Conspiración, Parte II

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Indicios

Comando-02 de la Fundación, Washington, D.C.
Jueves, 22 de Diciembre 1988, 1158 horas, hora local


Resulta que la Fundación contiene a muchos objetos diferentes que podrían explotar o prenderse. Cactuses explosivos, tinta explosiva, un globo ocular explosivo – les tomo la mayor parte de la mañana a los tres leer la pila de archivos que Mónica había traído de Registros Centrales. La pequeña habitación, siempre apretada y repleta, rápidamente se volvió imposible de atravesar mientras se escurrían entre los altos montones de papeles.

Justo antes de la comida, Mónica encontró algo—. Hey, escuchen esto: un cofre de monedas, cada una capaz de detonar con cinco megajoules de fuerza. Están conectadas a un atlas que puede usarse para detonar las monedas.

Muir y Harper se pararon y miraron sobre sus hombros—. ¿El reporte tiene un análisis químico? —preguntó Harper.

—"Para el análisis de la firma explosiva, vea el Anexo 5", —cito Mónica—. ¿En dónde est… !ah! Aquí vamos—. Ella tomo la página relevante.

Muir la puso al lado del reporte forense del atentado del avión—. Me parece una correspondencia muy aproximada, —dijo—. El análisis es de los cincuenta, así que incluso si es una coincidencia perfecta puede que no encaje perfectamente.

Harper asintió—. Definitivamente es la mejor opción hasta ahora. Bien pensado, Mónica—. La pasante se animó. Él continuó—. Así que ¿Dónde está contenida esta cosa?

—Oh, ese es un problema, Tim, —dijo Muir, leyendo los Procedimientos Especiales de Contención.

—Oh ¿Troy? —preguntó Harper.

—Sí… no lo tenemos, —dijo Muir—. Estaba guardado en el sitio de Trinidad allá en el cincuenta y nueve. —Harper maldijo por debajo de su aliento.

—¿Qué le paso al sitio de Trinidad en el cincuenta y nueve? —preguntó Mónica.

—En una palabra, —explicó Muir—, Castro. Nacionalizo la investigación de la Fundación en el sitio de Trinidad. El personal se resistió y fue ejecutado, salvo por un investigador que se escapó por pura suerte. Terminó regresando a la Unión Soviética para trabajar como topo en el Decimotercer Alto Directorio de la KGB, en algún lugar de Asia Central, creo.

—¡¿Y dejamos que Castro se saliera con la suya?! —pregunto Mónica. No se hacía ilusiones sobre el historial de la Fundación cuando se trataba de ser inexorable.

—Claro que no, —dijo Harper—. ¿Alguna vez has oído de la Invasión de la Bahía de Cochinos?

—Eso fallo, —replico Mónica, con el ceño fruncido.

Muir sacudió su cabeza—, Estas asumiendo que lo que llego a los libros de historia fue lo que paso en realidad. Originalmente habíamos planeado atacar Trinidad directamente. El Departamento de Estado americano no quiso ceder, así que se tuvo que mover el sitio de desembarco. Aun así enviamos tropas de la Fundación a Trinidad. No logramos recuperar nada, pero ambos, Castro, Marshall, Carter, y Dark captaron el mensaje.

Mónica estaba confundida—. ¿MC&D estaba involucrado?

—Castro trato de venderles el sitio de trinidad, —explicó Harper—. Se fugaron con los artículos, sin pagarle a Castro después de que las fuerzas de la Fundación arruinaran la fiesta.

—Castro estaba molesto, —Muir observó—. Aún recibimos reportes de tropas cubanas en estados apoyados por los Soviéticos asesinando gente asociada con el club.

—De hecho, la furia combinada de la Fundación y Castro, puso a MC&D por los suelos por más de una década, —termino Harper—. Así que la Fundación decidió que todo el desastre fue un "fracaso exitoso."

