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22 de Marzo de 2017
Backdoor SoHo
Sierra Dustin puso la mano dentro de su abrigo y sacó una pistola de la pequeña pintura titulada Arma No.44, la cual estaba pegada en el recubrimiento interior. Sin molestarse en apuntar, disparó seis disparos por la calle tras ella, en la dirección aproximada de sus perseguidores, después les lanzó el revolver vacío. Sin perder el paso, volvió a meter la mano en su abrigo…
A una distancia relativamente corta, dos agentes del FBI y un fumador empedernido estaban tratando de alcanzarla.
—¿Desde cuándo demonios los anartistas usan armas en SoHo? —gritó Spencer, manteniendo su brazo levantado esperando que las fibras balísticas cosidas a su traje protegieran su cabeza.
—¡Desde ahora! —gritó de regreso Green. El agente de la Fundación estaba sorprendentemente en forma para alguien cuyos pulmones probablemente no pasarían una prueba de emisiones. —Una mejor pregunta: ¿De donde coño vienen todas esas?"
—Debe estar explotando algún tipo de vulnerabilidad, —dijo Thorne, con una voz inapropiadamente calmada para las circunstancias. Un observador atento, y temerario (o a prueba de balas), habría notado que sus ojos estaban medio cerrados. —No estoy captando algún rastro de ARad."
—Que encantador, —murmuró Green.
A unos cuarenta metros frente a ellos, Sierra Dustin se agachó tras una esquina y desapareció de vista. Viendo el No Otro Puto Starbucks local, apuntó cuidadosamente a un mostrador promocionando café literalmente sin fin y disparó.
Los tres agentes dieron la vuelta y corrieron directamente hacia un muro de espresso tibio.
La limpieza tomó tres horas.
—Tres muertos, dos por disparos, y otros quince hospitalizados por heridas relacionadas al café, — reportó Thorne mientras se reunía con Spencer y Green. Los tres estaban parados al lado de la calle, con un fuerte olor a espresso y oteando los escombros.
—Dios, vaya cagada colosal, —dijo Spencer. Agitó la cabeza—. La cagamos, es nuestra culpa."
—Tú culpa, —dijo Green, terminando su tercer cigarro consecutivo—. Sí hubiéramos tenido un DM como quería…
—Puedes tomar tu DM y metértelo por el culo, dijo Spencer, interrumpiéndolo. —Ya es suficientemente malo tenerte aquí.
Thorne suspiró internamente y se puso entre los dos hombres. Los dos meses de colaboración forzada no le habían hecho ningún favor a sus egos en conflicto. —No agreguemos más bajas a esa lista, ¿hmm? Green, sabes que no habrías podido haber pasado un equipo de ataque completamente equipado por el Portero. Y Ken, puedes ser amable. Te he visto hacerlo.
Los dos agentes continuaron mirándose el uno al otro, así que Thorne continuó, —Aún tenemos una rata que atrapar, así que Ken, ¿por qué no tomas el detector Randall y registras las calles cercanas? A ver si puedes captar algún Camino abierto recientemente.
Spencer alejó la mirada de Green y asintió lentamente. —Dios sabe cuánta gente tomó un Camino fuera de aquí después de esa inundación, pero puedo intentarlo. —Miró de regreso a Green con sospecha—. ¿Qué hará él?"
—Green y yo regresaremos al departamento y buscaremos cualquier cosa que pueda darnos un enlace, —dijo Thorne—. ¿Quién sabe? Tal vez aún podamos arreglar esto.
Green encendió su cuarto palito de cáncer. —Cuando esto acabe, Spencer, tú y yo vamos a tener una larga discusión sobre donde y donde no deberían ir los DMs."
"Estoy ansioso por oírla."
Thorne giró los ojos. Agarrando a Green por el hombro empezaron a caminar de regreso hacia el departamento de Dustin. —Vamos skipper, andando.
Mientras giraban en la esquina, Green giró la cabeza justo a tiempo para ver a Spencer hacer un saludo de burla con un solo dedo.
"No parece que haya trampas en la puerta. No con nada ocultista, al menos."
"Si, ¿pero no habías dicho que esas armas no eran ocultistas? Podría haber algún terrible exploit en el otro lado esperando a derretirnos el cerebro.
