Condor

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Un desganado sol en el simplón cielo azul. Alrededor de la pista, la hierba seca se balancea en un viento caliente. James Bradshaw se sube a las crujientes escaleras del aeropuerto, nuevamente sorprendido por el calor. Incluso después de la escala en Buenos Aires, no está acostumbrado al verano de Febrero.

Con la chaqueta en el brazo, James escanea la terminal adormecida en busca de una señal de alquiler de automóviles. Una pancarta de papel descolorida proclama "¡Bienvenido a Neuquén - Próspero 1977!". Una pintura gruesa sobre el último dígito: El letrero del año pasado reutilizado. James sonríe irónicamente.

Para el momento en que llega al lado de la cabina de alquiler, ya está achicharrado. El polvo blanco se levanta cuando deja caer su maleta de viaje, completamente solo en el lote vacío, entrecerrando los ojos por el resplandor. ¿Ahora qué? Se supone que su contacto estaba aquí. Sus instrucciones - de Boston a Buenos Aires, a Neuquén, encontrarse con el contacto - se han agotado. La ardiente luz del sol lo deja sintiéndose expuesto. Él no debería simplemente quedarse aquí.

James se protege los ojos, mirando hacia la terminal. Nadie. ¿Eso es algo bueno? ¿Sería amable algún transeúnte o-

Un golpeteo agudo rompe su ensueño. Venía desde el interior de la cabina, pero la luz del sol se reflejaba en las ventanas. James vacila. Su brazo suda debajo de la chaqueta. Otra vez el golpeteo, pero más ligeramente. La persona que está dentro lo está animando. ¿Atrayéndolo? Debería hacer algo.

Dentro de la estrecha cabina, un pequeño ventilador mueve el aire caliente alrededor. La mujer detrás de la mesa plegable tiene unos cuarenta años, esbelta, sonriente. Uniforme azul marino, piel oliva, ojos oscuros.

"Buenas tardes, señor", dice en inglés. Su acento es apenas perceptible.

Su español es bueno; le enorgullece demasiado como para no usarlo. "Gracias por invitarme a entrar. Hace mucho calor afuera."

"¿Necesita ayuda?"

Ella se apega al inglés. James se siente herido.

"En realidad, estoy bien. Solo estuve esperando afuera por unos minutos antes-"

No hay ni un ápice de movimiento que le de alguna señal. Tal vez ella está un poco demasiado quieta. De repente, James es golpeado por un pensamiento; ha olvidado decir la frase de reconocimiento.

Se apresura: "-uh, soy arquitecto, así que me gustaría ver las iglesias históricas de Neuquén."

"Nuestra Señora de los Dolores es la más antigua, pero la nueva catedral es más hermosa." Incluso cuando le da la confirmación, habla de forma dura. Cambia al español para castigarlo adecuadamente. "¿Qué te pasa? ¿Estás borracho?"

James comienza a bufar, pero ella le hace callar. "No tenemos tiempo. Soy Belén. Deberíamos ir en tu auto." Ya está saliendo por la puerta.

James la sigue a través del lote. Rastros de tiza en polvo salen desde sus pisadas. Belén hace una pausa para disfrutar el calor del sol, aflojando el foulard en su cuello.

"¿Has viajado a Argentina antes?"

"No."

"En invierno las montañas son hermosas, pero el verano es mejor."

Su sonrisa es para personas diferentes a él, se da cuenta James. Todo su lenguaje corporal es un juego para una potencial audiencia oculta.

"¿Hace cuánto que estás en el ambiente?"

Su pregunta parece ser de doble filo. James puede captar una mirada a su postura, su panza. Siente vergüenza por como lo juzga, pero al menos ella confía en él lo suficiente como para no ocultarlo.

Él se detiene. Se forman pequeñas gotas de sudor en su cabello. "Soy un investigador", dice, a la defensiva. "Estoy aquí porque estudié la anomalía. No soy un agente de campo."

"Sigamos." La expresión de Belén sigue siendo agradable, pero su tono revela preocupación. "Así que el Comando nos manda a ambos al fuego, ¿eh? Un científico cuando los estadounidenses esperan un agente de campo."

James está incrédulo. "¿Los americanos? Quieres decir -"

Suben por una pequeña elevación hacia un grupo de autos cercanos estacionados. Los alrededores del aeropuerto están vacíos en el sol del mediodía. El único sonido es el chillar de las cigarras.

"No le darían la anomalía a la junta sin más, como dejándolos a su voluntad para asesinar a su propia gente." Belén se ríe. "Los estadounidenses no confían en que SIDE lo use correctamente, por lo que los vigilan, pero de manera discreta. Y observan a la Fundación, así que saben que usted viene."

A James se le pone la piel de gallina a pesar del calor.

Mientras caminan entre los coches, Belén continúa. "Ahora, la junta lo usa contra civiles la mayoría de las veces. Artistas, profesores, a veces la iglesia. Su próximo objetivo es un obrero de la construcción, un líder sindical. Agustín Varela. No sé cuándo, pero será pronto."

Belén se detiene en un jeep de fabricación local, con pintura canela rayada y descolorida. Abre la puerta del pasajero y saca un mapa doblado. James pasa la mano sobre el capó, buscando lugar sólido.

