Bal-chatri

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Arcos de electricidad brotaban del cuerpo de Vincent Anderson mientras caminaba a través de la lluvia de Tres Portlands, los tornillos y las lámparas inestables golpeaban los edificios cercanos mientras marchaba lentamente por el centro de una calle vacía. De vez en cuando, se le oía murmurar para sí mismo: “Está bien… puedo arreglar esto…”

Anderson finalmente llegó al pie de una colina, cerca del borde de la anómala ciudad. En la cima de la colina se encontraban los restos de una escuela. Permaneció inmóvil durante varios minutos, la lluvia hacía un ligero ruido en su máscara mientras miraba el decrépito edificio. Un pequeño droide plateado se arrastró fuera de su bolsillo y subió por su brazo antes de posarse en su hombro. El pequeño zángano, como una araña, miró hacia la escuela y luego hacia su amo, sacudiéndose la lluvia con un pequeño movimiento.

Anderson metió la mano debajo de su máscara, sacó un pequeño disco y lo colocó dentro del droide.

“Cuídate, Benny”, dijo Anderson, “Te veré pronto. Sé bueno.”

El pequeño zángano hizo un saludo y se alejó arrastrándose. Anderson lo vio irse, y luego volvió su atención a la lejana escuela.

“Puedo arreglar esto…” se dijo a sí mismo otra vez y continuó su ascenso.


La Academia de Artes Tristán había sido una escuela prestigiosa en Tres Portlands entre 1972 y 1998, hasta que la muerte de su fundador Abraham Tristán y los subsiguientes problemas financieros hicieron que la escuela cerrara sus puertas. Desde entonces, había permanecido abandonada, con las ventanas tapiadas con tablas y sus salones llenos de todo tipo de basura, graffitis y charcos estancados de agua de lluvia que se filtraban por los numerosos agujeros del techo. En este día de noviembre, sin embargo, el edificio cobró vida una vez más. Como una academia que enseña tanto prácticas mundanas como anómalas, el edificio entero estaba fortificado contra la magia. Por esta razón, Sasha Merlo asumió, que Phineas seleccionó la escuela abandonada para que sirviera como lugar de su intrincada trampa.

Merlo se detuvo en el escenario del auditorio de la escuela y revisó su teléfono. Su pelo moreno estaba recogido, y el uniforme de campo del DM que llevaba le daba a la normalmente relajada agente una apariencia de autoridad. En la pantalla apareció el mismo mensaje que había estado allí durante las últimas dos horas:

Listos o no, aquí viene.

Merlo y el resto del DM Gamma-13 se apresuraron a armar las últimas piezas del plan de Phineas, unas catorce horas antes de lo previsto, y sin Phineas.

Merlo se giró hacia el centro del escenario. Había dos sillas plegables vacías, cada una sobre un glifo dibujado con tiza roja. El área que rodeaba estos glifos estaba cubierta por un glifo aún más grande en el que estaban siendo dados los toques finales, siendo dibujados en tiza blanca por el Agente Daniel Navarro.

“¿Cuánto te queda?” preguntó Merlo.

Su colega ni siquiera miró hacia arriba, continuaba su trabajo mientras hablaba.

“Los glifos vinculantes no son algo que se pueda apurar”, dijo Navarro. “Si dibujo esto mal, podría convertirse en una maldición mortal, o interactuar con los círculos de teletransportación bajo las sillas y explotar, que es exactamente lo contrario de lo que queremos. Le daré crédito a Phineas, sin embargo, esto es magia de alto nivel. Del tipo de la que la gente aprende yendo a las escuelas. Funcionará… Suponiendo que lo haya hecho bien.”

Merlo asintió, abriendo la boca para responder, pero se detuvo cuando una serie de voces se escucharon en su radio.

“Azoreros, aquí el Centinela 1. Tenemos visual del objetivo, ¡Tiempo estimado de llegada diez minutos!”

“Azoreros, aquí Centinela 2. Tenemos visual del objetivo… está realizando un evento de tipo azul… ¡Visual perdida!”