—Así que, ¿Sabemos dónde está este cofre de monedas? —pregunto Mónica.

—No exactamente, —Muir dijo—. Marshall, Carter, y Dark no están exactamente en buenos términos con la Fundación, y jamás hemos podido meter una buena fuente. He oído que la COG ha tenido un poco más de éxito que nosotros, pero no lo sabemos con certeza. Podría cobrar unos favores con mis contactos en la COG, pero querrán algo de regreso. —El mundo de la inteligencia era un mundo extraño: a pesar de la gélida relación entre la COG y la Fundación, las ramas de inteligencia de ambas organizaciones ocasionalmente compartían información sobre amenazas mutuas. Ningún lado confiaba en el otro, por supuesto, pero el quid pro quo de compartir inteligencia era a veces, beneficioso para ambos lados.

—Tu harás eso, Troy, —Harper dijo—. Mientras tanto, Mónica, continua investigando cosas por aquí. Yo voy a rastrear al investigador sobreviviente de Trinidad.


Museo Smithsoniano de Historia Natural, Washington, D.C.
Jueves, 22 de Diciembre 1988, 1730 horas, hora local


La única cosa físicamente destacable sobre él mismo era su cojera y su bastón. Eso, por supuesto, era inevitable para un hombre cuya pierna derecha era artificial desde la rodilla para abajo. Más allá de eso, era de altura promedio, tenía cabello café desvaneciendose y ojos cafés. Era el tipo de hombre que olvidarías haber visto unos minutos después, si no fuera por su cojera y su bastón. Se había perdido del trabajo de campo, pero era fácil de identificar ahora.

Muir cojeo hasta la Colección Nacional de Gemas del Museo de Historia Natural del Smithsoniano. Era un buen punto de reunión, y nunca se cansaba de mirar a las gemas. Estaba parado ante una hermosa pieza de ametistas de varios pies de alto cuando oyó una voz detrás de él—, ¿Bonito tono de morado, no lo crees?

Sin voltear, Muir respondió—, En efecto. Siempre estuve celoso de esos cumpleaños en Febrero.

—Estoy seguro que uno de los seis cumpleaños que te tenemos registrados es en Febrero. ¿Cómo está la esposa Troy? —preguntó el Agente Especial Granger, Coalición Oculta Global.

—Gladys y yo nos separamos, —Muir respondió de vuelta—. Aunque estoy seguro que lo sabías, justo como sabias que todos los cumpleaños que tienen registrados están mal. ¿Cómo está tu hijo Harry?

—Impaciente para la Navidad, —Granger respondió—. Quiere Lego. De nuevo. —Muir gruño—. Así que, Troy ¿Qué puedo hacer por ti?

Los dos hombres empezaron a caminar por la galería—. Les ha surgido una fuga, —dijo Muir. Las fuerzas de la Fundación encontraron información clasificada de Nivel Q en una redada en un edificio no alineado anteayer.

El entrenamiento de Granger borró rápidamente la alarma de su cara, antes de responder—: ¿Por qué me estas contando esto?

—Porque quienquiera que los haya penetrado también ha conseguido acceder a todos los grandes jugadores, incluyendo a la Fundación, —respondió Muir—. También creemos que derribaron el vuelo de Pan Am en Lockerbie. Eliminaron todos los documentos que recuperamos, y también atacaron al repositorio donde almacenamos las copias de seguridad. De lo contrario, podría decirte lo que tenían sobre la COG.

Granger soltó un silbido bajo—. ¿Algún indicio? —preguntó.

—Estamos trabajando en eso, y necesitamos su ayuda, —respondió Muir—. La Coalición siempre ha tenido mejores fuentes en MC&D que la Fundación. Creemos que tienen o vendieron el objeto responsable de derribar el avión. —Le entregó a Granger una hoja de papel con la designación del objeto KTE de la Coalición Global Oculta, o "Entidad de Amenaza Conocida".1

—Gracias, Harry, —dijo Muir—. Si esto sale bien, nos consideraría a mano.