Dentro del departamento, Madrigal se vio atizado por el sonido de voces desconocidas desde el exterior.
—¿Quién mantendría algo letal dentro de su propio departamento? Eso sería absurdo.
—Te sorprenderías. Lo absurdo es muy popular con los anartistas .
Madrigal era una simple criatura con muy pocas necesidades. Casi ninguna de hecho. Los constructos no son conocidos por ser mascotas que requieran mucha atención. Por eso eran tan comunes entre los anartistas más excéntricos, de los cuales muchos olvidarían alimentarse frecuentemente a ellos mismos, siendo así mucho menos alimentarían a sus mascotas.
La cerradura hizo click y la puerta se abrió con un chillido.
—¿Ves? Nada de que preocuparse.
En los tres años de su casi-no-vida, el cable de latón solo había conocido a una persona, y esa era la Creadora. Y aunque sabía muchas cosas, sabía una cosa sobre todo: Amaba a la Creadora.
Ninguna de la dos nuevas personas que acababan de entrar en el departamento eran la Creadora, y por lo tanto Madrigal los odiaba con toda la furia que un carrete de dos metros y medio de cable podía reunir.
—¡Oh, mierda! —grito Green, la cual es la reacción natural al ser apuñalado en la pantorrilla por un carrete de dos metros y medio de cable animado.
Reaccionando puramente por instinto, Thorne se agachó y agarró el cable con ambas manos. El constructo de latón se sacudió violentamente mientras lo alejaban de Green, pero una palabra gritada en un idioma muerto lo detuvo.
Thorne lanzó el constructo paralizado de regreso al departamento con una mano, usando la otra mano para empujar al aún maldiciente Green de regreso al pasillo. Thorne regresó tras él, pausando solo para azotar la puerta tras ellos.
—¡Te lo dije! Green gruñó a través de sus dientes apretados. Se desplomó contra la pared contraria, aferrándose fuertemente a su pierna herida.
—¿Y el saber de que estabas bien te hace sentirte mejor? —preguntó Thorne. Se agachó junto al agente herido, vigilando el pasillo en busca de más peligros.
—¡No, no lo hace! —La sangre comenzaba a acumularse bajo sus dedos.
—Bueno, entonces trata de no sangrar demasiado en la alfombra mientras saco mi kit de primeros auxilios. —Robin extendió la mano y sacó una caja que no podría haber cabido posiblemente en un bolsillo.
—Trata de no… ¿Estás de broma? ¡Esa puta cosa me apuñalo en la pierna!
—Lo cual será apreciado por cualquier mago que consiga de tu sangre, estoy seguro. —Se puso un par de guantes de látex, y entonces Thorne retiró un trapo de tela grande y lo deslizó bajo la pierna de Green. Las gotas carmesí empezaron a manchar la tela gris casi inmediatamente
—Voy a necesitar que muevas tu mano, —dijo. De la caja, sacó una botella que parecía agua, pero probablemente no lo era.
Renuentemente, Green levanto su mano, revelando un corte feo donde Madrigal lo había apuñalado. Thorne destapó la botella y vació el contenido sobre la herida, generando otro gruñido por parte de Green.
—Enjuague anti-oculto esterilizante, —explicó Thorne—. Debería neutralizar cualquier maldición que haya estado en esa cosa, junto con la mayoría de patógenos mundanos.
Poniendo la botella a un lado, Thorne levantó un vial de polvo café verduzco y se lo mostró a Green. —Y este es un coagulante de acción rápida. Una advertencia, esto va ser bastante molesto.
Trabajando rápidamente, Thorne espolvoreó algo del contenido en una tira de gasa y la presionó firmemente contra la herida.
En su defensa, Green no gritó.
Thorne se sacó los guantes y los aventó en un bolsa de desperdicios biológicos, la cual regresó a la caja. Le pasó a Green un rollo de vendas de tela y guardó el botiquín de regreso en su abrigo.
—Quédate aquí y véndalo bien, —le dijo.
—No me digas que vas a regresar ahí tú solo. —contestó Green.
Thorne se encogió de hombros despreocupado. —Puedo cuidarme sólo, skipper. Vuelvo enseguida."
Y con eso, desapareció hacia el departamento.
Thorne regresó por unos minutos después, una sonrisilla de auto satisfacción en su cara y con el cable de latón en sus manos.