Se escuchó el sonido de una explosión distante. Las luces de la escuela se fundieron todas a la vez.

“Joder…” dijo Navarro, mientras iluminaba la habitación con su linterna y seguía trabajando en el glifo incompleto.

“Está aquí…” Respondió Merlo. “Supongo que haremos esto en directo.”


La agente Clarissa Shaw estaba en el vestíbulo principal de la escuela con otros cuatro agentes cuando se cortó la luz. Vestida con el uniforme de campo del DM, con el pelo rubio recogido y las gafas normales sustituidas por unas de protección, ella y sus compañeros prepararon sus armas. Las puertas principales saltaron de sus visagras. Una oleada de androides Peregrinos inundaron la brecha. El equipo se dispersó para evitar la metralla entrante, poniéndose a cubierto en las puertas de las aulas cercanas. Las fuerzas opuestas comenzaron a intercambiar disparos. En cuestión de segundos, la sala estaba llena de casquillos de bala, droides agujereados y los cuerpos de dos agentes muertos.

El resto de agentes del Gamma-13 no tardaron en lanzar varios botes al pasillo, llenando rápidamente la zona con un fino polvo blanco, la ola de droides que se acercaba se deshacían en resbaladizos charcos negros. Los que el polvo no pudo destruir fue sometidos con balas. La sala quedó en silencio, salvo por la pesada respiración de los que quedaban vivos.

“Brecha en la entrada principal”, dijo Shaw por radio, mientras sus compañeros de equipo recargaban y se preparaban para lo que probablemente sería otra oleada de asaltantes. “Hostiles sometidos, Frost y Donner han caído.”

“Copiado, ¿alguna señal del objetivo?” Respondió la voz de Merlo.

“Negativo, vamos…”

La respuesta se vio interrumpida por el fuerte crujido y el calor de la electricidad, y los dos agentes de apoyo salieron volando hacia las aulas en las que se habían refugiado. Shaw se giró en el acto, y fue recibida por la reluciente sonrisa de una máscara de teatro de comedia clásica plateada.

Cuando Shaw intentó disparar una ráfaga de su rifle, sintió como un barrido en sus piernas la elevaba, haciendo que la ráfaga volara inofensivamente hacia el techo mientras se golpeaba contra el suelo de linóleo. Anderson procedió a apartar el arma de una patada, presionando el chaleco de Shaw con su pesado pie mientras un largo y viviente cable se retraía en su mano.

“Me alegro de volver a verla, Clarissa”, dijo Anderson. “¿Sería tan amable de decirme qué ha hecho con mis amigos?”

Shaw mantuvo la boca durante unos instantes, mirando a su enemigo con silencioso desprecio.

“Auditorio.”

Anderson dio un suspiro de alivio como respuesta.

“Se agradece su colaboración.”

El cable volvió a salir disparado de la mano de Anderson, atravesando el chaleco protector de Shaw con un pop. Luego atravesó su torso y se abrió paso a través de ella, entre sus órganos, envolviendo su columna vertebral. Ella soltó un grito de dolor y terror. El cable comenzó a emitir una pequeña descarga continua que la hizo ponerse de pie involuntariamente. Anderson asintió satisfecho mientras obligaba a Shaw a avanzar por el pasillo delante de él.

“¿Por qué no se une a mí?” le susurró Anderson al oído.

Shaw hizo todo lo posible por permanecer en silencio mientras realizaba su forzosa marcha, con eventuales lágrimas cayendo por su rostro. Su cuerpo ya no era suyo. El corto camino hasta el auditorio le pareció una eternidad mientras esperaba en la prisión de su propia carne. Anderson la hizo empujar la puerta del auditorio y ambos entraron.

En el escenario había dos sillas vacías. No había nadie más en la sala.

Shaw volvió a gritar cuando la bobina alrededor de su columna vertebral se tensó, la electricidad enviaba ondas de angustia a través de ella.

“¿En el auditorio?” siseó Anderson, la bobina siguió apretándose hasta que Shaw sintió un chasquido, y luego nada por debajo de la cintura.