—Gracias ¿Pero un archivo sobre un objeto manejado por ese maldito club? Eso difícilmente nos cuadraría. Esto se encargará de la que te debo por Uganda. Todavía te debo un favor de Fiji, —observó Granger.

—Bueno, no voy a objetarle a un agente de la COG que me dice que aún me debe un favor, —rio Muir—. Que tengas buenas vacaciones.

—Tú también, —dijo Granger. Con eso, los dos hombres se fueron por caminos separados.


Afueras de Moscú, URRS
Viernes, 23 de Diciembre 1988, 0213 horas, hora local


Resultó que, reunirse con el investigador de Trinidad requería de un viaje a Moscú. Ahora con casi noventa, el Dr. Andrei Pushkin se había retirado a un dacha en las colinas que dominaban la ciudad. Afortunadamente, las conexiones de la Fundación hicieron bastante simple que entrara en la Unión Soviética, a pesar de su ciudadanía americana.

Pushkin recibió a Harper en su pijama cuando el oficial de contrainteligencia llego a su puerta con una botella de vodka caro. Sentado en la mesa de la cocina del investigador retirado, los hombres hablaron en Ruso, un idioma que Harper había dominado décadas antes. Una nube de humo lleno la habitación mientras el vodka desparecía lentamente

—¿Qué lleva a un investigador de Nivel 5 de la Fundación todo el camino desde Washington hasta Moscú, para hablar con un anciano en medio de la noche?— preguntó Pushkin. —Me retire de la Fundación y de la KGB hace casi 15 años.

—Andrei Ivan'ich, necesito saberlo todo sobre Trinidad. Estoy tratando de rastrear unos de los objetos que se perdieron, —explicó Harper.

Pushkin suspiró: —Eso fue hace treinta años. Mi memoria no es lo que una vez fue, espero que no espere que recuerde números de ítem específicos, especialmente para los objetos que no estaba manejando.

—¿Recuerda un objeto que era un atlas y un cofre de monedas explosivas? —inquirió Harper.

Pushkin pensó por varios minutos—. Vagamente. Nunca trabaje con ellos; ese era… ¿Quién manejaba esos?… ¿El proyecto del Dr. Wong? O el Dr. Wrong, o el Dr. Hernández.

Harper asintió, encendiendo un cigarrillo fresco—. ¿Podría decirme que paso cuando llegaron los Cubanos?

Pushkin vació y relleno su vaso de vodka. Inhalando profundamente, relato una de las situaciones más atemorizantes de su vida.


Relato de Pushkin

Sitio-██ de Investigación de la Fundación. Trinidad, Cuba
Domingo, 15 de Marzo 1959, 1030 horas, hora local


Mientras sonaba la sirena, y los corredores estaban bañados en luz roja, Pushkin se encontró, una vez más, sosteniendo un arma.

A Nikolai Ivanovich Pushkin, Doctorado en Física, no le gustaban las armas. Nunca había sido un luchador: solo era un niño durante la Revolución y la subsequente guerra civil, la cual había paralizado su amada educación cuando cerraron la escuela. Cuando finalmente se asentó el polvo, esperaba no volver a ver el conflicto. Desafortunadamente, como un joven profesor en Leningrado a principios de 1940, había estado atrapado en la ciudad cuando los Alemanes la rodearon. Los alemanes habían bombardeado la ciudad día y noche durante casi un año, tratando constantemente de romper el asedio. Cuando el edificio que contenía su laboratorio y oficina finalmente fueron aplanados por el bombardeo, escapo de tomar armas ayudando a manejar la logística para los defensores. No es que hubiera muchos suministros, comida, o munición para mover. Había conocido a Sergei Petrovich durante la guerra; Sergei lo había reclutado para la Fundación. Después de la guerra esperaba no volver a tener que manejar un arma de fuego. Y aun así, aquí estaba.

