Enfoque
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El sonido de la carretera era lo único que se podía escuchar desde dentro del auto.

Steffano González y Víctor Penz se dirigían rumbo al centro operativo para adquirir el nuevo objetivo de un despliegue emergente. El aviso fue de suma urgencia, y la pesadez en el ambiente producto de la última discusión no ayudaba en absoluto.

Finalmente, el entrenador decidió romper el silencio para intentar aligerar el viaje.

— ¿Y?

— Y… ¿Qué?

— Llevamos un buen rato acá arriba, unos… ¿15 minutos? —Steffano desvío ligeramente la vista hacia el reloj del auto para confirmar su duda—. Sí, 15 minutos. ¿Pudiste pensar algo sobre lo que hablamos o solo te dedicaste a sufrir en silencio?

— Ah… Eso… No sé. —respondió mientras hacía una pequeña mueca.


Penz volvió su vista hacia la ventana. Había estado reflexionando sobre la charla de más temprano, pero todavía no podía ordenar sus pensamientos. Desde principio del día su mente estuvo dando vueltas sobre su pertenencia a la Fundación, mucho más que lo usual. Hablar de la situación lo ayudó a relajarse un poco, pero el tema parecía alargarse interminablemente.

— Ehhh, todavía no me cierra del todo esto de ser un… “Fed”. No sé si me pueda llegar a acostumbrar del todo.

— ¿Fed? —Steffano soltó una risa ligera antes de continuar—. ¿De dónde sacaste eso?- Sabés, no importa. Creo que le estás dando demasiadas vueltas a un asunto del cual no tenés control ahora mismo. Ya te dije, vas a tener que hacerte cargo de como las cosas van a funcionar de ahora en adelante.

— Sí, ya sé, ya sé- —Penz se interrumpió a sí mismo antes de continuar hablando—. Bueno. No. No sé, es- es complicado.

— Te escucho.

— Es… Difícil, el cambio en general. Sé que vos venías de ser militar antes y todo eso, ¿no? Habrá sido también un… cambio, la vida acá. Pero yo, yo no. Lo más cercano que tuve con experiencias en algo así antes de venir fue con mi viejo, y eso fue hace muchísimo.


Steffano se mantuvo con una expresión seria en su cara.

— Fue todo demasiado repentino. Se me desmoronó la vida en. Tres. Días. Y cuando pude sentar el culo para pensar, estaba en un vuelo de doce horas yendo a ocho mil kilómetros de distancia de casa. Amigo, en ningún momento de mi vida se me había cruzado por la cabeza que iba a terminar trabajando para este lado, ¿sabés?


Steffano miró a Penz de reojo como si estuviera por responder algo, pero Víctor simplemente continuó hablando.

— Ya sé que es… Una sensación que no se va a ir en un buen tiempo. Pero tampoco voy a tirar la toalla ahora. La falta de contacto, el nuevo ambiente, todas esas cosas son pesadas. No estoy acostumbrado a estar lejos de mi propia casa, no sé, es más como una sensación sobrante de la mezcla de emociones.

— Mirá… Creo que en estos tres años nunca antes te había escuchado hablar así. Es la primera vez que te abrís y te sinceras. —Steffano mantuvo la vista al frente, enfocado en la conducción—. Y, si me permitís darte un consejo, deberías empezar a hacerlo más a menudo. Tal vez te saque un par de pesas de la cabeza. Eso, y meditar, también es útil.

Víctor se reacomodó en el asiento, colocándose la capucha y cruzando los brazos a la vez que empezaba a dormitar. Steffano movió sus ojos hacia el asiento de acompañante, y observó a Penz durante unos segundos.

— Nos queda una hora y tanto, te aviso cuando estemos llegando.

Acto seguido, González presionó varias veces en una sección de la pantalla digital de su vehículo, y una música relajante empezó a sonar.

Víctor solo se dio vuelta en dirección a la ventanilla y sonrió levemente.


Unas palmadas en la espalda despertaron a Víctor de un intenso sueño, del cual se levantó lentamente.

— Arriba, dormilón, ya llegamos.


Afuera, una enorme instalación se mecía en la imagen a través del parabrisas del auto. La fachada de las enormes edificaciones vislumbraba un blanco impoluto, acompañado de grandes señalizaciones bien iluminadas que derrochaban presencia y tecnología, indicando las entradas y salidas al establecimiento.

El elegante auto que Steffano conducía atravesó un túnel que conectaba directamente con las entradas de las instalaciones.

— ¿Dónde estamos? —preguntó Víctor, quién procedió a refregarse un poco la cara para poder apreciar propiamente el panorama a su alrededor.

— Sitio-210, no puedo localizar muy bien el lugar, pero manejé tantas veces hasta acá que me acuerdo el camino de memoria.

— Entiendo. ¿Ya llegamos realmente o solo era para que me despierte?


Luego de esa pregunta, el auto cesó la marcha.

— Llegamos, en serio.


Steffano salió por la puerta de su lado y la cerró levemente, dejando a Víctor dentro del auto. Víctor no demoró mucho en recoger sus cosas y salir para reunirse con Steffano.

— Y… ¿Alguna idea de por qué nos llamaron hasta acá?

— Sí, un poco. Vamos a tener que elongar porque tenemos un operativo de urgencia. —Steffano abrió el maletero del auto para cargar con un par de bolsos de equipamiento propio—. Dale, trae tus bolsos y vamos rápido que nos están necesitando.


Víctor empezó a cargar con sus bolsos de equipo, y al terminar de levantar todo de la maleta, Steffano lo cerró y emprendió marcha hacia las puertas del enorme edificio.

En la entrada fueron bienvenidos por una joven mujer que fungía de secretaria, Steffano sacudió la cabeza en señal de saludo y aceleró la marcha por un largo pasillo que se extendía a lo largo del lugar. En el camino atravesaron grandes comedores llenos de personas, rincones de lectura, salas de experimentación, un par de escaleras en espiral y un elevador al final del recorrido.

Una vez dentro del elevador, ambos se encontraban solos y levemente agitados por la larga caminata.

— Che, ¿estamos caminando a la zona de la misión o algo así? ¿No deberíamos ir equipados ya? —cuestionó Víctor.