“Se suponía que debían estar aquí”, gritó. “¡Estaban! Por favor.”

“¡Putas mentiras!” gritó Anderson. El cable retrocedió, lanzando hacia delante a Shaw. Esta voló por el aire, por encima de los asientos del teatro, y se estrelló contra el escenario. Rodó durante unos instantes y luego se quedó quieta.

La electricidad surgió de Anderson mientras lanzaba un grito de frustración. La sala se llenó de olor a ozono.

Junto con el sonido de una escopeta siendo bombeada.

Anderson giró la cabeza. Navarro y Merlo estaban en el extremo opuesto del pasillo, el primero blandiendo una escopeta, la segunda una pistola.

“¿Dónde están?” preguntó Anderson, recuperando la compostura. “Esto ha durado suficiente.”

Navarro respondió apretando el gatillo, y un gran rayo de energía azul salió disparado del cañón. El ciborg cayó de espaldas, la ráfaga pasó volando por encima de él y se estrelló contra la pared más lejana. Anderson se puso rápidamente en pie y disparó un rayo que silbó inofensivamente en el aire.

Navarro y Merlo se estaban yendo.

Con un grito de rabia, el ciborg corrió por el pasillo, girando rápidamente la cabeza para seguir a sus objetivos. Otra ráfaga azul pasó por delante de él. Anderson soltó otro grito y comenzó a perseguirles.


La agente Shaw se revolvió lentamente mientras tosía. Su cuerpo ardía por las contusiones y laceraciones que sufrió durante el aterrizaje de su breve vuelo. Miró por encima de su cuerpo arrugado. No sentía nada de la cintura para abajo, sus piernas no respondían a sus órdenes, lo que la obligaba a arrastrarse por el escenario. Aunque había un pequeño charco de sangre en el lugar donde el cable la había atravesado, la hemorragia de la herida parecía haberse detenido.

Se incorporó al oír unos rápidos pasos; la agente Merlo corría por uno de los pasillos hacia ella. Otros dos agentes la seguían, cada uno con un prisionero atado y amordazado. El primero llevaba a un joven delgado con una mata de pelo rubio rizado y unas gruesas gafas que se le pegaban a la cara mientras miraba a su alrededor aterrorizado. La segunda era una mujer bajita, de mediana edad, con el pelo moreno hasta los hombros y ojos tenues azules, que se limitaba a mirar al frente, con lágrimas en los ojos. Respectivamente, eran Jason Contos y la Dra. Medea Contos, dos miembros del círculo íntimo de Anderson Robotics, y dos de los amigos más cercanos de Vincent Anderson. Los agentes los colocaron en las dos sillas plegables con cautela.

“Por Dios…” dijo Merlo, mientras se arrodillaba junto a Shaw. “¿Cómo es de malo?”

“No siento las piernas”, respondió Shaw. “¿Dónde está Dan?”

“Ganando tiempo -respondió Merlo- Clarissa, lo siento mucho… Phineas nos prometió más tiempo para tender la trampa, y luego tú y tu equipo os quedasteis atrapados en el fuego cruzado…”

“No sería una misión de los jodidos Asimov si las cosas salieran bien…” Dijo Shaw, sonriendo a través del dolor.

Merlo sonrió con tristeza e hizo una señal a uno de los agentes para que se acercara.

“Llévasela a Sherman, ¡ahora! Que el resto del equipo esté en el punto de espera. La trampa está preparada. Carter conoce el plan de contingencia.”

“Sí, señora”, respondió el agente, recogiendo a Shaw con suavidad.

“Acaba con él…” Dijo Shaw a Merlo mientras se la llevaban.

Merlo asintió como respuesta. Dirigió una mirada a Jason y a Medea, haciéndoles un ligero saludo mientras sacaba su pistola.

“Nos veremos muy pronto.”


Anderson estaba de pie en un vestuario, sus ojos escudriñaban en busca de un hombre muy molesto vestido de paisano que había estado disparando a mansalva por mitad del interior de la escuela. El último disparo le había dado en la pierna, dejándolo ligeramente cojo mientras continuaba su búsqueda. Aparentemente no había más salidas. Quienquiera que fuera ese agente, lo tenía atrapado.