La mañana había empezado normalmente. Desayuno en la comisaría del sitio, junta para personal de Nivel 3 y 4, seguido por otro día de investigación. Recordaba vagamente al director de seguridad del sitio, el Agente Shaw, mencionando algo sobre la reciente revolución, pero seguramente la política de La Habana significaba poco para la instalación de investigación secreta. Pushkin le prestó poca atención: nadie sabía lo que ocurría en la ese pequeño, y aparentemente común, complejo en el borde de Trinidad. E incluso si alguien lo sabía, el personal de seguridad de la Fundación tenía más potencia de fuego que toda la comisaría local. La mayor parte de la instalación estaba escondida en un búnker fuertemente reforzado, calificado para resistir un impacto nuclear directo. Y así, el investigador le permitió a su mente perderse en cosas más importantes, como el cómo llevaría acabo las pruebas de hoy.

Después de la conclusión de la junta, Pushkin había regresado a su laboratorio. Su asistente, el Dr. Rawji, ya había comenzado a trabajar en el objeto que estaban investigando: un equipo de radio construido por la Fábrica cuyos transistores mostraban algunas propiedades anómalas desconocidas.

Después de menos de 30 minutos desde que Pushkin empezara a trabajar, el altavoz del sitio exploto—: ¡Atención todo el personal! Fuerzas paramilitares no autorizadas han atravesado el perímetro exterior. Este no es un simulacro. Se declara la condición de Amenaza Gamma. Este no es un simulacro, repito ¡Este no es un simulacro!

Pushkin maldijo fuertemente. Recogió la radio para llevarla a la sala de almacenaje más allá en el vestíbulo mientras Rawji estaba ocupado quemando las notas de su investigación. El pasillo estaba oscuro comparado con el iluminado laboratorio, iluminado solo por las luces rojas de emergencia. Solo le tomo un momento a Pushkin entrar a la sala de almacenaje, abrir el locker apropiado, poner la radio adentro, y cerrarlo bajo llave. Oyó como la puerta se abría de golpe detrás de él—. ¡Doc! ¡Tenemos que sacarlo de aquí! —dijo una voz americana suplicante. Dándose la vuelta, Pushkin reconoció a un joven oficial de seguridad rubio, ¿Mathews? ¿Martin? Algo así, aferrándose a un rifle—. Aquí, Doc, tome esto, —dijo el guardia, empujando una pistola en sus manos—. Venga, se supone que debo sacarlo a usted y al Dr. Rawji de aquí. —El guardia corrió hacía el pasillo. Pushkin lo siguió, sosteniendo torpemente la pistola de mano semiautomática, esperando que no tuviera que dispara la neculturni2 cosa.

Pushkin apenas había dejado la habitación cuando dos hombres cubanos en fajinas llevando rifles salieron de la puerta de su laboratorio. Gritaron algo en español, Pushkin nunca se había molestado en aprender el idioma, y gesticularon que él y el guardia de seguridad alzaran las manos. El oficial de seguridad abrió fuego, matando a uno de los cubanos. El otro le disparo al oficial de seguridad. Pushkin se giró y corrió, disparando como loco hacía atrás.

El ruso dio una vuelta. No había cubanos detrás de él. ¿Ahora qué? se preguntaba. Estaba parado solo, en un corredor desierto, bañado en luz roja, mientras que una sirena sonaba estruendosamente, en un sitio repleto de cubanos. Una vez más sosteniendo un arma. Odiaba las armas.