— Nop. —respondió Steffano mirando el techo del elevador.

— ¿No qué?

— Recién estamos yendo a la sala de operaciones para que nos expliquen a dónde tenemos que ir. —Steffano miró fijamente a Víctor con una forzada y cínica sonrisa.

— Dios mío…


Pasados unos segundos, las puertas del elevador se abrieron, dejando ver una elegante sala de espera y una gran puerta doble de madera.

— Bueno, allá vamos. —vociferó Steffano.


Ambos caminaron hasta estar cerca de las puertas, y Steffano las abrió de un empujón.

Una sala oscura iluminada tenuemente por un grupo de focos led los esperaba del otro lado de la puerta. La habitación era de un tamaño considerable y en su mayoría estaba ocupada por pantallas y grandes pizarrones. En la parte posterior de la habitación, se hallaba una mesa con un par de sillas, junto a dos sujetos que ya se encontraban ahí anteriormente.

— Buenas. —Steffano levantó la voz, saludando a los presentes.

Hey you, ¿cómo estás? —preguntó uno de los sujetos en un inglés muy americano.


Un joven de tez morena clara y unos delgados lentes de sol se levantó de una de las sillas y se dirigió directo hacia Steffano, saludándole con un fuerte abrazo. Steffano correspondió sin soltar ninguno de los bolsos.

— Hace tiempo que no te veía. Te extrañé, compañero. —dijo sonrientemente el sujeto.

— Lo sé, estuve un poco… —Steffano hizo un ademán con la cabeza en dirección a Víctor, el cual se encontraba analizando la sala con detenimiento—. Ocupado.

— Oh, eh… ¿Es él? Ya veo, entiendo. ¿Cómo se llamaba?

— Víctor, Víctor Penz. ¡Víctor, vení acá!


Víctor se acercó y los miró a ambos.

— Saludá. Él es Óscar. Óscar Antonio Ibarra, a partir de ahora, tu nuevo compañero de laburo y mejor amigo.

— Buenas, ¿qué tal? —dijo Víctor mientras extendía la mano para darle un apretón.


Ibarra respondió al apretón sin decir absolutamente nada, solo mirándole sonriente.

— Eh… ¿Dije algo m- —Víctor cerró los ojos y suspiró antes de seguir—. Hello. It’s a pleasure.


Steffano rompió en risa antes de ser interrumpido por Ibarra.

— Igualmente, Víctor. —respondió Ibarra en un perfecto español—. Solo quería molestarte un poco, ya sabes, entrando en calor.


Víctor apartó la vista de forma algo brusca antes de alejarse del lugar.

— Bueno… Qué carácter. Vamos, no hay mucho tiempo. —Ibarra guio a Steffano hasta la mesa donde se encontraba sentado anteriormente, en la que un investigador recibió a los dos recién llegados amablemente.


El investigador esperó a que los presentes se acomodaran en los asientos, apoyó algunas carpetas con papeles sobre la mesa, y comenzó a explicar.

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— Buenas tardes, un placer. Mi nombre es Oliver Carlile, investigador general. —El investigador iba estrechando la mano uno por uno con los recién llegados—. Voy a tratar de ser lo más breve con ustedes para poder permitirles trabajar. Una de nuestras instalaciones cerca de Fort Hattesk, al noroeste del país, acaba de entrar en una brecha de contención a causa de un agente fúngico sin identificar completamente. Lo más sensato y lógico sería enviar un destacamento móvil para lidiar con la anomalía, pero nuestros escuadrones más cercanos están en otro operativo ahora mismo. Por lo tanto…

Carlile deslizó un par de hojas en dirección a Steffano, el cual las recogió y empezó a leer atentamente.

— La Fundación nos puso a disposición su equipo, el cual fue estudiado con antelación. Solicitamos su asistencia inmediata en las instalaciones afectadas a cambio de un contrato de neutralización y recuperación remunerado. Eso sí, tiene que ser lo antes posible, dada la situación de urgencia.


Steffano devolvió las hojas con delicadeza e hizo un gesto asintiendo con la cabeza.

— Nosotros, o, bueno, la Fundación se encargará de asistirlos con transporte y equipo en caso de que lo necesiten. La idea es que en un par de minutos ya estén volando hacia la zona.


Ibarra miró a Steffano, y Steffano le devolvió la mirada, arqueando una ceja. Ibarra asintió en silencio.

— Bueno. Ahora mismo nos vamos entonces. Vinimos preparados de antemano. —Steffano pateó levemente uno de los bolsos mientras se encontraba de brazos cruzados—. Un placer, investigador.


Ambos sujetos se estrecharon las manos, dejando pactada la operación. Unos segundos después de despedirse, Carlile se retiró de la habitación, dejando a los tres sujetos solos dentro.

Steffano e Ibarra se levantaron de sus asientos, recogieron sus bolsos y caminaron hacia la puerta. Por su lado, Víctor los siguió silenciosamente. Ya dentro del elevador de salida, Ibarra le preguntó a Steffano.

— Del uno al diez. ¿Qué tanto?

— ¿Qué tanto qué? —preguntó Víctor.

— Mh… Ocho. Ocho y medio tal vez. —respondió Steffano, mirando al techo del elevador.

— … ¿Eh? ¿A qué s-?

— Las probabilidades de que no salgamos de ahí con vida. —respondió Ibarra inmediatamente, con una sonrisa de oreja a oreja.


Víctor se vio visiblemente agitado ante la repentina respuesta del nuevo conocido.

— Es broma, es broma. Me refería a la dificultad de la misión. —indicó Ibarra.

— Hay personas ahí dentro, contamos con bajas seguras, y vamos a trabajar con desconocidos si tenemos un poco de suerte. —atajó Steffano.

— Ah ya. Eh… ¿Y en dónde se supone que está pasando todo esto? —preguntó Penz.

— Está lejos, una media hora en helicóptero. No es tanto, pero no me iría manejando en mi propio vehículo, necesitamos llegar lo más rápido posible.

— Entiendo, entiendo.


Steffano presionó con un poco más de rudeza la cinta que sujetaba de su bolso, y respiró profundamente mientras movía la cabeza de un lado a otro. Ibarra se quedó observando desde una de las esquinas del elevador. Por su lado, Víctor parecía un poco más inquieto, golpeteando uno de sus pies contra el suelo.