—¿Qué es eso? —preguntó Green, ojeando el cable con suspicacia.
—Era un constructo, —dijo Thorne, enfatizando el pretérito—. Un poco de cable animado con taumaturgia. No hay ningún emet inscrito en ningún lado, así qué no puede ser muy inteligente. Básicamente un animal tonto.
Green se jaló para levantarse, dando un respingo mientras se apoyaba en su pierna herida. —Y, ¿está muerto?
—No puedes matar algo que no estaba vivo para empezar —dijo Thorne. —Pero si, está muerto.
—Entonces, ¿por qué lo andas llevando por ahí?
Ley del Contagio, —le dijo—. La taumaturgia funciona hacia ambos lados. Nuestra pequeña amiga puso algo de si misma para animarlo, no lo suficiente como para que le apunte con taumaturgia pero si lo suficiente como para que la pueda rastrear. Ya no se puede esconder.
Aún sonriendo, Thorne deslizó el largo del cable hacia otro bolsillo imposiblemente grande de su abrigo. —Vamos, a ver que está haciendo Spencer.
Encontraron a Spencer en un callejón cerca de la cafetería, agitando la vara metálica del detector Randall lentamente por el aire. Ocasionalmente, la caja a la que estaba adherida pitaría suavemente para indicar el flujo de ARad.
—¿Algo de suerte? —llamó Thorne.
—Eh, no demasiado. Como dije, hay demasiados Caminos aquí para señalar el que tomó nuestra rata. —Se volteó para mirar al dúo que se acercaba—. ¿Qué le paso a él?
—Había una trampa, —murmuró Green, deteniéndose para inclinarse contra el callejón para apoyarse. El vendaje de Thorne habría detenido el sangrado pero no habría hecho nada por el daño de los tejidos.
—Así que, ¿imagino que lo del departamento fue un fracaso entonces?
—No exactamente, —dijo Thorne. Sacó el cable de su abrigo y lo levantó a la luz.
—¿Tienes un enlace? —había un tono de optimismo precavido en su voz.
—En efecto, lo tengo, ahora déjame ver si podemos encontrar este Camino.
Thorne arrambló los bolsillos en su traje por un momento hasta que sacó un poco de cuarzo semitranslúcido y un pedazo de hilo, después procedió a atar el cable al cuarzo con el hilo. El pedazo de cristal colgaba libremente en el aire. Thorne cerró los ojos y empezó a tatarear silenciosamente para el mismo.
Después de un momento, el cristal se balanceó abruptamente hacia arriba y a los lados en contra de la gravedad. La flecha que formo apunto hacia el callejón.
Thorne abrió sus ojos y asintió con satisfacción. —Síganme caballeros.
Los tres agentes atravesaron el largo del callejón, siguiendo las direcciones de la brújula ocultista que Thorne había creado. En consideración a la herida de Green, los dos agentes del FBI mantuvieron un paso más lento.
Se detuvieron unos minutos más tarde en un callejón distinto cuando el cristal cayó con la fuerza de gravedad de nuevo. A donde sea que la anartista hubiera huido, su rastro terminaba aquí.
—Definitivamente hay un Camino aquí, —dijo Spencer, moviendo el detector Randall a través del aire. —Parece que fue abierta hace poco también.
Thorne cerró los ojos y asintió. —Puedo verlo.
—Genial, —dijo Green—. ¿Ahora qué?
Thorne abrió los ojos y aplaudió. —Ahora hacemos algo de magia de verdad.
Thorne había hecho que los otros dos agentes despejaran un espacio cerca del Camino, moviendo la basura aleatoria del callejón hasta que hubiera un área sin obstruir de casi dos metros a lo largo.
Una vez más, Thorne dirigió su mano a su abrigo de carga, retirando dos barras energía, tres velas grandes, un pedazo de hilo, un transportador, una tiza, un cuchillo (el cual Thorne llamó un athame), varias tiras de tela y un fajo de papeles doblados.
"Realmente desearía que hubiéramos pensado en traer un Resonador. —dijo—. Haría esto mucho más fácil. —Abrió una de las barras de energía, una barra de "Comida Compacta por Laboratorios Prometheus", según la etiqueta, y empezó a comer.
—Así que, ¿para que es todo esto?—preguntó Green—. He visto a Navarro en acción, y él sólo como que agita las manos hasta que algo entra en llamas.