“No hay ningún otro lugar al que puedas huir.” Siseó Anderson. “¿Dónde están?”

“¿Has comprobado el auditorio?” La voz de Navarro volvió a resonar desde algún lugar del laberinto de taquillas.

“¿¡Crees que esto es un puto juego!?” gritó Anderson de nuevo, siendo recibido únicamente por una pequeña risa nerviosa.

“Sí, más o menos.”

Anderson se metió la mano en el bolsillo y sacó varios pegotes de color azul neón. Dio un suspiro frustrado y procedió a arrojarlos a cada uno de los grupos de taquillas. El metal se desintegró rápidamente en óxido, dejando al descubierto al antes oculto Navarro. El agente miró a su alrededor y luego volvió a mirar a Anderson, levantando una mano ensangrentada.

“Vale, eso es hacer trampas.”

El agente cerró inmediatamente el puño y lanzó una columna de llamas desde el suelo. Anderson se lanzó a un lado para evitar ser frito. Navarro disparó otra ráfaga de su escopeta, la bala alcanzó al ciborg en el pecho, haciéndolo volar hacia atrás contra la pared. Navarro corrió hacia la puerta, pero se estrelló contra el suelo cuando sus pies se tropezaron. Un cable viviente se había enredado en sus piernas, arrastrándolo hacia el ciborg que estaba echando chispas.

Navarro volvió a cerrar la mano y rodó mientras lanzaba otra ráfaga de fuego. El cable sacudió al agente hacia delante, enviando la columna de llamas hacia el techo. Anderson soltó un salvaje aullido y se lanzó hacia adelante, el viviente cable que sobresalía de su palma se afiló hasta convertirse en una fina punta que intentaba atravesar a su enemigo. Navarro había agarrado el cable. Anderson gruñó al tiempo que apoyaba su peso en el golpe, y el cable se deslizaba lentamente hacia abajo, cortando las palmas de Navarro en el proceso. La sangre goteó de las palmas de Navarro al sentir que la hoja se deslizaba lentamente.

De repente, Navarro soltó la mano derecha, agarrando a Anderson por la solapa. La cuchilla se hundió con fuerza en su hombro izquierdo mientras dejaba escapar un grito de dolor, seguido por una sonrisa de dolor.

“Te tengo”, dijo con los dientes apretados. De su mano brotó una ráfaga de llamas que envolvió por completo al ciborg. Anderson gritó de dolor mientras Navarro se quitaba a su enemigo de encima de una patada y salía cojeando por la puerta, cogiendo su escopeta por el camino.

El ensangrentado agente no perdió tiempo en volver al auditorio, su cuerpo atravesó las puertas de golpe, llegando llegaba cojeando desde el pasillo. Jason y Medea le observaron con ojos impasibles mientras miraba frenéticamente a su alrededor.

“¿Sasha?” gritó. “¡Vamos!”

CRACK

Un rayo golpeó a Navarro en la espalda y lo lanzó hacia adelante. Una sustancia viscosa de color naranja lo golpeó en pleno vuelo y lo envolvió rápidamente en un capullo de color naranja brillante. Mientras yacía incapacitado, unos pasos lentos y arrastrados llenaron la habitación, al igual que el olor a ozono y a carne quemada.

El agente levantó la vista para ver a Anderson. Partes de su traje se habían quemado, dejando al descubierto la carne carbonizada y el extraño híbrido de componentes orgánicos y mecánicos que había debajo. Su máscara había desaparecido, dejando a la vista su rostro. En lugar de ojos, tenía lo que parecían ser dos pequeñas lentes de cámara que brillaban con una tenue luz verde. En lugar de una nariz, tenía una rejilla triangular que siseaba rápidamente con el paso del aire.