— ¿Todo bien?

— Sí, todo excelente, solo me gusta entrar en calor antes de la misión, nada especial.


El equipo ya se encontraba aterrizando sobre el área donde ocurrió la brecha de contención. Allí, desde el cielo, se podía observar el panorama de caos y desconcierto que reinaba. La parte exterior del sitio estaba llena de personal que afortunadamente logró ser evacuada a tiempo. Varios lloraban, otros simplemente estaban asustados. Algunos gritaban los nombres de sus compañeros buscándose entre sí, otros se limitaban a sollozar en silencio mientras eran consolados por otros guardias e investigadores por igual.

Un grupo de guardias formaba una hilera de protección entre los evacuados y un amplio perímetro de seguridad, este se ubicaba alrededor de un portón de gran tamaño que funcionaba como barrera entre el interior de las instalaciones y la zona exterior. Un rastro hemático se expandía desde el centro del portón hasta algunas partes aledañas al lugar, dejando un fuerte olor a metálico en el aire. Cerca de la compuerta se encontraban apostados dos hombres fuertemente armados, quienes parecían estar analizando el panorama general.

Steffano, Ibarra y Penz bajaron del helicóptero en completo silencio. Los dos más grandes caminaban en dirección al portón, con la mirada fija en la enorme mancha de sangre en medio; mientras que, por su lado, Víctor observaba con leve desconcierto a todo el personal en crisis.

Una vez cerca del personal, los tres se presentaron ante los guardias que custodiaban la imponente barrera.

— Saludos. Mi nombre es Steffano González. Nosotros tres somos el equipo de refuerzo que designaron los de arriba para organizar un poco lo que pasó. Mucho gusto.

— ¿Solo ustedes tres? —Preguntó uno de los armados mientras se reía y le estrechaba la mano—. Esta gente cada vez está más loca. Mucho gusto igualmente, mi nombre es Rex, Rex Turner. Mis compañeros me dicen “Pyro”. —Dijo, señalando una muy visible quemadura en su rostro—. Supongo que si los enviaron a ustedes, ha de ser por algo.

— Sí, creo que algo podemos hacer. —Steffano observó con detenimiento el equipaje que traían puesto, fijándose en un parche al nivel del hombro—. ¿Ambos son miembros de Beta siete?

— Oh, sí. —Rex llamó a su compañero, el cual estaba saludando a los demás—. Nos desplegaron de emergencia para intentar controlar un poco lo que pasó. Básicamente, hubo una fuga de un agente fúngico infeccioso de rápido contagio y un par quedaron ahí dentro. No estoy seguro de cuantos, nos enfocamos en cerrar la mayor cantidad de áreas posibles mientras evacuábamos al resto.


El otro sujeto se acercó, este tenía una enorme melena con rulos y hablaba con un fuerte acento portugués.

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— ¡Buenas! Veo que Rex se me adelantó un poco. Yo soy Marcelo Oliveira Barreto. Me dicen… Marcelinho. Mucho gusto. —El hombre saludó con media sonrisa, estrechando la mano de Steffano algo nerviosamente—. Espero que mi compañero no los haya espantado, pero la situación ahí adentro… no es la mejor.

Steffano miró seriamente a Marcelo, quien parecía algo intranquilo en general.

— Somos los únicos que pudimos asistir al personal justo en el momento de la emergencia, pero no fue suficiente. Creemos que hay más de una persona adentro que podría salir ilesa si entramos a tiempo, pero no estamos aptos para entrar por nuestra cuenta. Por lo tanto, lo que vamos a hacer es esper-… Espera. ¿Son solo ustedes? ¿Están seguros de que van a entrar?

— Sí, vamos a entrar. Para eso vinimos en primer lugar.


Marcelo levantó las cejas con asombro, y empezó a reírse nerviosamente mientras volteaba para observar a Rex, el cual estaba equipándose para la intervención.

— No tenemos mucho tiempo, así que lo mejor sería que esto sea rápido y metódico. No sé cómo trabaja Beta siete, pero… —Steffano levantó la voz para lograr que Rex escuche—. Si aceptan entrar, van a tener que seguir mis órdenes, al menos hasta que acabe la operación. ¿Están de acuerdo?


El agente con rulos quedó atónito ante la imposición, y miró de reojo a su compañero. Rex simplemente extendió su brazo y levantó el pulgar sin distraerse ni un solo momento de la preparación, buscando tranquilizar levemente a Marcelinho. En ese momento, Marcelinho comprendió que no tenía más opción que aceptar.

— Está bien, supongo que no hay muchas más opciones.


Steffano atrapó una radio que Víctor sorpresivamente lanzó, y se la entregó a Marcelinho.

— Sé que no es lo más óptimo, pero todos estamos aquí por un bien común. Así que… Les recomiendo equiparse lo antes posible y hacer recuento de munición. No me agrada la gente que desperdicia balas.


El tatuado se dio media vuelta y empezó a caminar en dirección a su equipo, no sin antes darles una última mirada y levantar la voz

— En 3 minutos de reloj entramos, espero que los dos estén listos.


Steffano se llevó dos dedos a la frente en señal de saludo, y retomó su camino hacia el resto de su equipo.


La enorme barrera que cubría el ingreso a las instalaciones se elevaba lentamente, acompañada por un mecánico y chirriante ruido de pistones que era mitigado por una ensordecedora sirena de emergencias.

Del otro lado de la barrera ingresaba el improvisado equipo, en busca de asegurar la zona de contención y levantar el protocolo de seguridad. Con Steffano en el centro de la formación, Víctor resguardaba el flanco izquierdo junto a Rex. Por su parte, Ibarra resguardaba el flanco derecho en compañía de Marcelinho, creando así una formación de flecha que avanzaba lenta pero imperativamente.

En frente de ellos, se extendía un largo pasillo que tenía pequeñas mesas y sillas en los laterales. El suelo rechinaba con cada fuerte paso que los agentes hacían al avanzar y las luces fallaban por la limitada cantidad de energía, dejando una oscura y tétrica imagen a la vista.

