyera cada vez que salgo. Acomodate el saco antes de entrar, ya tenemos que ir subiendo.

Penz reacomodó su ropa, y antes de pisar los escalones del edificio, replicó;

—Si nos dicen algo, ya sabés que el pelador de papas está en la cocina.1

—¿Qué- Ah, esperá, ya entendí. —Steffano hizo una pequeña pausa antes de seguir—. Dios mío.

Víctor rió ligeramente mientras subía. Ya frente a la puerta, ambos la abrieron de par en par y entraron al edificio.

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—Rex, vienes conmigo, el resto de uste-

—¿Y qué si no quiero? —Interrumpió Rex.

Los agentes Steffano González y Rex Turner se miraron mutuamente por varios segundos, con el más joven de ambos observando de forma desafiante al actual capitán del equipo.

El día había sido complicado por donde se lo vea. A ninguno le había terminado de cerrar del todo la misión en que se los había asignado, pero un operativo era un operativo, así que Steffano estaba haciendo lo que podía para mantener controlada la situación y terminar lo antes posible.

Claramente, no parecía que Turner fuera a ceder, y una pelea era lo último que el grupo querría ahora. González simplemente miró de reojo a Penz, y continuó, —Lo que digas, quédate aquí entonces. Fíjate dos veces en caso de que algo aparezca por la retaguardia, el resto seguiremos avanzando.

Rex guardó silencio por algunos segundos, y cuando vio que el equipo estaba a punto de continuar, arregló la correa de su arma y volvió a levantar la voz.

—Me voy a quedar, no porque me lo hayas dicho o alguna maldita cosa del estilo. Fue mi idea en primer lugar.

Luego de suspirar pesadamente ante el comentario, Steffano indicó al resto del equipo con una seña que era hora de avanzar, dejando a Rex por detrás.

Varios minutos después de estar parado en el mismo lugar, Turner decidió empezar a patrullar la zona. Entre pasillo y pasillo no se podía divisar ni un alma, simplemente eran él, él y él s-

—¿Y?

La voz de uno de sus compañeros hizo eco a su lado. Sorprendido por la aparición y el ruido repentinos, Rex dio un pequeño salto hacia atrás y apuntó su arma directo a él, pero el otro agente pareció no inmutarse en lo absoluto.

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—¿Vas a ir con ellos?

—¡Maldito PUTO infierno, Víctor! ¡Siquiera pude escuchar tus pasos! —Rex bajó su arma, y continuó—, ¡¿Qué carajo te pasa?!

—¿Vas a ir o no?

El agente Víctor Penz había estado fuera del rango de visión del agente Turner por un buen rato, habiéndolo seguido sin que este se diera cuenta. Finalmente, había decidido que era hora de decir algo.

—¿Cómo mierda llegaste aquí?

—No es relevante.

—Eh… —Nuevamente reinó el silencio en la habitación en la que se encontraban, antes de que Rex decidiera hablar otra vez—, Está bien, voy- Uh, voy a ir ahora. Dios mío, hombre…

Penz le asintió de forma leve. Mientras Turner abandonaba la habitación, pudo notar la mirada del rubio clavada en su espalda. Sintiendo escalofríos durante todo el trayecto de salida, el agente con cicatrices se limitó a ir en busca del equipo una vez más.

Cuando Víctor se aseguró de que su compañero se haya ido, simplemente agarró su cuaderno de su mochila, y continuó haciendo el mapa de la edificación.

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