“Te tengo”, afirmó Anderson. Lanzó el viviente cable hacia Navarro y haciendo que este empezara apretar. Navarro aulló de dolor mientras veía cómo su brazo izquierdo, desde el codo hacia abajo, se alejaba del resto de su cuerpo. El ciborg observó a su indefensa presa gritar de dolor, y luego levantó el cable para rematarla.

Bang.

Sonó un disparo. Anderson retrocedió un poco conmocionado, el proyectil le dio en el torso. Se volvió hacia la fuente. Merlo estaba en la puerta del auditorio, con la pistola en alto.

“Mátalo, y matarás a Jason o a Medea. Hemos vinculado un agente asesino entre sus signos vitales, los míos y los de ellos. Si cualquiera de nosotros muere, ellos también.”

“Es un farol.”

“¿Quieres correr ese riesgo?” Merlo levantó su pistola. “Prueba conmigo. Si no, tus amigos están ahí mismo. Ve a buscarlos.”

“¿Así que así, sin más, has terminado? ¿Crees que nací ayer?”

“Has rebanado al mago de nuestro equipo, y aplastado la columna vertebral de mi segunda al mando. Sólo tengo esta 9mm. El tiempo de los trucos ya ha pasado”, dijo Merlo con frialdad. “Has ganado. Recoge tu puto premio.”

Las miradas de Anderson y Merlo se cruzaron durante un minuto, y luego el ciborg comenzó a moverse hacia el escenario.

“Si les has hecho daño… destruiré todo lo que te importa, Sasha.”

Anderson mantuvo un ojo en los agentes mientras se acercaba al escenario. Merlo liberó rápidamente a Navarro de su prisión naranja y vio cómo cauterizaba su muñón con una pequeña ráfaga de llamas.

“Gilipollas mecánico…” Murmuró Navarro, temblando violentamente mientras le ayudaban a ponerse en pie. Los dos agentes vieron como el desgastado cascarón que era Vincent Anderson entraba a trompicones en el escenario.

“Amigos”, dijo Anderson. “Amigos, lo siento mucho. Juré que os protegería, y he fallado.”

Jasón y Medea miraron a su jefe en silencio. Tenían los ojos inyectados en sangre y el rostro cubierto por el cansancio que caracteriza a quienes viven en estado de terror.

“No volverá a ocurrir”, continuó Anderson. “Os lo prometo. Con cada fibra de mi ser, lo prometo. Sólo puedo esperar que encontréis la bondad necesaria para perdonarme por esto… por todos mis defectos. Después de todo, errar es humano…”

Anderson dio un último paso y se dirigió a Merlo.

“Traédmelos”, vociferó. “Ahora.”

Merlo asintió, colocando a Navarro en un asiento de la primera fila, para empezar a subir al escenario. Anderson señaló a los dos prisioneros atados con expectación, con los ojos clavados en Merlo mientras se arrodillaba y comenzaba a desatar las ataduras de Medea.

Mientras tanto, Navarro se dio cuenta de que su escopeta estaba en el suelo cerca del escenario. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

“¡Al suelo!”, gritó Navarro, lanzándose hacia la escopeta y soltando una última ráfaga mientras Anderson se giraba en el acto y soltaba otro globo naranja.

Tanto Navarro como Anderson fueron golpeados en el pecho. El primero se estrelló contra una fila de asientos. El segundo se quedó inmóvil, con su cuerpo aturdido. Merlo corrió hacia adelante, abordando al ciborg. Los dos aterrizaron a plomo entre Jason y Medea.

La sala quedó en silencio. Anderson se quedó quieto, con la mano alrededor de la garganta de Merlo. Ella arañó a su agresor; pero fue inútil, su agarre era absoluto. La agente dio breves bocanadas de aire mientras el agarre se hacía cada vez más fuerte.

“Y nos llevábamos tan bien”, dijo con un suspiro, y lanzó al agente por el escenario como si fuera un trozo de basura. Merlo aterrizó con un ruido horrible, derrapando boca abajo por la superficie lisa del escenario antes de detenerse definitivamente.