— Según tengo entendido, estas instalaciones tienen este pasillo largo como introducción. Luego de esto, el camino debería dividirse en dos. No vamos a separarnos bajo ninguna circunstancia, es imperativo mantener la formación siempre que sea posible. —indicó Steffano.

— Afirmativo. —respondieron todos a la vez.


Todos empuñaban su rifle de asalto a la altura del pecho con un dedo en el gatillo, un brazo extendido y la palma fijándose en el guardamano. El silencio reinaba las instalaciones, algo completamente anormal que solamente añadía un escabroso detalle a la situación. Este silencio era interrumpido por el ruido que producían las máscaras de gas respirando al unísono.

— Oliveira; Rex. ¿Alguno tiene idea de que sucedió específicamente? —preguntó Steffano mientras hacía señales para romper la formación momentáneamente.

— Teníamos entendido que se trata de un agente fúngico infeccioso. No pudieron proveernos mucha más información que eso desde arriba. —respondió Rex mientras hacía su rifle hacia un costado—. Buscamos en la base de datos durante un buen rato por nuestra cuenta para verificar de cuál anomalía se trataba, pero no nos dio el tiempo suficiente antes de desplegarnos.

— Cuando llegamos aquí y la situación “se calmó un poco” tampoco recibimos mucha información, todos estaban muy agitados como para explicar precisamente qué sucedió, y no logramos encontrar a los investigadores principales de la anomalía que causó la brecha, así que presumimos que todavía siguen aquí. Afortunadamente, el ala posterior de esta instalación logró entrar en cuarentena al momento en que todo sucedió, así que ellos están seguros.

— Fantástico. Eso significa que no tendremos que ir muy lejos para llegar al núcleo de todo esto.


Entre medio de la rápida actualización sobre la situación del equipo, Penz decidió analizar con la vista el panorama en el que se encontraban.

Varias puertas se disponían a lo largo del pasillo de forma perfectamente simétrica, terminando en el choque con una amplia sala en el final. Algunos de los accesos permanecieron abiertos de par en par luego de la evacuación —mayormente las oficinas y laboratorios de estudio simples—; otras aparentaban estar completamente cerrados de modo hermético, solo accesibles luego de ingresar claves sabidas solamente por el propio personal del sitio.

Al menos, eso era lo que Víctor podía imaginar. Hubiera preferido que sus estadías en el Sitio fueran más cortas, pero luego de algunos años aprendió una cosa o dos sobre las disposiciones que solían utilizar en los edificios. Incluso aunque ahora estuviera completamente evacuado, compartían estilos similares de cosas como estructuras, puertas, cerraduras, ofici—

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Un estruendo cercano alertó a Víctor antes que al resto del equipo. Lo informó inmediatamente, y el resto cortó abruptamente la conversación para retomar sus posiciones iniciales.

Todos parecían algo confundidos, el estruendo no parecía venir de un civil, y según les informaron el personal sin evacuar estaría mucho más adentrado en el edificio. Varías teorías recorrieron rápidamente las mentes del equipo, pero ninguna era lo suficientemente coherente para ameritar su mención al resto.

Fuese lo que fuese, tenían que estar preparados.

Luego del exabrupto, la formación comenzó a avanzar nuevamente por el largo pasillo que abundaba de puertas a la izquierda y a la derecha. Algunas estaban abiertas, pero la mayoría se encontraban cerradas. Una por una, empezaron a investigar las habitaciones a las cuales podían ingresar, descartando la presencia de posibles hostiles o residentes que todavía no habían evacuado.

— ¡En posición, vamos!, ¡UNO, DOS, TRES! —gritó Steffano.

— ¡BRECHANDO! —indicó Penz. Apuntando una pesada escopeta semiautomática contra una puerta trabada, su grito fue mitigado por el ruido de dos escopetazos directos al centro entre la cerradura y el marco.

— ¡ADENTRO, EQUIPO! —González ingresó pateando los restos de la puerta, con su confiable subfusil apuntando a las esquinas más oscuras de la habitación—. Despejado a la derecha.

— Despejado a la izquierda. —replicó Ibarra mientras revisaba detrás de la puerta— No veo nada aqu- —Ibarra frenó en seco antes de terminar de hablar—. Ah. Tenemos una baja sin identificar, civil caído. —dijo antes de acercarse con el kit médico y poner una pequeña pulsera fluorescente en una de las muñecas del cadáver.


Marcelo y Rex caminaron alrededor de la habitación, investigando a profundidad. Por su lado, Steffano e Ibarra se encargaron de preparar el cadáver para permitir que los siguientes equipos de investigación pudiesen encontrarlo más rápido.

— Veo que sufrió de hipoxia, no estoy seguro del causante, pero hay marcas de estrangulamiento, así que supongo que probablemente fue ahorcado. No entiendo cómo, o por quién, si el sujeto estaba encerrado en la habitación. —explicó Ibarra.


Steffano se quitó sus guantes de combate momentáneamente y los reemplazó por un par de guantes sanitarios.

— Tiene tejido necrótico en el cuello… De hecho, parece una mezcla entre una quemadura de tercer grado y una necrosis profunda. No lo olemos porque tenemos puestas nuestras máscaras, pero el hedor debe ser horrible. Me encantaría tomar una muestra, pero si llego a quitar un solo trozo de tejido lo más probable es que tenga que hacer demasiado papeleo.

— Me alegra saber que estás forjado por el rigor. —comentó Ibarra.

— Y por muchas horas de oficina, más de las que disfruto hacer. Cuando terminemos, te invito un café o algo similar si me acompañas a hacer una necropsia de esto. —respondió Steffano mientras terminaba de hacer algunas anotaciones en una pequeña libreta.

— Me parece un trato justo. —Ibarra se levantó mientras acomodaba nuevamente su equipo—. ¿Lo llevamos a la entrada?

— Diría que sí, pero todavía no estoy seguro de si el cadáver tenía alguna patología infecciosa que nos pueda transmitir, así que mejor lo dejamos aquí. Ya tiene un identificador, así que no les costará mucho encontrarlo.


Steffano se quitó los guantes sanitarios y los metió en una pequeña bolsa de residuos biológicos antes de volver a ponerse sus guantes de combate.