—Bueno, no soy el puto Daniel Navarro, ¿oh si? —dijo Thorne—. La taumaturgia no es pan comido para empezar, y abrir a la fuerza un Camino entre mundos es aún peor. Esto, —señaló a todo el equipo preparado—, es todo para redirigir el contragolpe para que no terminemos muertos. O peor.
Thorne recogió la tiza y usando el hilo como un compás, dibujó un circulo en medio del espacio. Entonces, usando el transportador para revisar los ángulos, marcó nueve puntos alrededor del circulo, cada uno a 40 grados del otro. Con el hilo como borde recto, Thorne los conectó para formar tres triángulos solapados, con un nonágono en el centro.
Thorne dio un paso atrás para contemplar su trabajo y asintió.
—Ahora la parte complicada. —dijo—. Una pena que no traiga una maquina de sellos para esta parte, pero puedo hacerlos a mano. Pásame esos papeles por favor, Ken.
Spencer le pasó el fajo doblado a Thorne, quien lo desdobló para revelar una serie de paginas fotocopiadas de lo que solo podía haber sido un grimorio.
Muy lentamente, Thorne comenzó a inscribir una serie de runas dentro del circulo, teniendo cuidado de mantener las líneas rectas y los ángulos precisos, borrando los símbolos y rehaciéndolos si no eran satisfactorios. Tras varios minutos de esto, Thorne terminó dibujando un diamante en el centro del nonágono, partiéndolo con una sola línea dibujada desde el centro del circulo.
—Ahí esta, creo que hice bien las runas.
Cuidadosamente, pisando por encima de las líneas de tiza, Thorne puso las tres velas alrededor del circulo, junto a las runas que dijo significaban fuego. Dejó las velas sin encender.
—Ahora para la parte difícil,— dijo, levantando el athame y parándose en el centro del circulo—. Hagan lo que hagan, no pisen las líneas. ¿Entendido?
Los otros dos agentes asintieron, y Green dio un cuidadoso paso atrás desde el borde del circulo.
Sosteniendo el athame fuertemente, Thorne lo deslizó lentamente a lo largo de la palma de su mano derecha, apenas atravesando solamente la piel. Aún moviéndose lentamente, volteó el athame y sostuvo la parte plana contra el corte, hasta que la hoja estaba empapada de sangre.
Respirando profundamente, Thorne levantó el cuchillo y lo levanto al aire y lo sostuvo ahí.
El tiempo pareció detenerse.
Thorne bajo el cuchillo, cortando el aire.
—Abre. —La palabra apenas fue un susurro, pero había un poder sobrenatural tras el que le dio un volumen más allá del sonido o el habla.
Las líneas de tiza brillaron, cegadoramente brillantes. La velas se encendieron de repente, con llamas que se extendieron dos metros en el aire. Luz brilló por el athame, produciendo sombras antinaturales en las paredes.
Y en el centro del circulo, el aire se abrió tras el cuchillo, revelando un Camino entre mundos.
Thorne se tambaleó hacia atrás, recuperando el aliento pero aún teniendo cuidado de no pisar las líneas. Se derrumbó en una pila de cajas de cartón, dejando que el cuchillo chocara contra el suelo.
—Barra de energía, —dijo, aún jadeando con fuerza. Spencer le pasó la barra de energía restante y él la devoró rápidamente.
—¿Estás bien? —pregunto.
Thorne asintió. —Si. Sólo dame un minuto. Estaré bien.
Levantó una de las tiras de tela y la usó para vendar su mano, después usó la tela restante para limpiar el athame, el cual regreso a su abrigo.
Respirando más regularmente ahora, Thorne se levantó y dijo,—El Camino seguirá abierto mientras que las velas estén quemándose. Eso nos da una hora, tal vez dos máximo, para encontrar a Dustin y salir. Debería ser capaz de abrir el Camino de nuevo si se cerrara mientras estamos ahí, pero realmente no quiero arriesgarme.
Spencer asintió y después miro a Green —¿Estás listo para esto, skipper?
Green sonrió fieramente. —Nunca lo dudes. Atrapemos a esta bastarda.
Spencer sonrió de vuelta. —Eso es lo que me gusta escuchar.
Entonces, a la vez, los tres agentes cruzaron el Camino.
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