Campanillas Rotas

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« Está el sol y es nuclear y no es nada más. Está el sol y es nuclear y no es nada más. Está el… »

"¿Todavía siguen manteniendo esto?"

Al otro lado del camino de tierra que pasa por el Templo de Su Resplandor se reúnen multitudes de lo que el Portavoz del Sol Yaling Yu solo puede asumir como "manifestantes." Habían carteles en furgonetas viejas y cientos de cables serpenteantes para alimentar la multitud de altavoces que emitía una voz relajada. Y el mismo maldito mensaje.

Yaling rechina sus dientes. "Aparentemente."

Desde ayer esos no-devotos seguían allí. 37 horas y contando. No estaba segura de como encontraron este templo en primer lugar — esta a millas del pueblo más cercano, muy en lo profundo de los bosques, y es un lugar tan deteriorado como lo encontrarías en cualquier zona rural de China. Nadie debería llegar aquí, y mucho menos los extranjeros.

El Iniciador del Fuego Zhi Hu suspira detrás de ella, levantando su capa con incrustaciones de jade y cubre su cabeza mientras regresa al templo. "Déjalo así. Regresemos. Cuidar el Ojo Radiante es más importante que concentrarse en molestias."

"Bien." Ella no mira hacia atrás.

Algo andaba mal con esos infieles. Ya no estaban sosteniendo sus carteles que denunciaban a los Hijos de la Antorcha. Solo se escuchaban murmullos tranquilos. Cada uno de ellos llevaba algo bajo su ropa. ¿Armadura?

"¿Portavoz?"

Ella no regresó. Chasqueo sus dedos otra vez, y otra vez. Como un encendedor, su palma se encendía, y la llama crecía con cada clic adicional clic, clic…

"Portavoz."

El fuego ya se esta preparando, y con suficientes chasquidos solo se necesitara un gesto para dispararlo hacia—

"Portavoz." La agarra del hombro.

"Cierto, sí, regresemos."

La llama se apaga y se da la vuelta. Caminaron por el sendero que conducía a la entrada del templo, alcanzaron las vastas puertas de madera y giraron las manijas.

Los altavoces se apagan. El silencio golpea.

"Espera," dijo Zhi.

Pausa. Por un momento se quedan ahí, esperando que entren nuevos sonidos. Nadie lo hace. No hay risas, no hay nuevas transmisiones. Nada. Tentativamente, Zhi se aparta de las manijas y se baja la capucha.

Ve el acero reluciente.

BANG.

La bala lanza la cabeza de Zhi antes de que pudiera levantar una barrera arcana. La herida esta llorando lagrimas escarlatas. Su cuerpo colapsa contra las puertas. Un rastro de humo apunta a las marquesitas de los no-creyentes. Se reanudan los altavoces. Yaling se voltea y ENCIENDE dos orbes flameantes resplandecientes sobre sus manos, impulsándose hacia adelante y cargando su brazo y lista para desatar su furia solar—

Se enfrenta a una pared de bronce. Los no-creyentes están armados.


SCP-1428-2 se desmorona. Cargas explosivas destruyen los pilares de soporte de hace siglos, el techo se derrumba sobre las estatuas de tres brazos en columnas de polvo negro y muerto. Los guardias entran en pánico y encienden la señal de emergencia. Se inicia un patrullaje en las ruinas y en los bosques circundantes, pero en los primeros momentos de investigación se encuentran con una ráfaga de disparos y de fuego. Vienen de todos los lados — no puede ser evitado.

Cuando el personal de la Fundación llega la mañana siguiente, no queda nada que recuperar. El templo se ha ido. El personal de seguridad muerto. Junto con otras antiguas reliquias de Los Hijos de la Antorcha; destruidas.


« Está el sol y— »

La propaganda corta el sonido de disparo de los rifles de asalto. Las balas pulverizan las paredes de la sala de apertura del templo. Un trueno cae sobre la estatua aviar en la que se escondía Yaling Yu detrás. Las alas se partían. Ella se arrastra bajo una lluvia de metralla de madera. Muros de llamas se crean que derriten las balas disparadas por los no-creyentes y ella se agacha hacia el pasillo más cercano. La cera corre por las yemas de sus dedos. Las enciende. Las plumas flameantes ahora bloquean la entrada del pasillo.

Pasando a toda velocidad por entre filas de imágenes del sol y cuervos trípedos, la cabeza esquelética del pájaro en su cinturón chirría. Se le pone en la cabeza.