Del otro lado del cuarto, Marcelo y Rex se encontraban rebuscando entre estanterías y papeles con información importante del Sitio en el que estaban. Entre charlas en voz baja, guardaron algunas carpetas en sus mochilas para luego proseguir con su recorrido por la habitación. Steffano vio toda la escena desde el otro lado de la sala, aunque no llegaba a escuchar mucho más que susurros por parte de los agentes. La escena pareció molestarle ligeramente, pero decidió ahorrarse una discusión por el momento y seguir adelante.

Afuera de la habitación, cerca de los restos de la destrozada puerta, se encontraba Penz garabateando en un cuadernillo. La imagen mostraba un plano detallado de las instalaciones, y anotaciones hechas por encima del plano con una brillante lapicera roja. El plano tenía marcadas las habitaciones ya exploradas con varios símbolos para determinar la importancia del contenido. Solamente una de las habitaciones destacaba de las demás, la que recién habían explorado.

No pasó mucho hasta que el resto del equipo salió nuevamente al corredor. Steffano le dio una palmada en la espalda a Víctor para alertarlo, y luego de una pequeña revisión de equipo, continuaron hasta el fondo del pasillo.

Al llegar, se encontraron con un área abierta que tenía tres divisiones de gran tamaño. El área estaba elegantemente decorada, con el logo de la misma Fundación cuidadosamente colocado entre los azulejos del suelo. La primera división se encontraba al extremo izquierdo de la sala, y podía verse un cartel que rezaba “Laboratorio e Investigaciones” en la parte frontal. Debido a la poca iluminación, no se lograban divisar correctamente las dimensiones de la división, pero parecía extenderse ampliamente hacia la izquierda.

La segunda división estaba completamente bloqueada por cortinas metálicas de seguridad, pero un cartel lo identificaba como el área de “Administración y Finanzas”, esta parecía extenderse en línea recta según se veía a través de la cortina metálica.

Y, finalmente, se encontraba la tercera división: una escalera amplia que bajaba a la zona de contención, la primera área aislada durante el confinamiento del sitio, que más fue afectada por la infección y donde más trabajo habría que hacer.

Todo el equipo se podía dar una idea de dónde provino el estruendo que los alertó anteriormente, y encararon la última división dirigente al subsuelo. Antes de bajar, decidieron revisar su equipamiento y linternas para estar apropiadamente preparados.

Los haces de las linternas oscilaban por todos lados mientras el equipo avanzaba cautelosamente por la escalera. El ambiente oscuro generaba una inquietante vibra de un familiar desconcierto. Espacios que antes estaban llenos de personas y ruidos, ahora se encontraban en un frágil silencio, acompañado por la sombría imagen de las paredes manchadas con grandes rastros de sangre.

Al llegar al final de la escalera, el equipo se encontró con un pasillo sellado por una puerta mecánica moderna, la cual presentaba un brillante escáner pequeño de color verde. Uno de los miembros de Beta siete se acercó al escáner y sacó una tarjeta de color negro metálico de los estuches delanteros que traía en su chaleco de protección.

— Todavía brilla. Supongo que no cortaron la electricidad, no perdemos nada intentando. —vociferó Marcelo mientras se acercaba a la puerta.

— No… Solo aplicaron el protocolo de contención pesada para los sitios de menor riesgo. —respondió Víctor Penz—. Pasa en los lugares que tienen menos recursos asignados o que tienen anomalías de baja prioridad y peligrosidad. Se cierran las zonas cercanas al incidente en vez de todas las instalaciones, con eso y la evacuación suele ser suficiente.

Todos los presentes se voltearon lentamente a ver al joven luego de esa respuesta.

— … Es bueno saberlo. —respondió Marcelo al mismo tiempo que acercaba la tarjeta de seguridad al escáner.

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El pequeño dispositivo emitió unos sonidos antes de que la puerta empezara a abrirse lentamente, acompañada por un sonido similar a una descompresión. Del otro lado de la puerta solamente había oscuridad, y podía oírse el eco de pisadas lejanas provenientes de un punto al fondo de la siguiente zona.

Las linternas solamente iluminaban una pequeña fracción del lugar para luego perderse en la profunda oscuridad del nuevo pasillo delante del equipo.

En frente de la formación se encontraba Steffano, revisando un pequeño dispositivo similar a un celular que recibía información externa de forma progresiva.

— Adelante se encuentran las celdas de contención ligeras. No se asusten si oyen ruidos extraños detrás de alguna celda sellada, intenten enfocarse principalmente en las puertas abiertas. —indicó Steffano.

— Afirmativo. —respondió Ibarra—. Antes de avanzar voy a intentar iluminar la zona.

— Adelante.

¡Soltando barra química! —gritó Ibarra antes de lanzar una pequeña barra fluorescente para iluminar la zona próxima.

Junto al anuncio de Ibarra, el equipo empezó a avanzar estoicamente, internándose en la absoluta oscuridad.

— Marcelo, Rex y Penz van a encargarse de la neutralización de agentes hostiles en caso de tener un encontronazo. No sabemos si el ruido fue provocado por alguna de las anomalías contenidas o si fue… Otra cosa, por decirlo de algún modo. Ibarra y yo vamos a despejar las zonas de civiles que requieran de atención médica urgente. —Steffano dio indicaciones mientras avanzaban.

— Los cadáveres son de baja prioridad, lo máximo que podemos hacer es dejar una marca para la extracción, pero tampoco se arriesguen por eso. En caso de encontrar a alguien con señales de vida, notifiquen inmediatamente. Considero que está de más decirlo.

— Afirmativo. —respondieron los tres agentes restantes.


El pasillo se extendía hasta perderse de vista por la poca iluminación. De cada lado se podían oír ruidos leves de algunas anomalías humanoides que quedaron selladas bajo el protocolo de emergencia.

No pasó mucho hasta que encontraron una puerta abierta en una zona próxima a las celdas. Steffano indicó un cambio de formación, que fue respondido inmediatamente por Marcelo, Víctor y Rex posicionándose como una barrera en frente de Ibarra y Steffano.

— ¡Atentos! —gritó Víctor con una fuerza imponente—. ¡Uno, dos, VAMOS!


