Respecto al Segundo
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El Señor Arrogancia se sienta frente al Señor Sabiduría. Es del tipo Kahtar, y su símbolo es la corona. A su derecha está el desconocido, que es invisible e incoloro solo para él, ya que se niega a mirarlo. A su izquierda está el valiente, que siempre supone una espina clavada en su costado, ya que se niega a interesarse por él. Entre él y los sabios están los necesitados e indignos, a los que escupe con el ácido de su vientre, porque se cree por encima de ellos.

Los Daevitas nos dicen que nunca morirá, pues el final de su libro no lo incluye. Créanles o no, como ustedes quieran.

El Señor Arrogancia cuenta con una gran astucia, se dice que con el tiempo suficiente siempre podría inclinar el consejo de la equidad a su favor. Su fuerza es como la de cien hombres, pero nunca necesita ejercerla, pues su voz es su mejor arma. Apela a los corazones de los hombres, para que en el fragor de la batalla se pongan de su lado. El rostro del Señor Arrogancia es inexpugnable, ya que el hecho de mirarle a los ojos y escuchar su voz hace que su enemigo cambie de bando.

El Señor Arrogancia es engañoso y manipulador, y solo el Señor Sabiduría es totalmente inmune a sus trucos. A pesar de que siempre es capaz de ponerse del lado del traidor, y de que siempre es capaz de persuadir las dudas de los eruditos, es incapaz de cambiar la opinión de los sabios.

El Señor Arrogancia tiene una gran resistencia, se dice que si se le corta en dos, su mitad sin cabeza cobrará vida para enfrentarse a él. En el combate, aunque sus enemigos mortales le claven cuchillas en la carne, se encoge de hombros y les habla. Incluso cuando hay quienes se muestran especialmente obstinados, las hileras de sus garras les arrebatan el destino. El Señor Arrogancia se jacta de que, de todos los Espés que son capaces, ninguno puede vencerle en la batalla, ya que él les superará siempre.

Su oposición a los sabios es interminable e inflexible, pues cree que, gracias al Daeva, vivirá eternamente. Cree que puede manchar la reputación del Señor Sabiduría de tal manera que los otros diez miembros del consejo se vuelvan contra el Señor Sabiduría, y concedan al Señor Arrogancia su victoria.

Starel se lamenta.

El Señor Arrogancia tiene el rostro de un fantasma, pero hecho de piedra. Es como la blancura de la sal, pero tan duro como la roca. No habla por su boca, pues sus palabras penetran en la mente de sus interlocutores. Se dice que las únicas veces que el Señor Arrogancia cambia su expresión es en los recuerdos de aquellos que han hablado con él.

El cuello del Señor Arrogancia es largo y nervudo, de modo que su rostro siempre puede mirar a la cara de su interlocutor. El Señor Arrogancia desprende blasfemias de su piel como el sudor, por lo que mantener su rostro lejos de su cuerpo amortigua los susurros de asco. Sus garras son innumerables y están cubiertas con la carne de aquellos que no le siguieron, ya que es un señor iracundo. Su saliva es sangre negra, y quienes la tocan se queman con ella, y cuando se enfurece se dice que la baba de Señor Arrogancia cobra vida y forma palabras en las gotas que deja en el suelo.

Nuestros Mayores del Crepúsculo nos han dicho que el Señor Arrogancia ha existido siempre, pero no siempre ha sido como es hoy. En una época muy anterior a la nuestra, él era, en cambio, dos cosas, pero desde entonces se ha vuelto una. Un rostro hecho de pros-lana, llevado por el antiguo Tarask.

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