Dos glifos rojos empezaron a brillar bajo las sillas de Jason y Medea, mientras uno más grande aparecía bajo los tres, brillando con una intensa luz blanca. Anderson sintió que todo su cuerpo se ponía rígido, siendo atrapado por una gran fuerza que lo presionaba desde todas las direcciones. Jason y Medea desaparecieron de la vista, desvaneciéndose con suaves chasquidos, dejando enfriándose los glifos sobre los que estaban y quedando sus imágenes grabadas en el escenario.

El ciborg reconoció este tipo de magia. Lo había visto antes, de un viejo amigo.

“Bien jugado, Phineas”, dijo Anderson débilmente. “Bien jugado.”


La agente Shaw observó atentamente el monitor que tenía delante. En él se veían los restos de Vincent Anderson, que yacía inmóvil en una mesa de examen segura dentro de una celda en el Sitio-64. En algún momento entre su captura en la Academia Tristán de Tres Portlands y su llegada al sitio, se apagó y entró en una forma de estasis. Las señales de vida estaban presentes, y el cuerpo físico estaba reparando sus componentes dañados automáticamente, pero ninguno de sus equipos podía detectar actividad cerebral.

Shaw dio un fuerte suspiro y acercó su silla de ruedas a una cafetera situada en el fondo de la sala de observación. Se sirvió una taza y volvió a prestar atención a la pantalla. Por fin habían capturado a la mismísima ballena blanca.

La puerta de la cámara se abrió. La agente Merlo entró. Shaw saludó amistosamente a su superior.

“¿Algún cambio?” preguntó Merlo, mirando por encima de la pantalla.

“Nop”, respondió Shaw, tomando un sorbo de su café. “¿Se han puesto de acuerdo en el plan?”

“Mañana lo enviarán al 19 para su almacenamiento a largo plazo”, suspiró Merlo. “PdI de alta prioridad, contención de máxima seguridad necesaria, órdenes del O5, y todas esas cosas.”

“Al menos lo tenemos”, dijo Shaw alegremente. “Por una vez, ganamos.”

“Eso sí que es verdad”, dijo Merlo con una pequeña sonrisa. “Por fin lo tenemos.”

Las dos miraron el monitor durante unos instantes, observando el cuerpo inmóvil en la pantalla.

“Dan y yo pensábamos ir a Secret Crest esta noche”, dijo Merlo rompiendo el silencio. “Yo invito. ¿Quieres venir con nosotros?”

Shaw sonrió, pero negó con la cabeza.

“Creo que por ahora paso. Pero gracias, de todas maneras.”

“Clarissa, insisto.”

“No te hagas esto”, replicó Shaw con brusquedad. “No me debes nada. Esto no fue tu culpa.”

Shaw se movió ligeramente hacia delante y hacia atrás con la silla de ruedas para enfatizar.

“Si necesitas expiación, búscala en Holman, o en Navarro. En lo que a mí respecta, el único responsable de esta situación es el monstruo de esa pantalla.”

Podían verse lágrimas en los ojos de Shaw.

“Sólo… prométeme que sigo siendo una Portadora de Leyes.”

Merlo cerró los ojos. No estaba segura de lo que iban a hacer con Shaw en ese momento. Se hablaba de convertirla en coordinadora del cuartel general para los agentes sobre el terreno, pero los destacamentos móviles debían ser móviles por encima de todo. Era igual de probable que Clarissa Shaw se viera obligada a retirarse.

Merlo asintió con fuerza y abrazó a su amiga.

“Tendrán que arrancarte de mis frías y muertas manos.”


Navarro y Merlo se sentaron en la barra del pub Secret Crest, una pequeña cervecería situada en el Pearl District de Portland. El propietario, que había sido director del Sitio 64, hacía del local un refugio para el personal de la Fundación que había terminado sus turnos. Ambos agentes estaban sentados de paisano, con la manga izquierda del primero sujeta con un alfiler para compensar su nueva falta de mano.

“Puede que de Shaw te libres fácilmente” -comentó Navarro mientras daba un sorbo a su bebida-, “pero a mí me vas a pagar las copas para siempre.”