Víctor dio el paso inicial hacia la habitación, seguido por Marcelo y Rex. Apenas pusieron pie dentro, un estruendoso chillido resonó desde una de las esquinas.

Ahí, perdidas en la oscuridad, se hallaban dos personas gravemente deformadas.

La estruendosa llegada del equipo los alertó y en cuestión de segundos se abalanzaron directo hacia los agentes. Retrocediendo rápidamente para no ser abatidos, reforzaron la formación y se prepararon para el combate.

Los aparentes infectados se movían de forma rápida y contorsionada. El crujido de sus articulaciones resonando por toda la sala con cada paso que daban. En cuestión de segundos colisionaron con la línea frontal del equipo.

Uno de los sujetos se abalanzó directamente hacia Víctor. Con un salto, intentó echarse encima del agente, quien lo esquivó inmediatamente y gatilló repetidas veces su escopeta, dejando una grotesca escena de carne y sangre en la pared detrás.

Antes de que se les pudiera venir encima, Rex y Marcelo respondieron con dos tiros directos a la cabeza y torso del segundo hostil, el cual se detuvo en seco antes de caer arrodillado y luego, desplomarse.

Entre la humareda producto de las detonaciones y el caos dejado atrás por la evacuación, Steffano e Ibarra se hicieron paso hacia la habitación, y se dispusieron a revisar los ahora cadáveres de quienes acababan de atacar al grupo, no sin antes revisar si sus compañeros estaban bien.

Sin contar los agujeros que les proporcionaron los agentes, se podía ver que en ellos faltaban partes de tejido en su cara, dejando expuestas las meninges craneales. Los pedazos de piel más completos estaban interrumpidos por un tejido necrótico y quemaduras en varias partes de las piezas de piel expuestas. Algunos de los vasos sanguíneos de los infectados resplandecían levemente con una tonalidad turquesa.

Uno de los dos sujetos llevaba una bata de laboratorio con el logotipo de La Fundación, y el otro simplemente tenía una camisa arremangada que no destacaba demasiado. Algunas horas atrás probablemente hubieran estado trabajando en su rutina normal. Como en el día a día de cualquiera.

Sin duda, una escena grotesca a la vista.

La sala parecía finalmente despejada, pero antes de que pudieran relajarse por completo, alguien tomó a Ibarra de los hombros.

Respondiendo con un fuerte codazo directo a la cabeza, logró deshacerse del agarre. Con una patada al torso, empujó a su atacante hasta otra de las esquinas de la sala, aturdiéndolo en el acto y dando tiempo para que el resto del equipo actúe.

Antes de que el atacante pudiera recuperarse, Víctor volteó y abrió fuego contra él con su arma secundaria. Así, el sujeto finalmente cayó desplomado sobre el suelo.

Los agentes iluminaron al nuevo hostil para confirmar que se tratase de una amenaza, y, efectivamente, se trataba de otro sujeto en estado similar a los anteriores

— ¿Este de dónde carajo ha salido? —dijo Marcelo, observando fijamente al último cadáver.

— Y… Siento que alguien olvidó despejar por completo. Tres esquinas, tres agentes. —reprochó Steffano mientras observaba a Penz—. La situación es… algo excepcional, parece. —indicó mientras se acercaba cautelosamente a los cadaveres— Estos tres están en un estado muy similar a los cuerpos que encontramos antes, pero tenían completamente funcionales sus capacidades de locomoción y según vimos recién son violentos. Vamos a tener que manejarnos con mucho más cuidado a partir de ahora.

— Seguro que sí, doctor. —contestó irónicamente Rex ante el reproche hacia Víctor antes de salir toscamente de la habitación, apretando con fuerza el cargador que acababa de utilizar para hacer un recuento de munición.


Marcelo decidió seguirlo hasta el pasillo a paso lento. Ambos empezaron a conversar en voz baja, pasando rápidamente a una leve discusión en el mismo tono de voz.

El desacuerdo terminó abruptamente cuando Víctor salió del cuarto visiblemente irritado, detrás de él saliendo Steffano e Ibarra respectivamente.

Los miembros de Beta siete simplemente se limitaron a ver a los recién llegados, esperando algún tipo de indicación.

— Bueno, “etiquetamos” de alguna forma los cadáveres. No estoy seguro de cómo se va a tomar eso el equipo de recuperación, pero al menos hay que advertir que pueden ser peligrosos si no se manejan con cuidado. —dijo Steffano.


Ambos recién integrados a la conversación asintieron, y Rex procedió a dar unos pasos al frente por el pasillo. El resto se limitó a observarlo mientras se alejaba lentamente.

No pasó mucho antes de que se diese la vuelta y soltara unas palabras.

— ¿Se van a quedar viéndome, o van a avanzar? —gruñó, al mismo tiempo que se abría de brazos hacia sus compañeros—. Mientras más tiempo pierdan ahí parados, menos posibilidades de encontrar civiles con vida hay.


Todo el equipo lo siguió, y aunque sabían que tenía razón, la mayoría a excepción de Marcelo lo hicieron de mala gana. El lento avance realizado en las secciones anteriores se tuvo que transformar en una pesada marcha, investigando cada rincón que pudiese contener información o recursos valiosos para el operativo.

La visión del equipo era limitada. Las luces de la instalación no eran lo suficientemente fuertes como para poder darse una idea del panorama completo, y el rango de sus linternas simplemente no alcanzaba para cubrir la totalidad del terreno. La cautela a la hora de moverse dentro de la edificación había pasado a ser una prioridad extrema, y los 5 lo sabían perfectamente.

Mientras más avanzaban, el edificio decaía más estructuralmente. Como si se hubiese corrompido a lo largo del tiempo, pero en un periodo muy repentino. Probablemente, consecuencia de la desconocida anomalía con la que estaban combatiendo. Impolutos azulejos se desteñían progresivamente dejando entrever extrañas manchas de colores hemáticos. Estos eran acompañados por grietas que se extendían sin ningún fin aparente, recorriendo desde el yacimiento del piso hasta dar con el tope de las paredes.