Pushkin estaba a punto de dejar la pistola cuando lo pensó mejor. Tal vez necesitaría esa cosa. Renuentemente, la guardo en su bolsillo. Ahora, tenía que encontrar un camino que lo sacara de la instalación. Busco en su memoria: le habían informado de esta eventualidad, pero no era algo que se hubiera tomado tan en serio o hubiese pensado en ello seriamente. Llega a la superficie, pensó. Superficie. luego fuera del complejo. Luego al punto de reunión. En la playa 8 kilómetros por la costa. Una semana para llegar. Pero primero, la superficie. ¿Cómo llego a la superficie? Pushkin listó sus opciones. Habría guardias en los elevadores. Lo que dejaba a las escaleras de emergencia. Genial. Una subida de doscientos metros por una escalera. ¿Dónde estaba la más cercana? Y así se movió.

Después de diez minutos de tensa búsqueda, encontró una de las escaleras de la superficie. ¿Por qué no le dejaban hacer su investigación? No le gustaba estar oculto por ahí. Mientras subía, esperaba que no se encontrara mirando a un grupo de cubanos enojados en cuanto llegara a la superficie.

Como si lo quisiera la suerte, la escalera de acceso no lo llevo a los brazos de unos cubanos enojados, sino a los bosques en las colinas que dominaban el complejo. Ocultándose detrás de un arbusto, Pushkin miro hacía el patio. Una docena o más del personal de la Fundación estaban arrodillados con los brazos atados. Un hombre grande en fajinas parecía estar a cargo de los cubanos. Estaba hablando con un hombre europeo en un traje oscuro con un maletín. Los cubanos estaban cargando los distintos objetos que el sitio había alojado.
Ahí estaba la radio, el cofre de monedas, el atlas, los tres libros, la escultura, y el ábaco. El hombre en el traje inspecciono los objetos. Miró al hombre grande y asintió. Los dos se estrecharon la mano. Mientras que el hombre del traje se iba en el camión con los objetos, el hombre grande le ladro una orden a sus hombres. Pushkin miro con horror mientras los cubanos ejecutaban a sangre fría a sus compañeros. Era un espectáculo que embrujaría sus pesadillas durante los años por venir, justo como esa noche en Noviembre de 1917, o los oscuros días de 1943.

Mientras los cubanos dejaban el complejo, Pushkin desapareció en las colinas, comenzando la larga caminata al punto de reunión.


Afueras de Moscú, URRS
Viernes, 23 de Diciembre de 1988, 0600 horas, hora local


—…Y eso fue lo último que vi de cualquiera de los objetos guardados en Trinidad, —termino Pushkin—. Me escondí en las colinas al noroeste de la ciudad. La Fundación me recogió en un bote una semana después en una pequeña playa a 8 kilómetros por la costa.

Harper vació lo que quedaba de vodka en el vaso de su anfitrión—. ¿Y después regreso a la Unión Soviética? —preguntó.

—Correcto, —contesto el hombre mayor. —La Fundación en ese tiempo tenía unos fuertes lazos a las organizaciones militares y de inteligencia de ambas superpotencias. Me asignaron como investigador en un laboratorio cerca de Duchanbé, el cual estaba manejado por el Decimotercer Alto Directorado para Investigaciones Paranormales de la KGB con asistencia de la Fundación. Ambas organizaciones pensaban que trabajaba para ellas, espiando a la otra.

Se río—, La verdad no me importaba, pues ambos me pagaban muy bien, y pues solo tenía acceso a las cosas ahí en el laboratorio. Supongo que mis controladores para ambas organizaciones pensaban que era inefectivo. Pero se me permitía hacer mis investigaciones, y así fue eso.

Harper tomo una calada profunda de su cigarro. —¿Alguna vez oyó algo más sobre los objetos perdidos?

Pushkin frunció el ceño y agito la cabeza—. Sólo rumores de que ese club británico los había comprado. Cuál era el nombre…

—¿Marshall, Carter and Dark? —Harper completo.

—Ese era, —Pushkin asintió—. Siento no poder ayudarle más.

Andrei Ivan'ich, me ha ayudado inmensamente, —Harper le dijo al viejo, quien sonrió. El investigador tomo su sombrero y abrigo y se retiró.


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