“Me parece justo”, respondió Merlo, levantando los dedos para pedir otra ronda. Hizo una pausa durante unos instantes antes de añadir finalmente. “Lo siento, Dan. Lo siento tantísimo, Dan.”

“Deberías”, dijo Navarro con una sonrisa socarrona. “Esa era la mano que utilizaba para mandar a tomar por culo a la gente. Ahora no puedo expresarme bien. Me has lisiado emocionalmente.”

Merlo soltó un pequeño bufido y negó con la cabeza, dando un largo sorbo a su cerveza.

“¿Qué tipo de munición usabas en esa escopeta?” preguntó Merlo. “No la he visto antes.”

“Algo que recogí en un encargo en Japón. Absolutamente no letal.”

“El gran Daniel Navarro; Ni siquiera ante un ciborg asesino se atreve a matar a alguien”. Merlo se rió. Navarro se sumó. Tras un momento, volvieron a sus bebidas en silencio.

“¿Y qué pasa ahora?” preguntó Navarro tras terminar su segunda bebida. “Vosotros tenéis vuestro premio. ¿Qué es lo siguiente para Gamma-13?”

“Cogimos a Anderson, sí” respondió Merlo con un suspiro. “Pero la empresa sigue existiendo. Probablemente Phineas ya se ha hecho cargo. Corta una cabeza y haces crecer otras dos en su lugar.”

“En efecto”, dijo una cálida voz detrás de los dos agentes. Se giraron en sus taburetes y se encontraron cara a cara con una mujer mayor que llevaba una caja. Llevaba un traje de negocios azul oscuro y el pelo gris recogido en un moño. Sonrió de forma suave y simpática.

Navarro y Merlo se miraron por un momento y se prepararon para hablar. Viéndose interrumpidos por la presentación de la anciana.

“Mi nombre es Sra. Saker”, dijo. “Era amiga de Phineas.”

“Sutil”, respondió Merlo. “¿Phineas le envía a hacer otro trato?”

“Phineas está muerto”, dijo la señora Saker en voz baja. “Anderson lo masacró en su apartamento poco antes de que usted lo capturara, como hizo con todos los que se unieron al viejo loco. Soy todo lo que queda de la banda de los alegres hombres de Phineas.”

Merlo hizo una pausa.

“¿Quién se ha hecho cargo de la empresa?”

“Está por ver”, respondió la señora Saker. Luego colocó la caja en la barra junto a Navarro.

“Phineas habría querido que tuviera esto, por su problema. Mientras tanto, trabajaré en algo para su amiga la Sra. Shaw. Estaremos en contacto.”

La Sra. Saker asintió secamente con la cabeza y se dio la vuelta, saliendo del bar tan silenciosamente como había entrado y desapareciendo entre el tráfico peatonal del exterior. Merlo y Navarro miraron hacia la caja, este último la abrió con cautela. En su interior había un brazo protésico negro, marcado con el logotipo de Anderson Robotics. En la parte superior había una tarjeta que decía:

Gracias por la compra de su nueva prótesis serie GYRFALCON™.


Jason y Medea Contos estaban sentados en la mesa de la sala de juntas de la sede de Anderson Robotics. Ninguno de los dos recordaba las últimas 72 horas, y se habían despertado en sus respectivas casas golpeados y magullados. En lo que tardaron en llegar al trabajo, se habían enterado de que tanto Vincent Anderson como Phineas se habían desvanecido por completo, sin dejar a nadie al frente de la empresa. Se unieron a ellos en la mesa el Dr. Jeffery Wilson e Isaac Dillard. El primero era un hombre de mediana edad y piel oscura. Su rostro parecía estar permanentemente comprimido en una expresión de preocupación. El segundo era un hombre musculoso con un traje de negocios cuyo pelo estaba perfectamente peinado hacia atrás. Llevaba un ligero olor a aftershave. Isaac se aclaró la garganta y empezó a dirigirse a sus colegas.

“Bueno, amigos”, comenzó, “todos sabíamos que este día iba a llegar. Ahora tenemos que tomar una decisión, y rápido. La estabilidad de la empresa depende de ello.”