"Están abriéndose paso." El Defensor Jiang tuvo que gritar por encima de los disparos para que lo escuche la Portavoz.

"¿Llegaron al Ojo Radiante?—"

"No pero han interrumpido en la antecámara. Los Ritos del Sol y la Respiración del Fuego solo puede detenerlos por un tiempo—"

Estruendos. Las linternas tiemblan. No pueden conseguir el ojo, esa arma divina. No pueden.

"Dime que no podrán alcanzarlo, dímelo—"

"—y no es nada más— no puede seguir hablando, han entrado—"

La cabeza del pájaro se queda en silencio. Yaling desesperadamente presiona los botones de su costado, rezando al Padre Radiante para que todo este bien, pero no recibe nada. Se las arregla para volver a poner la cabeza en su cinturón, pero las paredes estallan. Una furgoneta revestida con concreto la atraviesa, y múltiples tiradores salen a enfrentarla.

La propaganda resuena. Sus ojos estallan en coronas solares.


A millas de distancia en una cámara de contención estéril, SCP-1428-1 se debilita. Sus alas caen, su cabeza se desploma, sus ultimas chispas fluyen de sus ojos y se desvanecen en el suelo. Con un crujido se abren las puertas de su cámara. Los guardias vestidos con plomo y portando contadores Gieger rodean al pájaro. Todavía hay pulso, suficiente para sugerir que sigue con vida, pero los escáneres revelan que su cerebro esta en un coma profundo. Sus alas ya no emiten radiación.

En una vieja caja de acero, SCP-2814 pierde lentamente sus llamas. En otro lugar, SCP-2995 se atenúa. El sol cae sobre el cielo.


Fragmentos de furgonetas derretidos llueven por la antesala, pulverizando a los no-creyentes a su paso. Yaling corre a través de la carnicería y se apresura a entrar en la Cámara del Ojo Radiante. En su pedestal se encuentra el Ojo, un conjunto de lentes de vidrio y jade rodeado por tres brazos dorados, aun esta intacto. Jiang yace en la base del pedestal, con su caso y su cabeza partidos a la mitad. Más cuerpos de los defensores del Ojo lo rodean.

Mientras se queda perpleja mientras un no-creyente aprovecha la oportunidad y le clava una rudimentaria bayoneta en el cuello de Yaling. Ella se gira y su cuerpo emite rayos de sol a través de sus corneas, pero el no-creyente tiene un escudo bajo su armadura, redirigiendo la energía que emite hacia el techo. La bayoneta falla. Ella patea sus piernas. El no-creyente dispara su pistola. Falla.

Yalling inhala y enciende su mano derecha convirtiéndola en una garra aviar en llamas. Empuja al infiel y le arranca la bayoneta, partiéndola por la mitad, la clava en el suelo donde estaba antes de que lo empujara y luego esquiva para evitar otro disparo. Con un hechizo de una fracción de segundo, Yaling se aproxima detrás de él. Las garras de su mano derecha tocan su piel, perforando su cuello.

El calor invade las arterias y la médula espinas del no-creyente. Su cabeza explota.

Otras dos furgonetas atraviesan las murallas. Esto es demasiado para ella — recurre a medidas extremas. Yaling inunda en calor el atacante muerto, la carne derretida se desprende de la columna que blande en alto. Respira y hace que la columna se sublima y se ioniza en una jabalina de luz que sale disparada de su mano y la lanza hacia el centro del Ojo. Los mecanismos antiguos hacen clic. La luz es absorbida. Yaling apenas tiene tiempo de apartarse del camino cuando el Ojo dispara un laser que pasa por su lado y entra en las furgonetas. Solo toma un segundo para que sean totalmente incineradas.

El mecanismo hace clic otra vez, El ojo se desactiva. Justo cuando ella piensa que eran los últimos, la propaganda vuelve a encenderse, en la antecámara humeante aparece otra fila de no-creyentes. Las armas apuntan a Yaling preparando ronda tras ronda de munición. El anillo de llamas que enciende la mantiene a salvo, pero no para siempre. La fatiga comienza a afectarle su psique.

Se queda en el anillo, rezando para que lleguen el resto de los defensores del templo.

Ella espera.

Golpes de realización.


Los templos en China están vacíos. Los agentes de la Fundación observan a Los Hijos de la Antorcha deteniendo sus rituales, dejando caer sus baratijas de soles y aves, saliendo de las instalaciones de sus templos sagrados para regresar a los pueblos rurales donde vivían. El Agente Encubierto Yan Guan, siguiendo con su disfraz, persigue al Iniciador más cercano y le pregunta.