El ambiente empezaba a sentirse pesado, el aire estaba visiblemente más sucio con cada paso que daban adentrándose en lo desconocido, y los filtros de las máscaras parecían estar trabajando a su capacidad máxima para evitar el paso de las sustancias nocivas.

Pero también había otro detalle que cada vez era más notable a medida que avanzaban.

— ¿Alguien más lo está viendo o solo es mi vista jugándome una mala pasada? —preguntó Víctor mientras miraba hacia todas partes sin motivo aparente.

— Sí, yo también lo veo. —respondió Marcelo.

— Yo también. —respondieron los demás del equipo progresivamente.


El oscuro pasillo se veía ligeramente iluminado por partículas fluorescentes de color turquesa que oscilaban de un lado a otro en el aire.

Unos pasos más adelante, todo el pasillo se encontraba rodeado e impregnado por un micelio que brillaba con un color que coincidía con el que había en el ambiente. De algunos de estas raíces que soltaba se podían observar pequeños hongos con formas variopintas. Probablemente, los responsables de las esporas que flotaban en el ambiente.

La luz aumentaba en concentración de forma equivalente con la cantidad de hifas y hongos que hubiese en un lugar, y siguiendo los rastros de estos, el equipo se topó con una habitación de tamaño considerable.

La habitación tenía una entrada con dos puertas, las cuales parecían estar inyectadas por estos rastros de luz biológicos.

Del otro lado se podía oír una mezcla confusa de ruidos, que variaban desde fuertes golpes, algunos quejidos y gimoteos, hasta sollozos y llantos.

— ¿Qué carajos puede estar pasando ahí adentro? —preguntó repentinamente Marcelo.

— No tengo idea, pero queramos o no, estamos a punto de averiguarlo. Formación de brecha. —espetó Steffano al equipo, los cuales respondieron sin titubear.


Víctor se posicionó al frente de la escuadra y a la señal de tres, abrió fuego contra los puntos de estabilidad de la puerta.

Del otro lado, dos infectados los esperaban, los cuales se abalanzaron inmediatamente sobre Víctor. Víctor soltó su escopeta y agarró del cuello al más cercano, tirándolo al suelo e inmovilizando con su cuerpo mientras le propinaba un par de golpes.

Aprovechando el aturdimiento del infectado, Penz reacomodó el agarre directo a la cabeza. Empujando hacia los costados, cesó con un audible crujido el movimiento de la criatura. Limpió sus guantes como pudo, y se volvió a ver al resto del equipo.

Por su parte, Rex se apresuró a detener al segundo infectado de una embestida, haciendo que ambos cayeran al suelo. Forcejearon momentáneamente hasta que el agente logró zafar del agarre que le proporcionó el hostil. Una vez libre, empezó a soltar puñetazos a la mandíbula buscando neutralizarlo.

Marcelo tomó cuenta de la situación y agarró a Rex de la parte superior de su chaleco, empujándolo hacia un costado. Acto seguido, procedió a dispararle al infectado varias veces en la cabeza con su rifle hasta asegurarse que no veía más señales de peligro.

Steffano e Ibarra se acercaron inmediatamente hacia los agentes para socorrerlos en caso de tener alguna herida. Steffano se acercó a Rex, mientras que Ibarra se acercó a Penz.

— ¿Están bien? —preguntó Ibarra mientras le extendía la mano a Penz para levantarse del suelo.

— Sí, yo estoy bien. No sé si el otro chico estará bien. —respondió Penz.

— Estoy bien, no se preocupen, algo me empujó mientras estaba en el suelo, pero fuera de ello estoy bien. —comentó Rex mientras era asistido por Steffano.

— Fui yo, lo siento. Te estabas pasando un poco. —indicó Marcelo.

— Ah. Whoops. Está bien, intenta avisar antes para la próxima.

— No puedo prometer nada.


El momento del exabrupto parecía haber terminado, pero antes de que el equipo pudiera finalmente descansar, desde una de las zonas más oscuras de la habitación surgieron tres infectados más, abalanzándose de forma rápida y directa hacia Ibarra y Steffano.

El primero se inclinó hacia Ibarra, el cual no dudó en disparar varias veces contra la amenaza, neutralizándola casi instantáneamente. El segundo y el tercero fueron hacia Steffano, quien se encontraba cerca del centro de la habitación.

Steffano intentó reaccionar, pero no logró hacerlo a tiempo, iniciando un forcejeo entre el primer infectado y él. Ibarra y Marcelo respondieron ante el segundo infectado que se acercaba a Steffano, manteniéndolo alejado para evitar un posible daño inminente. Con un tiro certero por parte de cada uno, el segundo infectado cayó.

Penz corrió en dirección de la emboscada, apenas se percató de lo que pasaba, pero antes de poder hacer cualquier cosa, se tuvo que detener en seco.

Steffano había volteado el tablero contra su atacante. Con un empujón obtuvo un margen de tiempo que aprovechó para propinar una patada hacia la parte trasera de las rodillas, haciendo que quede postrado en frente a él. En esa misma posición, Steffano sacó su arma secundaria y la colocó debajo del mentón del hostil antes de disparar dos veces.

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El último infectado se desplomó en el suelo, finalmente yaciendo inerte.

Todo el equipo se dirigió hacia el centro de la habitación, visiblemente agitados por el encuentro. Antes de continuar avanzando, Penz advirtió algo al equipo.

— Revisemos nuevamente la habitación para asegurarnos de que esté despejada… Creo- creo que ya tuvimos suficientes sorpresas por un día. —Penz iluminó la habitación de una punta a otra con su linterna—. … Y supongo que todavía no se acaban las sorpresas.


En uno de los laterales del cuarto se encontraban dos cadáveres reposando contra la pared.

Ibarra y Steffano empezaron a etiquetar los cadáveres de los atacantes, ahora tendidos en el suelo; mientras que Penz junto a Rex y Marcelo se acercaron lentamente hasta los difuntos que reposaban contra la pared.

Ambos vestían unas brillantes batas de color blanco, que contrastaban con los rastros hemáticos sobre su ropa, ambos portaban una máscara de gas, las cuales estaban visiblemente mal colocadas.