Isaac dejó escapar un triste suspiro.

“Necesitamos reemplazar a Anderson.”

Todos los ojos de la sala se volvieron hacia los demás, rebotando de mirada fija en mirada fija antes de que todas las miradas se posaran en el suelo.

“Mi voto”, continuó Isaac, “es para que Medea tome las riendas.”

“¿Y… Yo?” tartamudeó Medea. “Por amor de Dios, ¿por qué?”

“Eres la persona que más se acerca al talento de Vincent y Phineas”, respondió Isaac. “Conoces su visión de nuestros productos y clientes tan bien como ellos. Será un camino difícil, pero estamos aquí para ayudarte en cada paso. Desgraciadamente, alguien tiene que dar un paso al frente, y me temo que es tu turno de batear.”

Medea miró a la mesa nerviosa.

“Yo… Yo no sabría ni por dónde empezar… Isaac, no puedo quedar a la deriva así…” Medea murmuró. “Yo… Yo no sé qué hacer…”

“No hace falta” dijo una voz desde la entrada de la sala.

Las cuatro cabezas de la mesa se volvieron hacia la entrada de la sala de juntas. Allí estaba un hombre moreno con una camisa de vestir azul, un chaleco plateado y pantalones a juego. Tenía el pelo largo y negro recogido en una cola de caballo y unos ojos verdes penetrantes. Llevaba una máscara de teatro de comedia clásica plateada en la mano izquierda mientras se dirigía a la cabecera de la mesa. Aunque ya no sonaba mecánicamente, los cuatro miembros de la mesa reconocieron su voz.

“¿Vince?” preguntó Wilson. “¿Qué… Qué te ha pasado?”

“Me temo que estoy un poco liado con la Fundación”, respondió Vincent con una sonrisa alegre. “He utilizado parte de la tecnología creada por Myra Rider. La recuerdas, ¿verdad? Un encantadora y prometedora miembro del equipo de I+D. De todos modos, por el momento voy a operar de forma remota a través de Saker-101 aquí.”

Anderson se señaló a sí mismo.

“No está mal, ¿no crees?”

“Si tu cuerpo físico está en manos de la Fundación…” preguntó Jason lentamente: “¿No es eso una enorme brecha potencial para nuestra seguridad?”

“Ya lo creo” dijo Anderson con calidez. “Me tienen cogido por las pelotas. Si manipulan mi cuerpo podría morir, y no puedo usar la magia así. Pero de momento es la mejor opción que tengo. Volveré a ellos de vez en cuando. Tirarles un hueso.”

La sala se quedó en silencio. Los ojos de los miembros de la junta directiva se posaron en la mesa. Se sentían pequeños bajo el peso de la mirada penetrante y la sonrisa monumental de Anderson.

“También tengo una sorpresa para vosotros…” Anderson repicó, y se volvió hacia las puertas de la sala de juntas. “¡Mirad quién ha vuelto!”

Anderson abrió las puertas y entró una unidad de Saker sin piel, vestida completamente de negro salvo por su corbata roja.

“Buenas tardes a todos”, dijo el androide con la voz de Phineas y luego esbozó una pequeña sonrisa. “Pido disculpas por mi ausencia. Me gusta estar de vuelta.”

Los miembros de la junta miraron al Saker ojipláticos. Las miradas de reojo se cruzaron entre sí y un aire de terror se apoderó de la mesa.

“De todos modos”, sonrió Anderson, colocándose su máscara. “Phineas y yo tenemos mucho trabajo que poner al día de este último mes. Vamos a ponernos manos a la obra. Todavía tenemos que reconstruir el prototipo de la serie Taita. Cuidaos todos.”

Anderson y “Phineas” salieron de la habitación, las puertas se cerraron tras ellos.

Durante varios minutos se hizo el silencio. Isaac organizó varios papeles frente a él, y se encontró con la mirada horrorizada de cada uno de los miembros de la sala por turnos.

“Bueno, amigos”, dijo suavemente, “todos sabíamos que este día iba a llegar…”


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