"Así que cuando intenten usarlo en él, lo recuperaré de alguna forma. ¿Dónde?"

"Varela trabaja en un sitio de construcción, sesenta millas al sureste de Los Menucos", dice Belén, señalando el mapa. "Conduzca rápido, pero manténgase alejado de las autopistas. Disfrute de nuestro hermoso campo y tenga una estadía placentera en Argentina."

La última frase es más fuerte, en inglés otra vez, la alegría artificial regresa. James está a punto de preguntarse por qué cuando un hombre sale de la parte trasera del auto.

Ya está avanzando, preguntando en español si este es el estadounidense. Belén gira su cuerpo y hace un gesto hacia James con su mano izquierda, sosteniendo el mapa. Ni el hombre ni James ven el cuchillo en su derecha.

El hombre recibe una puñalada de revés en su garganta. El cuchillo muerde profundamente, arrastrándose con un ruido húmedo. El hombre tropieza. Belén suelta el arma. Ella cae - rodando bajo el Jeep - y se va.

James está congelado. El hombre se arrodilla, tomándose el cuello. Demasiado resbaladizo para sacar el cuchillo, sus manos caen, inútiles.

Un segundo hombre sale de la parte trasera del Jeep. Él ve a James. Ve morir a su compañero. Se dirige hacia ellos, metiendo la mano en su chaqueta.

Dos pasos. Belén emerge detrás de él, alrededor de la parte trasera del auto donde acaba de estar. Ella patea su rodilla derecha con todo su peso, haciéndolo caer. Enrolla el foulard alrededor de su garganta. Mientras baja, ella jala con fuerza, golpeándole la cabeza contra el jeep. Su rodilla en la espalda del hombre, presionando su rostro contra la grava. Ella tira del apretado foulard.

En un minuto ha matado a dos hombres. Ocultos por los coches, nadie los habrá visto. Las cigarras siguen cantando.

Se siente como si James no hubiese respirado en un año. Jadea, deseando haber estado enfermo. Belén lo empuja hacia adelante.

"No hay tiempo. Aquí, las llaves. Necesito limpiar esto."

Por un momento, James piensa que se refiere a la sangre, luego ve el polvo blanco en su uniforme. Él asiente con la cabeza y recoge su bolso. Cuando se sienta en el Jeep, el asiento de cuero está tibio.

Belén le entrega el mapa, luego lo mira por un segundo. Alcanza una decisión.

"Tal vez el Comando no necesita un agente de campo. Tal vez es mejor que envíen a alguien con suerte."

"¿Suerte?" James repite en blanco.

Indicando los cuerpos, dice: "Sí. ¿Y si no fueran amateurs? ¿Qué pasaría si primero enviaran a los verdaderos? ¿Qué pasaría si hubiera más de dos? Ahora, cuando lleguen los estadounidenses, verán que tú hiciste esto. Ten cuidado. Enviarán profesionales - eso lleva tiempo. Así que, sí, con suerte."

Todo es tan increíble, que James casi se ríe. Entonces se da cuenta. "¿No vendrás conmigo?"

"No. Si vas solo, solo eres un turista, pero ¿qué seríamos juntos? Fáciles de recordar. Esperaré a que me entrevisten. Luego te encontraré."

"En el lugar de construcción. ¿Qué ciudad es?"

"No tiene nombre. Pregunta por la nueva ciudad. La encontrarás." Ella apunta a la colina. El primer paso.

La mente de James todavía está dispersa. Su cinturón de seguridad le trae una breve sensación de seguridad. Arranca el motor retumbando.

"Lo siento, debería agradecerte", dice. "Quiero decir, no podría haber… no podría haberlo hecho, ¿sabes?. No deberían haberme enviado. Jesús, ¿por qué es tan importante esta anomalía?"

Belén sacude la cabeza con incredulidad. "No se trata de la anomalía. Ni siquiera sé qué es. ¿Cuántos nos quitaron a nosotros, a los estadounidenses, a los rusos? Nunca los recuperamos, ya no más."

De repente, James está furioso. "No hasta ahora, aparentemente. Es igual que ellos: no me digan nada, esperan que actúe enseguida. No tiene sentido. Quiero decir, la Fundación está básicamente muerta. ¿Por qué debería morir yo también?"

"¿Por qué?" Belén parece dispuesta a abofetearlo. "Tal vez porque hay cosas que valen la pena preservar, incluso en un accidente. Cosas que importan más que tu autocompasión. Tal vez la Fundación es más que una colección de objetos. No, necesitamos tu conocimiento, pero no es por eso que enviaron a alguien."

"¿Qué? ¿Qué quieres decir?" Su ira se ha ido, dejando un regusto de vergüenza.

"No se trata de recuperar la anomalía. Esto es personal. Agustín Varela trabajó quince años en el Sitio-12. La junta persigue a uno de los nuestros."

Antes de que James pueda responder, golpea dos veces en la puerta del jeep. "Ve ahora. No por las carreteras. Ten cuidado."

Belén se gira, y queda fuera de la vista entre los coches aparcados.

El jeep alcanza el tope de la elevación. Pampas marrones, aplanadas por el sol, se extienden hacia el oeste. Contra el azul lejano, tres motas negras circundan.

James baja su mirada, empuja la palanca de cambios hacia adelante, y conduce hacia la luz del sol.


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