— Veo que no llegaron a ajustar los filtros de las mascarillas. —Penz levantó la cabeza de uno de los cuerpos mientras la iluminaba con su linterna—. Dios santo…


En un inesperado descubrimiento, un agujero de bala ocupaba la mayor parte de la frente del difunto, indicando explícitamente la causa de muerte.

— Me parece que alguien no quiso arriesgarse a nada. —dijo Rex mientras se volteaba a ver los cadáveres que Steffano e Ibarra estaban catalogando—. Pero tampoco les sirvió de mucho, por lo que veo.

— Habría que ver, el disparo está muy bien colocado como para que sea un suicidio, así que sí. Probablemente tengas razón. —respondió Marcelo.

Mientras el equipo investigaba, un ruido leve de estática empezó a sonar desde un rincón de la sala, llamando la atención de todos.

— ¿Alguien más está escuchando eso? —preguntó Steffano.


Todos enmudecieron durante un par de segundos, hasta que la estática nuevamente sonó, confirmando las sospechas del equipo. De entre los cadáveres de los hostiles, una radio hizo presencia con un ruido blanco que lentamente se escuchó por toda la habitación.

Ibarra y Steffano se apuraron a levantar los cuerpos hasta dar con el que portaba la radio.

“H-Hol-… Est-… Viv-… Somo-… Cel-… Dosci-… Atro-…”


Steffano levantó la radio y moduló en la misma frecuencia, buscando alguna respuesta.

— ¿Hay alguien ahí? Somos el equipo de rescate, necesitamos más información sobre su ubicación, cambio y fuera.


Pasaron unos segundos antes de volver a modular.

— ¿Hola? Venimos en busca de sobrevivientes, necesitamos más información sobre su paradero. Cambio y fuera.


Nuevamente, la falta de una respuesta se hizo presente, frustrando las posibilidades de encontrar una ubicación precisa.

— Bueno, hay que apurarnos. —dijo Steffano mientras soltaba la radio—. Ya tenemos la confirmación de la presencia de civiles. El tiempo es oro.

— Supongo que si lograron modular a través de la frecuencia de la radio significa que no han de estar muy lejos. Me atrevo a decir que están en este mismo piso, ¿cierto? —preguntó Marcelo.

— Sí, algo así. La frecuencia ésta en particular es de un canal cerrado entre guardias de seguridad. La zona de contención ligera utiliza un canal de comunicaciones, mientras que la externa utiliza otro, ya que la densidad de comunicaciones es bastante grande. Para las emergencias generales hay un canal en común, pero no creo que este sea el caso… creo que los guardias estos estaban en el canal de la zona de contención. —Penz respondió.


Víctor se acercó a los cadáveres y levantó la radio durante un momento, inspeccionando el dispositivo a detalle, antes de dejarlo en el suelo.

— Sí, efectivamente está en el canal de la zona de contención ligera, pero ya ni siquiera hay ruido blanco del otro lado. Me pregunto qué habrá pasado con el emisor…

— Ya, mucha cháchara, tenemos que apresurarnos. —Steffano se adelantó al equipo y salió trotando de la habitación.


Todos empuñaron sus armas y salieron caminando en una pequeña fila, la cual a los pocos metros se desplegó, volviendo a la formación inicial de flecha. Las celdas empezaban a ser cada vez más grandes y la luz fluorescente en el ambiente se hacía cada vez más fuerte.

En progresión lenta y continua, el micelio empezaba a invadir el ambiente de forma que ya ocupaba la mayor parte del entorno. La oscuridad que caracterizaba la entrada subterránea era contrastada por la presencia de la anomalía que proporcionaba el extraño brillo color turquesa al ambiente donde se encontraban.

El equipo empezó a aminorar la marcha de manera repentina gracias a un particular descubrimiento.

A una corta distancia se podía ver el final del pasillo, siendo este finalizado por una celda de gran tamaño con unas grandes ventanas de protección. Del otro lado de estas ventanas, se observaba un grupo de sombras moviéndose de un lado hacia otro.

Penz no dudó dos veces y sacó la radio de su equipo para sintonizarla en la frecuencia de la zona.

— ¿Qué haces? —preguntó Rex.

— Sintonizo la radio con los canales locales para intentar comunicarme nuevamente con los civiles. —respondió Víctor sin apartar la mirada de la radio.

— ¿No podría haber hecho eso antes? —preguntó nuevamente el británico.

— No, no conocía las frecuencias del lugar. —respondió a secas.

— …Ya veo.


Sorpresivamente, un par de voces empezaron a salir de la radio.

¿¡Hola!? ¿¡Alguien nos puede oír!?


Steffano se acercó rápidamente a la radio e indicó a Víctor para activar la comunicación.

— Fuerte y claro. Somos el equipo de rescate, ¿pueden darnos información sobre su paradero?

Dios santo. Puta madre, por fin, carajo. Necesitamos ayuda, rápido. No sabemos cuánto tiempo nos queda, tenemos a un puto muerto y probablemente se infecte muy rápido. Estamos encerrados en la celda del jodido hongo de mierda, justo en la parte administrativa de la celda.

— ¿Parte administrativa? ¿Creen poder darnos una ubicación más aproximada de la zona? ¿Cuántos hostiles hay cerca?

Sí, parte administrativa, estamos en la celda más grande del sitio, la del final del pasillo. Tiene dos zonas, una administrativa desde donde se hacen observaciones y la documentación. E inmediata a esta se encuentra la zona de contención. Espera- No- Creo que no veo a nadie, no tengo ni puta idea, a ver, dame un momento.


La radio enmudeció unos segundos antes de volver a sonar.

No, no hay hostiles cerca, por ahora. Sé que había gente afuera de la zona antes de la brecha, pero no pienso que hayan durado mucho. Ninguno tenía traje de seguridad, ni siquiera tenían máscaras de protección. —el sujeto del otro lado empezó a toser y a agitarse— Por favor, apúrense. Solo corran hasta el fondo del pasillo, van a llegar rápido.

— Creo que te estamos viendo, estamos en camino, cambio y fuera. —Steffano cortó la comunicación y Penz guardó la radio antes de empezar a correr en dirección a la última celda de contención en el amplio corredor.


De un momento a otro, el equipo entero se abalanzó en dirección al final del pasillo. El objetivo finalmente estaba claro, y era momento de actuar.

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