"¿Cómo puedes abandonar tus deberes así?"

"No tengo deberes." Se encojen de hombros.

"¿No vas a despertar a nuestro Padre?"

"Nadie necesita ser despertado."

"¿Entonces qué hay del Padre Radiante?"

Docenas de agentes encubiertos plantean la misma pregunta a decenas de adeptos. Las respuestas son todas variantes de la misma:

"El sol es el sol. No es nada más."


Los artefactos explosivos hacen un hoyo a través del techo. Cuando las columnas que sostenían el techo caen, Yaling respira en el anillo de llamas que fluye a través de su cuerpo e irriga todos su nervios. Se lanza una segunda ronda de explosivos. Yaling brilla. Tres alas de resplandor solar brotan de sus hombros y en un has de plasma se lanza hasta el cielo.

Los no-creyentes, los artefactos explosivos, y todo el complejo del templo caen detrás de ella. Los bosques se extienden hasta el horizonte, extendiéndose más allá del sol del atardecer. Ella vuela hacia el este. Los otros templos deben se advertidos. Si es demasiado tarde para advertir, entonces necesitaran ayuda. Si es demasiado tarde para ayudar…

Dagas de luces negras atraviesan sus retinas retinas. Grita y pierde la concentración y casi choca con un campo de trigo antes de volver a subir. Las dagas desaparecen de su vista, pero era algo más que apuñalaba con la misma fuerza en su cabeza, dentro de su mente.

No hay un padre radiante.

Cae de nuevo, recupera la compostura a centímetros de un techo de una granja. Hay un Padre Radiante, un Padre de la vida que dejo al sol como su forma durmiente. Como ella podría pensar que—

Estas trabajando para un concepto imaginario.

Esquiva un poste telefónico. Vuela lo más alto en el aire, evitando estar cerca del suelo—

¿Qué pruebas tienes? Tu no has visto su "Brillo." Lo que has visto solo es luz regular.

Chocándose con las nubes, agarrándose la cabeza, tragando el aire helado—

Volar así es imposible. Habrías muerto varias veces a esa altitud, y eso ignorando las velocidades a las que te mueves.

La tierra gira a su alrededor. Los cuchillos la rodean y en algún lugar detrás de todo hay una cara rota, una cara en un frasco en un laboratorio que destella en su visión. Es imposible ignorarlo.

Por favor comprendan, todo es una mentira elaborada.

Yaling grita.

Está el sol y es nuclear y no es nada más.

"No es nada más—"

Ella se golpea contra mástil de radio. Y termina ensartada.


Miles de millas alrededor de la orbita solar, un satélite espía su movimiento, desplazándose bajo la superficie del sol. La fotosfera se ondula, las erupciones se calmas, formas invisibles presionan contra las capas de gas sobrecalentado. Y tan pronto como llega, termina. No hay nada más.


El agente RUBI Aldric Lémieux se encuentra en lo alto de la cámara del Ojo colapsada, absorbiendo el olor de la sangre y de las cenizas mientras estira sus brazos. Los escombros se mueven a su derecha, uno de los defensores del templo aun con vida sale en una lluvia de llamas. Suspirando, aprieta el gatillo de su extintor/rifle hibrido, luego un limpio agujero en su cabeza. Realmente era una lastima. Podrían haber estado más cerca de ver la Irracionalidad de sus creencias, más allá de todo esto y entrar en los tranquilos mares de la racionalidad—

Una mano agarra su pierna. El defensor todavía está vivo, el agujero entre sus ojos filtra magma a través de una cara chamuscada.

"¿Por— ¿Por qué?," intentando articular. "¿Por qué nos hiciste… esto?"

"Porque estas equivocado."

Crujido. Se echa hacia atrás el tacón de su zapato, limpiándose del fluido cefalorraquídeo y las vísceras sobre una tabla de madera, Vergüenza.

Justo adelante, un grupo de agentes saca el gran Ojo de la caja de madera, sacando las vísceras y los cuerpos de los que lo protegían. Está intacto, justo como se esperaba. Si es cierto que puede aprovechar el poder del sol con todas sus fuerzas, entonces seria el arma perfecta en la lucha por la lógica. Una vez que el estudio científico sea completado, por supuesto. Las ovejas piadosas no sabrán que les habrá golpeado.

Susurró un breve juramento a Gödel y a Sagan. El humo de los templos a kilómetros de distancia tiñe el cielo. Los últimos rayos del sol poniente se desvanecen en el horizonte.

El atardecer de la razón estaba a la mano.


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